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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

21 de enero de 2015

Calixto García. "O libres para siempre o batallando siempre para ser libres"


Tomado de: “Así fue Calixto” de Nicolás de la Peña Rubio.

Verdad es que el insigne general cubano Calixto García Iñiguez demostró tener extraordinarias dotes como militar durante los treinta años de guerra, pero sin dudarlo, esas condiciones fueron alimentadas por la fibra patriótica de su carácter. De lo contrario no l habrían alcanzado las fuerzas para estar presente en todos los momentos culminantes durante los cuales la patria necesitó con urgencia de sus hijos para romper las oprobiosas cadenas que ignominiosamente la uncían a su metrópoli.

Por lo anterior fueron los sufrimientos del General al no poder llegar a tiempo a la cita de honor que tenía concertada con sus compañeros en tierra cubana, cuando estalla de nuevo la guerra cubana en agosto de 1879, más aún cuando él fue quien convocó a la cita.

El apuro por llegar a la Isla es el motivo de la insistencia del General cuando demanda la ayuda  de sus compañeros del exilio; sus cartas. Desde Jacksonville primero, y luego desde Nueva York, le dice por carta a su amigo, el patriota José Dolores Poyo: “Yo marcho a Cuba de todos modos; es preciso que no descanse Ud. un momento, a ver si puede remitirme recursos”[1]. Y en otra al mismo destinatario, en enero de 1880: “Marcharé por reducidos que sean los recursos que allegue (...) Iré sólo por cumplir con mi deber”[2].

Y al fin llega el General García a la guerra que la historia llama chiquita, por su brevedad. Fue el 7 de mayo de 1880, por Aserradero, pero entonces ya la guerra estaba perdida, y Calixto, enfermo, descalzo y semidesnudo, se ve obligado a deponer las armas. Y cuando se halla desterrado en España, en carta que escribe desde Madrid el 15 de marzo de 1882 a su amigo Ernesto Bavastro, todavía le dice: “A pesar de los pesares y a pesar de los desengaños, late en mi pecho el mismo sentimiento que latía en 1868"[3]. Tal vez se refería a tres hechos ocurridos en su vida militar que lo habían calado muy hondo: su caída en San Antonio de Bagá en 1874, la Paz del Zanjón y el reciente fracaso de la Guerra Chiquita.

Veintidós años después, cuando ya está en los campos rebeldes otra vez, desde el Cuartel General en Camagüey, el mayor general Calixto García emite una proclama con fecha 30 de mayo de 1896, en la que expresa: “Hoy como ayer, mi divisa es la absoluta independencia de Cuba(...)”[4].

En octubre de 1897 fue relevado del mando en Cuba el General Valeriano Weyler. Lo sustituye el general Ramón Blanco; de esta forma España, que por Real Decreto de noviembre ofrece a Cuba la Autonomía, trata de atraer a los cubanos, o por lo menos, resquebrajar la unidad en las filas del Ejército Libertador. Días antes de la llegada de Blanco a Cuba, el victorioso mayor general Calixto García, para entonces Lugarteniente General, dirigió una circular a sus jefes y oficiales del segundo y tercer cuerpos del ejército en Oriente con el siguiente texto:

“Enterado por la publicidad que hace la prensa de que el Gobierno español piensa ofrecer la autonomía, para con este ardid sofocar la Revolución o al menos sembrar entre nosotros la discordia y debilidades, este Cuartel General recuerda a ustedes que el espíritu y letra de nuestra Constitución no admite tratado con España que no sea basado en la absoluta independencia de Cuba”.

(…)

“Todo aquel que venga comisionado por el enemigo para hacer proposiciones de sumisión será juzgado y castigado como traidor”[5]

En este sentido el General ya había expresado sus convicciones en declaraciones ofrecidas años antes: "... lo único que se puede recibir de España sin deshonra es la absoluta independencia de Cuba"[6].

En otra proclama que dirigió al pueblo expresaba: “Por la libertad de todos los hombres, blancos y negros, combatimos, y no ha de haber cubano honrado que se atreva a injuriar a los que por su libertad y honor, combaten (...) No hay más que un partido: el de la honra; no hay mas que una riqueza: la de la virtud (...) o viles o dignos (...)”[7].

Antes, en 1887, cuando Calixto vivía en Madrid llegaron allí los diputados cubanos a las Cortes que habían sido elegidos por el Partido Liberal Autonomista de la Isla. Calixto se encontró con ellos en el hotel Rusia y, creyendo que es su deber alertar a estos sobre el error que cometen, esperando como esperaban, que España diera a Cuba la condición de autonomista, les habla. Entonces se entabla una discusión entre el General y uno de los diputados, Montoro, que era tribuno de fácil palabra y defensor rabioso del autonomismo. Dice el General que por el camino de las Cortes los diputados no conseguirían nada y Montoro le replica: "Mire, general, España lo hará a Ud. jefe del ejército en Cuba". Y Calixto le responde enérgico: "¡Muy bien, entonces bajaré del Morro esa bandera y pondré la cubana!"[8].

Y con la misma decisión que lo llevó a poner su vida al servicio de la patria esclavizada, cuando en 1897 se producen diferencias entre el generalísimo Máximo Gómez y el Presidente del Partido Revolucionario Cuba, Tomás Estrada Palma, Calixto declara públicamente que: "Es preciso llegar unidos hasta el fin de la lucha; si yo fuera un estorbo me sabré echar a un lado"[9].

Y en carta que envió a Estrada Palma con fecha 22 de agosto de 1898 le dice: “yo creo que los Estados Unidos no faltarán a su palabra empeñada; pero si así fuera, siempre habría tiempo para morir (…) solo deseo que la sangre derramada no sirva para levantar tiranos”[10].



[1] Juan J. E. Casasús. “Calixto García, El Estratega”, Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, 1962. 2da Edición p.166
[2] Ibídem, p. 168
[3] Ibídem. p. 128.
[4] Ibídem. p. 193.
[5] Ibídem. p. 240.
[6] Ibídem. p. 292.
[7] Archivo Nacional de Cuba. Fondo Donativos y Remisiones. Legajo 623. no. 59.
[8] Juan J. E. Casasús. Ob. Cit. p. 134.
[9] Ibídem. p. 295.
[10] Ibídem. p. 307.

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