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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

7 de marzo de 2017

Calixto García. Biografía. 87


1897, Agosto 30
Tercer día del ataque a Las Tunas
Asesinato del Comandante defensor del Cuartel de Infantería





Amanece. Los revolucionarios reinician el fuego. A las siete de la mañana el brigadier Carlos García Vélez, violento y a caballo se dirige adonde el padre a conferenciar… estando Carlos donde el padre se rinde el cuartel de infantería de Las Tunas al General Capote y a los coroneles Valiente y Montalvo.
Según Funston fue esto lo que sucedió: “Francisco de Paula Valiente, acompañado por un corneta ex soldado español, se presentó ante el cuartel con bandera blanca. Salió el comandante del cuartel de infantería, Jacobo Menac. Valiente le hizo saber que de no rendirse moriría. El heroico oficial español respondió: Sé morir, pero no se entregarme. Y con ello se puso fin a la conferencia. Ya iban a retornar los dos jefes a sus respectivas posiciones cuando el corneta apuñaló al comandante por la espalda, entonces los soldados españoles, que de pie, sobre la trinchera, habían visto el hecho, alzaron las manos y se entregaron”. Los oficiales cubanos castigaron al asesino del comandante español.
Artillero Juan Miguel Portuondo


Caído el cuartel de infantería, ahora la defensa de Las Tunas quedaba concentrada en el Cuartel de Artillería o Telégrafo, que era una casa de mampostería de dos plantas con tambores que dominaban la ciudad. El patio, cerrado por alto muro aspillerado, lo cubría con sus fuegos el fuerte Victoria…
8.30 de la mañana: banderas blancas en la azotea del cuartel hacen que los mambises suspendan el fuego. Se presenta ante el general García el teniente español Mediavilla, un joven, valiente y jactancioso oficial que después de conferenciar con Calixto retornó a sus filas, informando a sus jefes de las condiciones.
Cuando Mediavilla se marcha a llevar las condiciones de Calixto, el general descubre entre los oficiales cubanos a su hijo, el brigadier Carlos García Vélez, que por tres días le ha tenido el alma en vilo, y sin pudor de ninguna índole, el general lo abraza y no dice palabra alguna, pero los soldados que miran, descubren que por las mejillas del anciano jefe corren las lagrimas.
Minutos después el enemigo se rindió, entregándose el jefe de la plaza, comandante Civera.
Quiso Civera que le presentaran el artillero yanqui, experto en el manejo del temible cañón de dinamita.
Mandó el general que viniera el niño héroe Juan Miguel Portuondo y se lo presentó a los enemigos aclarando solamente, “es cubano”.
Al día siguiente Calixto le escribe a Estrada Palma: “Gran parte del triunfo se debe al cañón de dinamita que tiene aterrados a los españoles”.
Ofrenda de Calixto a los niños caídos Francisco Sedano y Ángel de la Guarda

Dice Sanguily: que allí, “sobre las ruinas de Las Tunas, permanece el General, desafiando a los españoles por ocho días”. Y dice: “Esa noche de la victoria, en la casa que tiene por Cuartel General, el general escribe varias cartas a Nueva York, pero hay un momento en que deja la pluma, sale a la calle, se dirige al jardín de la plaza donde hay plantadas azucenas, y tomando unas corolas, las guarda en la carta que había terminado… Es que había visto desfilar, por las avenidas del recuerdo, a esos dos jóvenes, Francisco Sedano y Ángel de la Guardia. Las flores son su ofrenda muda y sencilla a la memoria gloriosa de aquellos niños caídos”.
Luego, para que el enemigo no pueda ocultar su derrota, el general devuelve los prisioneros al enemigo: quiere el General que los prisioneros de Las Tunas lleguen a las distintas guarniciones españolas, para que sientan que ya no están seguros en sus plazas fortificadas. Y en tanto, Calixto alienta el propósito de atacar y tomar la ciudad de Camagüey.
Weyler: “Victoria de Las Tunas será recuperada sin grandes esfuerzos”
Fue tan fuerte la impresión que provocó la toma de Las Tunas en España que el Ministro de la Guerra cablegrafió al general Weyler pidiéndole datos. Weyler respondió: “Victoria de Las Tunas será recuperada sin grandes esfuerzos”. Pero al mes y ocho días después de la notable operación, el fracasado Weyler fue relevado de su cargo.
(No fue la toma de Las Tunas la causa fundamental de la sustitución de Weyler, pero la prensa española lo ridiculizó por aquel golpe asestado nada menos que por Calixto García, un hombre tan conocido en Madrid).



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