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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

30 de enero de 2017

Los apodos de los gibareños

Por publicar los "apodos" de los gibareños el notable historiador holguinero Pepito García Castañeda fue declarado persona no grata en Gibara, (ojalá que por reproducirlos en este blog a su autor no le pase lo mismo)




Por Pepito García Castañeda

La esencia del gibareño son sus apodos, que todos llevan y que para ellos es como un apellido que se hereda. Todos bien colocados y que a nadie ofenden:


Manuel “Chimenea”;
Jesús “Bibijagua”;
Pepe “Maldición”;
Jesús “Puñalá”;
Emilio “El Guabino”;
Alberto “Guaraguao”;
Toñito “Guayabito”;
Alberto “Cañito”;
Roberto “Perro Muerto”;
Serafín “Bicicleta”;
Juan “Velorio”;
Ramón “Garrapata”;
Ricardo “Pan con Z”;
Manuel “Siete Bocas”;
Mateo “Suavecito”; 
Joseíto “La Cubera”;
Antonio “Caringa”;
Paco “Chinche”;
Toño “Pellejo”;
Ramón “Pata de Vaca”;
Paco “Señita”;
Nicanor “4 kilos”;
Longino “Barba de Piojo”;
Gastón “Chimenea”.


Incluso, en Gibara había poesías sobre los apodos. Esta que sigue es de la inspiración de José Antonio Recio:

Allá en “La Perla del Oriente”
existe un humano todo,
en donde ha visto más gente
con singular apodo;
allí encontrará de todo
igual que en una Botica,
a Lucía “La Chancharica”,
al gran mulato “Bembeta”,
a Adolfo “La Cubereta
y otros que abajo se explica.

Está Panchito “El Soplao”
y Gerónimo “Aguacate”,
está Eladio “Chocolate”
y también “El Guaraguao”;
está Don Rufo “El Gambao”
y Evaristo “El Charrán”,
tienen a Pedro “Quinlián”,
a un tal Agustín “Congrí”,
al bembú de Julio “Taití”
y al viejo Manuel “Tetuán”.

Está Arsenio “Ciruelita”
y Miguel “Cara de Caballo”,
Cándido “Paraguayo”
y Toñé “Guayabita”;
está Plácido “Chispita”,
también Andrés “Pellejito”,
también Ignacio “Chivita”
y luego Juan “El Dormío”
y también Paco “Cocío”
y hasta Alejandro “Pollito”.

Está Lalo “Mantecao”,
y hasta Ramón “El Careto”,
y un tal Paco Pureto
y también Pepe “Fiao”,
Mingolo “Pudín Quemao”
y Toñé “Pisa Bonito”,
“El Bocón”, Juan Agapito
y Valentín “El Yaguaso”,
está Felipa “Bandaso”
y también está “Matojito”.

Tenemos a Ricardo “El Grillo”
y a Manolo “Traga Cabo”,
tenemos al viejo “Chabo”
y también a “Don Guevillo”
al andaluz “Manuelillo”,
también a Pipe “Palito”,
está Armando “Gallito”,
está Paco “La Perrita”,
está Diego “Cutarita”
y luego Manuel “Mosquito”.

Está Pepe “Maldición”,
está Juan “Taburetico”,
Angelito “El Chancharico”,
y también Andrés “Follón”;
está Guzmán “El Casón”,
esta Nino “Platanito”,
también Caridad “Huesito”,
Paco Pérez “Vitillero”,
también Andrés “Saguero”
“Enriqueta” y “El Manquito”.

Está Manuel “Siete Bocas”,
está José “Costillita”,
está Pepe “La Chivita”
y la Vieja “Lola Coca”,
está Cecilia “La Loca”,
“Explosión” y “Don Ayuso”,
y aunque digan que es un abuso
miento a “Nariz de Chayote”
y hasta a Víctor “Garrote”
en mi décima yo verso.

Está Cholo “Chimenea”
y también Floro “El Caín”,
tenemos al loco “Casbín”
y Marcelino “Jachea”;
y ardiendo como una tea,
voy a morir muy gozoso,
pero yo a Ramón “El Oso”
le debo de mencionar
para luego rematar
con Salvador “El Coloso”.

Está Tomás “Ginebrita”
con su buen hijo “Capricho”,
también el negrito “Chicho”
y luego Toñe Curbita
también Luis “Cabrillita”,
también el duende “Maleco”
y aunque en mi verso yo peco,
menciono a Luisa “Jijón”,
también a María “Pichón”
y hasta a Alejandro “Tareco”.

Allí está Paco “Señita”,
también Mario “Matraca”,
también “Cabeza de Vaca”
igual que Pepe “Gorrita”;
está Neno “Cabesita”
y Ciriaco “Morrocollo”
que fácil baja a un hoyo
para tomarse un baso de agua;
está Joaquín “Bibijagua”
y el Carbonero “Goyo”.

Está Emiliano “El Guabino”
y doña Luisa “La Chinche”
que como sapo se hinche
peleando con el vecino,
y tenemos a Longino
que pasa el año pescando
y a Juan “Velorio” velando
por si se muere una hormiga,
para llenarse la barriga
y siempre vivir vagando.

El cangrejo colorado, símbolo de Gibara



El cangrejo colorado, que abunda en la Villa, se consume mucho en Gibara en cierta época del año.

Sus huevas, que en el pueblo llaman “CARO”, se venden en el pueblo midiéndolas por cucharones y se utilizan para hacer tortillas.

En cierto mes del año las hembras de esa especie, ya cargadas, se dirigen a la costa del mar. Coincide el desove con el arribo a las orillas de grandes fajas de una planta marina conocida vulgarmente como “piojillo”. En el colchón del piojillo las cangrejas sueltan millares de huevos que por el flujo y reflujo, desaparecen por un tiempo, marineros navegando en las algas.

Cuando los colchones vuelven a la costa traen millones de cangrejitos colorados que al tratar de enrumbarse hacia el monte, invaden las paredes de las casas y las calles de la población.

Para muchos extraños a Gibara es difícil creer lo narrado, pero para todo gibareño es un hecho cierto.




 


Por: Pepito García Castañeda

Juan B. Pérez, parado ante un cesto de cangrejos, pregonaba su mercancía así: 
Dijo un cangrejo llorando
en su triste mortandad,
que pocos vamos quedando,
que pocos quedamos ya.

Y “Chanito” ofrecía sus coquinas así:

Ahí viene el “Cucarachón”
vendiendo almejas y coquinas,
que él mismo las ha sacado
de Punta “La Pelegrina”.
______________
¡Coquinas! ¡Coquinas!
que vende el “Cucarachón”
más grandes que “Domingón”
ese que vende la harina.
______________
Levántate mi vecina
aunque sea en camizón,
que aquí está el Cucarachón
                      con la jaba de coquina.


Coquinas

Debe saber el comprador que para coger las coquinas hay que mojarse los fondillos y para coger los cangrejos blancos, de cuyas masas hacen el “enchilao de cangrejos”, también tienen los gibareños su método. Estos cangrejos solo salen de sus cuevas, situadas en lugares fangosos, en época de las lluvias, por lo que los “cazadores” tienen que ir por las noches y en la boca de cada una de las cuevas hacen un ruido con un madero dando en el fondo de una lata de luz brillante vacía, imitando con ello el trueno; luego hacen pasar la luz de una linterna una o dos veces imitando los relámpagos; y finalmente arrojan adentro de la cueva del cangrejo una jarra de agua, como si estuviera lloviendo, todo lo cual hace creer al cangrejo que está tronando, relampagueando y hasta lloviendo. Y salen afuera de las cuevas a disfrutar de las lluvias… y esa es su perdición.
 

27 de enero de 2017

Los Dos siglos de Gibara



Por Enrique Doimeadios Cuenca*
 

En la mañana del 16 de enero de 1817 la solemne ceremonia de colocación de la primera piedra de la Batería Fernando VII (una fortaleza militar frente al océano Atlántico, en el norte del oriente cubano), marcó el momento fundacional del pueblo de Gibara.
 

Francisco de Zayas y Armijo, criollo santiaguero que ocupaba el cargo de Teniente Gobernador de Holguín, fue el principal promotor de la fortaleza y el fundador de la nueva población. Él trazó calles, repartió terrenos y atrajo a los primeros vecinos. El 11 de julio de 1822, tras múltiples y prolongadas gestiones, logró la apertura del puerto al mercado mundial. Dos años atrás, con su ayuda, se había establecido allí la primera iglesia parroquial.
El puerto y el comercio fueron factores determinantes en el desarrollo del núcleo urbano de Gibara. En concordancia con las riquezas que estos generaban y con la importante producción agrícola de las tierras cercanas, comerciantes y dueños de haciendas construyeron almacenes y elegantes residencias. Severas regulaciones urbanísticas hicieron prevalecer desde tempranos tiempos la armonía y el orden en las construcciones. Ni las viviendas de las familias pobres carecieron de valores estéticos.

 

A partir de 1854, con el establecimiento de líneas regulares de buques de vapor que transportaban mercancías y pasajeros por las costas de Cuba, Gibara logró una comunicación rápida y estable con La Habana, Santiago y otras ciudades portuarias de la Isla, y también con Santo Domingo y Puerto Rico. Los barcos de carga la comunicaban con Europa y el resto del mundo.
Desde el inicio de la Guerra de los Diez Años el mando militar hispano fortificó al puerto y sus alrededores. Se construyeron varios fortines y una muralla de mampuesto de más de dos kilómetros de longitud, así, numerosos españoles y sus simpatizantes que vivían en Holguín y en otros lugares de la región se establecieron en Gibara huyendo de los rigores de la contienda, y el territorio adquirió el sobrenombre de La España Chiquita.
El 26 de mayo de 1871 Gibara obtuvo el título de Villa. Dos años y medio más tarde se le autorizó a constituir su propio municipio, que fue ratificado por Real Orden del 26 de junio de 1875. En los diez años de contienda su población se triplicó y rebasó los 7 mil 500 habitantes.

 
 

En 1883 gibareños y holguineros unieron esfuerzos en un proyecto de beneficio común: la construcción de un ferrocarril para unir ambas ciudades. Diez años más tarde se abrió al servicio público la vía férrea. El 13 de septiembre de 1890 se inauguró el hermoso teatro del Casino Español, único del período colonial que aún se conserva en la provincia de Holguín.
Al iniciarse la Guerra de 1895, el panorama político local había sufrido cambios con respecto a la contienda anterior. En esta ocasión fue mayor la incorporación de gibareños a la causa independentista. Una red de colaboradores ayudaba a los mambises desde el interior de la Villa, de la cual, entre otros suministros, sacaban el papel necesario para que pudiera imprimirse el periódico El Cubano Libre. Durante la contienda, no obstante, se inauguró una planta eléctrica de servicio público y se instalaron los primeros teléfonos, adelantando en esto a casi todas las poblaciones del oriente del país.
El 25 de julio de 1898 entraron los mambises a la Villa. Se les recibió con los acordes del Himno de Bayamo ejecutado por la orquesta local. A partir del 30 de julio y hasta el final de la contienda Calixto García estableció en Gibara su cuartel general.
En agosto de 1931 arribó al puerto un grupo de revolucionarios comandados por Emilio Laurent para combatir la dictadura de Gerardo Machado. Centenares de gibareños se unieron a los expedicionarios, pero las fuerzas de la tiranía concentraron numerosas tropas y atacaron las posiciones de los rebeldes por aire, mar y tierra. Tras duros combates el ejército machadita entró en la Villa, donde cometió asesinatos e impuso una cruel represión.
En los años siguientes el desempleo fue cada vez mayor. Los recursos extraídos del mar con redes y otros medios artesanales, y la atención a los visitantes, especialmente durante la temporada de verano, constituyeron un paliativo para afrontarlo. Centenares de gibareños marcharon a otros lugares en busca de trabajo. En 1953 se instituyó el Día del Gibareño Ausente en un esfuerzo por sostener y avivar el vínculo entre los que habían marchado y los que permanecían en la población.
Luego del golpe de estado de Fulgencio Batista la situación se agravó, pero esto no fue aceptado pasivamente. Tres gibareños estuvieron junto a Fidel en el asalto al Cuartel Moncada, y otros muchos se incorporaron a la lucha contra la tiranía.
A partir del triunfo de la Revolución Cubana, en 1959, el panorama económico y social de la Villa Blanca se transformó. Se crearon fuentes de empleo entre las que destacan la hilandería Inejiro Asanuma y el astillero Alcides Pino. Los niveles de vida de la población mejoraron incuestionablemente. Se establecieron numerosos centros educacionales, de salud, culturales, de deportes y otras instituciones sociales.

 
En 2003 Gibara se convirtió en sede del Festival Internacional de Cine Pobre y en enero de 2004 su rico patrimonio edificado y los valores culturales intangibles que atesora determinaron que el centro histórico urbano de la Villa alcanzara la condición de Monumento Nacional, que hoy ostenta con orgullo.
*El autor es Historiador de Gibara

En el enlace siguiente puede ver las cinco emisiones del Noticiero de TV por los Dos Siglos de Gibara

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