El último
y quizás el mas desgarrador de los combates del Mayor General y Lugarteniente
General del Ejército Libertador Cubano, Calixto García Iñiguez, no lo sostuvo
en los campos cubanos contra las columnas españolas o en el frío Washington
contra los anexionistas del norte. La última prueba de la entrega del viejo
mambí a su patria fue el solitario enfrentamiento a sus sentimientos de padre durante
todos los días y todos los minutos que van desde el cese de las hostilidades y
seguramente que hasta el instante final de su vida, acaecida poco después.
Isabel
vivía en Nueva York con sus tres hijos más pequeños y con dos nietos huérfanos
de padre y madre, sosteniéndose con una modesta pensión de 140 pesos que le entregaba la República cubana. Y para colmo de penurias, la enfermedad de su hija “tullida”, Merceditas, se
Agravaba,
sobre todo en los últimos meses de 1898 cuando hizo crisis el terrible mal que
la niña padecía.
Con el
fin de la guerra en Cuba en agosto de 1898 la esperanza de Isabel de reunirse
con el esposo se hizo una realidad. Muchos cubanos que tenían su familia en los
Estados Unidos fueron a verlas cuando se firmó la paz. Isabel, que no había
comprendido la nueva batalla que tendrían que liberar los cubanos para evitar
la anexión a los Estados Unidos, reclamaba la presencia del esposo junto al
lecho de la hija moribunda, quien por su delicado estado era imposible
trasladarla a Cuba.
El día 25
de octubre de 1898 le escribió Isabel a su esposo: “Hace falta que veas a tu
pobre hija antes de ir a ningún lugar. Ella anhela verte y se pone triste
cuando oye decir que no podías venir y hasta dice `Papá ya no hace caso de mi,
ni quiere verme” Pero Calixto es tan necesario en Cuba que no va donde la hija,
y otra carta de Isabel llega al campamento, esta dirigida a su hijo Justo: “Mercedes
siempre enfermita y extremadamente delicada, es un cadáver. Solo tiene ojos muy grandes y amor intensísimo por sus
hermanos y su padre a quienes desea ver a su lado”. A esa tampoco responde el
General, que, atado como estaba a Cuba, no podía alejarse en aquellos momentos
difíciles en que un enemigo más despreciable que el colonialismo español
amenazaba con destruir la revolución.
Calixto
solamente se trasladó a Estados Unidos cuando recibió una misión de la asambleade representante, pero aún así nada más pudo estar cinco días al lado de la
enfermita, que residía en New York, y se fue a Washington a cumplir la misión
que le habían encomendado.
El día 11
de diciembre Calixto, enfermó de pulmonía y falleció en un hotel de la capital
estadounidense. Isabel, que atendía a Merceditas, no pudo estar junto a él.
Pocos
días después el General Carlos García Vélez, que había viajado a los Estados
Unidos para entenderse con los trámites de trasladar el cadáver su padre a
Cuba, junto a su madre, vio fallecer a Mercedita. En su libro de memorias,
absurdamente aún inédito, que se conserva en la
Casa Natal de Calixto, escribió Carlos: “Agonizante
estaba [la niña] cuando llegué al pie de su lecho, pero tuvo aliento para
sonreírse y besarme preguntándome como era que papá no había venido también, la
conforté asegurándole que pronto estaría con él, pocos minutos después expiró
sin apenas un movimiento convulsivo”.
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El sepelio en Cuba del Mayor General Calixto García Iñiguez. Un gran momento del fotorreportaje cubano.
Carlos García Vélez. Polémica en torno al sepelio en Cuba de su padre el Mayor General Calixto García Iñiguez.
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