1894,
Enero 4
Un
periódico de La Habana miente avisando la muerte de Calixto por suicidio
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El
periódico “La Lucha”
de La Habana
revela este hecho sensacional: “Nuestro
corresponsal madrileño nos telegrafía que el conocidísimo ex jefe de la revolución
cubana Calixto García Iñiguez, que desde hace mucho residía en Madrid, se ha
suicidado tomando un veneno que hizo tomar también a sus dos hijas más
pequeñas. El cable nos dice que se atribuye el triste suceso a escasez de
recursos[1]. Nos parece (continúa
el periódico), que no pueda ser esta la
causa determinante de un acto tan desesperado, pues según nuestras noticias
Calixto García disfrutaba de un buen sueldo en el Banco de Castilla, era
catedrático de inglés en la Institución
Libre de Enseñanza y además, como profesor de idiomas tenía
siempre más lecciones que las que podía atender, podrá confirmarse la noticia
de que la escasez de recursos precipitara al pundonoroso general
revolucionario; pero, en tanto no se confirme, habrá que atribuirse a móviles
más hondos el tremendo atentado que reviste significación más trágica y
dolorosa por la circunstancia de que con el padre han perecido y por su
propia mano, las dos inocentes pequeñuelas. Diríase que Calixto, tan
quisquilloso en materia de honor, no ha querido dejar expuestas a los
vaivenes del mundo a las dos criaturas cuyo provenir de antiguo le
preocupaba”.
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Martí
escribe un hermoso artículo en honor al “fallecido”
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Inmediatamente
después que sabe la noticia escribe José Martí: “No necesita encomio nuestro
el general García…
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“Hoy
me he pasado el día contestando cartas de pésame por mi fallecimiento”
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Y
Calixto, en carta a José Dolores Poyo, dice: “Hoy me he pasado el día contestando cartas de pésame por mi
fallecimiento ocurrido, según me dicen de La Habana, por mi suicidio,
y le juro que no me había apercibido de ello”.
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Sabido
que era una falsa noticia sobre la muerte del General, José Martí vuelve a
escribir en el periódico “Patria”.
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Cuando
la falsa noticia se desmiente, dice Martí en el periódico “Patria”: “¿Quién que sepa de gratitud extrañará la
alegría de nuestro corazón cubano? Feliz ha sido la equivocación de la
muerte, puesto que por ella habrá podido ver el hombre de la Revolución, cómo sus
hermanos lo aman y veneran; cómo, en el
seguro de su tumba, ni sus compañeros de ayer ni los hijos de sus compañeros,
tuvieron para él más que palabras de cariño y gloria”.
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1892
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Graduado
de cirujano dentista regresa Carlos a Madrid. En sus memorias escribió: “No volví a Madrid hasta algunos años
después de graduado cuando habiendo ganado algunos miles de pesetas me
consideré en condiciones de abrir un gabinete dental (así se llamaba
coquetamente, lo que hoy son clínicas odontológicas) en una casa del paseo de
Recoletos número 21 entresuelo izquierdo, de vecinos encumbrados que no
opusieron inconveniente al gabinete porque yo no era de los dentistas de
letreros en los balcones ni de chapas en las puertas de la calle ni en los
del apartamento. Siendo mi clientela privada sin anuncios ni reclamos. Allí
trabajé en invierno y en verano en el norte de España y en los Bajos
Pirineos”.
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1894
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Carlos,
especializado en patología bucal y luego de estudiar la estomatitis y la
piorrea alveolar, funda y dirige la Revista Estomatológica
española, segunda de esa especialidad en el mundo. Posteriormente Carlos
opera a su padre y le coloca una prótesis de caucho, lo que mejora
ostensiblemente al general, que seguía padeciendo las causas de su tiro en
San Antonio de Bagá.
Igual,
dice el mismísimo Carlos que era común que lo vieran junto a su padre
participando en tertulias literarias y conciertos de música de cámara. Los
dos fueron miembros del ateneo de Madrid, adonde asistían a disertaciones que
en esa institución ofrecían Intelectuales como Azcárate, Echegaray y Cajal
Moret. Sin embargo, evitó el General dar opiniones públicas sobre
acontecimientos en los que había tomado parte y asimismo procuró poner grande
distancia entre él y los historiadores españoles y cubanos que intentaron
escribir sobre la guerra grande durante la llamada Tregua Fecunda. Ejemplo de
ello es su rotunda negativa a conceder una entrevista al acucioso historiador
español Antonio Pirala.
Su
hijo Carlos García Vélez que fue testigo de la insistencia del historiador y
las negativas de Calixto, y de tales desencuentros cuenta que:
“Conocí a Pirala en el Ateneo de
Madrid. Creo que fue Salvador Canals quien nos presentó, a instancia de
Pirala. Al punto empezó aquel a decirme cuanto se alegraba de hablar conmigo
pues se hallaba desde tiempo atrás muy interesado en recoger datos de la
guerra de Cuba; queriendo comprobar o rectificar algo sobre mi padre.
“A este fin me instó encarecidamente
que yo le consiguiera una entrevista. Le contesté que papá había mantenido
siempre el criterio de no rectificar ni ratificar nada de lo que pensaran o
escribieran de el.
“Durante largos años había observado
esta conducta (suya) aun cuando tuvo abundantes oportunidades de escribir sus
memorias, las cuales nunca podría accederse a publicar ya que en vida muchos
de los autores y su propia condición de deportado en España, le vedaban
expresar la verdad de tantas cosas y que por lo demás yo sabia que él dejaba
a la historia el juicio de sus actos, sin querer sincerarse ni rebatir lo que
pudiera opinarse en su contra.
(Pero)
“Pirala no cejó en su empeño y en vano
me buscó donde quiera que yo estuviera, ya en el circulo de Bellas Artes, ya
en el de Escritores y Artistas ya en los Foyes del teatro, instándome para
que convenciera al General que le concediera una entrevista. (Igual) Visitó varias
veces mi Gabinete de dentista en el Paseo de Recoletos no 21, entresuelo
izquierdo, sabiendo que mis padres vivían conmigo, con la esperanza de ver a
Don Calixto, lo que nunca logró.
“Antonio Pirala seria hombre de unos
sesenta años, muy encanecido, bajito y cojo, de mirar penetrante a
consecuencia de los lentes de sus anteojos de oro que siempre usaba. Hablaba
con suma facilidad y era visto en Madrid como un "latoso” insoportable”.
Esta
negativa de Calixto es asunto lamentable pues Pirala acabó escribiendo una de
las obras monumentales sobre la guerra de 1868: Crónicas de la guerra de
Cuba.
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1894
Justo
García Vélez va a Filipinas
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Justo
García Vélez viaja a Filipinas para trabajar en la administración colonial.
(Allí estaba cuando el padre se fuga de Madrid, entonces Justo protagoniza
una espectacular fuga y como puede llega a los campos de Cuba en armas).
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[1] Carlos García Vélez menciona a dos de
los amigos del general en Madrid, el matancero Pedro Pezmiel, propietario
acaudalado de la mejor relojería matancera y residente en Madrid, quien, dice
Carlos, “en los momentos de apuro siempre ayudó a Papá” y el espirituano José
M. Echemendía, que se graduó de médico en Madrid pero que habiéndose casado con
una española se quedó a vivir en la península.
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