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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

2 de junio de 2010

Juanito Albanés: "Ya está servida, señoría"

Por: María Antonia Hung Hidalgo
Fragmentos de las palabras pronunciadas por la autora en la ceremonia de entrega del premio "Juan Albanés" el día 7 de junio del 2004.

Tuve la suerte de conocer a Juan Rafael Ignacio Antero Genovebo de la Caridad Albanés Martínez Carballo Leyva, "Juanito", como todos le decíamos, primero como usuaria de la biblioteca "Alex Urquiola" y luego como su compañera de trabajo.
Hijo de doña Micaela Martínez Leyva y del doctor Oscar Albanés Carballo, miembros de una ilustre familia holguinera "Juanito", nació el 3 de enero de 1919.

La familia Albanés, por tradición, se dedicó al estudio de la historia y a la promoción de acciones culturales y obras que beneficiaron a gran parte de la generación holguinera de la época. Su padre fue presidente de Los Caballeros de San Isidoro, asociación católica que propició el establecimiento de la primera Biblioteca Pública de Holguín, el 8 de julio de 1922, en el ala izquierda de la Parrroquial Mayor de San Isidoro, que abrió sus puertas cada noche hasta 1945, incluidos los sábados y domingos; creó la hermosa glorieta del parque Julio Grave de Peralta y bajo su iniciativa se construyó la Rotonda, Paseo y Escalinata del Cerro de la Cruz.
 
"... de su padre heredó la inteligencia, de él recibió la educación y su formación cristiana, así como recibió también de su inolvidable madre, el tesoro de su carácter afable y su humildad, virtudes que le acompañaron toda la vida", afirmaba el periodista, compositor y amigo íntimo suyo, el señor Antonio Coré Zelleck, ya fallecido, para definir admirablemente su personalidad.
 
Juan Rafael cursó el bachillerato y estudió periodismo en la escuela Manuel Márquez Esterling. A partir de 1940, trabajó como secretario auxiliar del ayuntamiento.
 
Siguiendo su tradición familiar, se dedicó infatigablemente al estudio de la historia universal y, en particular, a la historia de Cuba y de su ciudad natal. Publicó Historia breve de la ciudad de Holguín y Holguín: reseña general en 1947 y 1950, respectivamente. Desde 1942, escribió temas históricos para los periódicos El Eco de Holguín, El Grito del Pueblo, Emancipación, Pueblo, Diario de Holguín, Semanario Chomba, Avisor, El Libertador, Norte, -donde tuvo a su cargo la sección fija De Cara a la Historia-, Surco, Ahora, Juventud Rebelde y el Boletín Histórico del Municipio de Holguín. Mantuvo una sección histórica en el periódico radial El Informador, de la Emisora CMKO y colaboró también, con el programa Buenas noches Holguín de la emisora Radio Angulo.

En 1962, ganó, por oposición, una plaza para trabajar en la entonces biblioteca municipal y se trasladó a La Habana, junto a otras compañeras, para pasar un curso emergente en la Biblioteca Nacional "José Martí". Entre 1962 y 1980, laboró en varias salas de la biblioteca: general, extensión bibliotecaria y de fondos raros y valiosos pero fue fundamentalmente en la sala general donde dejó una imagen imborrable, por sus cualidades como excelente referencista.
 
Además de los libros y trabajos publicados, la sala de fondos raros y valiosos atesora su "Colección facticia", formada por 19 álbumes y un grupo de libretas que constituyen un valioso tesoro documental sobre temas muy variados relacionados fundamentalmente con la provincia de Holguín: sus personalidades, edificaciones, obras públicas, hechos históricos y culturales, el comercio y otros datos curiosos.
 
Su labor como referencista fue encomiable. Hoy, a más de veinte años de su fallecimiento, el pueblo holguinero lo recuerda con claridad. Impartió innumerables conferencias sobre temas históricos y locales. Paralelamente escribió sus conocidas crónicas para la prensa local, con anterioridad había publicado sus libros sobre la historia holguinera, que constituyen fuentes de consulta indispensables para cualquier acercamiento a estos temas. Poseedor de una vasta cultura, puesta siempre al servicio de todos, tenía un trato respetuoso, muy afable y solícito tanto para con sus amigos y compañeros de trabajo como para sus usuarios, y esto precisamente lo distinguía en especial.
 
Por su labor relacionada con la historia, se le reconoce como uno de los historiadores holguineros. A propósito de este tema, en una entrevista para el periódico Ahora expresó: "No creo ser el que más la conozca, pero me parece que no exagero si afirmo que estoy en el grupo de los que más la quieren, eso sí"
 
Y es que Juan Albanés fue "ciertamente" un bibliotecario especial, un historiador fundacional, un singular periodista, pero ante todo fue, una persona dotada de una especial sensibilidad y de valores humanos que lo singularizaban.
 
Falleció a los 62 años, el 31 de mayo de 1981 en el Hospital "Calixto García" de La Habana, a causa de una penosa enfermedad.
 
¿QUÉ DISTINGUE A JUAN ALBANÉS COMO PERSONA?
 
Tuve el privilegio de conocerlo a los 21 años, muy joven, cuando comencé a trabajar en esta institución, y tal vez por eso, no supe aquilatar en toda magnitud, el valor de este hombre. Hoy, con el paso de los años y la experiencia que aporta la vida, comprendo cada vez más profundamente, el porqué este "buen premio" honra a un gran hombre -se refiere al premio "Juan Albanés, que otorga la provincia de Holguín a bibliotecarios destacados por sus méritos en el desempeño de esta profesión.
 
Juanito fue un trabajador muy disciplinado, jamás faltaba al trabajo, ni llegaba tarde, ni salía antes de tiempo. Sentía gran respeto por los dirigentes administrativos; recuerdo que en ocasiones decía: "Dios en el cielo y Estela -que era la directora en la Tierra", pero, en realidad, respetaba a todos: a sus compañeros de trabajo y a los usuarios de distintas edades que acudían constantemente a consultarle sus problemas.
 
Siempre estaba haciendo algo, hasta en los momentos en que permanecía callado, sentado en el buró, con la vista perdida en un punto y su sonrisa de niño grande, sabíamos que, en ese momento repasaba mentalmente algún tema de su próxima conferencia o escrito.
 
Siempre estaba haciendo algo, hasta en los momentos en que permanecía callado, sentado en el buró, con la vista perdida en un punto y su sonrisa de niño grande, sabíamos que, en ese momento repasaba mentalmente algún tema de su próxima conferencia o escrito.
 
Como bibliotecario era singular: la técnica no la tomaba muy en cuenta, realmente no le hacía falta, era asombroso cómo conocía la ubicación de cada libro, de cada documento y más aún, la página donde se encontraba la información necesaria.
 
Creó una leyenda, aún no superada: la del referencista inigualable.
 
Era otra de sus costumbres, anotar todo cuanto sucedía (y empleaba cualquier soporte para ello), para más tarde utilizarlo en su actividad profesional; sin embargo, tenía el don de atemperar sus respuestas y conocimientos para todo tipo de usuario: al erudito lo trataba como tal; pero al menos instruido lo orientaba con sencillez y eficacia. La fecha de sus vacaciones eran Semana Santa y alrededor del Día de los Fieles Difuntos, en correspondencia con sus arraigadas y profundas creencias religiosas.
 
Juanito fue también, amigo y compañero de trabajo. Su trato sencillo y afable y sus variados temas de conversación atraían a muchos que visitaban la biblioteca para compartir con él. Recuerdo de aquellos años a: Totín Aguilera, Masferrer, Machín, Marcelo González, Penín, Juan Cuevas, Ezequiel Angulo, Antonio Coré. Tenía también una forma muy peculiar de dirigirse a sus compañeros, cuando hacía algún favor decía: "Ya está servida su señoría".
 
Albanés supo ser también, un amantísimo esposo y padre de familia, recuerdo cómo en épocas de gran escasez, no comía ningún alimento sin que le llevara una parte a sus hijos, a los que aún de mayores les llamaba "los nene". Evoco, con gran nostalgia, como una de sus costumbres más sanas, la de salir al pequeño patio interior de la sala infantil, siempre que llovía, para empaparse las manos con la lluvia y pasárselas por la cara y los brazos. Del primer aguacero de mayo recogía un poco de agua y se la tomaba. Su sencillez y humildad eran proverbiales.
 
Por eso, he querido en esta noche en que tan especialmente se le rinde tributo, hablar del hombre, del amigo, del católico practicante, del compañero de trabajo, del padre amantísimo, del buen esposo y del profesional ejemplar, que incursionaba en disímiles facetas del conocimiento y la cultura. Innegablemente Juan Albanés es, como dijera el escritor Eugenio Marrón: "un buen premio para un gran nombre".

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