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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

25 de agosto de 2017

El Guayabero en la prensa/Hablemos hoy de un criollo juglar



Mario Romaguera Garrido.
Periódico Sierra Maestra, julio 1985

Una figura magra, larga como una vara, de andar parsimonioso y a ratos llena de dificultades en sus movimientos, con un no menos largo y negro estuche colgado de su mano derecha, y con un sombrero de pajilla pintado de blanco, del cual nadie sabe cuántos años lleva sobre su cabeza, invade provincias y municipios del país, especialmente de las provincias orientales y, junto con el grupo que creó desde hace unos años, «pone la cosa sabrosa en cualquier fiesta».
Juglar codiciado en muchos lugares, este músico que siempre parece estar triste o por lo menos lleno de melancolía, holguinero para más señas, es un «punto obligado» en los mejores rumbones que se han organizado en Santiago de Cuba en los últimos años. Ha sido un puntal excelente en nuestras Semanas de la Cultura en la Calle Heredia, ha grabado discos para la EGREM Siboney, y desde hace tres años tiene reservado para sí un rinconcito en Calle H de Sueño, donde en los días de nuestro Carnaval monta su pedacito de patrimonio cultural la hermana provincia de Holguín.
¿A quiénes no les ha parecido que Faustino Orama es un hombre taciturno y hasta triste? Sin embargo, detrás de esa fachada de innata tristeza, o por lo menos de «hombre serio», fluye una personalidad sui géneris de nuestra música popular, corre por sus venas, límpida sangre de tradición sonera, y cuando sube a una tarima ese carácter se transforma, para convertirse en el de El Guayabero, trotamundos de la música criolla, maestro de ese atrevido doble sentido que heredamos de la cultura hispana...
De hablar pausado como él mismo, las entonaciones de El Guayabero no son rápidas, pero sí precisas, y cuando todo parece indicar que ese incursionar suyo va a traspasar los límites de lo permisible, entonces se aparece con una modalidad que «pone todo en su lugar» y mantiene su grave apariencia de «hombre de todo respeto», y es cuando a veces proclama en sus cadenciosas décimas: «Si me equivoco me busco una granja».
Y he aquí que todo aquel aire peculiar que roza la incomunicación con el público, se rompe como por encanto, al influjo de la magia de sus picarescos sones, mientras su guitarra marca el ritmo, y el bajo y los bongoes de su grupo hacen que los bailadores se «ripien», ya sea en medio del cálido sol santiaguero o el frescor de las noches del norte oriental, y así estaremos un rato admirando al juglar, otros riéndonos con sus «cosas» y los más, pues dando vueltas como un trompo, guiados por el sabroso y cadencioso son que él saca de su ego y del talento artístico de sus eternos acompañantes.
Así lo vimos en el último Carnaval, alegrando a todos los que tuvieron la dicha de estar un pedacito de la noche en el área de Holguín; de este modo, seguro que lo verán los propios holguineros, en cuanto llegue allí su jolgorio veraniego.
¿Cuántos años frisa El Guayabero? No lo sabemos, ya que no nos atrevimos a preguntárselo. Más se nos antoja que Faustino Orama resiste el paso de los años, porque se ha dedicado a hacer felices a los demás. Y, ¿acaso este no es también un modo de ser feliz y de «saber agacharse a tiempo en cuanto otro almanaque se aproxima»?
Por lo pronto, felicidades Guayabero, y que duren muchos más años esa aparente y muy bien estudiada tristeza, ese sombrero que llevas para contener el fuerte sol, esa guitarra que llevas colgando, esa Marieta que has hecho inmortal, y desde luego, la famosa y muy tuya Yuca de Casimiro.

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