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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

15 de abril de 2012

Fiestas y costumbres del viejo Holguín.

Por: Rafael Masferrer Landa
Inédito tomado Archivo de CEDES 
              Centro para el Estudio y Desarrollo Sociocultural

Fueron varios los motivos que llevaron a los antiguos vecinos de Holguín a celebrar con fiestas. El principal o más visible fue el santoral de la Iglesia Católica Apostólica y Romana. Otro: los grandes acontecimientos relacionados con los cambios de Gobierno en la Madre Patria (España), o la llegada de un nuevo Teniente Gobernador a la ciudad. (Este anterior era uno de los más comunes sucesos que terminaban en celebración, porque España cambiaba de Tenientes Gobernadores con más frecuencia que las veces que el rey cambiaba de calzones, por ejemplo, entre 1731 y 1816 tuvimos 24). Y después, cuando España se marcha de la Isla, sin que desaparecieran las fiestas y costumbres de antaño, también se comienzan a conmemorar efemérides patrióticas, sobre todo la del 20 de mayo. 

Antes de seguir, sépase que los guateques del Holguín viejo no fueron tan conocidas ni tan apetecidas como otras en otras partes de la Isla (las de Santiago, por ejemplo, o las del Camaguey). Y se debió lo anterior a que los organizadores locales eran discretos campesinos de campesina economía que solo disponían de lo que sembraban para autoabastecerse. Tampoco fue Holguín un gran núcleo concentrador de población; vivían los “holguinenses” durante aquellos idos tiempos en las inmensidades solitarias que nos servían como comarca.

No tenemos nota ciertas sobre las fiestas de los Ciboneyes y Taínos que vivieron por estos lares antes de la llegada hispana, por lo que es obligatorio ceñirse a lo poco que nos legó la tradición oral y las parcas crónicas de los conquistadores. Por eso es mejor obviar esa parte de la historia y comenzar por los tiempos en que los faroles colgados en las puertas de las viviendas constituían el único alumbrado público de nuestras arenosas calles, arenosas, sí, que (y sirva este dato a los cronistas apresurados que hablan de lodazales), solo dejaban nuestras calles de ser arenosas cuando llovía mucho, generalmente en tiempos de Nortes.

Era en ese tiempo cuando por sobre los tejados de tejas criollas, fabricadas muchas de ellas en el tejar de los Curbelo, se deslizaban en las noches serenas las notas musicales provenientes de algún piano, acompañado, quizá, por el dulce sonido de una mandolina (que es instrumento musical en desuso ahora). Y por encima de todo oíase el pregón grave de algún trasnochado sereno dando la hora: “son las Tanto en Punto y sereno…”

Las fiestas más entusiastas del año se efectuaban durante y luego el 4 de abril en que se conmemoraba el Día de San Isidoro, Patrono de la Ciudad. En estas predominaban como espectáculo principal grandes torneos de gallos finos a los que asistían visitantes de la antigua provincia Oriental. (Eso sí, las mujeres no acostumbraban a asistir). Por costumbre las fiestas del Patrono se celebraban en la calle Frexes, antes del Comercio, exactamente frente al enorme edificio conocido como La Periquera.

Es necesario recalcar que estas, que son la raíz del luego Carnaval holguinero, (y tampoco en ninguna otra celebrada en la ciudad), nunca hubo bailes callejeros como se acostumbraba en otros parajes de la Isla. En Holguín se bailaba en los Centros de recreo, o lo que es lo mismo, en las Sociedades, que las tuvimos y muchas: de blancos peninsulares y criollos, de morenos claros, de negros prietos… y ya en el siglo XX de chinos, de árabes (estos últimos casi todos libaneses), y hasta de israelíes hubo una.

San Isidoro, Patrono de Holguin
En los días del Santo Patrono el pueblo se aglomeraba en la citada calle Frexes, además, para presenciar las “Corridas de Cintas” que ejecutaban diestros jinetes en caballos bellamente enjaezados, y asimismo para disfrutar los emocionantes escalamientos del Palo Ensebado o para ser exactos en el término, la resbaladiza “Cucaña”, las corridas en “Zancos”, el Sartén en la boca… Los premiados en las competiciones recibían valiosos premios en metálico y otras veces objetos igual de valiosos.

Otra fiesta, siempre los domingos de Resurrección, consistía en las violentas “quemas de Judas” que se ejecutaban usando cartuchos de dinamita. Por cierto, en una de esos memorables domingos quemaron a un Judas con un letrero que decía Don Pepe. Era aquel que achicharraban con tanta alharaca un vecino de la ciudad que acababa de dar un escándalo en la Iglesia San Isidoro donde fue sorprendido en un confesionario besándose con una chinita hermosa. Posteriormente las peligrosas quemas fueron prohibidas por un jefe militar español y en 1925 por el alcalde J. Portelles. Y en las noches, en esa misma fecha, se entretenían los vecinos de la ciudad en quemar “Fuegos artificiales” que iluminaban los cielos y que era locura para los muchachos. 

La música predominante que alegraba y se bailaba en este y en todos los demás festejos populares eran el vals, los lanceros, rigodones, contradanzas, minué, paso doble… y luego llegaron el danzón, el son, el mambo, el cha cha chá. Y en las calles se alborotaba con los estridentes acordes del zapateo criollo, la caringa, el topetazo, el cocuyé y el chivo. De este último era maestro bailarín Manuel Leal quien con Librado Caballero organizaba la única parranda callejera compuesta por seis personas que salía por las calles de Holguín al son de un estribillo que comenzaba diciendo: “Este es el Chivo capón que de La Habana viene…” (Insístase que este tipo de jolgorio en medio de las calles jamás prosperaron en Holguín).

Antigua fotografía del Parque Calixto García

Más sobre las populares fiestas del Patrono de la Ciudad: En estas siempre, y en otras fiestas a veces, acostumbraban comenzar con vibrantes dianas que despertaban a los vecinos al amanecer. Y después que España se fue la costumbre quedó, solo que ahora la diana que se repetía de esquina a esquina era la mambisa. (Esto es, la diana con que se daba la orden de levantarse en los campamentos guerrilleros de los independentistas cubanos). Recuerdan las crónicas que en las madrugadas, a los agudos y sonoros acordes de los metales no quedaba en cama ni el más pinto de la paloma.

Día 17. Salve cantada a las seis de la tarde en la Parroquial de San Isidoro. Iluminación general y veneciana de la Plaza de Armas. Retreta por la Banda Militar a las ocho en la misma Plaza. Fuegos artificiales y globos.
Día 18. Diana por las calles, de seis a siete y media de la mañana. Misa solemne a las ocho. Procesión religiosa a las cinco de la tarde. Baile a las nueve en el Casino.
Día 19. Diana. Paseo de caballos enjaezados de nueve a once de la mañana. Carrera de Cintas a las tres: Premios: Primero, un reloj al jinete que obtenga cinco anillas del juego. Segundo, una caja de tabacos. (Adjudicados los premios no se admitirán reclamaciones). Iluminación. Reterta por la Banda a las ocho en la Plaza.
Día 20. Diana. Matinée Infantil de trajes de diez a doce de la mañana en el Ayuntamiento, adjudicándose precisamente a la originalidad y buen gusto los premios siguientes: Para niñas, una muñeca; para niños, un velocípedo. El jurado adjudicará el premio por escrutinio en votación secreta. Carrera de caballos en el Llano a las tres de la tarde, Premios, una montura por velocidad, segunda carrera, a la Marcha, un freno con bridas. Iluminación. Baile a las nueve de la noche en La Tertulia.
Día 21. Diana. Cucaña y otros juegos a las cuatro. Iluminación. Fuegos artificiales y globos.
Día 22. Diana. Distribución de limosnas a las siete en el Ayuntamiento. Romería al Llano de cuatro a seis. Baile en el Centro de Artesanos.
Día 23. Diana. Paseo de caballos de nueve a once. Carrera de cintas a las tres; Premios, una medalla de plata. Baile en el Casino y La Tertulia.
Día 24. Diana: Cucaña y otros juegos de diez a doce. Carrera de caballos a las tres. Premios, a velocidad, medalla de oro, segunda carrera, a la marcha, medalla de plata. Iluminación. Retreta. Fuegos artificiales y Globos.

Firma, por la junta, el secretario: Emiliano Espinosa.

Paralelos a los espectáculos descritos se celebraban otros en Holguín, como, por ejemplo, el que se ofreció en un solar situado en las calles Aguilera y Mártires por un extranjero que preparó un enorme globo para volar dentro de él y que luego de una semana de infructuosas pruebas se quedó en tierra.


No queda ni una sola información de las fiestas del viejo Holguín en la que se de cuenta de una desavenencia entre los festejantes. Eran las celebraciones antiguas fiestas de familias. Jamás se habla de una riña callejera durante ellas, nunca de un tumulto, jamás un hecho de sangre: ¡Nunca corrió ni una sola gota de sangre!!!.

Era la fiesta de más larga duración en Holguín las que comenzaban durante las Pascuas, seguían durante año nuevo y no terminaban hasta el día posterior al de Reyes, o sea, desde el 20 de diciembre hasta el 7 de enero. Se amenizaban aquellas con los famosos Órganos. (En el siglo XX los más famosos de la ciudad era el de los Hermanos Coallo). Y al enorme instrumento de música tan agradable, que por producirse dándole vueltas a una manigueta aquí se le decía “Música molida”, lo acompañaba un timbal, ese instrumento de percusión de origen africano.

El Órgano fue en nuestra zona símbolo del espiritu alegre reinante en el pueblo; una invitación a no trabajar y a tomar vino moscatel, tan popular acompañado por anís. Y en las zonas rurales jamás faltaba el instrumento cuando se producían las vitales reuniones familiares. 


Es necesario hacer ver la mancha oscura de las idílicas celebraciones holguineras: el juego, ese horrendo vicio inculcado por las autoridades españolas que recibían pingues ganancias por medio del deseo popular de ganar una fortuna gracias al azar. Incluso, hubo casos en que un jugador en medio de la fiesta tuvo que mandar a llamar a un Notario para hacer firme a entrega de su casa que acababa de perder en los naipes.


A principio de los años cuarenta del siglo XX empezaron a desaparecer otro gran motivo de algarabía popular holguinera: los “Altares de Cruces”, que se instalaban, los más populares, en la terminación de la calle Aricochea, en la calle de Martí y en las partes aledañas al arroyo Jigue buscando la hoy Cardet.

Los Altares de Cruz de Mayo fueron los únicos festejos organizados en Holguín sin la asistencia o intromisión de los gobernantes; respondían ellos, exclusivamente, al embullo y a los aportes pecuniarios de las familias vecinas. Recuerdase con  cariño algunos de los organizadores: los miembros de la familia González, los Góngoras y especialmente los Lozada. Esta última representada por las hermanas María y Mercedes, siempre incansables, atentas con todos. Las Lozada, asistidas por vecinos entusiastas, ofrecían gratuitamente el “Agua de Loja”, un producto que se conseguía de la fermentación de la piña con azúcar prieta.

Las fiestas de los Altares comenzaban siempre a las cinco de la tarde, nunca antes. Y era parte de los atributos pertenecientes a esos Altares, exactamente colgando de ellos, lagartijas o mejor, caguayos como decimos en Holguín, unos muertos, otros vivos, y también sapos disecados, jubos… los por qué de esos colgajos no los hemos podido encontrar y nos parece que era una mezcla de ñañiguismo con figuras religiosas.

Para leer más sobre los Altares de la Cruz hacer clic aquí.

Cerca del lugar donde se levantaban estos altares vivía una vieja muy vieja, que hacía propaganda a la celebración con el ánimo entusiasta de una buena creyente. Era ella morena de color, su nombre era Brígida y lucía como amuleto, enganchada a su nariz, una argolla que, decía la señora, era de oro puro y ella, decía también, era natural de Holguín; su casa era de cujes y embarrado que fue la forma de fabricación primitiva de Holguín. Era ella, además, la “curandera” del barrio, la que curaba los empachos y el mal de ojo santiguando al paciente.

La última celebración de estos Altares de Cruces que yo recuerdo fue en la época en que ya funcionaba el Tecnológico y se realizó en la calle de Martí, desde la de los Mártires hasta la de Cardet. En muchos lugares se sembraron matas de plátano y se pusieron tiestos con palmas, dando la sensación de la campiña; en el suelo se situaron “canecas” con mechones alimentados con luz brillante (Petróleo), que daban mucho humo y una luz rojiza. Entre otras chucherías se vendían ciruelas amarillas curtidas muy apetitosas y tamal en sus hojas, a la vez que el ir y venir de la gente era inacabable porque no había donde sentarse.

Otra antigua costumbre de Holguín era celebrar “Retretas” en la Plaza de Armas (luego Parque Calixto García). Es de anotar que tan pronto la música tocada por la Banda comenzaba todo el personal se dirigía al centro del parque a darle vueltas a los músicos. Recuerdese siempre que la Banda Municipal holguinera fue dirigida durante muchos años por Manuel Avilés Lozano, siendo casi todos los músicos hijos del director. Asimismo que con esa banda tocó Manuel Dositeo Aguilera, autor de la música del Himno Invasor con esos tan sobrecogedores y emocionantes aires marciales. Otro músico muy conocido de la Banda fue José Hechavarría, que tocaba el violín, habla el latín, era relojero y monaguillo de la Iglesia San José de la cual era, además, el pintor.

En todos los Festejos populares de Holguín, en diferentes oportunidades y años, hacían su aparición tipos muy populares y estrafalarios, casi todos ellos vivían al borde de la razón. Fue uno de estos Juan Kilele, quien en una ocasión se metió dentro de una tumba del cementerio y pedía a gritos que lo taparan porque él ya era difunto. Otro fue Mala Cara, feísimo a morir, como es obvio, y Carmen la Chiva, María Tragedia, Florinda Salazar, el Duende, que nada más aparecía en la ciudad durante las fiestas de los Altares de Cruces y siempre por los alrededores del cementerio. Era el Duende prieto como una sartén y no hablaba con nadie.

Queremos resaltar, porque es verdad, que en aquellos viejos tiempos eran muy estrictas nuestras costumbres familiares… o mejor, eran costumbres realmente duras, tanto que durante los días de Retreta, al dar las diez de la noche, no quedaba ni una sola mujer en la plaza. Pero durante los días de jolgorios populares, preferentemente los Sábados de Gloria si que ellas se quedaban en la calle con la justificación de que al alba asistirían a la Procesión de Resurrección que se efectuaba en la madrugada del domingo. 

Volanta de tiempos coloniales

Otras grandes y populares fiestas. Estas no sujetas a calendario fijo, eran las llamadas “Verbenas”, que se organizaban por motivos diversos por parte de los vecinos o de las autoridades civiles. Las Verbenas se hacían, siempre, en los parques, generalmente cerrándose las calles laterales. Regularmente era su objetivo recaudar fondos para obras benéficas de carácter colectivo. Un ejemplo de una de ellas es la que se celebró en los años 20 del siglo XX con el plausible objeto de conseguir el dinero necesario para fabricarle un edificio que sirviera como punto de reunión a los gloriosos Veteranos de la Independencia, que aquí en Holguín formaban el núcleo de mayor cantidad en toda la República.

Todo lo que se vendió o se rifó en ella provenía de obsequios del Comercio, que por cierto, era muy reaccionario. Pero también se tuvieron algunos obsequios que entregaron los particulares dadivosos, que, otra vez por cierto, en Holguín no eran muchos los que tenían esas características.

Lo bueno es que el fin se consiguió y que el edificio de los Veteranos está ahí, en la calle de Aguilera, entre las de Libertad y Maceo. Se lo debemos al celo de muchos, pero especialmente del Coronel Delfín Aguilera, el capitán Pepillo Grave de Peralta y la Comisión de Hijas de Veteranos.

Casa de los Veteranos de la Independencia en Holguín
Para ver álbum de fotografías de la Casa de los Veteranos de la Independencia en Holguín hacer Clic aquí

Otra fiesta popular holguinera es la Romería de la Cruz de Mayo; tradición esta que la implantó en el pueblo un franciscano proveniente del Convento Nuestra Señora de los Ángeles de Bayamo, llamado Joseph A. Alegre. A más de su celo apostólico, este religioso era muy activo y de una labia poco común.

En fecha lunes 3 de mayo de 1790 el Padre Alegre cargó sobre sus hombros una cruz rústica de madera y la plantó en la cumbre del cerro Norte de la ciudad, que, según el actual Atlas Nacional de Cuba, tiene 275 metros de altura. Es ese lugar un punto cúlmen que abarca todos los horizontes ofreciendo una perspectiva soberbia de la ciudad con todo su valle adyacente. Y desde aquel lejano día el pueblo, cada tres de  mayo, día de la Cruz, asciende al cerro en peregrinación y para pagar promesas. Se dice que entonces hubo romeros que subían la loma de rodillas y otros cargando ladrillos.
Con el paso del tiempo la devoción se fue impregnando de sabor mundano y el lugar se plagó de kioscos para la venta de comidas, lechón asado sobre todo, y también bebidas, preferentemente el caramanchel, la mistela, el aguardiente…

A mediados del siglo XIX se levantó otra cruz en uno de los cerritos del lado oeste del pueblo (donde luego se construyó el colegio de los padres Maristas). Entonces, cuando allí se puso la nueva Cruz se llamaba a la lomita María Ruiz. Por ser de menor altura, a él comenzaron a subir las personas con problemas de salud que entonces encontraron donde satisfacer sus devociones sin tanta fatiga. La cruz del María Ruiz fue bendecida por el padre Presbítero Manuel de Calderón y calderón, párroco de San Isidoro.

Ya en el siglo XX tan firme fue la tradición de subir el cerro grande que en un principio se llamó del Bayado, y que desde que el padre Alegre puso allí la cruz se llamó Cerro o Loma de la Cruz, que un vecino de gran inteligencia, el doctor Albanés Carballo tuvo la feliz idea y la fuerza de construir una escalinata, un paseo y una rotonda allí. El dinero salió de las comunes Verbenas y Tómbolas y de la que fue la primera Exposición Agrícola, Industrial, Comercial y Arqueológica en Holguín que atrajo a miles de personas.

Loma de la Cruz
Exactamente el 3 de mayo de 1927 se colocó la primera piedra de la obra y desde entonces las Romerías adquirieron un carácter más fastuoso al montar otro miembro de la familia Albanés, Oscar, una planta eléctrica que generalmente la operaba el electricista Alfredo Varona.

Dentro de otro ángulo, las fiestas de Holguín han tenido un valor primordial en la belleza natural de las mujeres de esta comarca. Belleza que les nace, quizá, porque se bebe mucha leche, se ingiere frutas diversas, como caimitos, nísperos, piñas, mangos, mameyes, pomarrosa, hicacos. Y por ser mujeres muy deportivas. Las nuestras se ejercitaban montando a caballo en “sillones”, que era como se les llamaba a las monturas para féminas entonces. Aquí las mujeres montaron como los hombres, esto es, a la americana, en el presente siglo (XX), y para eso al principio solo se atrevían unas pocas.Y las que vivían en los campos venían al pueblo, siempre con sus familias, en Volantas y algunas en carretas de bueyes.

Pero para que sea alguien de afuera quien diga de la belleza de las holguineras y con eso tratar de conseguir objetividad, vamos a copiar unos versos del poeta bayamés del siglo XIX José Fornaris, dedicados a una coterránea nuestra a quien conocí, o sea, la conocí a ella. El poeta los recitó en una tertulia familiar celebrada en un hogar situado en las hoy calles Libertad y Martí, durante los días de un festejo popular.

A Pradina.

Con que gracia viriginal
corres por la arena leve,
que bien queda tu pie breve
impreso en el arenal.

O de concha gentil
formes ligera piragua
y te alejes por el agua
diáfana, pura y sutil.

Parece que el mar por ti
gime, se agita y explaya
y sobre toda la playa
da cochas de oro y rubí.

O que algún silfo en su afán
te arrebate, en dicha suma
y te esconda entre la espuma
de las olas que se van.

Y lejos de este confín
te lleve por esos mundos
de rosas y astros profundos
de una inmensidad sin fin.
Otro lindo caracol
deja su frágil morada
y corre tras tu mirada
imaginándote el sol.

1 comentario:

  1. Bellisima historia tiene Holguin! Eseultimo poema es igualmente bello. Saludos de un Puertopadrense!

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