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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

14 de noviembre de 2009

La ruta del Chan Chan.

Tomado de http://cubavistaalasseis.blogspot.com/2009/11/una-ruta-surrealista-la-ruta-del-son.html



foto:lázaro wilson


Una canción despertó en algunos holguineros la iniciativa. Si el legendario Compay Segundo había inmortalizado un camino por el que los bardos y bohemios se desplazaban para enriquecer su acervo mediante el intercambio, ¿por qué no hacerle un homenaje y, a la vez, aprovechar el camino ya conocido en el mundo para abrir una ruta que muestre idiosincrasia, y una Cuba menos folclórica?


Creo, que le escuché la idea por primera vez a Richard Ronda, en medio de unas Romerías de Mayo, cuando trabajaba en su organización junto a Alexis Triana. Pero, fue este, el sábado 7, quien dio el primer paso para la materialización de un proyecto ambicioso, porque engarza varias tradiciones culturales desde un nombre genérico: La Ruta del Son. “Puede parecer utópico”, dijo Triana frente al Edificio de La Periquera, “el kilómetro cero”, según una arenga al universo para exhortarle a emprender este camino que iniciaríamos. Inmediatamente la caravana inició el periplo de cientos de kilómetros. Pretendía revivir mitos, casi mágicos, como los de la Virgen del Cobre, atestiguar costumbres de los cubanos asentados en los campos y ser partícipes de un itinerario peculiar.


Tres guaguas, un par de autos ligeros, un camión y una manada de motos antiguas, trazaron la ruta de lo que, luego, podrá convertirse en un derrotero marcado en mapas de turistas, aventureros o seguidores de una tradición casi extinta hoy: la bohemia y ese valorar la cultura desde lo cotidiano, desde lo que nos rodea, desde las cosas que por común nos parecen ordinarias, auque en verdad son poseedoras de una carga de tremendo valor, subrayado por la novedad y la nostalgia.


Las motos (Harley-Davinson, BCA-500, 300, Triunfo, MZ, de 1944 la más antigua) eran conducidas por hombres del Club LAMA (Asociación Internacional de Motociclistas Latinoamericanos), una sociedad que tiene como objetivo primordial el amor a este tipo de vehículo y la disciplina. Así, un puñado de motocicletas rugientes y motoristas campechanos, con chalecos negros y pañoletas en la cabeza, fueron la punta de la manada.


El primer alto ocurrió en Santa Lucía, debajo de una Ceiba, en el parque “de los creadores”, como le dicen a un paseo hecho con piezas de lo que fuera el Central Rafael Freire. Allí, el cuarteto Sueño Real interpretó un tema repetido luego pueblo tras pueblo: “El Chan Chan”, porque La Ruta del Son incluye la Ruta del Chan Chan, pero esa llegó un poco después. Antes, la caravana, desafiando campos pintados con el espléndido color de noviembre, haría unas cinco paradas más. En el Chorro de Maíta, fue la siguiente, el Museo y la Aldea Taina, que recrea la vida de los primeros moradores de estas tierras, nos recibió dadivosamente. Allí, alcancé una replica de la deidad Yucaho Bagua Morocote, una especie de dios de la yuca y el mar.


Alexis Triana, director provincial de Cultura, habla en todos los lugares. Explica el objetivo de la ruta y su importancia cultural. Entre los caravanistas hay un italiano que ha promovido un disco, inspirado en la ciudad de Holguín. Una pareja de mexicanos aprovecha las paradas para tomarse fotografías y mezclarse con los músicos o grupos folclóricos, como el Proyecto Cultural Guateque La Parranda y el grupo musical Rechiva del son que, en Banes, escenificó una escena con pelea de gallos incluida.


Mientras transcurre el espectáculo, en las puertas del Museo indo-cubano Baní, “el único de su tipo del Caribe” (dice una trabajadora) converso con Yurisay Pérez Nakao, investigadora con quien compartí una estancia en La Habana durante la pasada Feria del Libro. Ambos presentábamos libro. El de ella: Inmigración española, jamaiquina y árabe a Banes: historia, cultura y tradiciones. A la carrera, le vuelvo a entregar mi teléfono. Ella me regala una tarjeta con sus datos. “Vaya”, le dijo: “Ya tienes tarjeta”. Ríe. A su lado, un animalejo conservado en formol resulta la atracción para muchos.


Sobre el mediodía, estábamos en Antilla, “tierra de leyendas”, dijeron por unos bafles situados frente al mar, junto a la ermita donde estuvo la Virgen de la Caridad, hoy del Cobre. Hubo toque de tambor. Un vecino miraba extrañado la concentración y se quejó en mi oreja: “Uno no se entera de nada. Ni en su cuadra”. Lo dijo porque la representación cultural ocurría en la esquina opuesta a su vivienda. Ante sus ojos, bailó la rueda de casino Holguín Forever y a la moto que había llegado la noche anterior desde Camagüey le colocaron una bandera.


En todas las paradas lo hacían: Una bandera para cada motocicleta y, después, las banderas repicaban el aire y daban una imagen multicolor a nuestro viaje. La siguiente parada fue en Báguano: pleno carnaval, multitudes en las calles, el central López-Peña con su chimenea gigante, parado, cerrado, como Gulliver tumbado en la tierra de los enanos. Aquí estuvo por primera vez la Virgen del Cobre, dijo un hombre. Estábamos ya en Barajagua. Recto, la carretera lleva a Mayarí, pero antes debimos desviarnos para visitar Alto Cedro.




Ahora sí: La Ruta del Chan Chan, la que inmortalizó Campay Segundo. En el pueblo, atravesado por una línea ferroviaria, el septeto Aire cubano tocaba. Todo el mundo se había reunido en la Terminal. Había tanta gente, tan entusiasta, que de haber colocado un video en YouTube cualquiera habría creído presenciar la resucitación de Michael Jacson, pero no: era un hombre del lugar quien, simulando a Compay Segundo, era comprimido por una multitud que coreaba cadenciosamente: “Compay, Compay”.


Una viejita de 86 años me confesó que el acontecimiento parecía el más grande, en años. Alto Cedro es tan lejano, tan olvidado que, sin dudas, la visita fue gratificante para los vecinos. La Ruta, para el pueblo puede ser volver a vivir, existir, y con orgullo. La intención cultural intenta hacerlo seriamente. Por eso, la tarja colocada dice: “Aquí comienza la Ruta del Chan Chan”. Lo sabemos, sigue en Marcané, Cueto y, finalmente: Mayarí.


Ya de noche, hubo representación artística y jolgorio: baile, tragafuegos, claves, repentistas y hasta una banda municipal en el Boulevard de Cueto. En Mayarí, casi a las once de la noche, la gente estaba revuelta. Vivía la XX edición del Festival del Son, un encuentro de Agrupaciones Soneras que reúne orquestas de primera línea junto a los anfitriones: Los Tainos de Mayarí. El final del recorrido fue allí, a pocos metros de la Plaza Central donde a esa hora la muchedumbre se divertía.


De vuelta, la cosa fue menos divertida. El cansancio golpeaba como un boxeador profesional. La caravana iba en silencio. Los policías de la motorizada, que nos acompañaron durante la jornada, se retiraban en silencio. Los motoristas de las Harley-Davinson, BCA-500…esperaron unos minutos antes de salir. Quien nos vio regresar no nos hubiera conocido. Horas antes, éramos una culebra que amplificaba sones sin parar, gracias a un altavoz amarrado en el techo de un auto. A media noche éramos reflexión, como la caballería que vuelve de las cruzadas con la mente puesta en lo que ha hecho.




LETRA DEL CHAN CHAN.
Autor: Compay Segundo

De alto cedro voy para marcané
llego a cueto, voy para mayarí

El cariño que te tengo
no te lo puedo negar
se me sale la babita
yo no lo puedo evitar

Cuando juanica y chan chan
en el mar cernían arena
como sacudía el jibe
a chan chan le daba pena

Limpia el camino de paja
que yo me quiero sentar
en aquél tronco que veo
y así no puedo llegar

De alto cedro voy para marcané
llegó a cueto voy para mayarí

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