1896,
Octubre 31
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Destruido
Guáimaro completamente, Calixto ordena a algunos contingentes de oriente que
regresen a sus lugares de orígenes, mientras que él va al encuentro del
Generalísimo Gómez.
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1896,
Noviembre 1
“Porque
yo no asciendo a mi hijo”.
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Gómez
y Calixto se reúnen en el potrero El Plátano. La llegada de Calixto reviste
caracteres de apoteosis: allí están formadas las tropas libertadoras que lo
reciben prestando armas y a los acordes de música marcial. Máximo Gómez mandó
a pedir a García la relación de oficiales propuestos para ascensos por
méritos de guerra. Inmediatamente el general García eleva la propuesta. El
Generalísimo advierte que entre los propuesto no aparece el nombre del
capitán Carlos García Vélez y pregunta la causa. Rápido y oportuno responde
el general García: “Porque yo no
asciendo a mi hijo”.
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1896,
Noviembre 4,5 y 6
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Se
libran combates en “la
Conchita”, “La
Marina” y “Lugones”, acciones combinadas en que pelean
Gómez y Calixto contra fuertes núcleos enemigos. En Lugones recibió dos
balazos el caballo zaino de Calixto que estuvo a punto de perder la vida.
Se
persigue al enemigo hasta Los Rápidos, donde pernocta la fuerza mambisa. Los
hispanos, derrotados, dejan un extenso territorio en manos cubanas.
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1896,
Diciembre 6
“…que
las expediciones vengan por Camaguey”
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Desde
La Ensenada,
un lugar que está entre Cauto y Bayamo, el general Calixto aconseja al
exterior que las expediciones vengan por Camaguey, “pues todo el interior de esa provincia está en poder de las tropas
libertadoras”. Asimismo pide quinina, mucha quinina y vacuna contra la
viruela, porque la fiebre está haciendo estragos a la tropa y aunque él mandó
que se inoculara a varias terneras para obtener el virus, la simiente era
mala y no prendió.
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1896,
Diciembre 18
“Aquí
estamos peleando hace tres días con una columna que lleva el convoy a
Bayamo”.
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Carta
del general: “Aquí estamos peleando
hace tres días con una columna que lleva el convoy a Bayamo”. Dicha
columna de cuatro mil hombres y cien carretas estaba bajo el mando del
general Boch. El general tiene a todos sus hombres, incluyendo a su escolta y
al Estado Mayor, apostados en lugares convenientes para emboscar al enemigo.
Pero cada quien peleará según el plan meditado por el General.
De
pronto se le acerca el jefe del Estado mayor Mario García Menocal y le
informa que los ayudantes le pedían permiso para hacerle fuego a la columna.
Eso enardeció al general que veía sus planes contrariados y en respuesta
Calixto los maldice y les llama “guapos
de salón”. “¿Quieren pelear los
señoritos?, pues pelearemos”, y dirigiéndose a su corneta le dice “toque carga”. Con él delante, todo su
Estado Mayor sale al campo de batalla y casi llegan al cuerpo a cuerpo, en un
acto impropio de un jefe como García, siempre un estratega. Felizmente una
cerca los contuvo, pero en verdad todos estuvieron en franco peligro de
perder la vida[1].
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[1] Cóleras como ésta eran comunes en el
General que de modo rápido y violento echaba por tierra toda resistencia. Así
injuria al valiente Coronel Manuel Piedra tildándolo de aventurero, a la vez
que con su machete en mano se lanza sobre él. Así apostrofa al general José
Reyes por decirle aquel que cree sinceramente que una proyectada operación del
General sobre Jiguaní es inconveniente, e incluso, a la prensa le dice que el Presidente Masó es
un cobarde. Pero estas soberbias tienen sus oasis de mansedumbre y dulzura,
como la vez en que hallándose el general a punto de atacar una columna enemiga
en Las Calabazas, cerca de Holguín, ordena que todos los que tuviesen sus
caballos estropeados se quedaran en el campamento. Un oficial, a pesar de tener
su caballo estropeado, se incorpora a la extrema retaguardia y marcha al
combate y de pronto el general lo ve y lo manda a que se le presente: “¿Por qué
no ha cumplido usted la orden de permanecer en el campamento?”. “General,
contesta el soldado, como yo estoy fuerte y saludable no pude sustraerme al
deseo de estar al lado de usted en los momentos en que se bate contra el
enemigo de la Patria”.
La fisonomía del general, casi al borde de la explosión, cambia cuando oye la
respuesta y dirigiéndose a un ordenanza dice: “Tráigame mi caballo de
repuesto”. Se lo traen y Calixto se lo muestra al oficial a la vez que le dice:
“Ahí tiene usted mi caballo, pero mucho cuidado que no me lo maten, porque es
mi preferido”.
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