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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

15 de marzo de 2017

Calixto García. Biografía. 100


1898, Junio 15
Calixto ordena al Gral. Capote que impida que los españoles de Holguín marchen sobre Santiago
Desde su campamento en las riberas del Cauto da órdenes al general Capote de que cubra la retaguardia e impida que los españoles de Holguín marchen sobre Santiago:
“Sitúese en lugar a propósito para impedir que esas fuerzas se reúnan, todo el que sea cubano está obligado a pelear por la patria. Armas y parque hay en Bijarú… sobre usted caerá la responsabilidad de lo que suceda”.

1898, Junio 16
Desde la cima de una elevación Calixto ve en la costa  una centena de barcos americanos
Mariano Corona dice que ese día en el campamento El Aguacate le repusieron al general las cabalgaduras que estaban al caer exhaustas del ajetreo a que las tenía sometida, marchando de un punto a otro de la provincia.
A las cinco y media de la mañana, el general seguido de su Estado Mayor, la escolta y un regimiento de infantería, deja El Aguacate y emprende penosa marcha a través de la Maestra, cruzando por peligrosas estribaciones, salvando arroyos y bordeando precipicios. Y cuando llega adonde iba, desde la cima de una elevación ve un espectáculo que le resulta gratísimo: en las inmediaciones de la costa hay una centena de barcos aliados: acorazados, cruceros, destructores, buques auxiliares y de transporte. Es ese el poder naval americano, que unido a los mambises, habrá de abatir el dominio hispano en América.

1898, Junio 19
Calixto es recibido en uno de los acorazados de los EE.UU.









Llega el general al Aserradero, punto que está a solo 22 kilómetros al oeste de Santiago de Cuba, fue por donde él desembarcó para sumarse a la guerra chiquita. Allí están concentradas por orden suyas las segundas divisiones de los primeros y segundos cuerpos, al mando de los generales Rabí, Cebreco y Lora.
Ese día el general recibe en Aserradero a tres oficiales del Estado Mayor del Almirante Sampson, por cuyo conducto aquel jefe le invita a pasar a bordo del acorazado Nueva York para una conferencia, la primera entre el general García y los jefes americanos.
Dice Mariano Corona que el general debió sufrir su primera decepción[1] de los americanos en aquella nave guerrera, pues si bien fue recibido como correspondía a un jefe de su alta graduación, con las salvas de ordenanzas, nada más tocaron el himno nacional estadounidenses y no el himno bayamés.

Calixto visto por los americanos
El general hizo una favorable impresión a los militares americanos. Chadwick lo describe así: “Era un hombre alto, de cara bondadosa, con una extraordinaria cicatriz vertical en la frente, causada por una bala al tratar de suicidarse cuando cayó prisionero de los españoles. Inspiró mucha confianza a Sampson quien, por lo común, tardaba en decidirse para fiarse de esa manera”.
Mariano Corona afirma que el almirante Sampson quería tomar Santiago sin esperar a las tropas de Shafter, operando él con García y atacando la plaza por tierra y mar: las fortificaciones de la costa y la entrada serían bombardeadas por la escuadra, las de tierra por Calixto. Pero el General cubano le hizo comprender lo improbable del triunfo[2].



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[1] Antes de seguir, conviene echar una mirada, con ojos crítico, al campo de nuestros aliados americanos. Su Estado Mayor ya no solamente padecen de desconcierto superior por ejecutar una campaña sin plan estratégico alguno, sino que ahora se siente la falta de un Estado Mayor capacitado que mueva los elementos del mando con precisión, e igual, se siente la falta de un departamento de administración militar que provea de lo necesario a las tropas. Oigamos el testimonio de autores americano: Carlos Muecke Bertel escribió: “Con la declaración de guerra comenzó la serie de errores y desaciertos del ejército americano sobre concentración, selección de jefes, transportes y aprovisionamiento. Sus fusiles usaban pólvora negra que entonces hasta el ejército español había desechado. El Departamento de la guerra creía que en septiembre habían terminado las lluvias en Cuba, lo que no es cierto y asimismo la prensa americana publicaba datos precisos y preciosos sobre las cuestiones del servicio, manteniendo enterado al enemigo de todos los movimientos de las tropas y de los elementos con que disponía y finalmente, se creía que en Cuba no había más de ochenta mil soldados españoles, cuando en verdad pasaban de doscientos mil”.
El famoso Roosevelt, uno de los oficiales de las tropas que ocuparon Cuba, escribió: “Prometieron trasladar mi regimiento en cuarenta y ocho horas y tardaron noventa y seis, dándole la comida a los soldados y a los animales de noche, por lo que los soldados no descansaron”.
Edgard Marshall en “The history of the Rouge Rider” dice: “Un día un regimiento llegó a Tampa y los bajaron de los carros del ferrocarril media docena de millas antes del campamento y los carros con los avíos de cocina los dejaron en un distrito lejano”.
Muecke agrega que se escogió Tampa como punto de concentración, donde el agua era mala y escasa, por la influencia que sobre el Secretario de la Guerra tenía un ricacho dueño allí de hoteles y líneas de ferrocarril.
El mismo general Miles le dice al general Argel en 4 de junio de 1898: “Víveres, equipajes y equipos son mandados sin conocimiento, así es que los oficiales tienen que abrir los carros para ver lo que contienen, esto es, si es material de guerra, comida, equipos para la caballería… quince carros con uniformes fueron a parar a 25 millas de Tampa y se quedaron allí algunas semanas, en tanto los soldados sufrían por falta de ellos. Cinco mil rifles que se necesitaban para varios regimientos fueron encontrados ayer”.
Las tropas que fueron trasladadas de territorios fríos como Dakota del Norte y Montana, venían con vestuario propio de aquellos lugares, cargadas con pesadísimos y gruesos sobre todos que, en el trayecto de Siboney hasta Santiago, hubieron de arrojar.
Pero coinciden la mayoría de los autores en decir que lo peor de todo era que el ejército americano vino mandado por un hombre perfectamente incapacitado para servicio en el trópico por su pesos extraordinario, 325 libras, lo que lo hacía inepto para la equitación, inútil para la marcha a pie, siempre rendido por el agobiante calor, el Mayor General de Voluntario W. Shafter.

[2] Posteriormente cuando Shafter y Sampson cambiaron impresiones sobre sus planes respectivos para la captura de Santiago y Sampson expuso su plan, que consistía en atacar por tierra el Morro y La Socapa, en tanto la escuadra penetraría en el canal y hundiría la escuadra española, ayudando luego, desde la bahía, a la captura de Santiago, Shafter tuvo un momento de lucidez y cordura, el único en que se mostró su buen juicio, y dijo: “antes de hacer nada debemos entrevistarnos con Calixto García”.

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