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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

15 de marzo de 2017

Calixto García. Biografía. 102



1898, Junio 27
Calixto: “No permitiré nunca que el pabellón americano flote sin que a su lado ondee el de Cuba”
Lógicamente que sin saber ni una letra de las declaraciones del coronel Wood, de la cancillería yanqui, Calixto escribió a Estrada Palma: “Tenemos que luchar al lado de los americanos, en primera línea. No permitiré nunca que el pabellón americano flote sin que a su lado ondee el de Cuba, que la sangre de estos hombres libres se derrame sin que al lado de la suya empape la nuestra esta tierra que nos vio nacer”.
Igual en esa carta el general García responde a Estrada Palma, quien le había pedido que apoyara el Consejo de Gobierno para que éste estuviera cerca de él y de esa forma el mando expedicionario de los Estados Unidos se viera obligado a reconocerlo en el momento de la designación de las autoridades en los pueblos ocupados. Calixto explica a Estrada Palma que “el Consejo de Gobierno acepta la intervención y ordena al General en Jefe y al Lugarteniente General que se pongan a las órdenes de los jefes del Ejército Americano, por lo que de hecho renuncia a su autoridad sobre los Jefes del Ejército Libertador”. (Es esa, dice, su sentencia de muerte firmada por Mac Kinley)[1].

Terminado el desembarco norteamericano por Daiquiri y Siboney, el ejército de aquel país inicia la marcha hacia Santiago sin que ninguna de las guarniciones españolas de las ciudades vecinas pueda auxiliar a sus iguales por impedirlo el plan de Calixto[2].
1898, Junio 30
Después de un consejo de generales en el campamento de Shafter, Jefe de las tropas de los EE.UU., todos los hombres marcharon a ocupar las posiciones señaladas por el mando.
1898, Julio 1ro
El Caney y San Juan





A las siete de la mañana Calixto estaba situado entre el Caney y San Juan, protegiendo las baterías que debían de batir ambos puntos. Con él estaban los generales Capote, Lora, Sánchez Echevarría y Cebreco, resistiendo el fuego español y casi en completa inacción. (El ejército sitiador contaba con 19 mil hombres: 15 mil americanos y 4 mil cubanos).
De siete a diez de la mañana las baterías americanas iniciaron el combate sobre el Caney y San Juan. Y allí estuvieron peleando durante todo el día. Después de espantosas pérdidas lograron capturar ambas posiciones españolas[3].
El verdadero héroe del Caney fue el general español Vara del Rey
En la carga cayó muerto el coronel norteamericano  Wycoff, siguiéndole otros altos oficiales: Worth, Liscum…
El coronel cubano González Clavell
El verdadero héroe del Caney fue el general español Vara del Rey: este, con 520 soldados y sin artillería, se batió contra 6 654 hombres y 4 piezas de artillería, es decir, con fuerzas trece veces superiores y aún así los americanos necesitaron diez horas para tomar el reducto defendido por el valeroso español del que dijo Justo de Lara: “La idea de rendirse jamás pasó por su mente. Cuando solo le quedaba un puñado de hombres y sus heridas no le permitían tenerse en pie, comenzó la retirada hacia Santiago acostado en una camilla desde la que mandaba a sus hombres al combate. Entonces una bala le cortó la vida, pero antes de morir, Vara del Rey levantó su espada y gritó: ¡fuego! ¡Viva España!”. De los heroicos defensores del Caney nada más se pudieron salvar sesenta[4].
Por su parte, las dos divisiones americanas que, apoyadas por la batería Grimes, se hallaban desplegadas frente a San Juan, esperando la llegada de la división de Lawton, tuvieron que lanzarse al ataque de la posición sin el apoyo de los que esperaban. En la carga cayó muerto el coronel Wycoff, siguiéndole otros altos oficiales; Worth, Liscum…
Durante el asalto a San Juan hubo un momento en que el primer batallón del regimiento de voluntarios de Nueva York quedó bajo el terrible fuego español, entonces los soldados americanos cayeron en pánico y rompiendo su cohesión, retrocedieron en desorden. El general J. Ford kent en “The Heroic Charge on San Juan” escribió: “En ese crítico momento los oficiales americanos formaron un cordón detrás de las líneas quebrantadas por el pánico, y les hicieron volver al frente, reforzándolos con dos batallones de refresco”. Sin dudar lo que dice el militar historiador, lo verdaderamente cierto es que en esos momentos el coronel cubano González Clavell hizo avanzar a sus mambises curtidos en el diario bregar contra las tropas españolas, y restableció  la línea de fuego abandonada por los aliados americanos hasta la llegada de refuerzos. (Esa acción valió a González Clavell una felicitación del coronel Leonardo Wood).










[1] Con certera visión política, Calixto señala la equivocada decisión del gobierno cubano de aceptar la intervención y renunciar a su autoridad sobre la jerarquía militar sin tener el reconocimiento de Washington, ellos mismos aprobaron su anulación como entidad política. Sin desmentir lo anterior, la mayoría de los historiadores coinciden en que la posición de Calixto como Lugarteniente General de un ejército cuya ayuda era imprescindible para los estadounidenses, lo ponía en condición de presionar para que los E.U. , reconocieran al máximo órgano revolucionario. (Aunque lo más probable era que no hubiera conseguido su propósito pero sí se habría conformado un frente unido ante las ambiciones interventoras). Calixto no apoyó al Consejo de Gobierno porque prevaleció la animosidad que sentía por aquel. Y cuando ya se hubo consumado la intervención armada, el general comprendió y actuó a favor de establecer gobiernos de cubanos en las plazas que cayeran en poder de las fuerzas norteamericanas.

[2] El comandante belga D´Obesson afirmó: “Si el cuerpo de desembarco no hubiera tenido el concurso de los insurrectos, que impidió la concentración de las fuerzas españolas, la acción en tierra hubiera constituido un desastre para ellos”

[3] Si bien los americanos obligaron a los españoles a ceder, las acciones demostraron la torpeza de Shafter, quien, teniendo enorme superioridad numérica sobre su enemigo y mejor y más poderosa artillería, no supo aprovechar esos elementos y lanzó ciega y casi insanamente y a pecho descubierto, a miles de sus infantes sobre las trincheras españolas. Los españoles fusilaron sin piedad a los hombres norteamericanos que sumaron 22 oficiales y 222 soldados muertos y 93 oficiales y 1 288 soldados heridos.

[4] Lo más curioso de la toma de El Caney está en saber para qué Shafter mandó que se tomara esa posición si el Caney no está en el camino que va desde Siboney a Santiago, por lo que no le hacía ninguna falta tomar el Caney para que sus hombres se movieran desde el lugar del desembarco hasta la ciudad que quería tomar.

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