1898,
Junio 15
Calixto
ordena al Gral. Capote que impida que los españoles de Holguín marchen sobre
Santiago
|
Desde
su campamento en las riberas del Cauto da órdenes al general Capote de que
cubra la retaguardia e impida que los españoles de Holguín marchen sobre
Santiago:
“Sitúese en lugar a propósito para
impedir que esas fuerzas se reúnan, todo el que sea cubano está obligado a
pelear por la patria. Armas y parque hay en Bijarú… sobre usted caerá la
responsabilidad de lo que suceda”.
|
|
1898,
Junio 16
Desde
la cima de una elevación Calixto ve en la costa una centena de barcos americanos
|
Mariano
Corona dice que ese día en el campamento El Aguacate le repusieron al general
las cabalgaduras que estaban al caer exhaustas del ajetreo a que las tenía
sometida, marchando de un punto a otro de la provincia.
A
las cinco y media de la mañana, el general seguido de su Estado Mayor, la
escolta y un regimiento de infantería, deja El Aguacate y emprende penosa
marcha a través de la
Maestra, cruzando por peligrosas estribaciones, salvando
arroyos y bordeando precipicios. Y cuando llega adonde iba, desde la cima de
una elevación ve un espectáculo que le resulta gratísimo: en las
inmediaciones de la costa hay una centena de barcos aliados: acorazados,
cruceros, destructores, buques auxiliares y de transporte. Es ese el poder
naval americano, que unido a los mambises, habrá de abatir el dominio hispano
en América.
|
|
1898,
Junio 19
Calixto
es recibido en uno de los acorazados de los EE.UU.
|
Llega
el general al Aserradero, punto que está a solo 22 kilómetros al
oeste de Santiago de Cuba, fue por donde él desembarcó para sumarse a la
guerra chiquita. Allí están concentradas por orden suyas las segundas
divisiones de los primeros y segundos cuerpos, al mando de los generales
Rabí, Cebreco y Lora.
Ese
día el general recibe en Aserradero a tres oficiales del Estado Mayor del
Almirante Sampson, por cuyo conducto aquel jefe le invita a pasar a bordo del
acorazado Nueva York para una conferencia, la primera entre el general García
y los jefes americanos.
Dice
Mariano Corona que el general debió sufrir su primera decepción[1] de
los americanos en aquella nave guerrera, pues si bien fue recibido como
correspondía a un jefe de su alta graduación, con las salvas de ordenanzas,
nada más tocaron el himno nacional estadounidenses y no el himno bayamés.
|
|
Calixto
visto por los americanos
|
El
general hizo una favorable impresión a los militares americanos. Chadwick lo
describe así: “Era un hombre alto, de
cara bondadosa, con una extraordinaria cicatriz vertical en la frente,
causada por una bala al tratar de suicidarse cuando cayó prisionero de los
españoles. Inspiró mucha confianza
a Sampson quien, por lo común, tardaba en decidirse para fiarse de esa
manera”.
Mariano
Corona afirma que el almirante Sampson quería tomar Santiago sin esperar a
las tropas de Shafter, operando él con García y atacando la plaza por tierra
y mar: las fortificaciones de la costa y la entrada serían bombardeadas por
la escuadra, las de tierra por Calixto. Pero el General cubano le hizo
comprender lo improbable del triunfo[2].
|
|
|
|
|
|
Anterior Siguiente
|
[1] Antes de seguir, conviene echar una
mirada, con ojos crítico, al campo de nuestros aliados americanos. Su Estado
Mayor ya no solamente padecen de desconcierto superior por ejecutar una campaña
sin plan estratégico alguno, sino que ahora se siente la falta de un Estado
Mayor capacitado que mueva los elementos del mando con precisión, e igual, se siente
la falta de un departamento de administración militar que provea de lo
necesario a las tropas. Oigamos el testimonio de autores americano: Carlos
Muecke Bertel escribió: “Con la declaración de guerra comenzó la serie de
errores y desaciertos del ejército americano sobre concentración, selección de
jefes, transportes y aprovisionamiento. Sus fusiles usaban pólvora negra que
entonces hasta el ejército español había desechado. El Departamento de la
guerra creía que en septiembre habían terminado las lluvias en Cuba, lo que no
es cierto y asimismo la prensa americana publicaba datos precisos y preciosos
sobre las cuestiones del servicio, manteniendo enterado al enemigo de todos los
movimientos de las tropas y de los elementos con que disponía y finalmente, se
creía que en Cuba no había más de ochenta mil soldados españoles, cuando en
verdad pasaban de doscientos mil”.
El
famoso Roosevelt, uno de los oficiales de las tropas que ocuparon Cuba,
escribió: “Prometieron trasladar mi regimiento en cuarenta y ocho horas y
tardaron noventa y seis, dándole la comida a los soldados y a los animales de
noche, por lo que los soldados no descansaron”.
Edgard
Marshall en “The history of the Rouge Rider” dice: “Un día un regimiento llegó
a Tampa y los bajaron de los carros del ferrocarril media docena de millas
antes del campamento y los carros con los avíos de cocina los dejaron en un
distrito lejano”.
Muecke
agrega que se escogió Tampa como punto de concentración, donde el agua era mala
y escasa, por la influencia que sobre el Secretario de la Guerra tenía un ricacho
dueño allí de hoteles y líneas de ferrocarril.
El
mismo general Miles le dice al general Argel en 4 de junio de 1898: “Víveres,
equipajes y equipos son mandados sin conocimiento, así es que los oficiales
tienen que abrir los carros para ver lo que contienen, esto es, si es material
de guerra, comida, equipos para la caballería… quince carros con uniformes
fueron a parar a 25 millas
de Tampa y se quedaron allí algunas semanas, en tanto los soldados sufrían por
falta de ellos. Cinco mil rifles que se necesitaban para varios regimientos
fueron encontrados ayer”.
Las
tropas que fueron trasladadas de territorios fríos como Dakota del Norte y
Montana, venían con vestuario propio de aquellos lugares, cargadas con pesadísimos
y gruesos sobre todos que, en el trayecto de Siboney hasta Santiago, hubieron
de arrojar.
Pero
coinciden la mayoría de los autores en decir que lo peor de todo era que el
ejército americano vino mandado por un hombre perfectamente incapacitado para
servicio en el trópico por su pesos extraordinario, 325 libras, lo que lo
hacía inepto para la equitación, inútil para la marcha a pie, siempre rendido
por el agobiante calor, el Mayor General de Voluntario W. Shafter.
[2] Posteriormente cuando Shafter y Sampson
cambiaron impresiones sobre sus planes respectivos para la captura de Santiago
y Sampson expuso su plan, que consistía en atacar por tierra el Morro y La Socapa, en tanto la
escuadra penetraría en el canal y hundiría la escuadra española, ayudando luego,
desde la bahía, a la captura de Santiago, Shafter tuvo un momento de lucidez y
cordura, el único en que se mostró su buen juicio, y dijo: “antes de hacer nada
debemos entrevistarnos con Calixto García”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario