Tomado
de: “Así fue Calixto” de Nicolás de la Peña
Rubio.
Verdad es
que el insigne general cubano Calixto García Iñiguez demostró tener
extraordinarias dotes como militar durante los treinta años de guerra, pero sin
dudarlo, esas condiciones fueron alimentadas por la fibra patriótica de su
carácter. De lo contrario no l habrían alcanzado las fuerzas para estar presente
en todos los momentos culminantes durante los cuales la patria necesitó con
urgencia de sus hijos para romper las oprobiosas cadenas que ignominiosamente
la uncían a su metrópoli.
Por lo
anterior fueron los sufrimientos del General al no poder llegar a tiempo a la
cita de honor que tenía concertada con sus compañeros en tierra cubana, cuando
estalla de nuevo la guerra cubana en agosto de 1879, más aún cuando él fue
quien convocó a la cita.
El apuro
por llegar a la Isla
es el motivo de la insistencia del General cuando demanda la ayuda de sus compañeros del exilio; sus cartas. Desde
Jacksonville primero, y luego desde Nueva York, le dice por carta a su amigo,
el patriota José Dolores Poyo: “Yo marcho
a Cuba de todos modos; es preciso que no descanse Ud. un momento, a ver si
puede remitirme recursos”[1].
Y en otra al mismo destinatario, en enero de 1880: “Marcharé por reducidos que sean los recursos que allegue (...) Iré
sólo por cumplir con mi deber”[2].
Y al fin llega
el General García a la guerra que la historia llama chiquita, por su brevedad.
Fue el 7 de mayo de 1880, por Aserradero, pero entonces ya la guerra estaba
perdida, y Calixto, enfermo, descalzo y semidesnudo, se ve obligado a deponer
las armas. Y cuando se halla desterrado en España, en carta que escribe desde
Madrid el 15 de marzo de 1882
a su amigo Ernesto Bavastro, todavía le dice: “A pesar de los pesares y a pesar de los desengaños, late en mi pecho
el mismo sentimiento que latía en 1868"[3]. Tal vez se refería a tres hechos
ocurridos en su vida militar que lo habían calado muy hondo: su caída en San
Antonio de Bagá en 1874, la Paz
del Zanjón y el reciente fracaso de la Guerra Chiquita.
Veintidós
años después, cuando ya está en los campos rebeldes otra vez, desde el Cuartel
General en Camagüey, el mayor general Calixto García emite una proclama con
fecha 30 de mayo de 1896, en la que expresa: “Hoy como ayer, mi divisa es la absoluta independencia de Cuba(...)”[4].
En
octubre de 1897 fue relevado del mando en Cuba el General Valeriano Weyler. Lo
sustituye el general Ramón Blanco; de esta forma España, que por Real Decreto de
noviembre ofrece a Cuba la
Autonomía, trata de atraer a los cubanos, o por lo menos,
resquebrajar la unidad en las filas del Ejército Libertador. Días antes de la
llegada de Blanco a Cuba, el victorioso mayor general Calixto García, para
entonces Lugarteniente General, dirigió una circular a sus jefes y oficiales
del segundo y tercer cuerpos del ejército en Oriente con el siguiente texto:
“Enterado por la
publicidad que hace la prensa de que el Gobierno español piensa ofrecer la
autonomía, para con este ardid sofocar la Revolución o al menos sembrar entre nosotros la
discordia y debilidades, este Cuartel General recuerda a ustedes que el
espíritu y letra de nuestra Constitución no admite tratado con España que no
sea basado en la absoluta independencia de Cuba”.
(…)
“Todo aquel que
venga comisionado por el enemigo para hacer proposiciones de sumisión será
juzgado y castigado como traidor”[5]
En este
sentido el General ya había expresado sus convicciones en declaraciones
ofrecidas años antes: "... lo único
que se puede recibir de España sin deshonra es la absoluta independencia de
Cuba"[6].
En otra
proclama que dirigió al pueblo expresaba: “Por
la libertad de todos los hombres, blancos y negros, combatimos, y no ha de
haber cubano honrado que se atreva a injuriar a los que por su libertad y
honor, combaten (...) No hay más que un partido: el de la honra; no hay mas que
una riqueza: la de la virtud (...) o viles o dignos (...)”[7].
Antes, en
1887, cuando Calixto vivía en Madrid llegaron allí los diputados cubanos a las
Cortes que habían sido elegidos por el Partido Liberal Autonomista de la Isla. Calixto se
encontró con ellos en el hotel Rusia y, creyendo que es su deber alertar a
estos sobre el error que cometen, esperando como esperaban, que España diera a
Cuba la condición de autonomista, les habla. Entonces se entabla una discusión
entre el General y uno de los diputados, Montoro, que era tribuno de fácil palabra
y defensor rabioso del autonomismo. Dice el General que por el camino de las
Cortes los diputados no conseguirían nada y Montoro le replica: "Mire, general, España lo hará a Ud.
jefe del ejército en Cuba". Y Calixto le responde enérgico: "¡Muy bien, entonces bajaré del Morro
esa bandera y pondré la cubana!"[8].
Y con la
misma decisión que lo llevó a poner su vida al servicio de la patria
esclavizada, cuando en 1897 se producen diferencias entre el generalísimo
Máximo Gómez y el Presidente del Partido Revolucionario Cuba, Tomás Estrada
Palma, Calixto declara públicamente que: "Es
preciso llegar unidos hasta el fin de la lucha; si yo fuera un estorbo me sabré
echar a un lado"[9].
Y en
carta que envió a Estrada Palma con fecha 22 de agosto de 1898 le dice: “yo creo que los Estados Unidos no faltarán
a su palabra empeñada; pero si así fuera, siempre habría tiempo para morir (…)
solo deseo que la sangre derramada no sirva para levantar tiranos”[10].
Leer además, de la serie: ASI ES CALIXTO:
Calixto García. Sus amores, sus gustos.
Calixto García. Su temperamento.
Calixto García. Su personalidad.
[1] Juan J. E. Casasús. “Calixto García, El Estratega”, Oficina
del Historiador de la Ciudad
de La Habana,
1962. 2da Edición p.166
[2] Ibídem, p. 168
[3] Ibídem. p. 128.
[4] Ibídem. p. 193.
[5] Ibídem. p. 240.
[6] Ibídem. p. 292.
[7] Archivo Nacional de Cuba.
Fondo Donativos y Remisiones. Legajo 623. no. 59.
[8] Juan J. E. Casasús. Ob. Cit.
p. 134.
[9] Ibídem. p. 295.
[10] Ibídem. p. 307.
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