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29 de marzo de 2019

Fiestas patrias (Memorias de José Juan Arrom)



Memorias de José Juan Arrom, Profesor Emérito de la Universidad de Yale y Doctor Honoris Causa de la Universidad de La Habana. Académico, etnólogo, hispanista, historiador y divulgador de la cultura cubana. En su obra se mezcla lo erudito y lo popular en un cubanísimo estilo. 


Banda Municipal de Mayarí desfila por el pueblo (1952)
Las fiestas patrias se celebraban con mucho fervor. Recuerdo el programa de un 24 de febrero en que se conmemoraba el principio de la Guerra de Independencia. Comenzaba muy de mañana con una diana que tocaba la banda municipal, marchando por la calle Leyte Vidal. Todos los niños nos levantábamos entusiasmados para ver a los músicos desfilar. Luego desayunábamos y nos vestíamos con nuestros mejores trajes, algunos hasta estrenaban zapatos nuevos. Nos reuníamos en el colegio y salíamos desde allá con nuestros maestros en un desfile infantil hasta llegar al Centro de Veteranos.

El acto patriótico siempre era igual. Se invitaba a algún destacado ciudadano para que diera el discurso de apertura. Un año se invitó a un farmacéutico santiaguero que tenía fama de ser gran orador. Todavía recuerdo las frases con que empezó su discurso: “Señores profesores, queridos niños, damas y caballeros: en esta patriótica ocasión quisiera ser un Demóstenes o un Castelar para celebrar con una brillante alocución este importante día. Y quisiera que en este momento el fosfato de calcio de mi cerebro me permitiera elevarme a la altura y belleza de esta gran fiesta cubana”.

Mientras seguía su retórica disertación, los niños y niñas aprovechábamos para sentarnos a la sombra y algunos para quitarse los zapaticos que les apretaban. Y luego comenzaban las recitaciones de poemas por los niños que habían sido escogidos para participar en ese acto. A mí me tocó recitar versos de José Martí que decían: “Del ancho Cauto a la Escambraica Sierra, / Ruge el cañón…” y por ahí continuaba yo recitando y rogando a todos los santos que no se me olvidara ningún verso en medio de mi entusiaso.

Después de más de una hora de interminables recitaciones, el director de la escuela, don Huberto Tamayo, cerraba el acto con palabras alusivas a la celebración. Volvíamos a ponernos de pie y formábamos filas para regresar a la escuela bajo el calor del brillante sol tropical, nuestra felicidad mezclada ahora con el sudor y el cansancio. 


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