Tomado
de: “Así fue Calixto” de Nicolás de la Peña
Rubio.
Son
numerosas las anécdotas que de han escrito sobre el carácter explosivo del
General Calixto García. Su hijo Carlos en el prólogo que escribió para el libro
titulado “Calixto García y su campaña del 95”, escrito por Aníbal Escalante Beatón, habla
de tales explosiones dirigidas a él mismo y cómo "pude notar en los rostros allí presentes, señales inequívocas de
aprobación al ver cómo el general reprendía con aspereza al oficial,
olvidándose de que era su hijo o acaso por serlo"[1]
Este
proceder del General le provocó no pocos contratiempos, sin embargo, él casi
siempre salía airoso por su vena humorística y su carácter franco y sincero.
En su
libro “Calixto García. El Estratega” relata Casasús una anécdota oída al
coronel León Primelles Agramonte, quien fuera ayudante de Máximo Gómez. Resulta
que acampados los dos generales a poca distancia uno del otro, desde donde se
hallaba el Generalísimo se escuchaba la voz alterada y de Calixto, por lo que
comentó Gómez: "Ya está Calixto
tocando diana...."[2].
Conocedor
de su carácter temperamental, el propio Calixto expresó en una ocasión: "Soy García y soy Íñiguez; García
cuando me incomodo y se me sube lo de García; Íñiguez cuando estoy
normal". Y en carta que dirigió a su amigo Ernesto Bavastro con fecha
19 de enero de 1880, dísele: "Dispénseme
si algunas veces, con la cabeza caliente, le digo algo que pueda causarle
sentimiento; crea que lo hago sin esa intención. Yo lo quiero a Ud. mucho y tal
vez por eso es que armo esas peloteras con Ud."[3].
En otro
momento, al rendir informe a Máximo Gómez sobre la exitosa captura de una
columna española en el poblado de Minas, Camagüey, pidió el generalísimo la
relación de los oficiales propuestos para ascenso por méritos de guerra. El
general García remite dicha relación y Gómez advierte que no aparece en ella el
nombre del capitán Carlos García Vélez. Entonces Gómez pregunta a Calixto el
porqué de esta omisión a lo que éste responde secamente: “¡Porque yo no asciendo a mi hijo!”[4].
Con
motivo de una información intrigante y tendenciosa publicada sobre él en un
periódico de los Estados Unidos, Calixto se dirigió al agente diplomático de
Cuba en ese país expresándole: “Su carta
particular contestando a mi comunicación oficial no me satisface. Recibir satisfacciones en periódico de Filadelfia que
nadie lee en New York, es harto ridículo. La injuria debe rectificarse en el
mismo periódico que la ha hecho. Por lo tanto, y viendo que el representante del
gobierno en el extranjero no puede defender la honra de un general de la República, le participo
que yo soy muy bastante para defenderla contra todos”[5].
Otro
episodio de su vida donde demuestra su modo de ser es cuando llega muy mal
herido a su campamento el teniente coronel Rafael Izquierdo y el Consejo de
Gobierno lo autoriza a marchar al extranjero para atender su restablecimiento, pero
sin darle ni un céntimo. Tenía el coronel que viajar a su propia costa. Calixto
lo supo y dolido e irritado, le escribe el 24 de septiembre de 1897 a Estrada Palma, Delegado
del Partido Revolucionario Cubano y residente en el exterior:
“Verdadera tristeza
he sentido al ver las heridas que tiene el citado oficial. ¿Habré por desgracia
visto en él nuestro porvenir? El Consejo de Gobierno que ha podido mandar en
comisión a (...) estafador[es] (...) joven[es] sin prestigio, que no han oído
un solo tiro, y que no volverán (...) [y a los que yo] no puedo calificar sino
como a desertores. A esos se les ha dado comisiones. Y al teniente coronel
Izquierdo, inutilizado en campaña, que ha derramado su sangre cumpliendo con su
deber de patriota, se le concede pase, pero sufragando él sus gastos (…) Ese
Consejo de Gobierno ha tenido el descaro de insultar a un oficial del Ejercito
Libertador, concediendo un permiso en esa forma, digno de los que forman un
gobierno de chanchulleros y porquerías”[6].
De
Calixto cuenta Gerardo Castellanos, que:
“Sus exabruptos eran terribles y peligrosos y ya, montado
en cólera, no cedía ni un ápice (...) Se encrespaba como un mar huracanado y
estallaba en una formidable agresión de palabras. Y si la víctima era (...) un
holguinero entonces el primer dicterio era huevi-blanco (...) y acto seguido agregaba:
¡pendejo! (...)
Aunque la dureza de su carácter es notoria y pública,
también lo es que una vez ocurrida una cólera a seguida advertía su error,
llamaba al injuriado y con jovialidad y gentileza procuraba curar la herida
(...)
Cierta vez Calixto estuvo demasiado violento con un
oficial da su tropa, y pasado aquel mal momento consultó el caso con su
secretario y Jefe de Despacho del Ejército del Departamento Oriental, el
entonces Teniente Coronel Manuel Rodríguez Fuentes a quien Calixto estimaba
mucho (...) para conocer si se había portado muy violento y había sido injusto
con el oficial reprendido y si lo había injuriado; como Rodríguez Puentes
asintió la el general, arrepentido de su comportamiento, le respondió que debió
habérselo dicho en el momento. Entonces el y Rodríguez Fuentes acordaron que de
repetirse esas violentas expresiones de enojo y pasara de la represión correcta
al insulto personal y grosero, éste Rodríguez Fuentes de forma discreta se acercara
a Calixto y exclamara en voz baja; "¡Ave María Purísima, general!" De
esta forma Calixto se daría cuenta que se estaba excediendo en su lenguaje y
tono”[7].
Sobre los
arrebatos de Calixto, José Maceo comentó cierta vez con unos compañeros de su
campamento: "Dicen que yo soy bruto,
pero yo no le miento la madre a nadie, como hace Calixto"[8]. Lo
anterior ocurrió al conocerse un incidente entre Calixto y el prefecto de Cayo
Rey o Bariguá,
en 1896.
Cuando
Calixto fue electo Diputado
a la Asamblea
de Santa Cruz, a ruego de sus compañeros Juan Gualberto Gómez, Cosme de la Torriente y de su propio
hijo Carlos, quienes lo llevan ante el presidente Bartolomé Masó, quien lo
atiende cortésmente, aunque, como es lógico suponer, resentido por las
declaraciones del holguinero aparecidas en el Herald, atribuidas al prócer. La sesión
comienza, y Masó constituye la
Asamblea y le da posesión al presidente de la misma, el mayor
general Calixto García Iñiguez, delegado de mayor edad entre todos.
Al asumir
el cargo dice el General García: "Me veo en la precisión de ocupar este
puesto, no por mis méritos, que no tengo ninguno, sino por mis años, la peor
recomendación que se puede tener en la vida"[9].
El
general Masó, una vez libre de su investidura como presidente de la República,
envía sus padrinos a Calixto retándolo a duelo por las supuestas ofensas
inferidas en la prensa. Media Juan Gualberto Gómez y a él se queja Masó
recordando que Calixto había dicho "que
no soy hombre de pelea; que jamás entre en acción de guerra; en suma, que soy
un cobarde". A lo que Calixto le responde a través del mismo Juan
Gualberto: “No soy responsable de lo que
escriba un periodista; además, yo nunca podía haber dicho que Masó era un
cobarde, puesto que, precisamente, sobre el campo de batalla, por su valor, lo
ascendí a coronel… Es triste con que dos viejos, como Masó y yo, estemos
peleados, después de estar juntos tanto tiempo. Y creo que el culpable soy yo;
yo soy el que debe ir a darle una satisfacción”[10].
Relata
Juan Gualberto Gómez que cuando, poco después, se encuentran los dos patriotas,
estos se abrazaron, dejando liquidada la difícil situación. Y cuando Calixto,
muy poco tiempo después, se dispone a viajar a los Estados Unidos para cumplir
la delicada misión encomendada por la Asamblea, (viaje del que no regresará con vida),
se despide de Bartolomé Masó con estas palabras: “Venga un abrazo, Masó;
dejemos en el olvido lo pasado”[11].
Fue el último abrazo de ambos.
La grandeza
de alma del heroico general holguinero queda expuesta en la escena anterior. Con
la misma entereza con que enfrentó situaciones que estimó injustas y expresó
con fuerza su criterio, da satisfacciones al compañero y amigo que se siente
ofendido.
Contrario
a aquellos malos momentos, propios de todo ser humano, el General tenía un humorismo
innato que bien vale la pena destacar, pues las vicisitudes de la guerra en las
más difíciles condiciones en que la hacían los mambises dejaban muy poco tiempo
para la broma.
Austero y
rígido en la práctica de la disciplina, Calixto sabía imponer el respeto a la
jerarquía y a las normas militares, aunque usaba chistes hasta con sus
subalternos. Las anécdotas abundan. En 1880 le escribió a Ernesto Bavastro
quien se encontraba en Jamaica: "Yo
tengo tanta fe en mi estrella que creo que no me he de morir hasta que no me de
la gana"[12].
El 22 de
octubre de 1897 escribe al coronel Francisco Sánchez: "Procure que cuando yo llegue haya comida, pues de lo contrario tu
grado de Brigadier corre peligro"[13].
Y en otra
carta, que esta vez dirige a Estrada Palma se refiere Calixto al general Roloff
en tono jocoso: "A Roloff que si no
está para cuando me ofreció, lo ahorco cuando lo coja”[14]
En una
oportunidad el General le envía a uno de sus subordinados esta nota: "Dime si todavía le tienes miedo a
Jiguaní, para mandarte un par de perros. Si te han herido algunos hombres en la
operación, no me eches la culpa a mí, sino a las balas que, en vez de ser de
algodón son de plomo”[15]. Y días después, en otro escrito le dice al
mismo asistente: “Veo que le has perdido
el miedo a los soldados de Jiguaní. Sigue de este modo y dentro de 15 o 20 años
serás general de División”[16].
En carta
a Estrada Palma le dijo: "De
aquellos 70 conspiradores que usted conoció, unos, como usted, se han quedado
de majases, los otros han cometido la gran tontería de morirse"[17].
Estas frases intencionadas y llenas de humor criollo, las dice el mismo hombre
que fustigó duramente y con acritud a oficiales y subalternos, y aún a personas
de mayor jerarquía, como el Consejo de Gobierno de la República en Armas.
En 1887
Calixto García residía deportado en Madrid luego del fracaso de la Guerra Chiquita.
Allá gozaba del respeto y la simpatía de vecinos y amigos que apreciaban sus
dotes de caballerosidad y la afabilidad de su carácter. Cuando llegan los
diputados cubanos a las Cortes, con el propósito de solicitar del Gobierno
español la autonomía para Cuba, Calixto, que no cree en las promesas de España,
discute la situación con ellos. Sobre este tema le escribe al doctor Félix Figueredo,
su amigo y compañero en la guerra, y le informa sobre el debate que sostuvo,
entre otros, con Rafael Montoro:
“Aquí tienes a
nuestros diputados muy satisfechos. Es verdad que no les han dejado hablar, con
lo cual les han hecho un gran favor, pues no han gastado su tiempo. En cambio,
les han ofrecido, si continúan calladitos, darles la reforma electoral. Y si
siguen calladitos y no hacen ruido, como se les dice a los muchachos, cuando
los grandes están echando una siesta, sabe Dios todo lo que les darán. Lo malo
que tienen estos procedimientos infantiles es que el que premia tiene derecho a
castigar. Así es que si no se portan bien les suprimirán los postres, les harán
acostar temprano y hasta les darán algunas nalgaditas”[18].
El 4 de
enero de 1894 el periódico La
Lucha, de La Habana
publica la noticia de la muerte de Calixto García por suicidio; la información,
falsa, se la acredita a su corresponsal en la Península. Lógicamente
la noticia causa la natural alarma y consternación entre la colonia cubana en
los Estados Unidos y España. Por su parte, el periódico Patria comenta el
infausto “suceso”, que luego desmiente, al comprobar su falsedad. Guando Calixto
conoce de "la novedad", escribe a José Dolores Poyo, residente en
Cayo Hueso: “Hoy me he pasado el día
contestando cartas de pésame por mi fallecimiento ocurrido, según me dicen de La Habana, por mi suicidio, y
le juro que no me había apercibido de ello”[19].
Muchas son
las anécdotas que se conocen y que demuestran el sentido del humor del General.
Una de ellas la refiere uno de sus biógrafos, Casasús. Dicen que un día un joven cubano
deseaba ganarse las simpatías del General y blasonar de su amistad con él, para
ello lo invitó a almorzar. Calixto, aceptó gustoso, y rápidamente el joven lo
comunicó a sus amigos para que lo vieran en compañía de tan ilustre figura. El
día previsto Calixto acudió a la cita y almorzó con el joven. Éste muy orondo,
extrajo de su bolsillo un billete de alto valor, pero el General, muy serio y
en tono severo le dijo: “Un oficial
subalterno no puede pagar donde esta un mayor general; entrégueme en calidad de
préstamo ese billete"[20].
El joven se lo entregó y Calixto pagó con él la cuenta del almuerzo y el resto
se lo hizo llegar a los mambises necesitados.
En 1897
Calixto escribe a Mario García Menocal, a quien el enemigo le habían
inutilizado una pierna en la toma de Las Tunas, por lo que se encontraba fuera
de servicio: “Si emprendo algo lo llamaré
para que cargue en Bolondrón como lo hizo en Tunas (...) A ver si le emparejan
la otra pata”[21].
Y el 2 de junio del mismo año le vuelve a escribir, ahora desde el
campamento de Mala Noche: “Usted me hace
falta; venga a reunirse conmigo y tráigame la escolta, pues ando solo. Voy por
el norte de Tunas y veré cómo lo espero por Potosí, para que sigamos a
Camaguey, donde hay mucho quehacer. A Vega lo han vuelto a ripiar.Haciendo la guerra al uso del
siglo dieciséis no conseguirá otro resultado”[22].
Los más
cercanos a Calixto durante la guerra del 95 dicen que el General les contaba la
siguiente anécdota de la guerra grande: los cubanos, necesitados de artillería
para batir con mayor eficacia al enemigo, habían construido cañones con troncos
de madera dura, reforzados con cueros crudos y con alambres: “Un día el Prefecto, que me cuidaba el
parque de la artillería, llega alarmado y me dice: ¡General, las ratas se están
comiendo suartillería! Vuelva usted enseguida al almacén, repliqué, y
establezca una guardia de gatos”[23].
Fechada
el 28 de Julio de 1896, Calixto dirige desde Peladeros, Guantánamo, carta a
Estrada palma y le dice: “Mucho me ha
hecho reír lo que dicen por ahí, de que yo trato de sustituir al marqués[24], visión que Ud. tratará de demostrar. ¡Yo
presidente! ¡Y con las facultades que éste tiene! ¡Primero quiero ser Prefecto
de Vijagual! Mientras dure la guerra sólo seré soldado, y el día que esta
acabe, quiera Dios que no me dé la chifladura por pretender presidencias”[25].
En julio
del mismo año el General escribe otra vez a Estrada Palma; la carta está
fechada en Tranqueras: “Estoy empeñado en
cerrar el Cauto y lo consigo (...) y
entro en Bayamo bajo palio y hago que me canten un Te Deum para que Ud. rabie de
envidia”[26].
La
siguiente nota, cargada de buen humor la envía a su coterráneo, el general
Mariano Torres, el 4 de julio de 1897:
“Querido Mariano:
Estoy más satisfechos de las operaciones que se llevan a cabo allá, sobre todo
con Remedios. Felicítele y dígale que apriete. Me pongo orgulloso de mis
Holguineros cuando los veo que pegan, aunque yo les llame
"huevi-blancos", cuando me incomodo, es porque yo quisiera que fueran
los que mas hicieran, que no en vano he nacido entre el Marañón y el Jigüe, y
ahora que soy viejo voy queriendo más a mi pueblo”[27].
Gerardo
Castellanos en su libro “Tierras y Glorias de Oriente”, dice que Calixto,
además de su condición de patriota y guerrero: "...tenía aficiones poéticas y solía reunir a su Estado Mayor y
entablar entretenidas charlas en las que no tal faltaban improvisaciones,
regularmente, de décimas con pie forzado"[28].
Y Casasús cuenta que una noche de
jolgorio en su campamento, al recordar la belleza de la parienta de un
compañero de su Estado Mayor, Calixto improvisó esta cuarteta que cantó como
mejor pudo:
Tres cosas hay en mi
Cuba
Que las tengo en mi
memoria:
El boniato, el
tasajo
Y los ojazos de
Gloria[29]
Leer además, de la serie: ASI ES CALIXTO:
[1] Aníbal Escalante Beatón. “Calixto García. Su campaña del 95”, Ciudad de la Habana, Editorial de
Ciencias Sociales, 1978. p. 586.
[2] Juan J. E. Casasús. “Calixto García, El Estratega”, Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, 1962. 2da Edición
p. 27.
[3] Ibídem. p. 209.
[4] Ibídem. p.212.
[5] Ídem.
[6] Museo Casa Natal de Calixto García. Centro de
Información sobre las Guerras de Independencia.. Fondo Calixto García.
[7] Gerardo Castellanos. “Tierras y Glorias de Oriente”, Editorial Hermes, La Habana, 1927. p. 132.
[8] Ibídem. p. 129.
[9] Juan J. E. Casasús. Ob. Cit.
p. 312.
[10] Ibídem. p. 315.
[11] Ibídem. p. 316.
[12] Ibídem. p. 31.
[13] Ibídem. p. 32.
[14] Ibídem. p. 32.
[15] Ídem.
[16] Ídem.
[17] Ídem.
[18] Ibídem. p. 134.
[19] Gerardo Castellanos. Ob. Cit. p. 119.
[20] Juan J. E. Casasús. Ob. Cit.
p. 142.
[21] Ibídem. p. 144.
[22] Ibídem. p. 219.
[23] Ibídem.
[24] Se refiere a Salvador
Cisneros Betancourt, Marqués de Santa Lucía, quien en esos momentos era el
Presidente de Cuba en Armas.
[25] Museo Casa Natal de Calixto
García. Centro de Información sobre las Guerras de Independencia.. Fondo
Calixto García.
[26] Gerardo Castellanos. Ob. Cit.
p. 271.
[27] Juan J. E. Casasús. Ob. Cit.
p. 142.
[28] Gerardo Castellanos. Ob. Cit.
p. 271.
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