Por:
Ángel Quintana
Las
tres grandes casonas de don Francisco Rondán y Rodríguez, mayormente conocido
por el sobre nombre de Manco Rondán, están rodeadas de leyendas que hablan,
todas, de la existencia de túneles secretos.
La
siguiente nota da cuenta de la de La Casa Larga, ubicada en el poblado de
Auras, posteriormente nombrada Floro Pérez en homenaje a ese combatiente
asesinado por la dictadura de Gerardo Machado.
El
Manco mandó a construir esa casa a mediados del 1800 y, según un viejo
residente en ese poblado, fue el constructor del edificio misterioso José
Manuel Capote.
Dice
la tradición popular que el dueño de la más grande fortuna de la comarca
durante la segunda mitad del siglo en que vivió reunió tanto dinero gracias a turbulentos
negocios que iban desde el tráfico de esclavos, hasta el asesinato de huéspedes
adinerados en la referida Casa Larga.
Sobre
los trajines del Manco de Auras dijo la octogenaria Claudina González que su
padre, un carpintero del pueblo nacido en 1863, le contaba que Rondán tenía en
La Casa Larga un mesón o posada donde solían hospedarse viajantes y vaqueros que
trasladaban ganado. En complicidad con un barbero que pelaba y afeitaba a los
visitantes, degollaba a los negociantes para robarle y los cuerpos los arrojaba
en los túneles de la misteriosa hostería. Y cuando tuvo dinero suficiente el
Manco lo usó para construir en Holguín su famosa Periquera.
Otro
anciano de Auras, entrevistado hace mucho tiempo ya, dijo que en el pueblo
había un dicho para evaluar a quienes cometían vilezas: "Eres igual que el
mando Rondán".
Otro
cuento que hacen los vecinos del pueblo es que en la casona es que en una de
las habitaciones había un pozo ciego sobre el que el Manco colocaba una mesa de
juego. Los forasteros que aceptaban una partida siempre ganaban y eso los
envalentonaba para apostar sumas mayores. Puesto el dinero sobre la mesa el
Manco apretaba un botón, se abría el piso y el jugador caía en el pozo que de
tan profundo seguro que llegaba hasta cerca de la China, cruzando por el centro
de la tierra. Todavía en el pueblo viven viejos que aseguran haber visto el
pozo profundísimo que por más que lo intentaron jamás pudieron cegarlo.
En
el exterior de la inmensa casa que ocupaba toda una cuadra, existían unos bancos
raros con espaldares altos como muros. Quienes se sentaban en ellos apenas podían ver y escuchar a quienes se
encontraban en el otro lado, por lo que eran una delicia para las parejas de
enamorados.
Un
fotógrafo jubilado, que de residió de niño en La Casa Larga, dijo que
para él era el edificio algo así como parte de un cuento de castillos
encantados que grabó en su lejana infancia y que jamás ha podido borrar.
En
distintas épocas allí hubo posada, barbería, panadería, tabaquería, cuartel
español y del ejército batistiano y hasta fue en la casona donde se instaló el
primer cine silente de Auras. De uno de sus pozos se extrajeron muchas armas
antiguas. Cuando desmantelaron el viejo horno de la panadería cayó una lluvia
de monedas de oro cayó sobre los demoledores.
La
voracidad e indolencia o posiblemente el miedo que el pueblo le tenía a la
casa, acabó con ella. Cuando la demolieron los vecinos usaron los tablones de
cedro del techo para fabricar muebles domésticos.
Todavía
hoy los vecinos esperan por los arqueólogos que quieran escarbar el suelo para
encontrar los túneles, si es que los hubo.
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