Por: César Hidalgo Torres
La noche de hace tanto que jamás se sabrá la
fecha, cuando los siete brujos del África llegaron a la cima del Cerro de los
Portales, encontraron una cueva que era lo que ellosnecesitaban, hambrientos y
enfermos como estaban y más parecidos a fantasmas que a humanos.
Cansados y con un hambre como nadie ha podido resistir, los siete brujos del África, seis hombres y una mujer, se tiraron a dormir. Cuando recuperaron sus fuerzas y hambrientos todavía, quisieron hablarse y no pudieron porque cada uno hablaba el dialecto de sus tribus de orígenes.
Cansados y con un hambre como nadie ha podido resistir, los siete brujos del África, seis hombres y una mujer, se tiraron a dormir. Cuando recuperaron sus fuerzas y hambrientos todavía, quisieron hablarse y no pudieron porque cada uno hablaba el dialecto de sus tribus de orígenes.
La única mujer del grupo, AmalukeTakalule,
que así se llamaba, era negra cetrina y fuerte como un roble. Hechicera como lo
había sido en su tribu, la mujer comenzó a llamar en su lengua a los infumbi[1]
de sus ancestros; al llamado acudió el rey del trueno y la tormenta. Con gestos
la mujer avisó a los demás de la jerarquía del espíritu presente. Todos se
postraron y Amaluke rindió mafaribale al ilustre visitante por haberlos salvado
y por quitarle las cadenas de la esclavitud.
Viendo el respeto que todos sentían por él, el rey del trueno y la tormenta hizo que los siete comenzaran a hablar una lengua que ninguno había oído antes, y por eso la consideraron un idioma nuevo.Odio fue la primera palabra que dijeron: Odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, recitaron como si fuera una canción. Y, como se entendían, la confianza brotó entre ellos y olvidaron el hambre.
Viendo el respeto que todos sentían por él, el rey del trueno y la tormenta hizo que los siete comenzaran a hablar una lengua que ninguno había oído antes, y por eso la consideraron un idioma nuevo.Odio fue la primera palabra que dijeron: Odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, odio, recitaron como si fuera una canción. Y, como se entendían, la confianza brotó entre ellos y olvidaron el hambre.
Donde
tanto odio común nunca se había reunido.
Los siete demoraron varias horas diciendo la
palabra odio, hasta que con lentos y precisos movimientos, AmalukeTakalulese
sacó de entre las tetas un objeto pequeño que parecía de vidrio y lo puso en su
boca, apretándolo entre sus gruesos labios. Sangre le brotó y le corrió por
todo el cuerpo, pero sin hacer caso la negra comenzó a recoger piedras y a
ponerlas una sobre las otras. Sobre ellas comenzó a escupir la sangre. Los
otros seis negros entendieron lo que ella hacía y la imitaron: cada uno sacó
sus prendas sagradas y con ellas se sacaron sangre de sus cuerpos y regaron las
piedras que, acomodadas como quedaron, parecían una tumba, solo que sin muerto.
Las piedras fueron recogieron lo que los siete hechiceros o brujos africanos le transmitían con su sangre, que era el odio irreconciliable a sus captores por haberlos alejado de sus tribus; odio por el hambre, odio por la muerte de sus hermanos en la playa. Dicen que tanto odio común nunca se había reunido.
Cuando el odio que los siete pudieron sacarse de las entrañas quedó en las piedras, los hechiceros pusieron encima sus prendas sagradas. El juramento había sido hecho: ellos no harían nada más como no fuera vengar la muerte de sus hermanos y para ello contaban con la guía de sus dioses y el amparo de sus difuntos.
Y así como lo hemos narrado, fue cómo surgió la nganga Palo Monte Lucumí Oguakondile.
Las piedras fueron recogieron lo que los siete hechiceros o brujos africanos le transmitían con su sangre, que era el odio irreconciliable a sus captores por haberlos alejado de sus tribus; odio por el hambre, odio por la muerte de sus hermanos en la playa. Dicen que tanto odio común nunca se había reunido.
Cuando el odio que los siete pudieron sacarse de las entrañas quedó en las piedras, los hechiceros pusieron encima sus prendas sagradas. El juramento había sido hecho: ellos no harían nada más como no fuera vengar la muerte de sus hermanos y para ello contaban con la guía de sus dioses y el amparo de sus difuntos.
Y así como lo hemos narrado, fue cómo surgió la nganga Palo Monte Lucumí Oguakondile.
(………..)
Descubrirán los conocedores que en las
palabras anteriores hay mezcla de diversas culturas africanas. Y así fue como
en esta nganga está la sabiduría y el poder de las
diversas religiones que poseían sus siete fundadores.
Y aunque no lo narraremos en este post, el objeto más apasionante de la historia que les contamos es descubrir cómo, siglos después, esa nganga llegó a manos del campeón centroamericano en lucha libre Javier Campos Peña, que era vecino de Santa Lucía en el municipio Rafael Freyre.
Y aunque no lo narraremos en este post, el objeto más apasionante de la historia que les contamos es descubrir cómo, siglos después, esa nganga llegó a manos del campeón centroamericano en lucha libre Javier Campos Peña, que era vecino de Santa Lucía en el municipio Rafael Freyre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario