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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

19 de enero de 2017

Calixto García. Biografía. 25


1872, Noviembre

Barajagua
El vencedor de Guisa está en el campamento de Barajagua, situado en las proximidades de Holguín. Su estrategia ha fructificado: atacando a los españoles en sus reductos, los obliga a agazaparse en los fuertes y en las trincheras de las plazas más guarnecidas, dejando el bosque y la campiña a los cubanos.
Dice Casasús que por esta época el Presidente Céspedes tiene sus ojos puestos en Calixto, a quien quiere llevar a la jefatura del ejército, haciéndole su hombre de confianza. Mientras tanto Calixto madura una idea que le ronda: tomar los pueblos de Holguín y Manzanillo.
1872, Finales de octubre
El General García encamina a sus hombres sobre Holguín
Calixto pone en marcha a sus hombres, había decidido atacar a Holguín. (Para ello había adoptado las disposiciones pertinentes). Y cuando ya está cerca del pueblo manda a la tropa a que de media vuelta. Es que lo persigue una fuerte columna enemiga y el caudillo sabe esperar por el momento oportuno.
Calixto busca  a Máximo Gómez
En el camino de vuelta, Calixto va pensando en su maestro en las artes de la guerra, Máximo Gómez, destituido y solitario por las maniguas. La tropa regresa y hace campamento en Barajagua.
Fernando Figueredo dice que Calixto va donde Gómez y lo trae a su Cuartel General porque bien sabía el holguinero que el Presidente Céspedes no tenía predisposición ninguna contra el valiente dominicano.
Carácter de Calixto
En su libro “Calixto García. El Estratega” relata Casasús una anécdota oída al coronel León Primelles Agramonte, quien fuera ayudante de Máximo Gómez. Resulta que acampados los dos generales a poca distancia uno del otro, desde donde se hallaba Gómez se escuchaba la voz alterada de Calixto, por lo que comentó Gómez: "Ya está Calixto tocando diana...."[1]
1872, Noviembre 17
Gómez y Céspedes se reencuentran en el campamento de Calixto en Barajagua
El Presidente Céspedes, que está en Barajagua, escribió: “Llegó al campamento el General Máximo Gómez e inmediatamente pidió permiso para presentarme sus respetos. Lo recibí con la mayor cortesía. Me alegó disculpa porque sus malezas le habían impedido venir antes a ponerse a mis órdenes, como él lo deseaba. Estuvimos conversando largo rato.
“En la mañana siguiente oí gran vocerío y muchas gentes corriendo mientras daban vivas a Cuba. Entró un tumulto a mi rancho, todos me apretaban las manos, mientras los generales Calixto García y Máximo Gómez me estrechaban entre sus brazos. Todo era causado por la noticia de la llegada de una expedición…
“Gómez me gritaba por encima de la multitud: ¡A Occidente Presidente, vamos a Occidente… mándeme a mi, Presidente, mándeme a mi a occidente, suplicaba Gómez en el mismo tono con que un hijo le pide a su padre una fruta que tiene suspendida en la mano. Tales palabras en boca de tal hombre me parecieron la mejor prueba de la sinceridad con que me ofrecía sus servicios[2]. Eso me afectó sobremanera”. Posteriormente, por orden del Presidente Céspedes, Máximo Gómez sería el sustituto de Ignacio Agramonte a la muerte de aquel.



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[1] De Calixto cuenta Gerardo Castellanos, que: “Sus exabruptos eran terribles y peligrosos y ya, montado en cólera, no cedía ni un ápice (...) Se encrespaba como un mar huracanado y estallaba en una formidable agresión de palabras. Y si la víctima era (...) un holguinero entonces el primer dicterio era huevi-blanco (...) y acto seguido agregaba: ¡Pendejo! (...)
Aunque la dureza de su carácter es notoria y pública, también lo es que una vez ocurrida una cólera a seguida advertía su error, llamaba al injuriado y con jovialidad y gentileza procuraba curar la herida (...)
Cierta vez Calixto estuvo demasiado violento con un oficial da su tropa, y pasado aquel mal momento consultó el caso con su secretario y Jefe de Despacho del Ejército del Departamento Oriental, el entonces Teniente Coronel Manuel Rodríguez Fuentes a quien Calixto estimaba mucho (...) para conocer si se había portado muy violento y había sido injusto con el oficial reprendido y si lo había injuriado; como Rodríguez Puentes asintió la el general, arrepentido de su comportamiento, le respondió que debió habérselo dicho en el momento. Entonces el y Rodríguez Fuentes acordaron que de repetirse esas violentas expresiones de enojo y pasara de la represión correcta al insulto personal y grosero, éste Rodríguez Fuentes de forma discreta se acercara a Calixto y exclamara en voz baja; "¡Ave María Purísima, general!" De esta forma Calixto se daría cuenta que se estaba excediendo en su lenguaje y tono”.


[2] Aquí se revela la figura de Calixto como político y admirable conciliador de cubanos en discordia. Además, era esa la segunda vez que a su noble gestión se debe el servicio de la espada de Gómez a la revolución cubana. (La primera vez fue cuando lo incorporó a las filas de Donato Mármol en los días iniciales de la contienda).

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