Excavado
entre 1986 y 1988, en Chorro de Maíta apareció el único cementerio localizado
en Cuba en locaciones de comunidades aborígenes que practicaban la agricultura
y sabían crear objetos de cerámica, a los que tradicionalmente se les conoce el
Caribe como taínos.
El
descubrimiento del cementerio, que fue excavado con todo el cuidado posible y
siguiendo las técnicas disponibles para la arqueología cubana del momento, fue
un suceso científico y cultural. En los trabajos, dirigidos por el importante
arqueólogo Dr. José Manuel Guarch Delmonte y ejecutados por la Sección de
Arqueología de la Academia de Ciencias de Cuba en Holguín, participaron
investigadores de distintas instituciones del país asociadas a la arqueología y
a la promoción del patrimonio.
Excavaciones en el Cementerio Chorro de Maíta. Fotografía tomada de los archivos del Departamento Centro Oriental de Arqueología, Holguín, Cuba. |
Fue esa la excavación de tipo horizontal más amplia realizada en Cuba hasta aquel momento, y supuso un gran esfuerzo económico y científico. La labor de los arqueólogos fue seguida por la prensa que dijo que era aquella la consolidación de la práctica arqueológica nacional, igualmente la consideraron las autoridades patrimoniales y científicas.
De
forma paralela a la excavación se decidió la construcción de un museo,
inaugurado sólo dos años después de la conclusión de aquellas.
Los
restos humanos, obviamente, fueron retirados para su estudio. En su lugar se
colocaron réplicas que mantuvieron una gran fidelidad con los caracteres
anatómicos y la posición en que se encontraron tanto los esqueletos como el resto
del material asociado. Además se reprodujo cada detalle estratigráfico.
Así
el museo, totalmente nuevo para el público cubano, resultó una instantánea tridimensional
del núcleo del Área de entierros, con una enorme fuerza visual. A su alrededor
se colocaron vitrinas en las que se exponen réplicas de valiosos objetos de
metal a base de oro, hallados en uno de los entierros.
En
1991 el descubrimiento del cementerio fue premiado por la Academia de Ciencias
de Cuba y el sitio fue declarado monumento patrimonial de la nación cubana. Ambos
reconocimientos se sustentaron en el carácter único del lugar que,
inmediatamente se convirtió en un símbolo del pasado indígena y en una visión
de los manejos mortuorios de aquellas sociedades.
Paralelo
al proceso de excavación y construcción del museo se hicieron unos pocos
estudios a los restos, a los objetos asociados a éstos y a una pequeña zona
fuera del área funeraria. Con esos datos básicos se explicó el material
expuesto y se supuso que posteriormente se harían otros estudios que a la
verdad no se pudieron hacer por los problemas económicos que padeció el país.
A
lo único que pudieron llegar los especialistas fue a resúmenes o interpretaciones
del dato inicial, hechos esos por el mismo Dr. José Manuel Guarch en 1994 y
1996 y a algunos esfuerzos aislados de investigación sobre los restos humanos
hechos por Rodríguez Arce en 1994 y 2003.
Ninguno
de esos estudios o intentos de interpretación tuvo en cuenta el visible vínculo
de los aborígenes y europeos o a su materialidad, a pesar de que se reconoció. En
verdad a lo que se dedicaron los
arqueólogos fue a la preeminencia de lo aborigen llegando a interpretaciones
que ahora sabemos que fueron erróneas. El autor de esta disertación compartió
esos enfoques en 2003 y 2005. Pero más adelante, cuando al fin se pudo hacer
los estudios pospuestos por tanto tiempo, la opinión cambió.
A
explicar cómo se llegó a esa nueva visión y a enunciarla es a lo que se dedican
estos textos.
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