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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

22 de diciembre de 2016

De cuando surgió la costumbre de las Retretas en el actual Parque Calixto García, antes Plaza de Armas Isabel II




 

En los años posteriores a 1840 alcanzan brillo las actividades recreativas y culturales, entre ellas las puestas de obras líricas y dramáticas en la Sociedad Filarmónica, pero sobre todo los animados bailes y las retretas en la plaza que se realizaban dos veces por semana, y también, especialmente, durante las fiestas del Santo Patrón y los días de San Juan, Santiago y para celebrar los cumpleaños o bodas de la realeza. Igual había retreta y también serenatas, dianas y bailes cuando se producían visitas de gran distinción.

Por la fecha guarnecieron a Holguín numerosos regimientos y todos tenían sus respectivas bandas de música. Una que disfrutó del especial  afecto de los vecinos, por su calidad, fue la del Regimiento de Cataluña. En 1856 la prensa recogió el siguiente elogio a dicha banda:

“En la espaciosísima Plaza de Armas de esta ciudad, en la que pueden colocarse cómodamente 16 ó 20 batallones en columna, se nota una animación particular, a pesar de los lutos que se guardan. El motivo es la excelente banda del Regimiento de Cataluña que nos guarnece, cuyos melodiosos acentos, sonora vibración, unidos al exquisito gusto y notoria aplicación de su músico mayor Don Cayetano Pariera, embargan la atención del público que le tributa las más cumplidas alabanzas. “Anteriormente a su llegada apenas se conocía diferencia entre los días de retreta y los normales”[1].

A las retretas solía llamársele entonces “ópera barata”, porque sin costo alguno los paseantes podían disfrutar de grandes creaciones de ese género que por entonces vivía un período de esplendor. Pero tampoco faltaban en ellas otras modalidades europeas más populares, como los valses, mazurkas y pasodobles. Y después, poco a poco, comenzaron a oírse creaciones representativas de Cuba y así lo demuestra la crónica del periódico “El Periquero”: “sin terminarse el variado programa de las piezas anunciadas, sucedió lo que cualquiera pudo haber previsto, que la música clásica cedió su puesto a la música cubana, esa que nadie supo definir y que todos concuerdan que lleva dentro de sí misma un no se qué de lánguido adormecimiento imposible de explicar, pero que domina e inspira el sello del deleite (…) haciendo con sus acordes cadenciosos un compuesto que constituye la música por excelencia y un baile que no tiene rival ni semejanza con ninguno del mundo”[2].

  


[1] Sección Correspondencia, periódico “El Redactor”, Santiago de Cuba, 13 de abril de 1856, p 3.
[2] Crónica, periódico “El Periquero”, 14 de mayo 1888, p.2

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