Por
Alexis Rojas Aguilera
Publicado
por el periódico ¡Ahora! El 20 Junio 2013
La
sorpresa fue mayúscula. Ante mis ojos, el ginecobstetra Ramón Cruz Villar,
desplegó sobre la mesa de su hogar en el reparto Pedro Díaz Coello de la ciudad
de Holguín, un número importante de piezas arqueológicas celosamente guardadas
a lo largo de décadas.
“Esto
es parte del fruto de las investigaciones que, empíricamente realizaba mi
padre, Ramón Cruz Alonso, en el campo de la espeleoarqueología”, dijo, “junto a
otros interesados, como José Antonio Riverón, residente en Cañadón, Banes,
hombre con conocimientos profundos en esta disciplina científica”.
Ramón Cruz Alonso, foto del entrevistado |
El
médico, que actualmente labora en el hospital clínico quirúrgico Lucía Íñiguez
Landín de la ciudad de Holguín, dijo a este reportero que esa actividad como
arqueólogo la practicó su padre con mucho entusiasmo en los años finales de la
década de 1930, cuando laboraba como contador-pagador de la bananera (United
Fruit Company) que operaba por entonces, antes de la II Guerra Mundial, en la
Bahía de Samá.
“A
veces, en la tranquilidad de la casa, papá contaba que recorrió muchas veces la
zona que es hoy famosa porque allí apareció el cementerio de Chorro de Maíta,
muy cerca del poblado de Boca de Samá, la cual por entonces, gozaba de una
relativa bonanza económica por la exportación del guineo (banano)”.
“Eso
hace evidente que para fecha tan temprana mi padre ya conocía de la importancia
arqueológica de Chorro de Maíta, y así lo dejó por escrito en un artículo que
publicó en la revista Bohemia en 1938, titulado Samá, cuna de la más perfecta organización indo-cubana, que está dedicado
a las investigaciones de su amigo José Antonio Riverón.
“En
el texto y también en una nota manuscrita dice mi padre refiriéndose a las
piezas arqueológicas todavía conservadas: Estos objetos arqueológicos fueron
encontrados en residuarios en la zona de Samá, exactamente en El Molino,
Yaguajay y Chorro de Maíta, año de 1937 durante exploraciones realizadas durante
años por el infatigable cubano señor José A. Riverón. Ellas prueban que,
indiscutiblemente, la zona de Samá, en Oriente, fue habitada hace cientos de
años por una raza de indios de superior cultura a las otras hasta ahora
conocidas o estudiadas en Cuba.”
El médico Ramón Cruz Villar, hijo de Ramón Cruz Alonso y albacea de su legado. |
Y
más adelante dice Cruz Alonso en la misma nota: “los objetos encontrados en las
incesantes correrías de Riverón por los asientos indios de Samá, creemos que
son únicos en Cuba, ya que no tenemos noticias de descubrimientos similares.
Entre esos hay más de 100 idolillos de una a cuatro pulgadas de altura,
perforados la mayoría de ellos en la parte superior, lo que es señal de haber
sido usados como adornos colgantes. Algunas de estas perforaciones son de un
diámetro tan estrecho que solo un cabello pasa por ellas y hace pensar en la
clase de “herramientas” que usaban para taladrar las pequeñitas cabezas de sus
idolitos. Unos semejan humanos con las manos cruzadas sobre el vientre o el
pecho, casi todos en cuclillas y sobre un rectángulo a manera de pedestal. Los
hay con el cráneo largo y aplastado, y otros casi redondos. También infinidad
de figuritas, todas de piedra y pequeñísimos, miniaturas más bien, para usar
como colgantes, cuentas para collares de redondez casi perfecta, miniaturas de
hachas, de pájaros, cabezas de perro y otras semejando monos, con salientes en
la parte posterior".
Más
adelante y después de referirse a otros numerosos hallazgos de Riverón, agrega
Cruz Alonso, que en la falda de un montículo y a un pie de profundidad, él encontró
un ídolo que es la parte superior de una cabeza que puede considerarse joya
real de su colección. Los ojos son de nácar de concha, incrustados en el hueso,
los dientes, formados en una sola pieza, también de concha, se encuentran
incrustados en la boca, completando la armonía de esta maravillosa obra las
orejas y nariz perfectamente delineadas.
Y
amplía la descripción: “La parte posterior de la cabeza, del cráneo al cuello,
tiene una talla delicada, en forma oblonga y a rayas y más abajo del cuello,
también en la parte posterior, a imitación de unas manecillas...y en la parte
inferior tiene una hendidura que le da forma de espátula en la punta. Un
taladrado bajo la talla posterior hace pensar que se usó como ídolo colgante.
Los rasgos que presenta en la parte posterior de la cabeza son semejantes a los
descubiertos por Harrintong en una cueva de Baracoa...que figura en la portada
de su libro Cuba before Columbus”.
Lamentablemente
en la colección de piezas que su hijo guarda no se encuentra el tal ídolo.
“Mi
padre también fue un empedernido a la espeleología. En esta foto se le ve en la
boca de una cueva, próxima a la ciudad de Gibara”
Finaliza
la nota refiriendo la lectura de obras de Fernando Ortíz, al que califica de
muy ilustre arqueólogo, y luego comenta los descubrimientos hechos en distintas
exploraciones de Montané, Harrintong, del mismo Ortíz y de otros distinguidos
especialistas, para asegurar rotundo que “ninguno de ellos ha descubierto en
Cuba, ídolos del tipo y perfección que muestran los que tiene coleccionados Riverón”.
"El
viejo era un gran admirador de Don Fernando Ortíz, afirma su hijo, el médico
Cruz Villar y como prueba irrefutable muestra un artículo del sabio publicó
también la revista Bohemia en 1966, bajo el epígrafe de Cuba Primitiva y con el
título Las razas indias. Este extraordinario texto lo guardó Cruz Alonso junto
a sus cosas más queridas, cuando todavía faltaba mucho para su muerte".
¿Quién fue Ramón Cruz Alonso?
Nació
el 13 de diciembre de 1909, en Bocas, barrio de Gibara y sus padres lo
nombraron Ramón Mariano Antonio Enrique Orestes Leocadio. Durante toda su vida
y hasta el día de su muerte, ocurrida el 3 de diciembre de 1986, fue un hombre
de causas justas.
Residente
en la calle Donato Mármol número 27, hoy 5, en Gibara, trabajó como Contador,
Tenedor de Libros, Agente de Aduanas, Mecanógrafo, Taquígrafo, Explorador y
sobre todo Pedagogo. Estuvo vinculado a esfuerzos revolucionarios contra las
tiranías de Gerardo Machado y Fulgencio Batista y a otros empeños relevantes,
como el logro de la enseñanza laica en todas las escuelas públicas cubanas.
Estudió y trabajó en los Estados Unidos, y dominaba perfectamente el inglés.
Era un lector nato.
Después
del triunfo de la Revolución cubana en 1959, fue alfabetizador y jefe de la
unidad zona sur de Gibara durante la dicha Campaña de Alfabetización, profesor
de la escuela Primaria Superior (fundada con su empeño personal, junto a otros
abnegados gibareños) y profesor de la Secundaria Básica Atanagildo Cajigal de
Gibara. Asimismo se desempeñó como director de Educación en el municipio,
subdirector de Administración y Enseñanza Técnico Profesional de la otrora
Región Holguín-Gibara. Igualmente responsable del Archivo Histórico de Gibara.
Eventualmente
ejerció el periodismo y fundó el grupo de aficionados a la espeleología de
Gibara.
“El
viejo, comentó cariñoso el hijo, era un hombre singular para su tiempo, un
hombre con una elevada cultura y amplia visión”.
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