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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

13 de noviembre de 2010

Concierto de Pablo Milanés en la Plaza de la Revolución de Holguín-12 de noviembre de 2010

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Pablo canta a los holguineros en la Plaza de la Revolución Mayor General Calixto García - Fotos: Amaurys Betancourt

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Pablo querido

Por Lidia Ester Ochoa (Tomado de Radio Angulo Digital)
Pablo, querido Pablo, parecían expresar los prolongados aplausos del público de Holguín, que acudió al concierto de la plaza Mayor General Calixto García y cantó los 15 temas que interpretó el fundador de la Nueva Trova y dio al bolero cubano nuevos aires renovadores.
No eran aplausos de cortesía, sino de gran emoción y nostalgia, pues para muchos fue el reencuentro en la misma plaza donde Pablo Milanés cantó 22 años atrás, y para los más jóvenes el tener el privilegio de ser espectadores y partícipes del concierto de un gran artista, que compone con inspiración y canta desde el centro del pecho.
Cuando Pablo apareció en el escenario el público lo acogió con grandes muestras de cariño. Entonces dijo el cantor que se sentía encantado de estar en esta ciudad, después de 15 años, ya que posteriormente a la Gira Nacional Amo esta Isla, de 1988, también ofreció otro concierto en el estadio de béisbol Mayor General Calixto García.
Concierto de Pablo Milanés en la Plaza de la Revolución Calixto García, en la ciudad de Holguín, Cuba. Foto: Amauris Betancourt“Revelaciones” fue el primer tema que interpretó, y después le siguieron “Si ella me faltara alguna vez”, “De que callada manera”, poesía musicalizada de Nicolás Guillén; Candil de nueve que cantó con el trovador Raúl Torres; “Se fue”, “No ha sido fácil”, de la serie de televisión “Algo más que soñar” y “Son para despertar una negrita”, dedicada a su hija Haydee.
A medida que avanzaba el concierto Pablo Milanés se iba entregando más al público que no dejaba de cantar y aplaudirlo. Así un coro gigantesco de más de 15 mil voces lo acompañó también en “El hombre”, “Fuego en la piel”, tema de la telenovela El Naranjo del Patio”; “Ámame como soy”, “Diario de Mauricio”, (de la película “Paginas del diario de Mauricio”) y “Matinal”, estas dos ultimas pertenecientes al disco “Regalo”, grabado en 2008, con Chucho Valdés.
El público cantó a Pablo Milanés sus más conocidas y hermosas letras. El delirio del público llegó a lo máximo con “Años”, “Yolanda” y “El breve espacio en que no estás", tres de las canciones de Pablo que más versiones han tenido. Estos éxitos de siempre que enriquecen la música cubana pueden expresar de alguna manera lo que ocurrió en el concierto de Holguín.
Quizás el amor no se refleje como ayer pero la admiración es la misma hacia Pablo Milanés, el hombre que compone canciones con todo el amor del mundo para que surja la mujer que enaltece sus sentimientos, el artista que merece breves y grandes espacios y el pueblo que lo prefiere más cercano y menos compartido.
Milanés recibió el Angelote y el Aldabón de la Periquera de manos de las autoridades del municipio de Holguín. Foto: Amauris BetancourtEl concierto de este noviembre fue también, como hace más de 20 años, un encuentro inolvidable entre Pablo Milanés y el público holguinero de todas las edades, y bastaron los primeros acordes y las primeras palabras para que el cantor y el pueblo se identificaran plenamente.
En reconocimiento a su trayectoria artística, Pablo Milanés recibió durante el concierto las replicas del Aldabón de la Periquera, máximo símbolo de la ciudad de Holguín, y el Angelote, símbolo del arte y la literatura, entregadas por Vitaliano González, presidente de la Asamblea Municipal del Poder Popular y Ricardo Ronda, director Municipal de Cultura, respectivamente.


Pablo otra vez...
Por: Yordanis Ricardo Pupo (Tomado de Baibrama, web de la Dirección de Cultura en Holguín)
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Pablo otra vez...
Yordanis Ricardo Pupo (Tomado de Baibrama, web de la Dirección de Cultura en Holguín)



Las luces de la Plaza se van apagando poco a poco. Cientos de personas caminan en todas direcciones. Unos bromean con el amigo que hacía los coros entre la multitud, otros se quedan a beber cerveza en el parqueo del Estadio… pero todos recuerdan los momentos más importantes de esta noche “maravillosa”, en la que varias generaciones de holguineros se encontraron, o reencontraron, con Pablo Milanés, una de las voces más conocidas de la Nueva Trova cubana.
El trovador vuelve a Holguín después de quince años de ausencia, como parte de una gira que llegará a las principales ciudades de la Isla –ahora por el oriente, y a principios del 2011 por el centro y occidente-. Un día antes de su concierto recibe a la prensa en una suite del hotel Pernik, adelanta detalles de la presentación aquí, habla con pesar de los discos que ya no hará, de los que está preparando, de la política nacional y los trovadores jóvenes, a quienes considera excelentes. 
Desde allí, en un quinto piso, Pablo mira de reojo la Plaza de la Revolución, donde cantaría en pocas horas, y tal vez siente miedo. Es difícil llenar ese espacio, donde tradicionalmente ocurren los sucesos políticos y culturales más importantes de la Ciudad cubana de los Parques. ¿Llenaré la Plaza?, parece preguntarse.
La esperada noche sucede como en Guantánamo y Bayamo: su público de todas las edades acude en masa –porque todos, absolutamente todos los cubanos conocemos a Pablo Milanés; hemos crecido odiándolo o amándolo, pero ninguno lo ha ignorado.
Y quienes lo aman, que suman miles en esta tierra –y millones en todos los continentes-, están aquí, para escuchar sus temas antológicos y parte de lo que ha hecho en los últimos años, que por desgracia se conoce menos, a pesar de que el desarrollo de la tecnología debería llevarnos por el camino contrario.
En el opening, la orquesta acompañante rememoró fragmentos de su vasta obra –todos sabíamos de que canción se trataba cada fragmento-, y el trovador apareció sin mucha pompa, saludó al público que lo ovacionaba y comenzó a rasgar en su guitarra las notas de “Revelaciones”.
Entre los aplausos aparece un locutor, lee parte de su biografía  –como si hiciera falta-, y anuncia solemnemente que, “por su esfuerzo y consagración y ser un hombre que hace la historia de la cultura cubana”, el Gobierno de la ciudad y la Dirección Municipal de Cultura le entregan las réplicas de El Aldabón de La Periquera y El Angelote. 
Pablo agradece el gesto –posee el Hacha de Holguín desde hace un buen tiempo, máxima distinción que se entrega aquí-, y responde con “Si ella me faltará alguna vez”, nostálgica canción que puede hacer referencia a un amor perdido o a la propia Patria, de la que pasa tanto tiempo alejado. 
Le sigue la versión musicalizada del poema “Canción”, de nuestro Poeta Nacional Nicolás Guillen: “De qué callada manera”. Y sonríe, indudablemente disfruta este reencuentro con sus compatriotas, que no pueden asistir a los tradicionales conciertos de fin de año que ofrece en La Habana.
Ahora le acompaña Raúl Torres, su inseparable coterráneo, con ese “Candil de nieve”, que ilumina nuestras trasnochadas madrugadas, y al amanecer se convierten en un “Se fue”, que da paso a “No ha sido fácil”, de la serie televisiva Algo más que soñar, para recordarnos de aquellas cosas hermosas que hizo esa generación formada con la Revolución, que “están ahí, aunque otras se han perdido, estancado”.
Luego el “Son para despertar a una negrita”, regalo para su hija Haydée cuando era una bebita y aun no podía sospechar lo orgulloso que estaría de ella y de Lynn, su otra hija, porque ambas “se han abierto camino en la música solas, sin siquiera pedir mis consejos…”, y tienen bastante éxito en el panorama nacional.
Con “Para mover su mundo”, trae a la memoria los héroes anónimos de El comando del silencio, recreación televisiva de esos hombres inconformes con el presente, que no “se sientan a ver el fruto de su acción”, la versión moderna de los Cinco cubanos presos en cárceles estadounidenses por defender a su país del terrorismo, hombres gracias a los cuales la Revolución ha sobrevivido más de cinco décadas.
Pero Pablo, más que revolucionario –aunque hoy parezca lo contrario-, es un poeta que rinde tributo a sus raíces. Por eso no podían quedarse callados los tambores africanos, los cantos a los orishas de sus abuelos –y nuestros.
Dedica “Identidad” a la juventud cubana, exhorta otra vez a tener la “verdad como bandera, la inconformidad con lo mal hecho”, quizá porque sigue creyendo que a los años que se fueron prefiere los que vinieron...  
“Fuego en la piel” –de la telenovela El naranjo del patio-, y “Ámame como soy” –banda sonora del filme Una novia para David-, cierran la primera hora del “recuerdo” y preparan el camino a dos temas de Regalo, su más reciente producción discográfica: El diario de Mauricio –también de una película cubana-, y “Matinal”; una nueva época, nuevas nostalgias.
“Años”, porque “el tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos” –quizás otro de los miedos del cantautor, como de cada ser humano-, y “Yolanda”, pedida a gritos por el público hace un buen rato, la canción de amor más popular de la Nueva Trova, indican la llegada del final, acompañadas por un exquisito violinista.
Pero no, a Pablo no le basta que la gente le grite –como en su canción-, “te amo, te amo, eternamente te amo”. Antes de dejar descansar su guitarra, vuelve a la carga con “El breve espacio en que no estás”. Maravilloso final, porque ¿quién no ha tenido un amor prohibido?, ¿quién no ha conocido a esa persona, imperfecta, pero cercana a lo que simplemente soñó?
Así es Pablo Milanés, un cantor de los placeres y angustias humanas, de la Patria que construimos y merecemos. Y los holguineros, los cubanos todos, agradecemos estos regalos musicales que nos han acompañado de generación en generación por más de tres décadas.  


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Un gran reto fue lanzado al cantautor este miércoles 10 de noviembre (2010) en Bayamo: Pablo todavía le debe una canción a las mujeres bayameses...
"Lo que sucede es que tengo antecedentes tremendos, después de las bayamesas de Sindo Garay y de Fornaris, he intentado hacerla pero me da pena, me da vergüenza, pero ése es un reto formidable, muy lindo."
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10 de noviembre de 2010

Donde las arenas son más diáfanas


Por: Gabriel Pérez
 Cada siete de diciembre en la Catedral de San Isidoro, la iglesia de San José o la Parroquia Nuestra Señora de la Caridad de Vista Alegre, a las seis de la tarde, un sacerdote ruega por el alma de quien fue el enfant más terrible de la historia holguinera, un hombre que se marchó dramáticamente de este mundo, en 1990, suicidándose con una sobredosis de barbitúricos en su solitario apartamento de Manhattan.
Reinaldo Arenas

Oneida, su madre, es una gran lectora, nació en parajes bucólicos que rodean la ciudad. Entre los libros que alcanzo a ver en un stand de la casa sita en calle 10 de Octubre, en la Ciudad de los Parques, se encuentran: Balzac, Víctor Hugo, La Biblia... Ella está cumpliendo años esta tarde gris en que conversa, nostálgica pero lúcida, con la misma diafanidad del primer día. El médico diagnostica que los calambres y su desequilibrio al caminar se deben al Mal de Parkinson. La catarata se está haciendo sentir en sus ojos ávidos de lectura. Y cerca de sus manos, pero lejos de su corazón, hay maletas...
Tanto ha cambiado el panorama dejado por nuestro escritor el 4 de mayo de 1980 que en la ciudad existe, como evidente homenaje al personaje más significativo de la novelística holguinera, un certamen auspiciado por la Asociación Hermanos Saíz bajo el nombre de Concurso Celestino de Cuentos.
 - Hay mareas constantes en la vida, obra y muerte de Reinaldo. Pero el mar de Gibara está de fondo en muchas de sus descripciones de otros mares. Allí tuvo su prístino baño frente al Atlántico, yendo hasta él de manos de la abuela Toña.
Oneyda, madre de Reynaldo Arenas
- Ese día había ido a Gibara con el círculo de abuelos en el que yo estaba en esos tiempos, y cuando llegué a mi casa... no ese día, porque ese día no me lo dijeron, pero al otro día me dijeron que mi hijo había muerto. Y juré que nunca más volvería a Gibara. Yo me había ido para Gibara pensando en él, porque siempre lo recordaba cuando veía los paisajes campesinos. A él le encantaba el campo. Yo venía ese día tan triste. Y era eso, mi hijo estaba muerto.
Recuerdo que estuve gritando tanto por la muerte de mi hijo como nadie es capaz de considerar, porque él luchó y pasó tanto trabajo y nunca fue feliz. Siempre se sintió triste. Solitario. Él iba mucho a Gibara. Y en La Habana, como vivía cerca del mar, siempre estaba en el mar. Se pasaba la vida allí, en el mar.
- Conozco a mucha gente con la inquietud de saber las opiniones albergadas en el alma de una madre, que puede considerarse una gran lectora, sobre un hijo escritor que ha dejado una de las literaturas más polémicas y controvertidas de los últimos tiempos...
- De las cosas que él escribía lo que más me gustaban eran sus cuentos, eran cuentos sanos, de un niño sano. Yo he perdido una revista Unión donde él publicó sus primeros cuentos: La punta del Arcoiris, Con los ojos cerrados, y otros que no recuerdo ahora.
Me gustaban más sus cuentos que las novelas. Las novelas eran más crudas. Más duras. Y los cuentos eran de un muchacho sin esa maldad que adquirió en La Habana. En La Habana había mucha maldad.
Cuando triunfó la Revolución él sintió que aquello era lo más grande que había ocurrido. Que al fin iba a ser lo que él siempre había anhelado. En Holguín todo el mundo lo quería. En La Habana tuvo amistades buenas, pero también muchas amistades malas. Hay gente que le hace sombra al otro y no cesa hasta acabar con él...
- Reinaldo, durante sus cuarenta y siete años vivió en ciudades que van desde Holguín, La Habana, Miami, hasta Nueva York... en ninguna se sintió completamente a gusto. Es archiconocida su definición de Holguín como "una inmensa tumba, con sus casas bajas simulando panteones castigados al sol..." ¿Usted se marcha de nuestra ciudad?
- Es necesario. Holguín es una ciudad muy bonita, pero con mucho abandono. Nosotros hemos sido muy holguineros, todos los hermanos. A Reinaldo le gustaba Holguín también. Lo que pasa es que en La Habana vio más oportunidades. Yo viví en los Estados Unidos pero regresé y ya siempre me quedé aquí en Holguín. Juré que ya había pasado bastante trabajo en mi vida y que mi hijo no iba a pasar lo que yo sufrí... Porque lo más triste que hay es la ignorancia. Me duele que me sacrifiqué y nunca fue feliz. Él fue pobre, pero nunca con miseria. Y no fue feliz.
Uno tiene que ser en cada momento lo que en cada momento sea necesario, como dijo Martí, y es verdad. Yo siento muchísimo irme, pero mi hermana Onelia se va y yo siempre he vivido cerca de ella. Ella se va, su hijo es periodista y vive en La Habana, y yo no sé qué sería de mí si me quedara sola sin ella.
Mi hijo nunca quiso que yo me fuera a vivir para La Habana. Él decía: "Quédate en Holguín siempre, que Holguín es muy tranquilo". Pero la vida va cambiando de acuerdo a las circunstancias, y hay que asumirla.
- Después que Reinaldo dejó la Isla, partiendo en 1980 por el puerto de El Mariel, ¿volvió a encontrarse con él fuera de Cuba?
- La primera vez que fui, lo vi de lo mejor. Estaba contento. Trabajaba bien. Me ayudó a comprar algunas cosas para la familia. Me dijo que tenían buena acogida sus libros, sus conferencias...
Después, la última vez que fui lo hallé muy mal. Yo le dije: "Tú estás enfermo, Reinaldo". Y él me dijo que no, que estaba bien, que eran ideas que yo me hacía... Hasta última hora, me lo negó.
Cuando él estaba en La Habana y lo visitaba, yo regresaba para Holguín llorando en la guagua. Veía a mi hijo tan triste, era terrible cómo yo sufría al verlo así, solitario, apartado de todo el mundo. No quería tener amistades. Estaba tan amargado, con tan mal carácter. Los últimos días de mi hijo deben haber sido de mucho sufrimiento, como casi toda su obra.
- En el libro Termina el desfile hay un cuento: La madre y el hijo, en el que un personaje dice: "Deberías leer menos. O no leer nada. Eso hace daño..." ¿Cuáles son los recuerdos que mejor conserva del niño escritor-lector?
- Lo recuerdo escribiendo en los árboles, escribiendo en papeles de regalo, en cualquier papel que caía a su alcance. No sé qué cosas escribía, pero era una obsesión que lo hacía diferente. Yo siempre supe que él iba a ser diferente de todos. A él le gustaba tanto leer. Él comía con un libro en la mano. Al lado de la comida, un libro. Su vida era leer, leer, leer.
Yo no he podido leer todas sus cosas. Hay cosas muy fuertes. Las empiezo a leer y paso unas cuantas páginas para seguir leyendo. Me gusta lo que dice de sus viajes, sus amistades. Pero después tiene cosas tan pesadas, tan terribles, habla mal de la familia, cosas que no son ciertas. Esas son cosas negativas. Sin embargo, tiene muchas cosas bonitas, de sus amistades, sus viajes por los Estados Unidos. Él dice que llegó allí huyendo del comunismo y se encontró con un pueblo sin alma.
- Refiriéndose a la primera novela de Reinaldo, el poeta Eliseo Diego dijo que se trataba de un hallazgo prodigioso… antes de convertirse en el personaje mítico de nuestra literatura, ¿quién fue Celestino?
- Reinaldo se inspiraba en los nombres de la familia. Cuando a él le publican Celestino antes del alba, yo estaba en Holguín. Celestino fue un tío. El tío más querido en la familia, el hombre más honesto del mundo. El tío que más lo quiso a él... Celestino murió en la calle Cervantes, aquí en Holguín, después de un infarto al miocardio… Un día, mi hermana pasó un telegrama desde La Habana diciéndonos que a Reinaldo le habían dado la Mención de honor por su novela.
A él lo ayudó mucho Camila Henríquez Ureña. Yo tenía en casa un libro escrito por ella donde hablaba muy bien de Reinaldo. También Lezama Lima. Pero cuando él odiaba, odiaba de una manera terrible. Eliseo habló bien de él. Pero él se amargó tanto que también habló mal de Eliseo Diego. Eliseo dijo que una vez él fue a Rusia por un amigo que lo invitó y cuando regresó, Reinaldo le reprochó su viaje a Rusia.
También Delfín Prats. Delfín es un gran poeta, lo que pasa es que es medio loco. Es una buena persona. Es noble, sencillo como no hay otro. Lo que pasa es que él ha vivido siempre muy solo, en mucho abandono. Mi hijo y él tenían muy buena amistad, con sus problemas, como es natural. Delfín es muy bueno, pero ya te digo, es algo loco.
- ¿Qué suerte ha corrido la madre de un escritor cuya vida y obra han sido llevadas, incluso, hasta Hollywood? ¿Qué significan para Oneida Fuentes Rodríguez, las palabras: derecho de autor?
- Nada he recibido ni por su película ni por los libros. Lo que más desearía es volver a ver a mi hijo, te lo he dicho varias veces que sueño con reencontrarme con él. De España, de Francia y de los Estados Unidos hay gente maravillosa que me escribe y me da aliento. Margarita y Jorge Camacho, por ejemplo. Ya murió Roberto Valero en Washington. Alberto Lauro también se comunica conmigo desde Madrid. Y Luis Marcelino, un poeta de aquí que vive en Miami. Pero los derechos de mi hijo yo no sé en qué han parado. Yo creo que todo está detenido.
-Before night falls es el título en inglés de la película basada en la autobiografía Antes que anochezca…
- La autobiografía la hizo él. La película no. Unos dicen que la hallan bonita y otros dicen que no tiene nada que ver con mi hijo... Pero eso es como todo. Cada cual sacará su propio partido. Antes de la película, cuando él estaba lejos de la muerte, ya era así. Tal vez la película hubiera tenido más suerte si la hubieran hecho aquí, quienes lo conocieron en su dolor más grande, sus días en la cárcel, y ese desasosiego por todo que lo mantenía tan ansioso, siempre luchando, buscándose problemas.
Oneida está preocupada. Si las cenizas se pierden, se perdería la última huella del cuerpo de su hijo en Manhattan... Lázaro, amigo de confianza en la "aventura" de 1980 se ha comprometido en salvarlas.
- Él fue cremado como pidió en su testamento. No he sabido nada más. Sólo que sus cenizas están guardadas en Nueva York. Yo hubiera querido traerlas para Holguín, guardarlas aquí, pero no me lo permiten... y eso me causa una gran preocupación. No sé si de verdad las tienen guardadas. Lázaro, su amigo, no me contesta. Yo le he escrito varias cartas pero nunca me ha contestado. Él debe tener las cenizas, pero quién sabe. No es cuestión de caprichos. Creo que al menos sus cenizas tengo derecho de reclamar. Yo creo que pensándolo bien ya lo he perdido casi todo.
- ¿Cómo desea despedirse de los lectores de su hijo sabiendo que, sin dudas, son muchos en esta ciudad y más allá de sus colinas?
- Deseándoles mucha felicidad. Y, que aunque sea algo tarde, les agradezco que hayan reconocido la obra de Reinaldo aquí. Y que se quede en la memoria de los holguineros, sobre todo, su obra y todo lo que se quedó inconcluso. Todo lo que él quiso hacer y que ya el tiempo no le alcanzó. Les agradezco que lo admitan y les deseo muchas felicidades.
Tomado de El Caimán Barbudo

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