Tomado
de: “Así fue Calixto” de Nicolás de la Peña
Rubio.
Entre las
figuras que se destacaron en las luchas por la independencia de Cuba en el
siglo XIX se encuentra, sin lugar a dudas, Calixto García, quien por su inteligencia
y bravura, y siendo aún muy joven, alcanzó altos grados en el Ejército
Libertador.
Calixto
fue un joven de trato agradable, actitud caballerosa y gentil, especialmente
con las damas, condiciones estas que fue enriqueciendo con los años. Aunque,
igual es proverbial que en ocasiones manifestaba un carácter explosivo y que pronunciaba
fuertes expresiones que le agriaban sus relaciones hasta con algunos compañeros
de armas, a los que había demostrado consideración y afecto sinceros. Pero se
sabe que pasado el incidente, el General no era remiso a arrepentirse y ofrecerles
cumplidas satisfacciones al ofendido. De ello trataré más adelante.
Quedaron
por escrito referencias a su persona, impresiones de quienes lo conocieron y se
honraron con su trato.
El general Enrique Collazo relata así su primer encuentro
con el entonces coronel Calixto García Iñiguez, jefe del Estado Mayor del
general Gómez:
Era a mediados del
año 1869. Llegaba yo a Camazán una mañana a ponerme a las órdenes del jefe
insurrecto recién llegado [se refiere a Máximo Gómez]. Allí un oficial al
frente de un grupo (…) Era Calixto García un arrogante mozo. Su elevada
estatura, sus modales finos, su conversación abundante y jovial así como su
fisonomía simpática. De buenas facciones, a las que daba aire militar su ancho
bigote, corrido hasta la cara. Vestía pantalón de dril crudo. Sobre su blanca
camisa una chaqueta de sarga gris; del hombro, pendiente por un cordón grueso
de seda de dos colores, llevaba un cuerno de caza a guisa de corneta; altas
botas de búfalo y un buen jipi–japa completaban su atavío.
(…) Tenía aficiones
poéticas y solía reunirse a su Estado Mayor y entablar entretenidas charlas en
las que no faltaban las improvisaciones, regularmente, décimas con pie forzado
(…)
Siempre “fue
inclinado a los estudios. Vivo de imaginación; y aunque pronto su carácter
inquieto se reveló dominante, era comunicativo, cariñoso y dado a la amistad.
(…) Pulcro en el vestir, muy aficionado al baile y gran fumador de cigarros…”[1]
Otra
semblanza sobre Calixto García la ofreció el periódico Tanmany Times, de Nueva
York, cuando se publicó la falsa noticia de su muerte. Decía así:
“Era un perfecto
caballero, un hombre de honor, un caballero gallardo, sin miedo y sin tacha. La
historia de su vida parece un capítulo de un gran romance antiguo. La trama más
fina que tejiera ese maestro de novelas Roberto L. Stevenson, nunca igualaría
la vida de Calixto García, una vida repleta de aventuras de interés palpitante
y de gloriosa vitalidad. En la lista ilustre de los más elevados espíritus de
la tierra su nombre figurará en primer lugar mientras continúe escribiéndose la
historia y se registren los hechos de los grandes hombres”[2].
Cuando el
periodista irlandés James O’Kelly lo visita en su campamento en el año 1872, lo
describe: “…joven alto y de complexión
delgada, de treinta y tres años y aunque en el cabello se le notan muchas canas
no representa la edad que tiene. De maneras afables, no carece de gracia y aún
de cierto aire distinguido. Rápido e imperativo en hablar y de carácter
nervioso, enérgico y astuto, posee indudablemente las facultades intelectuales
necesarias en un jefe”[3].
Otro que
hizo referencia a Calixto fue el general José Miró Argenter, jefe del Estado
Mayor del Lugarteniente General Antonio Maceo, en la Guerra del 95, autor de las
“Crónicas de la Guerra”.
Miró lo describió de esta manera:
“Calixto García,
militar famoso en la contienda de los Diez años era, además de un gran soldado,
hombre de sólida cultura, de inteligencia clara y perspicaz y cumplido
caballero, méritos de orden moral que completó la naturaleza con los dones de
la gallardía exterior. Toda su persona ostentaba marcialidad: cuerpo recto,
bien proporcionado, elegante, garboso, rostro varonil, con grandes mostachos y
el mejor blasón del soldado esculpido en medio de la frente (…)
Suicida, una vez se
salvó a prodigio, capturado por los adversarios, le dieron cuartel, y vuelto a
caer en las guerras de un militar sanguinario logró salvarse por la
intervención del jefe superior que era caballero y tenía anotado los hechos
generosos de Calixto García en ocasiones análogas”[4].
Por su
parte Cosme de la Torriente
lo recuerda así: “Era persona corpulenta;
la estatura no menor de seis pies”[5].
Y su ayudante
en la campaña del 95, el capitán Aníbal Escalante Beatón, lo calificó: “… no sólo un táctico científico, sino
también, un ciudadano ejemplar en cuya personalidad múltiple abarcaba
actividades heterogéneas, descubriéndose en ellas al demócrata sincero, al
humanista y al hombre de Estado capaz de encausar con maestría los destinos de
aquella patria por la cual luchara con ahínco durante más de ocho lustros”[6].
Y Fernando
Figueredo dijo de Calixto que “… se hacía
estimable por las simpáticas cualidades que le adornaban (…) Trataba a sus subalternos
con cariño, siempre estaba de bromas, dando en todas circunstancias el mejor
ejemplo como jefe”[7].
Mientras que en una nota el periodista francés Luis Bonafour, dijo de Calixto: “Pues señor, creí que me iba a tropezar con
un guajiro machetero y me encuentro con un hombre culto que tiene más cara de
general que de Martínez Campos”[8].
Frederick
Funston fue uno de los tantos jóvenes norteamericanos que combatieron por la
independencia de Cuba. Él opinó así sobre la personalidad del mayor general
Calixto García:
“Era un hombre de la
más imponente apariencia, de más de seis pies de estatura, que llamaba la
atención seguidamente por un agujerito en la frente, recuerdo de la Guerra de los Diez Años,
huella de un tiro de revólver que se disparó produciéndole un hueco que siempre
llevaba cubierto pon un taco de algodón (...) Aspecto de general inglés. Alto y
robusto. Aire aristocrático. Muy blanco, ojos claros. Rostro impasible. Andar
majestuoso. Sentado o de pie parece una estatua. No respondía esa externa pose
a su nerviosismo o violencia. Dominante con exceso. Pronto en rectificar. Amaba
la gloria. Tuvo muchos enemigos porque ofendía con frecuencia. En la guerra fue
cauteloso y observador..."[9]
El
almirante Chadwick, de la
Marina de Guerra norteamericana dejó escrita esta impresión
que le produjo la personalidad de Calixto: "Era
un hombre alto, de cara bondadosa, con una extraordinaria cicatriz vertical en
la frente"[10]. Y el escritor Armando Prats Lerma lo
caracteriza como un hombre "arrogante,
de porte marcial, culto, simpático y locuaz. Ojos vivos, modales finos y fácil expresión.
Los mostachos, cuidados, sedosos, corridos hasta media cara, le hacían más
agradable su gallarda fisonomía. Su vestidura típica, el aludo jipi-japa y su gran
machete, forjado en la manigua, le hacían aparecer como la primera figura del
cuartel"[11].
Mientras
que el historiador Emeterio Santovenia, refiriendose a su campaña de 1896, dice:
“El general, visto
en el terreno de la nueva guerra patria, reunía en sí armoniosamente, bellas prendas
físicas y morales. Era arrogante, culto y simpático. Tenía estatura de más de
seis pies, ojos vivos, modales finos y expresión fácil y fluida, usaba ropa
pulcra, sombrero de jipi-japa amplio y polainas altas. El largo machete —no
manos que arma contundente símbolo de la Revolución Cubana—
ya en su diestra, mostraba el grande alcance de la natural autoridad de su
dueño”[12].
En una
entrevista de prensa que un reportero del New York Herald le hace a Calixto en
Madrid el 17 de octubre y que se publica el primero de noviembre de 1880, lo
retrata así:
“Cualquiera que
fuera a encontrar a un capitán famoso en una guerra como la de Cuba, podía
suponer que iba a ver a algún sombrío fanático que sólo pudiera compararse a
una pantera acorralada. Es difícil imaginarse mi sorpresa al hallarme en
presencia de un hombre bien vestido, de distinguido aspecto, cuya barba gris
pudiera solo inducir a suponer que tuviera aproximadamente 50 años de edad. Las
maneras y correcto proceder del celebrado guerrillero pudieran haber sentado
bien en cualquiera de los más encopetados salones de los grandes de
Castilla, y se
dirigía a la señora de la casa con toda la cortesía y galantería de un
caballero criollo. Sólo al volverse, una profunda y redonda cicatriz entre las
cejas dio extraña apariencia a las facciones iluminadas por una agradable
sonrisa. Esta terrible cicatriz se la infligió el mismo Calixto García en 1874,
cuando fue hecho prisionero por las tropas del general Concha”[13].
Y Gerardo
Castellanos, en su libro titulado “Tierras y Glorias de Oriente”, hace varias
referencias a la personalidad de Calixto García en distintas partes del texto.
En una de ellas lo describe así:
“Alto como un
granadero. Gallardo, vigoroso como un gladiador. En el cerebro revoloteaba con
el afán de gloria, la nobleza de servir a la patria hasta la muerte. Culto,
observador, astuto, violento, firme, gallardo, acometedor. Voz tonante y gesto
de indiscutible mando.
De cara tersa y
serena, los grises ojos ahondaban como dagas y aquel largo y corrido mostacho
le da el más notoria y dominante porte de orgullo y aristocracia (...)
Sereno y marcial.
Desde que se le veía de pie, alta la cabeza, se comprendía que se trataba da un
carácter severo, autoritario y hasta duro. En sus rasgos faciales había un rictus,
un sello de frialdad. Sus firmes ojos claros el enorme bigote o la corrida
barba, la boca firmemente cerrada, la alta frente, le daban un aspecto de
estatua, hasta el punto que cuando se pretendía un acercamiento a el, la busca
de una intimidad, aunque fuera de respeto y admiración, quedaban como en
suspenso sin atreverse a grandes efusiones y más se acentuaba la vacilación y
el discreto deseo de abreviar si se contemplaba en la frente del héroe aquella
indeleble huella que era una merecida estrofa épica (...)
Calixto es alto,
gallardo y gentil, andar olímpico, ancha la frente donde lleva el hueco señal
de su valor y dignidad (...)”[14]
Emilio
Roig de Leushering describe a Calixto así: "Inclinado
desde niño a los estudios, de vivísima inteligencia, puede considerarse el más
culto e ilustrado de nuestros grandes caudillos
revolucionarios"[15].
En el
discurso pronunciado por el general de ejército Raúl Castro Ruz en el momento
de sepultar en Holguín los restos del Mayor General trasladados desde su tumba
en el cementerio de Colón en La
Habana hasta el mausoleo en la Plaza de la Revolución que lleva su
nombre en Holguín, la cuna del general mambí, expresó:
“Fue un hombre que
vivió con intensidad las demandas de su tiempo, que siempre dijo sí al reclamo
de la patria, que jamás se cansó, nunca se desalentó y siempre puso por delante
los intereses sagrados de la lucha cuando su vocación revolucionaria y sus
condiciones de jefe y dirigente lo colocaron en encrucijadas difíciles.
Su vida y su obra
han soportado la prueba del tiempo y la acuciosa investigación a que su
ejecutoria ha sido sometida por historiadores y biógrafos (...) Calixto fue un
jefe mambí criollo como pocos por la jovialidad de su carácter. Jamás los
convencionalismos lograron amoldarlo. Su vida fue ruda, adversa y difícil, poro
la vivió con alegría y en todas las adversidades hizo prevalecer el optimismo
de nuestro carácter nacional”[16].
Y no
podía faltar en esta relación de criterios y opiniones sobre la personalidad de
Calixto García, la de José Martí escrita cuando en 1894 se publicó en Madrid la
falsa noticia de la muerte del héroe holguinero: "En la vida de un hombre que en las batallas de la redención
encarnó un día a su pueblo; (…) enriqueció las glorias patrias con hechos de
valor supremo; que en la pelea de su pueblo envilecido con el amo que se lo
come y envilece, no le sirvió el plato al amo, sino le clavó la espada en el
apetito"[17].
Y en otra
referencia, Martí se expresa de Calixto con estas palabras en homenaje de su
vida: "No necesita encomio nuestro
el general García. Lleva su historia en su frente herida. El que sabe desdeñar
su vida sabrá siempre honrarla”[18].
Tal era el
héroe, así como nos lo muestran quienes tuvieron el privilegio de conocerlo de
cerca y dejaron impresas para la posteridad las aristas del carácter del hombre
y del guerrero.
Leer además, de la serie: ASI ES CALIXTO:
[1] Enrique Collazo. “Cuba Heroica”, Editora Imprenta
Mercantil, La Habana,
1912. p. 301.
[2] Juan J. E. Casasús. “Calixto García, El Estratega”, Oficina
del Historiador de la Ciudad
de La Habana,
1962. 2da Edición p. 44.
[3] James J O´Kelly. “La Tierra del mambí”, Instituto del Libro, La Habana, 1968. p. 210.
[4] Juan J. E. Casasús. Calixto.
Ob. Cit. p. 45.
[5] Ídem.
[6] Aníbal Escalante Beatón. “Calixto García. Su campaña del 95”, Ciudad de la Habana, Editorial de
Ciencias Sociales, 1978. p. 586.
[7] Fernando Figueredo Socarrás. “La Revolución de Yara”, Editorial Pueblo y
Educación, La Habana,
1972. p. 60.
[8] Juan J. E. Casasús. Ob. Cit.
p. 45
[9] Gerardo Castellanos. “Tierras y Glorias de Oriente”,
Editorial Hermes, La Habana,
1927. p. 43.
[10] Juan J. E. Casasús. Ob. Cit.
p. 268
[11] Ibídem. p. 190.
[12] Emeterio Santovenia. “Relieves y perfiles del general Calixto García”, Editorial P.
Fernández y Cia, La Habana,
1955. p. 195.
[13] Juan J. E. Casasús. Ob. Cit.
p. 44.
[14] Gerardo Castellanos. Ob. Cit.
p. 43.
[15] Emilio Roig de Leusering, en
Biblioteca Provincial "Alex Urquiola" (BPAU), Sala Fondo Raros y
Valiosos (SFRV), Juan Albanés Martínez. Recortes, libro 7. folio 56.
[16] Raúl Castro Ruz. “Discurso homenaje póstumo al Mayor General
Calixto García Iñiguez” Combinado Periódico "José Miró Argenter",
Holguín, 1980. p. 13
[17] José Martí Pérez. “Obras Completas”. Editorial Lex, La Habana, 1946. Tomo1, p.
466.
[18] Ibídem. p. 153.
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