Tomado
de: “Así fue Calixto” de Nicolás de la Peña
Rubio.
Desde
Madrid, donde vivió desterrado después del fracaso de la Guerra Chiquita,
en carta a su amigo Ernesto Bavastro reclama el General la presencia de su
familia para que lo acompañe en el doloroso destierro: “(...) Me he determinado traerla para acá, pues sabe lo doloroso que es
estar separado de las personas que se quieren, y además, aquí, trabajando
mucho, podré educar a mis hijos, a lo cual están reducidos hoy todas mis
aspiraciones"[1].
Le
gustaba en la mesa y aprovecha que vive en Madrid para darse ciertos gustos: “…los vinos borgoñeses, que siempre buscaba
en las bodegas durante su obligada estancia en España. Y cuando no los hallaba
embotellados, los compraba en pipa para disfrutarlo en la mesa con la familia (...)
Y también era adicto a la leche de cabra recién ordeñada"[2].
Carlos,
su hijo, también dejó escrito con énfasis y cariño que cuando volvía a casa, el
General casi siempre traía dulces, frutas y otros fiambres para la familia, y
cuando su hija Leonor recibe en la casa a un enamorado, Calixto los cuida, y
tiene la picardía de aumentar una hora al reloj para que la visita se marche pronto.
El
historiador Gerardo Castellanos reconoce que:
“No es que el general fuese completamente hermético, huraño y agresivo siempre, porque es sabido (...) que era tierno en el regazo familiar, [pero es] que además de no poseer magnetismo personal exterior, el hábito de mando de largos años de guerra (...) le habían casi malcriado. (...)
En su hogar su carácter es distinto (...) sin que desapareciese su carácter serio y ordenado, era todo dulzura, amor y tolerancia (...) Era el padre que había heredado la ternura y el amor de la madre que lo trajo al mundo y que lo amó tanto (...) [Sus] explosiones de cólera y la casi manía de regañar y sermonear, obedecían al hábito de mandar y la de ser obedecido sin observaciones”[3].
En su
diario relató su hijo, el general Carlos García Vélez, quien acompañó a Calixto
en calidad de Ayudante cuando este se dirigía a Cuba en la expedición del Hawkin,
que:
“...cuando el barco
comenzó a hundirse, se les aproximó una de las naves que vino auxiliarlos en medio
de la tempestad y un mocetón alto y fuerte que estaba en el bote salvavidas,
cuando se acercó a los náufragos, aprovechaba las gigantescas olas provocadas
por la tormenta, y cuando aquellas estaban en su cresta, extendía sus largos
brazos y tomaba a los tripulantes del salvavidas del Hawkin por los fondillos
del pantalón y el cuello dé la chaqueta y los pasaba a su lado; y cuando
rescató a mi padre este pensó yo aún quedaba en el barco que estaba por
desaparecer, y entonces gritó: "Se queda mi hijo(...). Fue un grito
desgarrador que me llegó al alma, dándome cuenta del dolor que experimentó al
creer que yo había sido abandonado a mi suerte”[4].
Además de
patriota ejemplar, guerrero victorioso, estratega reconocido y hombre, en fin
de profundas convicciones y sólidos prestigios en nuestra historia patria,
Calixto García Iñiguez fue un amante esposo, siempre preocupado por su familia.
Con su esposa Isabel Vélez
Cabrera procreó siete hijos que recibieron, respectivamente, los nombres de
Leonor, Matilde, Calixto, Carlos, Mario, Mercedes y Justo. Este último, nació
en plena manigua cubana, a orillas de una laguna cercana a Cacocum. Carlos
alcanzaría en la epopeya del 95 el grado de General de Brigada del Ejército Libertador.
De poco
tiempo dispuso Calixto para darle a su hogar el necesario calor de padre, pues
su compromiso con la patria le absorbió toda su vida. Solo una esposa comprensiva
y amorosa como Isabel sería capaz de sortear los tantos escollos y compensar la
ausencia del esposo guerrero.
En 1896, en
los momentos en que Calixto se decide a partir hacia los campos de batalla en
Cuba, pide a sus amigos y allegados que le cuiden a su esposa y a sus hijos, especialmente
a Mercedes, que ya empieza a padecer de tuberculosis. Y el 5 de diciembre de
1898, cuando termina la guerra y marcha en comisión a Washington para discutir
las relaciones futuras entre el gobierno norteamericano y la futura república
de Cuba, escribe a su esposa e hijos: “Mi
alma está destruida. Mi pobre Mercedes, la única esperanza de mi hogar, se me
muere. En medio de tantas fiestas sólo tengo ganas de llorar y huir de la
multitud con mi hijita para ver si la salvo, pues sin ella la vida me vale muy
poco. ¡Para qué he trabajado y he sufrido tanto!, si mi única hija ni siquiera
podrá llegar a la tierra por la que he luchado tanto para que descanse allí
para siempre"[5].
El 20 de
junio de 1874, desde Calabazar de Jiguaní, escribe Calixto una bella carta cuyo
texto denota la nostalgia que padecía por el calor del hogar; en ella el
curioso puede ver con claridad el alma romántica de Calixto. Luego de darle
algunas noticias sobre la marcha de la guerra, en las que se descubre el optimismo
del General por el curso de las operaciones militares, habituado a las rudezas
de la contienda y al lenguaje áspero y enérgico del campamento, asume su
condición de esposo y amante compañero, y le escribe a su compañera:
“Pensé dejar esta
carta para mañana, pero al salir de mi tienda se ha presentado ante mi vista
tan bella perspectiva que no puedo resistir el deseo de "pintarte" el
campamento. Son las doce de la noche, una luna bellísima esparce su dulce
claridad y un cielo tachonado de estrellas se extiende por mi cabeza. Al frente
se distingue una larga hilera de pequeños ranchos cobijados de yaguas. Es el
campamento del Regimiento Yara. A mi izquierda y derecha las tiendas de mis
Ayudantes, y a mi espalda otra larga hilera de ranchos ocupados por mi escolta
y batallón Baire. La tienda más próxima a la mía es la de mi amigo Félix
Figueredo que ha dejado la
Secretaría de la
Guerra y hoy es otra vez jefe de la Sanidad de Oriente (...)
En mi misma tienda tengo a Benjamín Ramírez, Jefe del Regimiento Baire que ha
venido a verme atravesando 18 leguas de loma, entre ellas, La Maestra, pues está
destacado en la costa sur (…)
Una extensa calle de palmas rodea el campamento y una empinada loma se ve a mi espalda, llena de farallones blancos que parecen grandes edificios. A cien pasos del campamento hay un pequeño arroyo de una agua deliciosa, que nace en los farallones que te he descrito.
Una extensa calle de palmas rodea el campamento y una empinada loma se ve a mi espalda, llena de farallones blancos que parecen grandes edificios. A cien pasos del campamento hay un pequeño arroyo de una agua deliciosa, que nace en los farallones que te he descrito.
Detrás de mi tienda
duerme mi asistente (...) A los costados de mi hamaca la vela de cera alumbra
mi habitación que, como en todas las mías se ven revueltos, zapatos,
revólveres, carteras, machetes, chaquetas, etc. A la entrada de mi tienda hay
un banco formado por cuatro horquetas y una vara. Este banco es para las
visitas. Por doquier se ven sacos (...)
Esta noche, a prima, estuvo tocando la orquesta, bien que esto no es una novedad, pues lo hacen casi todas las noches. Tanto hemos luchado que hasta hemos conseguido música. El jefe de ella es Pedro Estrada, el clarinetista que residía en Contramaestre. Más allá de los ranchos del Regimiento Yara, y separado por una calle de 20 varas de ancho se encuentran los del Regimiento Bayamo, y más adelante y en el mismo orden las del primer batallón de Jiguaní.
Delante de todos y en un potrero de guinea, lleno también de palmas, acampa la caballería. Por todos los ranchos se ven varas de tasajo y montones de boniato, mangos, cañas y hasta zapotes, y si algún curioso escarba algunos montones que sobresalen de la tierra encontrara nísperos puestos a madurar con el calor del sol. Esto es, en fin, un campamento encantador, lo que no es de extrañar en nuestra bella Cuba.
Esta noche, a prima, estuvo tocando la orquesta, bien que esto no es una novedad, pues lo hacen casi todas las noches. Tanto hemos luchado que hasta hemos conseguido música. El jefe de ella es Pedro Estrada, el clarinetista que residía en Contramaestre. Más allá de los ranchos del Regimiento Yara, y separado por una calle de 20 varas de ancho se encuentran los del Regimiento Bayamo, y más adelante y en el mismo orden las del primer batallón de Jiguaní.
Delante de todos y en un potrero de guinea, lleno también de palmas, acampa la caballería. Por todos los ranchos se ven varas de tasajo y montones de boniato, mangos, cañas y hasta zapotes, y si algún curioso escarba algunos montones que sobresalen de la tierra encontrara nísperos puestos a madurar con el calor del sol. Esto es, en fin, un campamento encantador, lo que no es de extrañar en nuestra bella Cuba.
En estos momentos
todos duermen y nadie diría que acampan en este lugar los mismos hombres que,
antes del toque a silencio, aturdían los oídos con sus cantos y chistes, que no
olvidan ni en me dio de los mayores peligros ni aún cuando el hambre agobia sus
estómagos"[6].
A pocos metros del Mausoleo donde descanzan los restos del General Calixto García en Holguín, están los restos de su madre, Doña Lucía Iñiguez |
Para su madre Lucía, Mamá Cía, como él la llamaba, guardaba los más puros sentimientos; ella significó para él en momentos críticos y decisivos de su vida incierta durante los treinta años de guerra vividos, incluyendo la dura etapa de sus destierros y prisiones en España, además de la madre abnegada, la amiga de confianza que le guardaba sus más íntimos secretos, incluyendo los de sus amores fuera del matrimonio y los hijos que le nacieron por ellos, y asimismo el apoyo infalible en circunstancias cruciales, el lenitivo para sus desventuras sentimentales y políticas, el aliento que solo la palabra cariñosa de una madre comprensiva y a la vez enérgica puede dar al hijo.
La vida
andariega a la que le obligó su condición de combatiente guerrillero, en
constante marchar y contramarchar por los campos orientales, y su carácter
apasionado y sensual, le inclinaron a amoríos extramatrimoniales en los cuales,
en ocasiones, quedó la profunda huella de hijos cuya paternidad no negó.
Fuera de
su matrimonio tuvo tres hijos: con la manzanillera Leonela Enamorado, a Calixto
Leonel que alcanzó el grado de General de Brigada; con Paula Ruiz, monja
española que lo atendía mientras el General convalecía en una prisión española,
a Raimundo Domínguez Eguarás, (Raimundo murió de tifus cerca de Cacocum el 27
de marzo de 1898, había llegado a ser comandante con solo 19 años de edad); y con
Teresa Camejo Pérez, a Teres. A todos el padre los acogió con cariño y como se
ha visto, todos fueron fieles seguidores de las ideas independentistas del
padre.
A su
condición de patriota y guerrero Calixto une la de hombre amante de sus
camaradas de armas, "cariñoso con
sus compañeros, comprensivo con los vencidos y amoroso en su trato firme en el
mantenimiento de la disciplina militar. Resignado y fuerte en la adversidad.
Amoroso de su familia, apasionado de la causa de la patria y respetuoso de la
ley y el derecho"[7].
Entre
otros trabajos docentes que desempeñó durante su estancia en Madrid, Calixto
ocupó la cátedra de la
Asociación para la Enseñanza de la
Mujer. Y Antes, cuando prepara la Guerra Chiquita,
funda en Nueva York el Club de Hijas de la Libertad, integrado y dirigido por mujeres, y con
ellas organiza delegaciones en distintos países de América con el objeto de
recaudar fondos para la campaña bélica, dirigiéndoles un mensaje en el cual se
lamenta de no haber contado suficientemente con las mujeres para asumir mayores
responsabilidades durante la Guerra Grande,
sobre todo para reunir recursos morales y materiales, pues, dice, la mujer, sin
fronteras sociales, de edad o cualquier otra índole, a pesar de haber sido
subestimada en sus capacidades físicas, y organizativas y políticas demostró ser
capaz de compartir con los soldados del Ejército Libertador las penalidades de
todo tipo que este afrontó mientras duró la contienda. Este criterio del
general revela la admiración y el reconocimiento y gratitud hacia el sexo femenino.
El 5 de
abril de 1875 una patriota cubana exiliada en Nueva York, Emilia Casanova de
Villaverde, fundadora de la Liga
de las Hijas de Cuba, le demuestra su admiración cuando le envía en calidad de
obsequio un revólver, como reconocimiento a los servicios prestados a la
patria.
Leer además, de la serie: ASI ES CALIXTO:
Leer además, de la serie: ASI ES CALIXTO:
[1]Museo Casa Natal de Calixto García. Centro de
Información sobre las Guerras de Independencia.. Fondo Calixto García.
[2] Carlos García Vélez. Apuntes del Diario del
General Carlos García Vélez (Inédito, copia hecha por Vaillant Luna), Museo Casa
Natal del Mayor General "Calixto García Iñiguez". Centro Información
y Documentación de las Guerras de Independencias.
[3] Gerardo Castellanos. “Tierras y Glorias de Oriente”, Editorial Hermes, La Habana, 1927. p. 22.
[4] Carlos García Vélez. Ob. Cit.
[5] Museo Casa Natal de Calixto
García. Centro de Información sobre las Guerras de Independencia. Fondo Calixto
García.
[6] Museo Casa Natal de Calixto García. Centro de
Información sobre las Guerras de Independencia.. Fondo Calixto García.
[7] Biblioteca provincial de
Holguín. Fondos Raros y Valiosos. Juan Albanés Martínez. Recortes, libro 7.
folio 137.
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