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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

3 de marzo de 2017

Objetos encontrado alrededor de los esqueletos en el Cementerio El Chorro de Maíta



Uno de los aspectos más relevantes del cementerio de El Chorro de Maíta es la presencia de objetos de piedra, metal, y de diversos materiales orgánicos que aparecieron alrededor de los esqueletos. La posición de esos objetos permite suponer su ubicación en los cuerpos al momento del entierro. Para César Rodríguez Arce y Guarch Delmonte, en su mayoría esos son adornos corporales.
En varios textos Guarch Delmonte (1988, 1994, 1996) habló de los objetos hallados en el entierro No. 57 (la Gran Dama Enjoyada). Roberto Valcárcel Rojas y César Rodríguez Arce también han comentado sobre objetos encontrado en los restos de otros individuos.
En este texto que ahora publica La Aldea se resumen esas fuentes y además las notas de excavación hechas por Guarch Delmonte en 1987, la Tabla de control de los caracteres osteométricos (Rodríguez Arce 1992), y el plano del cementerio (Guarch Rodríguez 1987). Otro documento utilizado es el inventario de las piezas preparado por Guarch Delmonte en 1991 en el que se incluyen referencias sobre su localización en el cementerio y comentarios sobre los materiales empleados para su fabricación.
De todos los objetos sólo algunos de metal fueron estudiados; en el caso de los no metálicos Guarch Delmonte únicamente se estudió, sin concluir la investigación, en la identificación del uso de ámbar en la fabricación de las orejeras halladas en el entierro No. 94.
A fin de contextualizar los criterios antes mencionados y como parte del trabajo realizado durante la presente disertación, Valcárcel Rojas revisó las piezas conservadas en los fondos del Departamento Centro Oriental de Arqueología, las contó, registró sus formas y las midió. Los datos que consiguió al hacer ese trabajo son los que se presentan a continuación. A ellos se les intercalan algunas descripciones y los criterios de identificación de Guarch Delmonte.
Cuentas no metálicas
Elentierro No. 57 mostró el conjunto de ellas más impresionante.
Cuentas no metálicas del individuo No. 57. Al centro cuentas de cuarcita de entre 4.8 y 5.7 mm de diámetro; parte superior derecha, cuentas de igual material de entre 1.5 y 2.7 mm. A la Derecha, cuentas de coral de entre    3.6 y 6.1 mm de largo; parte superior, cuentas de perla, la mayor
con 4.0 mm de diámetro. El Chorro de Maíta.
Localizado entre las costillas y muy cerca de la mandíbula de ese esqueleto, lo que hace creer en un collar que llevaba puesto a la hora de su muerte, ese estaba confeccionado a base de cuentas diversas y piezas a base de oro y cobre.
Respecto a las cuentas, comentó Guarch:
“(…) se localizaron tres perlas, con sus perforaciones para servir de cuentas, sus formas irregulares son comunes en Las Antillas. Dieciocho eran cuentas de coral rosado, de forma cilíndrica, algunas husiformes parecidas a un pequeño barril, no mayores de 5 mm. de longitud, objetos esos que se encontraron por primera vez en Cuba. Además se rescataron 23 microcuentas de concha de forma discoidal, muy finas y pequeñas, de hasta 1.6 mm. de diámetro; 4 cuentas de calcita de las llamadas de “carretel” y una microcuenta de piedra negra, así como 4 del mismo material, pero blancas, siendo por tanto el collar más complejo de los encontrados en Cuba hasta el presente.”
Estos anteriores datos reiteran informaciones publicadas por Guarch Delmonte en 1988 y en 1996. (Entre los objetos de El Chorro de Maíta, existentes en la colección del Departamento Centro Oriental de Arqueología, en Holguín, no está la microcuenta de piedra negra y solo se conservan dos de las cuatro perlas de las que habla el arqueólogo, una de ellas fragmentada y las dos de color plateado con puntos dorados. Por su parte de las microcuentas de cuarcita, que Guarch dijo que eran 23, solo se conservan 21.  
Las 18 cuentas de coral son cilíndricas o con forma de barril; algunas lisas y otras con áreas de textura rugosa. Tres de ellas son de color rojizo marrón y el resto son de color rosado claro o blanco.
Asimismo según las notas de excavación, cerca de la mano del entierro No. 58 (el niño que estaba a los pies de la Gran Dama Enjoyada), se encontraron varias cuentas de coral rosado, alternadas con cuentas oscuras de resina vegetal. Y en el pie del mismo esqueleto había cuentas de coral rosado y cuentas de resina, (Ver imagen siguiente)
Ornamentos del entierro No. 58 (El niño a los pies de la Gran Dama Enjoyada). Izquierda, cuentas de resina y coral; Derecha, cuentas
de coral. (Las cuentas de resina tienen un diámetro de entre 4.6 y 6 mm; y las de coral tienen un  largo de entre 3.7 y 9.4 mm). El Chorro de Maíta.
En el plano del cementerio se muestra que ese esqueleto también tenía, posiblemente en el pecho, cuentas de cuarcita. Asimismo en el dicho plano y en la Tabla de control de los caracteres osteométricos elaborada por Rodríguez Arce, dice que “el niño” también tenía a su alrededor un ídolo, sin embargo esas piezas no fueron mencionadas en los artículos de Guarch y tampoco están entre el material del entierro depositado en el Departamento Centro Oriental de Arqueología. Lo que sí se conserva es un pulso o collar de cuentas alternas de resina (11) y coral (11), y otro conjunto con 15 cuentas de coral. La mayoría de las cuentas de coral tienen forma de barril, están pulidas y el color va de rosado muy claro a rojo anaranjado. Las perforaciones son cilíndricas y generalmente desplazadas a un lado. Las cuentas de resina poseen un diámetro de entre 4.6 y 6.0 mm., y un largo de 2.9 a 5.5 mm., algunas son esféricas y todas tienen color marrón con áreas amarillentas. (Ver fotografía anterior).
Igual la Tabla de control de los caracteres osteométricos de Rodríguez Arce refiere 24 cuentas de cuarcita en el entierro No. 64, que, según el plano, se encontraban próximas al antebrazo derecho. En el material que se conserva en el Departamento Centro Oriental de Arqueología nada más aparecen 32 cuentas de ese tipo. Su diámetro está entre 2.4 y 4.7 mm., y su largo es de 4.6 a 5.5 mm.; todas son  cilíndricas, de color blanco grisáceo, con perforación bicónica al centro (Verlas en la fotografía siguiente). Dos cuentas de cuarcita con caracteres parecidos a estas que acabamos de describir, pero de mayor tamaño, fueron halladas en el entierro No. 100.
Cuentas de cuarcita encontradas al lado del entierro No. 64. El Chorro de Maíta.
Los datos de excavación y registro refieren cuentas de coral y una cuenta esférica negra, ubicadas en la zona del cuello del entierro No. 84, según se comprueba en el plano del cementerio. En la colección hoy existente hay dos conjuntos de cuentas atribuidas a ese entierro: una con 28 y el otro con 33 cuentas.
Ornamentos del individuo No. 84. Cuentas de coral y una cuenta de azabache al centro. El Chorro de Maíta.
Esas mencionadas cuentas fueron identificadas por Guarch Delmonte como coral. En su mayoría son cilíndricas, aunque algunas tienen forma de barril; todas de color rosado claro o blanco amarillento, con formas y dimensiones similares a las del entierro No. 57. La cuenta negra, identificada como de resina por Guarch Delmonte, es esférica, presenta una perforación cilíndrica y mide 5.5 mm. de diámetro en su parte más ancha.
Aunque no se conservan en los fondos del material encontrado en El Chorro de Maíta, Guarch y Rodríguez Arce hablan de una vértebra de pescado aparentemente modificada para elaborar una cuenta, que apareció al lado del entierro No. 54, e igualmente se dice de otras cuentas de cuarzo al lado del entierro No. 63.
Orejeras
Dos de esas, hechas de resina vegetal, se encontraron en el entierro No. 94. Otras dos, esas hechas de cuarcita, aparecieron situadas en las zonas del cráneo donde debieron ser usadas, del esqueleto No. 99
Izquierda, orejeras de resina del individuo No. 94. Derecha,
orejeras de cuarcita del individuo No. 99. El Chorro
de Maíta.
Las de resina son cilíndricas y miden 13.5 y 12.0 mm. de largo, y 6.10 y 6.15 mm. de diámetros. Todas presentan una muesca alrededor de uno de sus extremos. Son de color marrón, con interior transparente y cristalino, y superficies craqueladas. Las de cuarcita tienen forma de carretel y resultan muy similares a las cuentas comunes hechas de ese material aunque su parte central es más estrecha. Miden 12.1 y 13 mm. de diámetro respectivamente, y 13.7 y 15.6 mm. de alto.
Tela
Según Guarch Delmonte, en la mandíbula y en el interior de la boca del entierro No. 57, (la Gran Dama Enjoyada), se hallaron dos fragmentos de tela. El arqueólogo dio la posibilidad de que fueran de una misma pieza situada en la parte superior del cuello a modo de pañuelo y la describió así: “tela de algodón de color blanco amarillento de un tejido sencillo; uno de los fragmentos muestra una costura hecha con hilo mucho más grueso y burdo, hecho el hilo de dos cabos torcidos con poca tensión, lo que puede indicar su confección manual rústica”.
Restos de tela aparecido sobre el individuo No. 57, de .41.9 mm de largo. El Chorro de Maíta.
La Tabla de control de los caracteres osteométricos hecha por Rodríguez Arce, además de ese textil, refiere otro encontrado al lado del entierro No. 72. Asimismo Valcárcel Rojas y Rodríguez Arce (2005) mencionan un tercer fragmento de textil encontrado en el entierro No. 47. Sin embargo en la colección conservada en el Departamento Centro Oriental de Arqueología nada más se encuentran los fragmentos de tela del entierro No. 57 (Imagen que se ve en la anterior fotografía). Todo el textil presenta gránulos de lo que parece ser un sedimento de color negro.
Hueso marcado
Aún cuando no se colocó sobre el cuerpo hay una pieza que, según Guarch Delmonte, parece haber sido ubicada de modo intencional  entre el lado izquierdo del tórax y la articulación del codo izquierdo del entierro No. 31, un adulto masculino. Dicha pieza consiste en un fragmento de fémur de un individuo subadulto, con tres muescas consecutivas, muy parecidas entre sí en forma y tamaño, separadas por espacios regulares. Al parecer las dichas muescas o cortes fueron hechas post mórten. Lamentablemente el hueso no ha podido ser localizado entre las piezas de la colección.
Pendientes y cuentas de metal
Los objetos de metal encontrados en El Chorro de Maíta forman dos grupos; uno de tipos varios con evidente presencia de oro, y el otro consistente en piezas de estructura tubular, muy afectadas por la corrosión.
El primer grupo nada más se encontró en el entierro No. 57 (esos son las principales joyas de la Gran Dama). Se trata de 4 láminas para usar como pendientes o aretes, una figura en forma de cabeza de pájaro, un cascabel, una cuenta esférica hueca y dos cuentas cilíndricas de metal.
 
Los pendientes o aretes fueron hechos de láminas de metal con forma trapezoidal y tienen una perforación en un extremo. Uno de ellos tiene base bilobulada. En todos se observa una línea repujada que circunda las zonas de los bordes y el agujero para colgar. El peso promedio es de 0.2 gramos, el largo oscila entre 13 y 18 mm., y el ancho de las bases entre 15 y 19 mm., con un grueso de 0.1 mm. el color de todos es dorado rojizo, aunque uno de ellos es más oscuro en una de sus caras.
El cascabel es hueco, mide 12.4 mm., de largo y tiene forma alargada, algo aperada, de extremo inferior acuminado y con una escotadura longitudinal. En la parte superior muestra una argolla.
Las cuentas cilíndricas, elaboradas en oro según Guarch Delmonte, tienen alrededor de 2 mm., de diámetro, un agujero de 0.7 mm., y un alto de 0.81 mm., y 0.83 mm., respectivamente, con un peso promedio de 0.04 gramos.
La cabeza de ave mide 22.2 mm., de largo, y el grueso de la lámina con que fue hecha es de unos 0.1 mm. Fue descrita por Guarch Delmonte en 1988 de la siguiente manera: “ (…) la pieza es muy elaborada; en el tope de la cabeza se advierte un tocado consistente en arcos, situados en tres filas paralelas de delante atrás con tres anillos cada una. Los ojos están logrados mediante dos hilos de oro yuxtapuestos que en cada uno forman un semicírculo, continuándose sobre la frente como diadema; el iris de cada ojo se resuelve mediante una pequeña semiesfera. El pico es trapezoidal en el plano horizontal, muy deprimido, de punta truncada, con dos perforaciones en el extremo y dos líneas incisas en ambos lados que independizan el pico superior del inferior. En la parte superior e inferior del cuello se aprecian sendas gargantillas constituidas por dos hilos de oro paralelos entre los cuales se advierten un apretado entorchado también de dos hilos; ambos resaltos cruzan de lado a lado del cuello por la parte delantera y laterales, por detrás la cara es plana, mostrando una perforación rectangular que ocupa casi todo el espacio, dejando solamente un marco en rededor. La base de la pieza es semicircular y, como ya se ha expresado, hueca”.
Según Guarch Delmonte, al momento de su hallazgo la cuenta esférica, “tenía soldado en uno de sus extremos, un delgado tubito de 5 mm. de longitud, muy fino, el que se deshizo al ser extraída la pieza; por el lado contrario se advierte el inicio de lo que debió ser un apéndice similar, destruido con anterioridad. La esfera tiene un diámetro de 3 mm. y con el microscopio, se observa en sus interior un fragmento de hilo”. En su opinión fue elaborada en oro bajo. De esa dicha pieza solamente existe un dibujo. Lo que de ella se conserva son fragmentos de las varias partes en que se quebró.
A solicitud de Guarch Delmonte, algunas de estas piezas fueron analizadas en el Centro Nacional de Conservación y Restauración de Monumentos (CENCREM), en La Habana, usando un microscopio electrónico de barrido. Hoy se dispone de los resultados de composición de seis de ellas, (incluyéndose entre ellas uno los pendientes laminares. Lamentablemente en la información no se aclara cuál de ellos fue el analizado). Esa información dice que las láminas de los pendientes y el cascabel muestran presencia dominante de oro y cobre, con cierta cantidad de plata y niveles muy bajos de silicio. Por su parte la pieza con forma de ave fue hecha de una aleación de oro, cobre y plata.
Dijo Guarch Delmonte refiriéndose a la cabeza de ave, que esa puede representar al ente mítico de los indígenas de La Española, Inriri Cahubabayael, sin embargo, dice que su tipo no es propio de los objetos hechos en las Antillas y sí muy similar a la de la orfebrería centroamericana y colombiana. En el caso del cascabel, le encuentra semejanza con los que se fabricaban en zonas de Centroamérica. Asimismo descarta el carácter antillano para la cuenta esférica y si bien no valora el origen de los pendientes laminares, aclara su conexión estilística con los materiales antillanos.
Al hacer hipótesis de cómo llegaron esos objetos al Cerro de Yaguajay, Guarch no excluye la posibilidad de que los hayan llevado hasta allí en algún tiempo anterior a la llegada de Colón, pero sobre todo se inclina a creer que los llevó hasta allí o los fabricó en el lugar algún aborigen cazado por los españoles en Centroamérica. (Guarch Delmonte. Notas manuscritas en 1996).
Objetos tubulares de metal
En Chorro de Maíta aparecieron 38 tubos de metal hechos de una fina lámina de metal enrollada sobre sí misma. Según Guarch Delmonte esos tubos tenían un hilo de algodón en su interior y eran, supuso parte de adornos corporales.
En los fondos del Departamento Centro Oriental de Arqueología nada más se conservan 25 de esas piezas, de ellas cinco son tubos completos, y el resto, fragmentos.
 
En muchos de ellos es imposible ver su forma porque están cubiertos por una capa de sedimento calizo; en otros casos se distinguen zonas con intensa corrosión. Los cinco tubos mayores reportan, excluyendo el sedimento, dimensiones que oscilan entre 28.9 y 25.3 mm. de largo, 3.9 y 2.9 mm. de diámetro en su parte más ancha, y 1.7 y 1.2 mm. de diámetro en su parte más estrecha. El grosor de las láminas con que fueron hechos es de aproximadamente 0.3 mm.
La ubicación de estos materiales dentro del cementerio resulta complicada. En 1996 Guarch Delmonte dijo que se encontraron al lado de 15 entierros, sin embargo otros de los expertos que participaron en el descubrimiento, incluyendo al mismo Guarch, y también al consultar los datos del trabajo de excavación y el registro del material obtenido (Guarch Delmonte et al. 1987; Rodríguez Arce 1992b; Guarch Rodríguez 1987), dice que los tales tubos aparecieron relacionados con, al menos, 17 entierros, que fueron los No. 13, 19, 24, 25, 27, 29, 31, 38, 39, 45, 57, 62, 69, 84, 92, 98 y 101. De otros tubos se desconoce el entierro donde se hallaron, incluso, algunos fueron encontrados durante el proceso de cernido de la tierra, sin vínculo con un entierro en particular.
Los tubos que se conservan están identificados como provenientes de los entierros No. 25, 57, 69, 84, 94 y 101. En ninguna de las fuentes consultadas se mencionan tubos relacionándose con el entierro No. 94, por lo que la identificación de varios fragmentos en este entierro no es confiable.
Según la documentación antes mencionada los tubos aparecieron, básicamente sobre el tórax y el cuello de los esqueletos. En la mayoría de los casos se localizó sólo un tubo; pero en los entierros No. 45 y 69 se hallaron tres en cada uno y cuatro en el No. 27.
En el entierro No. 25 aparecieron varios tubos unidos a un disco confeccionado de varias capas de cobre. El dicho disco estaba envuelto en una tela de algodón. Guarch llamó al disco: “medallón” y la consideró un ornamento colocado bajo la rodilla.
Pieza de textil y metal hallada en el entierro No. 25. Izquierda, objeto en su estado actual; derecha, radiografía de la pieza. El Chorro de Maíta.
El medallón de cobre está expuesto en el Museo El Chorro de Maíta
Esa pieza es descrita como sigue: “El llamado medallón consiste en un disco de 36.5 mm. de diámetro y un grueso de 8 mm., confeccionado con una tela de algodón que envuelve con 4 capas un disco de cobre. Los bordes de la tela fueron llevados hacia el envés y cosidos allí con una puntada conocida en la actualidad como “zancaraña”; los hilos de la tela son de 0.8 mm. de diámetro, torcidos con poca tensión; el tejido es sencillo. Tanto la hilatura como el tejido indican su confección a mano. Del extremo inferior del disco penden cuatro canutillos unidos al mismo por un hilo que los cose a la tela y que, pasando por el interior del tubito, es rematado en su parte inferior por un nudo; esta sujeción permitió que las piezas tuvieran cierto movimiento, lo que debió ocasionar que al entrechocar, sonaran” (Guarch Delmonte, Rodríguez Arce y Pedroso 1987).
El textil que cubre el adorno del entierro No. 25 es de color verde, y de ese mismo color son los tubos adheridos a él. Este detalle pudo dar base a la identificación de cobre en el caso del núcleo de metal envuelto en tela. No tenemos información sobre un estudio de composición de esta parte. El hueso del esqueleto al que estaba unida la pieza quedó manchado de verde, y de ese mismo color se pintaron los otros esqueletos donde había tubos. Por esta razón al momento de la excavación se consideró que el material metálico podía ser cobre o guanín (Guarch Delmonte et al. 1987).

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