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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

21 de enero de 2015

Calixto García. Su personalidad.


Tomado de: “Así fue Calixto” de Nicolás de la Peña Rubio.



Entre las figuras que se destacaron en las luchas por la independencia de Cuba en el siglo XIX se encuentra, sin lugar a dudas, Calixto García, quien por su inteligencia y bravura, y siendo aún muy joven, alcanzó altos grados en el Ejército Libertador.

Calixto fue un joven de trato agradable, actitud caballerosa y gentil, especialmente con las damas, condiciones estas que fue enriqueciendo con los años. Aunque, igual es proverbial que en ocasiones manifestaba un carácter explosivo y que pronunciaba fuertes expresiones que le agriaban sus relaciones hasta con algunos compañeros de armas, a los que había demostrado consideración y afecto sinceros. Pero se sabe que pasado el incidente, el General no era remiso a arrepentirse y ofrecerles cumplidas satisfacciones al ofendido. De ello trataré más adelante.

Quedaron por escrito referencias a su persona, impresiones de quienes lo conocieron y se honraron con su trato.

El general Enrique Collazo relata así su primer encuentro con el entonces coronel Calixto García Iñiguez, jefe del Estado Mayor del general Gómez:

Era a mediados del año 1869. Llegaba yo a Camazán una mañana a ponerme a las órdenes del jefe insurrecto recién llegado [se refiere a Máximo Gómez]. Allí un oficial al frente de un grupo (…) Era Calixto García un arrogante mozo. Su elevada estatura, sus modales finos, su conversación abundante y jovial así como su fisonomía simpática. De buenas facciones, a las que daba aire militar su ancho bigote, corrido hasta la cara. Vestía pantalón de dril crudo. Sobre su blanca camisa una chaqueta de sarga gris; del hombro, pendiente por un cordón grueso de seda de dos colores, llevaba un cuerno de caza a guisa de corneta; altas botas de búfalo y un buen jipi–japa completaban su atavío.

(…) Tenía aficiones poéticas y solía reunirse a su Estado Mayor y entablar entretenidas charlas en las que no faltaban las improvisaciones, regularmente, décimas con pie forzado (…)

Siempre “fue inclinado a los estudios. Vivo de imaginación; y aunque pronto su carácter inquieto se reveló dominante, era comunicativo, cariñoso y dado a la amistad. (…) Pulcro en el vestir, muy aficionado al baile y gran fumador de cigarros…”[1]


Otra semblanza sobre Calixto García la ofreció el periódico Tanmany Times, de Nueva York, cuando se publicó la falsa noticia de su muerte. Decía así:

“Era un perfecto caballero, un hombre de honor, un caballero gallardo, sin miedo y sin tacha. La historia de su vida parece un capítulo de un gran romance antiguo. La trama más fina que tejiera ese maestro de novelas Roberto L. Stevenson, nunca igualaría la vida de Calixto García, una vida repleta de aventuras de interés palpitante y de gloriosa vitalidad. En la lista ilustre de los más elevados espíritus de la tierra su nombre figurará en primer lugar mientras continúe escribiéndose la historia y se registren los hechos de los grandes hombres”[2].

Cuando el periodista irlandés James O’Kelly lo visita en su campamento en el año 1872, lo describe: “…joven alto y de complexión delgada, de treinta y tres años y aunque en el cabello se le notan muchas canas no representa la edad que tiene. De maneras afables, no carece de gracia y aún de cierto aire distinguido. Rápido e imperativo en hablar y de carácter nervioso, enérgico y astuto, posee indudablemente las facultades intelectuales necesarias en un jefe”[3].


Otro que hizo referencia a Calixto fue el general José Miró Argenter, jefe del Estado Mayor del Lugarteniente General Antonio Maceo, en la Guerra del 95, autor de las “Crónicas de la Guerra”. Miró lo describió de esta manera:

“Calixto García, militar famoso en la contienda de los Diez años era, además de un gran soldado, hombre de sólida cultura, de inteligencia clara y perspicaz y cumplido caballero, méritos de orden moral que completó la naturaleza con los dones de la gallardía exterior. Toda su persona ostentaba marcialidad: cuerpo recto, bien proporcionado, elegante, garboso, rostro varonil, con grandes mostachos y el mejor blasón del soldado esculpido en medio de la frente (…)

Suicida, una vez se salvó a prodigio, capturado por los adversarios, le dieron cuartel, y vuelto a caer en las guerras de un militar sanguinario logró salvarse por la intervención del jefe superior que era caballero y tenía anotado los hechos generosos de Calixto García en ocasiones análogas”[4].

Por su parte Cosme de la Torriente lo recuerda así: “Era persona corpulenta; la estatura no menor de seis pies”[5].

Y su ayudante en la campaña del 95, el capitán Aníbal Escalante Beatón, lo calificó: “… no sólo un táctico científico, sino también, un ciudadano ejemplar en cuya personalidad múltiple abarcaba actividades heterogéneas, descubriéndose en ellas al demócrata sincero, al humanista y al hombre de Estado capaz de encausar con maestría los destinos de aquella patria por la cual luchara con ahínco durante más de ocho lustros”[6].

Y Fernando Figueredo dijo de Calixto que “… se hacía estimable por las simpáticas cualidades que le adornaban (…) Trataba a sus subalternos con cariño, siempre estaba de bromas, dando en todas circunstancias el mejor ejemplo como jefe”[7]. Mientras que en una nota el periodista francés Luis Bonafour, dijo de Calixto: “Pues señor, creí que me iba a tropezar con un guajiro machetero y me encuentro con un hombre culto que tiene más cara de general que de Martínez Campos”[8].

Frederick Funston fue uno de los tantos jóvenes norteamericanos que combatieron por la independencia de Cuba. Él opinó así sobre la personalidad del mayor general Calixto García:

“Era un hombre de la más imponente apariencia, de más de seis pies de estatura, que llamaba la atención seguidamente por un agujerito en la frente, recuerdo de la Guerra de los Diez Años, huella de un tiro de revólver que se disparó produciéndole un hueco que siempre llevaba cubierto pon un taco de algodón (...) Aspecto de general inglés. Alto y robusto. Aire aristocrático. Muy blanco, ojos claros. Rostro impasible. Andar majestuoso. Sentado o de pie parece una estatua. No respondía esa externa pose a su nerviosismo o violencia. Dominante con exceso. Pronto en rectificar. Amaba la gloria. Tuvo muchos enemigos porque ofendía con frecuencia. En la guerra fue cauteloso y observador..."[9]

El almirante Chadwick, de la Marina de Guerra norteamericana dejó escrita esta impresión que le produjo la personalidad de Calixto: "Era un hombre alto, de cara bondadosa, con una extraordinaria cicatriz vertical en la frente"[10]. Y el escritor Armando Prats Lerma lo caracteriza como un hombre "arrogante, de porte marcial, culto, simpático y locuaz. Ojos vivos, modales finos y fácil expresión. Los mostachos, cuidados, sedosos, corridos hasta media cara, le hacían más agradable su gallarda fisonomía. Su vestidura típica, el aludo jipi-japa y su gran machete, forjado en la manigua, le hacían aparecer como la primera figura del cuartel"[11].

Mientras que el historiador Emeterio Santovenia, refiriendose a su campaña de 1896, dice:

“El general, visto en el terreno de la nueva guerra patria, reunía en sí armoniosamente, bellas prendas físicas y morales. Era arrogante, culto y simpático. Tenía estatura de más de seis pies, ojos vivos, modales finos y expresión fácil y fluida, usaba ropa pulcra, sombrero de jipi-japa amplio y polainas altas. El largo machete —no manos que arma contundente símbolo de la Revolución Cubana— ya en su diestra, mostraba el grande alcance de la natural autoridad de su dueño”[12].

En una entrevista de prensa que un reportero del New York Herald le hace a Calixto en Madrid el 17 de octubre y que se publica el primero de noviembre de 1880, lo retrata así:

“Cualquiera que fuera a encontrar a un capitán famoso en una guerra como la de Cuba, podía suponer que iba a ver a algún sombrío fanático que sólo pudiera compararse a una pantera acorralada. Es difícil imaginarse mi sorpresa al hallarme en presencia de un hombre bien vestido, de distinguido aspecto, cuya barba gris pudiera solo inducir a suponer que tuviera aproximadamente 50 años de edad. Las maneras y correcto proceder del celebrado guerrillero pudieran haber sentado bien en cualquiera de los más encopetados salones de los grandes de

Castilla, y se dirigía a la señora de la casa con toda la cortesía y galantería de un caballero criollo. Sólo al volverse, una profunda y redonda cicatriz entre las cejas dio extraña apariencia a las facciones iluminadas por una agradable sonrisa. Esta terrible cicatriz se la infligió el mismo Calixto García en 1874, cuando fue hecho prisionero por las tropas del general Concha”[13].

Y Gerardo Castellanos, en su libro titulado “Tierras y Glorias de Oriente”, hace varias referencias a la personalidad de Calixto García en distintas partes del texto. En una de ellas lo describe así:

“Alto como un granadero. Gallardo, vigoroso como un gladiador. En el cerebro revoloteaba con el afán de gloria, la nobleza de servir a la patria hasta la muerte. Culto, observador, astuto, violento, firme, gallardo, acometedor. Voz tonante y gesto de indiscutible mando.

De cara tersa y serena, los grises ojos ahondaban como dagas y aquel largo y corrido mostacho le da el más notoria y dominante porte de orgullo y aristocracia (...)

Sereno y marcial. Desde que se le veía de pie, alta la cabeza, se comprendía que se trataba da un carácter severo, autoritario y hasta duro. En sus rasgos faciales había un rictus, un sello de frialdad. Sus firmes ojos claros el enorme bigote o la corrida barba, la boca firmemente cerrada, la alta frente, le daban un aspecto de estatua, hasta el punto que cuando se pretendía un acercamiento a el, la busca de una intimidad, aunque fuera de respeto y admiración, quedaban como en suspenso sin atreverse a grandes efusiones y más se acentuaba la vacilación y el discreto deseo de abreviar si se contemplaba en la frente del héroe aquella indeleble huella que era una merecida estrofa épica (...)

Calixto es alto, gallardo y gentil, andar olímpico, ancha la frente donde lleva el hueco señal de su valor y dignidad (...)”[14]

Emilio Roig de Leushering describe a Calixto así: "Inclinado desde niño a los estudios, de vivísima inteligencia, puede considerarse el más culto e ilustrado de nuestros grandes caudillos  revolucionarios"[15].

En el discurso pronunciado por el general de ejército Raúl Castro Ruz en el momento de sepultar en Holguín los restos del Mayor General trasladados desde su tumba en el cementerio de Colón en La Habana hasta el mausoleo en la Plaza de la Revolución que lleva su nombre en Holguín, la cuna del general mambí, expresó:

“Fue un hombre que vivió con intensidad las demandas de su tiempo, que siempre dijo sí al reclamo de la patria, que jamás se cansó, nunca se desalentó y siempre puso por delante los intereses sagrados de la lucha cuando su vocación revolucionaria y sus condiciones de jefe y dirigente lo colocaron en encrucijadas difíciles.

Su vida y su obra han soportado la prueba del tiempo y la acuciosa investigación a que su ejecutoria ha sido sometida por historiadores y biógrafos (...) Calixto fue un jefe mambí criollo como pocos por la jovialidad de su carácter. Jamás los convencionalismos lograron amoldarlo. Su vida fue ruda, adversa y difícil, poro la vivió con alegría y en todas las adversidades hizo prevalecer el optimismo de nuestro carácter nacional”[16].

Y no podía faltar en esta relación de criterios y opiniones sobre la personalidad de Calixto García, la de José Martí escrita cuando en 1894 se publicó en Madrid la falsa noticia de la muerte del héroe holguinero: "En la vida de un hombre que en las batallas de la redención encarnó un día a su pueblo; (…) enriqueció las glorias patrias con hechos de valor supremo; que en la pelea de su pueblo envilecido con el amo que se lo come y envilece, no le sirvió el plato al amo, sino le clavó la espada en el apetito"[17].

Y en otra referencia, Martí se expresa de Calixto con estas palabras en homenaje de su vida: "No necesita encomio nuestro el general García. Lleva su historia en su frente herida. El que sabe desdeñar su vida sabrá siempre honrarla”[18].


Tal era el héroe, así como nos lo muestran quienes tuvieron el privilegio de conocerlo de cerca y dejaron impresas para la posteridad las aristas del carácter del hombre y del guerrero.




[1] Enrique Collazo. “Cuba Heroica”, Editora Imprenta Mercantil, La Habana, 1912. p. 301.
[2] Juan J. E. Casasús. “Calixto García, El Estratega”, Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, 1962. 2da Edición p. 44.
[3] James J O´Kelly. “La Tierra del mambí”, Instituto del Libro, La Habana, 1968. p. 210.
[4] Juan J. E. Casasús. Calixto. Ob. Cit. p. 45.
[5] Ídem.
[6] Aníbal Escalante Beatón. “Calixto García. Su campaña del 95”, Ciudad de la Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1978. p. 586.
[7] Fernando Figueredo Socarrás. “La Revolución de Yara”, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1972. p. 60.
[8] Juan J. E. Casasús. Ob. Cit. p. 45
[9] Gerardo Castellanos. “Tierras y Glorias de Oriente”, Editorial Hermes, La Habana, 1927. p. 43.
[10] Juan J. E. Casasús. Ob. Cit. p. 268
[11] Ibídem. p. 190.
[12] Emeterio Santovenia. “Relieves y perfiles del general Calixto García”, Editorial P. Fernández y Cia, La Habana, 1955. p. 195.
[13] Juan J. E. Casasús. Ob. Cit. p. 44.
[14] Gerardo Castellanos. Ob. Cit. p. 43.
[15] Emilio Roig de Leusering, en Biblioteca Provincial "Alex Urquiola" (BPAU), Sala Fondo Raros y Valiosos (SFRV), Juan Albanés Martínez. Recortes, libro 7. folio 56.
[16] Raúl Castro Ruz. “Discurso homenaje póstumo al Mayor General Calixto García Iñiguez” Combinado Periódico "José Miró Argenter", Holguín, 1980. p. 13
[17] José Martí Pérez. “Obras Completas”. Editorial Lex, La Habana, 1946. Tomo1, p. 466.
[18] Ibídem. p. 153.

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