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29 de marzo de 2019

Clubes sociales, Mayarí (Memorias de José Juan Arrom)



Memorias de José Juan Arrom, Profesor Emérito de la Universidad de Yale y Doctor Honoris Causa de la Universidad de La Habana. Académico, etnólogo, hispanista, historiador y divulgador de la cultura cubana. En su obra se mezcla lo erudito y lo popular en un cubanísimo estilo. 


Colonia española, Mayarí, Holguín, Cuba
En Mayarí había una vida social muy interesante, porque tenía varios clubes socioculturales. La Colonia Española era para los españoles y sus familias, y se hallaba en una casa preciosa con salones de baile. Para los cubanos blancos de la mejor calidad, es decir, médicos, abogados, comerciantes, etc, estaba el Liceo. La gente de color también tenía sus propias sociedades, como el club Le Printemps (La Primavera), y otro que apareció después, el Minerva, al cual pertenecían médicos, abogados y farmacéuticos de color. Además, había un club femenino, que se llamaba Imperio, para las señoras blancas de la “gente bien”, como se decía entonces, y para sus hijos y nietos. Y allí se hacían bailes y rifas y fiestas. Así que para un pueblo tan pequeño, tener tantos clubes prueba la sociabilidad de los habitantes, que querían tener cultura y reuniones y alegría.

Mi padre era socio de la Colonia Española. En esa época, pocos años después de que Cuba se independizara, había un gran número de súbditos españoles, que se quedaron en Mayarí con sus comercios o con sus carreras. Papá se sentía español y cubano, ambas cosas. Sus raíces españolas estaban clarísimas, era súbdito español. pero después vino la Guerra Civil española, y sus hijos eran cubanos y su mujer era cubana, así que, poco a poco, sin hacer ningún acto público ni cambiar ningún documento, vino a sentirse cubano también. Otros socios seguían sintiéndose españoles, pero los hijos ya nos sentíamos cubanos, y estábamos completamente unidos en una sola sociedad.

Mi adre era socia del club Imperio, y también era su tesorera. El club de vez en cuando daba un gran baile donde íbamos muchos jóvenes. Alguna que otra vez, en lugar de estar bailando donde todo el mundo nos viera, nos pasábamos al segundo cuarto y nos dábamos un besito o cualquier cosa. Y entonces un día una señora le dice a mi madre: “Ay, Marina, tú que eres la matrona de este baile, tienes que ver que los muchachos no se excedan en su cariño”. Y mi mamá le respondió: “Mira, yo tengo aquí bailando a dos gallitos, mis hijos. Las mamás de las gallinitas que las cuiden ellas”.


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