En los años posteriores a 1840
alcanzan brillo las actividades recreativas y culturales, entre ellas las puestas
de obras líricas y dramáticas en la Sociedad Filarmónica,
pero sobre todo los animados bailes y las retretas en la plaza que se
realizaban dos veces por semana, y también, especialmente, durante las fiestas del Santo
Patrón y los días de San Juan, Santiago y para celebrar los cumpleaños o bodas
de la realeza. Igual había retreta y también serenatas, dianas y bailes cuando
se producían visitas de gran distinción.
Por la fecha guarnecieron a
Holguín numerosos regimientos y todos tenían sus respectivas bandas de música.
Una que disfrutó del especial afecto de
los vecinos, por su calidad, fue la del Regimiento de Cataluña. En 1856 la
prensa recogió el siguiente elogio a dicha banda:
“En la espaciosísima Plaza de
Armas de esta ciudad, en la que pueden colocarse cómodamente 16 ó 20 batallones
en columna, se nota una animación particular, a pesar de los lutos que se
guardan. El motivo es la excelente banda del Regimiento de Cataluña que nos
guarnece, cuyos melodiosos acentos, sonora vibración, unidos al exquisito gusto
y notoria aplicación de su músico mayor Don Cayetano Pariera, embargan la
atención del público que le tributa las más cumplidas alabanzas. “Anteriormente
a su llegada apenas se conocía diferencia entre los días de retreta y los
normales”[1].
A las retretas solía llamársele entonces “ópera
barata”, porque sin costo alguno los paseantes podían disfrutar de grandes
creaciones de ese género que por entonces vivía un período de esplendor. Pero
tampoco faltaban en ellas otras modalidades europeas más populares, como los
valses, mazurkas y pasodobles. Y después, poco a poco, comenzaron a oírse
creaciones representativas de Cuba y así lo demuestra la crónica del periódico
“El Periquero”: “sin terminarse el variado programa de las piezas anunciadas,
sucedió lo que cualquiera pudo haber previsto, que la música clásica cedió su
puesto a la música cubana, esa que nadie supo definir y que todos concuerdan que
lleva dentro de sí misma un no se qué de lánguido adormecimiento imposible de
explicar, pero que domina e inspira el sello del deleite (…) haciendo con sus
acordes cadenciosos un compuesto que constituye la música por excelencia y un
baile que no tiene rival ni semejanza con ninguno del mundo”[2].
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