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14 de febrero de 2010

Gastón Baquero: Un recuerdo familiar

Considerado entre los más importantes poetas de habla hispana del siglo XX, Gastón Baquero (Banes, 4 de mayo de 1914 – Madrid, 15 de mayo de 1997) es el creador de una obra lírica de grandes valores pero poco difundida, entre las que se pueden mencionar: Poemas (1942); Saúl sobre su espada (1942); Memorial de un testigo(1966); Magias e invenciones (1984) y Poemas invisibles (1991). Alejado de los sucesos literarios, Baquero se convirtió para las nuevas generaciones en una especie de sacerdote del rito sagrado de la poesía. Premio Cervantes, finalista del Premio Príncipe de Asturias de las Letras y del Gran Premio Reina Sofía que anualmente concede el Patrimonio Nacional de España en la Universidad de Salamanca.

Por Remigio Ricardo

Desde su temprana adolescencia en su pueblo natal, dio muestras de una vocación irreductible. En una entrevista relató: “No guardo memoria de cuando comencé a escribir, en secreto, naturalmente, enseñándole únicamente a la tía de los poemas aquellas cositas. Tendría once o doce años – antes de ir para la capital – cuando mi confidente y guía me dijo: “Vamos a copiar eso en la libreta grande, porque me ha gustado mucho. Léemelo despacio”. Y desarrugando un pequeño papel que estrujaba entre las manos, muy avergonzado y titubeante, leí para ella lo que había escrito sin saber bien por qué”.1

En otra entrevista Baquero habla de su “instintiva tendencia” a transformar la realidad: “Pasaba un río por el centro del pueblo. Era un río con la menor cantidad posible de río que se haya visto, pero hablábamos de él como de alguien que de tiempo podía dar la sorpresa de convertirse en caudaloso y peligrosísimo. La verdad es que queríamos los muchachos tener un río importante y magnificábamos aquel hilillo de agua verdosa”.2

Una noche soñó que en aquel río de leyenda (el río Banes), se había ahogado la niña más bonita del pueblo, esa vivencia onírica se tradujo en Elegía (o Niña Muerta).

El entorno familiar también fue decisivo en la formación del poeta: “En mi casa se leía mucho. Recuerdo que había un libro que rodaba por aquí y por allá, y los muchachos lo cogíamos para divertirnos con las cosas que decía. Ese libro era Don Quijote. Así que yo leí El Quijote, digamos, en vivo. Lo leía para divertirme: mira a Sancho lo que dice. Sancho se hizo para mí un amigo personal, un juguete, un compañero, lo cual creo es el mejor destino para un libro, convertirse para los niños en un amigo”.3


Entre esos muchachos, que compartieron su infancia y primera juventud, estaba Ebert José Baudín Vázquez (Banes, 21 de abril de 1915 – 17 de noviembre de 1994), hermano menor de Fredesvinda, madre de los mellizos Ida y Gastón. De modo que aquel tío, casi un año menor que sus sobrinos, compartió las primeras experiencias vitales en el humilde hogar.

Muchos años después, en ese mismo lugar, este hombre sitiado por la muerte, con dificultades para expresarse con la acostumbrada elocuencia, disfrutó el ejercicio de la memoria:
– “Te voy a decir una cosa de Gastón que tal vez muy pocos conozcan” – me dijo.
– Es una curiosidad, ¿a que no te imaginas cuál es el dulce que más le gusta a Gastón? – Pues, el turrón de coco, ese dulce casero, tan sencillo, casi vulgar en el que uno nunca repara – Cuando yo lo visitaba a él y a mi hermana, en La Habana, siempre le llevaba, porque me lo pedía. El turrón de coco es su dulce preferido”.

Pero este no sería el único secreto o dato curioso que Baudín relatara sobre el gran poeta cubano: “Gastón nació en esta casa de la calle 3a Norte, número 38, que hoy se llama Presidente Zayas y tiene el número 1110. El padre se llamaba José María Baquero Prieto, era de La Habana pero trabajaba en ese entonces de telegrafista en el correo de Banes; fue cuando él y mi hermana Fredesvinda se conocieron y después vino una etapa de noviazgo y se casaron. Ida y Gastón eran mellizos, nacieron el 4 de mayo de 1914, aquí mismo, en ese cuartico que se ve ahí, viejo y destartalado. Hay algo curioso, y es que en este caso tío y sobrinos éramos de la misma edad y nos criamos en la misma casa, compartiendo todos los juegos y aventuras de la infancia. Puedo decirte que entonces fue una relación de hermanos, todavía más cercana afectivamente, por ser mi padre quien se hiciera cargo de la crianza y educación de ellos cuando sobrevino la separación de mi hermana con su padre.

“Así las cosas, cuando ya estuvimos de ir a la escuela aprendimos la “cartilla” (que así se llamaba entonces) con Ana Sánchez, después asistimos a la escuela pública de la calle 6a Norte, allí aprendimos a leer y escribir con Margot Marrero; Gastón también fue alumno de Cachí de la Rosa, que era un maestro de instrucción pública muy bueno. Tengo que decirte que las instituciones de enseñanza de Banes eran excelentes, de un rigor y prestigio tremendos, aún las escuelas públicas.

“Gastón era un discípulo muy apreciado y respetado por sus maestros, en realidad ellos se mostraban muy considerados con él, opino que sería por su inteligencia y aplicación, porque desde esa etapa le gustaba leer mucho, con mucha formalidad; leía El Quijote, Los Miserables, que recuerde ahora, leía libros de poesía que en casa siempre hubo, libros que yo ni los miraba porque en esa edad lo que debía leer eran cuentos infantiles, no esa literatura. Ahora bien, yo, como muchacho de mi edad al fin, no observé, tal vez no tuve ese poder de observación para ver algo excepcional en él, no te puedo decir que diera muestra de esa capacidad y talento que después desarrolló. Nunca lo vi escribiendo poesías o algo así, solo esa avidez por la lectura, eso sí, en cada momento, en cada oportunidad que tenía aprovechaba para leer esos libros fundamentales, y todo lo que se encontrara a su paso. Yo creo que la primera vez que yo vi un ejemplar de El Quijote lo vi en sus manos. En realidad, en esa etapa la lectura no me atraía como después.

“Yo le voy a hablar con franqueza, mi padre, (que de pronto se vio a cargo de dos hijos más, Gastón e Ida), era un hombre pobre, que tenía que trabajar muy duro para mantenernos, y era lógico que no podía, en esa situación, proporcionarnos una instrucción mayor, por eso cuando Gastón era ya un muchachón lo envió a estudiar con el poeta y maestro Luis Augusto Méndez4, para que aprendiera algún oficio que en aquella escuela pública se impartía; a mí me parece que esa enseñanza tan rigurosa y a la vez sensible, fue muy importante para la formación de su carácter y de la vocación que desarrollaría después. Así tuvo que estudiar y trabajar, trabajos de muchacho, sabe: fue repartidor del periódico El Heraldo de Banes, que dirigía Ramiro Sánchez. También fue dependiente en una tienda de un señor llamado Jesús Bayard, donde tenía que irse por ahí, por el campo, de vendedor ambulante de mercancía y retacería; por lo demás, fue un adolescente como otros, participaba en nuestros juegos y travesuras, eso si, aunque no era un muchacho taciturno, si tuvo siempre esa dedicación a la lectura y un carácter muy sensible y voluntarioso. De esa etapa Gastón tiene un recuerdo que lo lleva en su cuerpo: haciendo ejercicios en una anillas de acrobacia que mi hermano Sixto tenía colgadas en un árbol del patio, se cayó y se fracturó los brazos, eso lo recuerdo muy bien.

A propósito, mi hermana le pidió a Sixto que llevara a inscribir al muchacho, eso entonces era así no se inscribían los niños cuando nacían sino después, cuando necesitaban ir a la escuela o lago así; él lo llevó, pero se le ocurrió decir que el lugar de nacimiento era La Habana, eso usted sabe se anota lo que diga la persona y no se comprueba nunca, ni a nadie le interesa, hasta que suceden cosas así, entonces quedó como nacido en La Habana. Pero eso es un disparate aquí nacieron los dos y son mellizos, ida y Gastón. Ella si está inscrita aquí en Banes y todo lo demás lo demuestra, fue un error.

Cuando Gastón tenía unos catorce o quince años, su padre que ya trabajaba en La Habana como traductor de cables en el Diario de la Marina, habló con Sixto, mi hermano mayor, y le dijo que quería llevarse a Gastón con él para darle una instrucción, una educación superior, para “hacerlo un hombre”, en una palabra, pero mi hermana, que no tenía muy buenas relaciones con su exmarido, se negó, entonces mi hermano le dijo: “No. Él es su padre y tiene derecho, él quiere hacértelo un hombre, así que vamos a llevarlo para La Habana”. Y es así como se va de Banes para vivir con su padre en La Habana. Perdía yo al hermano y al amigo de la infancia, aunque ya adultos seguimos conservando estrechas relaciones familiares, yo lo visitaba con regularidad y me quedaba en su casa cuando iba a La Habana.

Ya en La Habana el padre lo puso a trabajar en el Diario de la Marina. Como traductor de cables que era, le enseñó el oficio a su hijo, por eso Gastón domina varios idiomas, aunque nunca ha hecho alarde de eso.

Te voy a hacer una anécdota de aquel momento en que Gastón comienza a abrirse camino en el mundo profesional del periodismo: cuando Pepín Rivero, director y propietario del Diario de la Marina, se enfermó, ya grave, le pidió a su hijo Pepinillo que no dejara ir del periódico a Gastón; parece que Pepín se dio cuenta del talento de Gastón y de las pocas cualidades de su hijo Pepinillo, entonces es cuando ascendió a jefe de redacción, pero en realidad era el director, pues Pepinillo, el pobre, nada más que era el hijo de Pepín Rivero, que sí era un gran periodista.

Te voy a ser franco, yo siempre he sido más conservador que otra cosa, ésa es la realidad, de este ángulo te voy a hablar, y pienso que los seres humanos no nos comprendemos la mayoría de las veces porque no nos queremos comprender, por causa de la soberbia y la intolerancia ciega, de manera que a partir de ahí te puedo decir, además, que Gastón ha sido injustamente valorado, porque él no fue un hombre malo, tuvo sus criterios y convicciones, como las tenemos todos, pero nunca cometió un crimen, ni robó, ni engañó a nadie. Fue un hombre que se dedicó a escribir, es un poeta, y en la poesía no puede haber barbarie, si no, no vale para nada. Conozco algo de las poesías que escribió aquí en Cuba, no te voy a dar la opinión de un conocedor de la poesía, de un especialista, te voy a hablar como lector, y te puedo decir que son unas poesías bellísimas.

Mira, yo conozco poetas que ahora son muy mencionados que iban a verlo porque Gastón tenía influencia en los medios periodístico y excelentes relaciones con intelectuales de otros países. Muchos de ésos que se decían amigos lo atacaron, y después lo han ignorado y han querido silenciar su nombre, por cobardía, supongo. Jorge Mañach sí le tenía un gran aprecio, tendría sus defectos en el orden político, eso a mí no me interesa para nada, lo importante es la calidad humana, y en el aspecto intelectual nadie me puede negar que Mañach era toda una personalidad. Por cierto, un día, almorzando en casa de Gastón, estaba Mañach, y Gastón le dijo que yo era de Banes, entonces hablamos un poco del terruño, y me acuerdo que en medio de la conversación Mañach nos dijo: “Ustedes pueden vivir convencidos que en Banes es donde mejor se habla el español en Cuba”, y después de eso publicó un articulo en Bohemia que tenía como título algo así como “Qué cultos son estos analfabetos”, refiriéndose a nosotros, los guajiros de Banes.

Yo, por supuesto, estoy muy orgulloso por los éxitos que Gastón ha tenido, y seguro que serán muchos más, cuando sea valorado como él se lo merece”.


Notas del artículo:

1.- Felipe Lázaro: “Conversación con Gastón Baquero”, en: Entrevista a Gastón Baquero, Editorial Betania, Madrid 1998. Pág. 12 – 13

2.- Op.Cit. Pág. 13

3.- Carlos Espinosa Domínguez: “La poesía es magia e invención” Op.Cit. pág. 35

4.- Carta de Gastón Baquero al profesor y amigo Luis Augusto Méndez

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