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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

6 de junio de 2018

Pedro Vázquez Hidalgo y José Martí se vieron pero no se conocieron



Por: María Julia Guerra y Edith Santos
Pedro Vázquez Hidalgo
En una reunión de conspiradores nadie averigua quién es quién, y eso fue lo que ocurrió entre José Martí y el para entonces legendario holguinero Pedro Vázquez Hidalgo, quien a puro fuego había alcanzado el grado de Comandante en la Guerra de los Diez Años.
Era el año 1879. En La Habana también se preparaba la nueva guerra que dirigía desde Nueva York el Comité Revolucionario Cubano, encabezado por Calixto García, a pesar que en la Isla no todos estaban de acuerdo en que la dirección estuviera tan lejos. Ignacio Zaragoitía logró que el coronel Pedro Martínez Freire, activo conspirador oriental quien se encontraba casualmente en la capital, citara a los representantes de diez clubes secretos de La Habana. Acudieron a la reunión del 18 de marzo, además de Zaragoitía y Martínez Freire, José Martí (que usaba el seudónimo de Anáhuac), en representación de los clubes 1 y 2, y los conspiradores Salvador Enamorado Lorié, Pedro Vázquez, I. Monsón, F. Martínez, Manuel Cardet, Matías Vega, Guillermo Tell, Tres de Abril, F. N. Hernández, Juan del Castillo, Cubanacán, Villa Clara, E. Rovira, Emilio E. Guzmán, Manzán, Sinaí, Someruelos, José L. Castillo, Ignacio Pujol (Scévola) y Lebren.
Se acordó “la Constitución de un Centro Provisional en esta Isla que, de acuerdo con el constituido en Nueva York (...) tenga sin embargo facultades propias y bastantes para la adopción de cuantas medidas crea convenientes”[1].
Usaron de la palabra Martí, Lorié, José Luis Castillo y Zaragoitía, y “(…) conformes unánimemente todos los concurrentes, quedó definitivamente acordada la constitución de un Centro en la Isla que con el nombre de ‘Club Central Revolucionario Cubano’ fijaría su residencia en La Habana...”[2] Sin embargo el acuerdo no fue unánime, pues Martí con extraordinaria visión política, antes de estampar su firma con significativas reservas, hizo que se aclarara que “se crea este Centro para auxiliar activamente la Revolución, sin entrar a discutir las bases y relaciones de Gobierno que fija”[3].
La dirección del recién fundado Club quedó conformada por Ignacio Zaragoitía, presidente; José Martí, secretario; Ignacio Pujol, vicesecretario; e Ignacio Piedrahita, asistido por José L. Castillo.
No es ocasión para hablar del Club sino de la reunión en la cual se creó y a la que asistieron José Martí y Pedro Vázquez.
Sin duda que Pedro Vázquez supo quién era Martí, o de otra forma no lo hubiera aceptado como secretario del Club, sin embargo, Martí no tuvo la posibilidad de conocer al holguinero.
Nueve años más tarde, en el Masonic Temple de Nueva York, del 10 de octubre de 1888, en su discurso en conmemoración del XX aniversario del grito de independencia, Martí hablaba de Pedro Vázquez, (sin decir que lo había conocido o por lo menos visto en aquella reunión de La Habana):
Hoy mismo, evocando recuerdos, me hablaba nuestro presidente[4] de lo que en Cuba presenció un ilustre irlandés. Era la noche. Era la victoria. Teas de júbilo ciñeron de pronto la hoya donde vigilaba el campamento de Calixto García Iñiguez. Ya se acercan los triunfadores, los que han quitado al contrario tres cornetas, diecinueve fusiles, ochenta vidas. En la procesión venía, levantado de los codos sobre su camilla, un niño glorioso. Traía la pierna atravesada. Era horrenda la boca de la herida. Parecía enmarañada y negruzca, un bosque de sangre. El dolor le iba y le venía al niño herido, a Pedro Vázquez, en olas de muerte por el rostro. Todos lo rodeaban con ternura. No bajaba la cabeza. No abría el puño cerrado. Los labios, apretados, para que no se le saliese la queja. Al irlandés le pareció el niño sublime. ¡Nosotros somos, y nadie nos podrá arrebatar la honra de ser, nosotros somos como el niño del campamento!”.[5]
Martí se refiere lo que contó el periodista irlandés James J. O’Kelly en su libro La tierra del mambí. Pedro Vázquez fue herido de gravedad en la acción que libró el 3 de marzo de 1873 el coronel Limbano Sánchez contra la guerrilla del regimiento Bailén en las cercanías de Jiguaní.



[1] Francisco Pérez Guzmán y Rodolfo Sarracino. Ob. cit., p. 118.
[2] Ídídem.
[3] Ibídem.
[4] Se refiere a Tomás Estrada Palma.
[5] Obras Completas. T. 4, pp. 231-232.

Eudaldo Tamayo, ¿el primer holguinero que fue amigo de José Martí?



Por: María Julia Guerra Ávila y Edith Santos Montejo 
El joven José Martí
Tal vez fue Eudaldo Tamayo Pavón el primer holguinero con quien José Martí estableció amistad, aunque hoy no se puede hacer una afirmación así de categórica. Lo cierto es que el encuentro entre ambos se produjo en España mientras estudiaban en la universidad.
Nacido en Holguín el 7 de enero de 1851, era Eudaldo hijo de una familia acaudalada, lo que les permitió enviarlo a estudiar a España, exactamente a la Universidad de Barcelona donde se tituló de Derecho Canónico y Civil.
Graduado regresó a la isla y ejerció en las ciudades de Guantánamo y Santiago de Cuba. En esta última militó en el Partido Autonomista, pero sus ideas eran independentistas, y tan así es que las expresaba libremente, por lo que fue deportado a España en el año 1895. Escapó de la metrópoli al año siguiente de su arribo y viajó a los Estados Unidos desde donde apoyó la guerra organizada por Martí.
Terminada esta regresó a Cuba en 1898 y se radicó nuevamente en Santiago de Cuba, entonces capital provincial, donde falleció el 28 de febrero de 1922 con 71 años de su edad. Participó activamente en la política: primero fue elegido delegado a la Asamblea de Santa Cruz, y, años después, senador de la República. Asimismo fue designado presidente de la Sala de la Audiencia y más tarde magistrado del Tribunal Supremo de Justicia.
Dicen quienes le conocieron que era un hombre de excelente cultura, tanto jurídica como literaria, por lo que se granjeó la admiración y el respeto en todos los círculos sociales.



Nexos de José Martí con Holguín



Por: María Julia Guerra Ávila y Edith Santos Montejo 
La relación de Martí con personas, hechos y otros detalles de la región de Holguín se hace absolutamente evidente en carta del 6 de mayo de1893 al generalísimo Máximo Gómez:

“(...) Ya me verá, ahora que voy, hecho un cadáver. Pero ha sido por ponernos en condición tal que al alcanzarme, camino de los últimos preparativos, la noticia temida del alzamiento de Holguín, y abandonarlo todo para tomar las riendas alborotadas en el Cayo, he podido convertir la derrota que ya se anuncia, de los hermanos Sartorios, precipitados o engañados, que debían ir en Mayo a la Reforma a verse con Ud., y conmigo, en una victoria verdadera, en un esfuerzo tan vigoroso de las emigraciones, en dinero y unión, que él nos dejaría un crédito mucho mayor que el que pudiéramos perder con la presentación, aún increíble, de los holguineros...” [1]

Igualmente en el prólogo al libro Los poetas de la guerra, publicado por el periódico “Patria” en 1893, comenta: “(...) el Himno de Holguín, que compuso Pedro Martínez Freire. (…) Fernando Figueredo, con su hidalgo reposo, decía, del corazón más que de los labios, las décimas que escribió a su madre cuando el combate de Báguanos…[2]

El día 9 de mayo de 1895, a solo diez días de su muerte, escribió Martí desde Holguín a Carmen Miyares y sus hijos[3], y también hizo anotaciones en su diario con las valoraciones y descripciones  acostumbradas: “tanta tejedora que hay en Holguín (…) De Holguín que se bebe la lluvia, con sus casas a cordel y sus patios grandes, hay mil vacas paridas en Holguín”[4].

En las Obras Completas de José Martí hay treinta y una referencias a varios  lugares pertenecientes al Holguín de su época y asimismo a otros que se le sumaron con la nueva División Político Administrativa del año 1976; entre esos están Aura, Melones, Altagracia, Arroyo Blanco, Mijial, Barajagua, Báguano, Mayarí, Purnio, Tacajó, Guayacanes y Corralillo. Lo anterior demuestra que sus conocimientos sobre Holguín y sus hombres fueron amplios y diversos.






[1] El apellido Sartorius, lo veremos indistintamente, según los documentos de donde se tomaron. En general se ha escrito Sartorio, por lo que así lo usan las autoras.

[2] Obras Completas. T.2. pp. 321- 322.

[3]  Íbídem T.20, p.230


[4] Íbídem T.19, p. 240.

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