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20 de febrero de 2017

El legado arqueológico de Ramón Alonso Cruz



Por Alexis Rojas Aguilera
Publicado por el periódico ¡Ahora! El 20 Junio 2013

 

La sorpresa fue mayúscula. Ante mis ojos, el ginecobstetra Ramón Cruz Villar, desplegó sobre la mesa de su hogar en el reparto Pedro Díaz Coello de la ciudad de Holguín, un número importante de piezas arqueológicas celosamente guardadas a lo largo de décadas.

“Esto es parte del fruto de las investigaciones que, empíricamente realizaba mi padre, Ramón Cruz Alonso, en el campo de la espeleoarqueología”, dijo, “junto a otros interesados, como José Antonio Riverón, residente en Cañadón, Banes, hombre con conocimientos profundos en esta disciplina científica”.

Ramón Cruz Alonso, foto del entrevistado

El médico, que actualmente labora en el hospital clínico quirúrgico Lucía Íñiguez Landín de la ciudad de Holguín, dijo a este reportero que esa actividad como arqueólogo la practicó su padre con mucho entusiasmo en los años finales de la década de 1930, cuando laboraba como contador-pagador de la bananera (United Fruit Company) que operaba por entonces, antes de la II Guerra Mundial, en la Bahía de Samá.

“A veces, en la tranquilidad de la casa, papá contaba que recorrió muchas veces la zona que es hoy famosa porque allí apareció el cementerio de Chorro de Maíta, muy cerca del poblado de Boca de Samá, la cual por entonces, gozaba de una relativa bonanza económica por la exportación del guineo (banano)”.

“Eso hace evidente que para fecha tan temprana mi padre ya conocía de la importancia arqueológica de Chorro de Maíta, y así lo dejó por escrito en un artículo que publicó en la revista Bohemia en 1938, titulado Samá, cuna de la más perfecta organización indo-cubana, que está dedicado a las investigaciones de su amigo José Antonio Riverón.

“En el texto y también en una nota manuscrita dice mi padre refiriéndose a las piezas arqueológicas todavía conservadas: Estos objetos arqueológicos fueron encontrados en residuarios en la zona de Samá, exactamente en El Molino, Yaguajay y Chorro de Maíta, año de 1937 durante exploraciones realizadas durante años por el infatigable cubano señor José A. Riverón. Ellas prueban que, indiscutiblemente, la zona de Samá, en Oriente, fue habitada hace cientos de años por una raza de indios de superior cultura a las otras hasta ahora conocidas o estudiadas en Cuba.”

El médico Ramón Cruz Villar, hijo de Ramón Cruz Alonso y albacea de su legado.

Y más adelante dice Cruz Alonso en la misma nota: “los objetos encontrados en las incesantes correrías de Riverón por los asientos indios de Samá, creemos que son únicos en Cuba, ya que no tenemos noticias de descubrimientos similares. Entre esos hay más de 100 idolillos de una a cuatro pulgadas de altura, perforados la mayoría de ellos en la parte superior, lo que es señal de haber sido usados como adornos colgantes. Algunas de estas perforaciones son de un diámetro tan estrecho que solo un cabello pasa por ellas y hace pensar en la clase de “herramientas” que usaban para taladrar las pequeñitas cabezas de sus idolitos. Unos semejan humanos con las manos cruzadas sobre el vientre o el pecho, casi todos en cuclillas y sobre un rectángulo a manera de pedestal. Los hay con el cráneo largo y aplastado, y otros casi redondos. También infinidad de figuritas, todas de piedra y pequeñísimos, miniaturas más bien, para usar como colgantes, cuentas para collares de redondez casi perfecta, miniaturas de hachas, de pájaros, cabezas de perro y otras semejando monos, con salientes en la parte posterior".

Más adelante y después de referirse a otros numerosos hallazgos de Riverón, agrega Cruz Alonso, que en la falda de un montículo y a un pie de profundidad, él encontró un ídolo que es la parte superior de una cabeza que puede considerarse joya real de su colección. Los ojos son de nácar de concha, incrustados en el hueso, los dientes, formados en una sola pieza, también de concha, se encuentran incrustados en la boca, completando la armonía de esta maravillosa obra las orejas y nariz perfectamente delineadas.
Y amplía la descripción: “La parte posterior de la cabeza, del cráneo al cuello, tiene una talla delicada, en forma oblonga y a rayas y más abajo del cuello, también en la parte posterior, a imitación de unas manecillas...y en la parte inferior tiene una hendidura que le da forma de espátula en la punta. Un taladrado bajo la talla posterior hace pensar que se usó como ídolo colgante. Los rasgos que presenta en la parte posterior de la cabeza son semejantes a los descubiertos por Harrintong en una cueva de Baracoa...que figura en la portada de su libro Cuba before Columbus”.

Lamentablemente en la colección de piezas que su hijo guarda no se encuentra el tal ídolo.

 

“Mi padre también fue un empedernido a la espeleología. En esta foto se le ve en la boca de una cueva, próxima a la ciudad de Gibara”

Finaliza la nota refiriendo la lectura de obras de Fernando Ortíz, al que califica de muy ilustre arqueólogo, y luego comenta los descubrimientos hechos en distintas exploraciones de Montané, Harrintong, del mismo Ortíz y de otros distinguidos especialistas, para asegurar rotundo que “ninguno de ellos ha descubierto en Cuba, ídolos del tipo y perfección que muestran los que tiene coleccionados Riverón”.

 

"El viejo era un gran admirador de Don Fernando Ortíz, afirma su hijo, el médico Cruz Villar y como prueba irrefutable muestra un artículo del sabio publicó también la revista Bohemia en 1966, bajo el epígrafe de Cuba Primitiva y con el título Las razas indias. Este extraordinario texto lo guardó Cruz Alonso junto a sus cosas más queridas, cuando todavía faltaba mucho para su muerte".

¿Quién fue Ramón Cruz Alonso?

Nació el 13 de diciembre de 1909, en Bocas, barrio de Gibara y sus padres lo nombraron Ramón Mariano Antonio Enrique Orestes Leocadio. Durante toda su vida y hasta el día de su muerte, ocurrida el 3 de diciembre de 1986, fue un hombre de causas justas.

Residente en la calle Donato Mármol número 27, hoy 5, en Gibara, trabajó como Contador, Tenedor de Libros, Agente de Aduanas, Mecanógrafo, Taquígrafo, Explorador y sobre todo Pedagogo. Estuvo vinculado a esfuerzos revolucionarios contra las tiranías de Gerardo Machado y Fulgencio Batista y a otros empeños relevantes, como el logro de la enseñanza laica en todas las escuelas públicas cubanas. Estudió y trabajó en los Estados Unidos, y dominaba perfectamente el inglés. Era un lector nato.

Después del triunfo de la Revolución cubana en 1959, fue alfabetizador y jefe de la unidad zona sur de Gibara durante la dicha Campaña de Alfabetización, profesor de la escuela Primaria Superior (fundada con su empeño personal, junto a otros abnegados gibareños) y profesor de la Secundaria Básica Atanagildo Cajigal de Gibara. Asimismo se desempeñó como director de Educación en el municipio, subdirector de Administración y Enseñanza Técnico Profesional de la otrora Región Holguín-Gibara. Igualmente responsable del Archivo Histórico de Gibara. 

Eventualmente ejerció el periodismo y fundó el grupo de aficionados a la espeleología de Gibara.

“El viejo, comentó cariñoso el hijo, era un hombre singular para su tiempo, un hombre con una elevada cultura y amplia visión”.

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