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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

8 de diciembre de 2016

Camayd - Angelica Serrú



(Angélica Serrú, profesora y fundadora del Ballet en Holguín)

El día que Raúl recibió el Hacha de Holguín, también le entregaron ese, el más alto símbolo de la provincia, a Angélica Serrú.

Al triunfar la Revolución Raúl y yo, cada uno por su lado, ya habíamos desarrollado un trabajo cultural en Holguín.
Cuando se creó el organismo de Cultura, el doctor Silvio Grave de Peralta, que fue el primero en atender ese frente, enseguida nos localizó a través de Emilia Almaguer, que junto a él fue fundadora del organismo. Gracias a Silvio se pudo crear el Teatro Lírico y la Escuela de Ballet de Holguín.
Aunque Raúl y yo siempre nos quisimos mucho, era aquella una época en que teníamos unos choques tremendos, pero prevalecía, sobre todo, un gran espíritu de colaboración. Me acuerdo de un espectáculo en que con unos tablones habíamos improvisado un tabloncillo para que las niñas de la Escuela bailaran, pero aquello se movía y entonces Raúl y Martín Arranz sujetaban, cada uno, por un lado y la función se dio.
Otro día entro yo al Lírico y estaban ensayando sin pianista y cuando Raúl me ve me da una partitura y me dice: “Corre Angélica, ponte a tocar ahí”. Así vivíamos, pasando mil sacrificios, pero en realidad éramos felicies.
Cuando Raúl y Náyade se casaron yo dirigía el coro de los maestros, que era donde cantaba Náyade, y él me dijo que como regalo de bodas quería que le interpretáramos el “Querubín”, de Chaikovsky; nosotros no lo pensamos mucho y cantamos en la iglesia de San José, donde fue la boda. Fue algo bellísimo, pero mi regalo de bodas a Raúl y Náyade por poco me cuesta caro: los compañeros de la dirección del sindicato, que entonces lo dirigía Julio Reyes y del que era su organizador Ramón Ramón, prácticamente me hicieron un juicio porque ellos no entendían nuestra presencia en la iglesia. Luego Raúl me confesó que él no oyó ni una sola palabra de la ceremonia, concentrado como estaba en aquella música que, en el contexto en el que lo cantamos, era algo impresionante.
La vida me concedió el placer de recibir junto a Raúl numerosos reconocimientos. El más preciado para él, y para mí también, fue el Hacha de Holguín. El fue el primero que me felicitó en aquella noche de alegría y tristeza durante la que yo lloré muchísimo, también me felicitaron Náyade y su hija Nadia.
Hoy quiero recordar cosas alegres y siempre termina una entristeciéndose. Pero voy a contar algo muy simpático: Un día me dice: “Cambio este cassette del Metropolitan por una ensalada de pollo”, porque a él le encantaba como yo cocinaba y sobre todo mi ensaladas de pollo. Y efectivamente, pasamos un día maravilloso en mi casa, conversando en familia y mirando aquel video fabuloso del concierto por el centenario del Metropolitan Opera House. En momentos cuando conversábamos y salían a relucir los viejos tiempos, Raúl siempre me decía: “Angélica, vivimos la época del romanticismo”.

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