Se ha debatido sobre la semejanza o no entre la Encomienda y el
repartimiento de tierras, aunque a esta altura ya es claro que fueron líneas
diferentes, solo que la
Encomienda, al referirse a pueblos de indios, llevaba
implícita en sí la utilización de la tierra de aquellos.
Los repartos de tierra[1]
a los vecinos se realizaron mediante las estancias[2],
que se medían en peonías o caballerías[3],
y los solares[4].
El agotamiento de las vetas superficiales del oro, el paso de la
colonización al territorio continental, la despoblación aborigen por la vía del
etnocidio y las repercusiones de la gran insurrección aborigen entre 1520 y
1540, echaron por tierra la primera colonización hispana, poniendo en ruda
crisis las villas y estancias. Reflejando el caos de aquellos años el Obispo
Diego Sarmiento informaba al Rey desde Bayamo, el 20 de abril de 1556: “y aún
lo que la tierra produce es muy caro. (…) Los indios se van acabando y no se
multiplican”[5].
La falta de mano de obra aborigen y el fin de la minería la suplieron
la tierra dada en usufructo[6]
y la importación de esclavos. Ahora que los conquistadores comenzaron a tener
la tierra estos echaron mano a la experiencia
agropecuaria que se había acumulado durante las estancias, lo que
contribuyó a la solución del problema, pero, asimismo fue decisiva en momento
tan crucial la rápida aclimatación del ganado vacuno y de cerda.
Las primeras mercedes de tierra fueron las sabanas donde pastaban los
hatos, cuadrillas o manadas de reses[7].
Con la práctica y el paso del tiempo el vocablo
“hato” se convirtió en la denominación de la posesión ganadera y el usufructo
en propiedad de facto. Desde entonces las haciendas se llamaron hatos o
corrales, (y se dedicaron a la explotación del ganado mayor o menor), mientras
que las estancias eran los conucos o sitios de labor (estas eran de mediana o
pequeña extensión).
Al estabilizar sus medidas a fines del siglo XVI, un hato contenía 16
leguas cuadradas, equivalentes a 22 606 hectáreas y
el corral, 5 650
hectáreas. Técnicamente Pichardo lo definió como un
polígono regular inscripto en un círculo de 72 ó 74 lados, aunque aclaró que en
Sancti Spíritus y Puerto Príncipe (Camagüey), sabía de casos donde se han
medido de 120 lados[8].
Pero en la práctica los hatos y corrales con forma poligonal fueron los del
oriente de Cuba, mientras que en el occidente eran circulares[9].
La base jurídica para el tema de la propiedad agraria en Cuba lo
fueron, por muchos años, las Ordenanzas de Alonso de Cáceres, firmadas en 1573,
o sea, posteriores al inicio de las mercedaciones. Las de Cáceres se
complementaron por la Real
Orden de 1 de noviembre de 1591, definidora de las vías de la
confirmación y la composición, caminos estos para acceder al disfrute
posesionario de la tierra[10].
[1] El
repartimiento de la tierra implicaba la obligación de hacerla cultivar según
plazo establecido de antemano por la ley.
[2] El
desarrollo de las estancias se realizó estrechamente unido a la práctica
agrícola aborigen, utilizando sus cultivos, técnicas y suelo.
[3] La
caballería partió de una condición honorífica que ya para la fecha equivalía a
una extensión física de terrenos. En el ambiente colonizador cubano aquella se
aplatanó asumiendo la equivalencia a un cuadro de 200 000 montones de yuca.
Aproximadamente su medida actual es de 13,4 hectáreas.
[4] En
general el repartimiento de la tierra entre los conquistadores partía de las
categorías: solares, tierras comunales (dehesa y ejido), tierras de propios y
las mercedes. Julio le Riverend señala la existencia de haciendas en Cuba antes
de 1520.
[5]
Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y
colonización de las posesiones españolas en América y Oceanía, sacados en su
mayor parte del Real Archivo de Indias, bajo la dirección de los Sres. S.J.F.
Pacheco, F. de Cárdenas y L. de Mendoza, tomo V, pp. 553-554.
[6] Fue
hacia la década de 1530 cuando los cabildos cubanos iniciaron la mercedación de
tierras a los colonizadores tomando en cuenta su rango social y aprestos.
[7] Un
informe de 1611, referido al oriente cubano, cuenta sobre “hatos de ganado
vacuno” conteniendo desde 2 000 y hasta 6 000 cabezas en sabanas de dos a seis
leguas. (Archivo Nacional de Cuba. Fondo Academia de la Historia, Caja 604,
Número 13).
[8]
Pichardo, Esteban: Diccionario provincial casi razonado de vozes y frases
cubanas, p. 324.
[9] De
una u otra forma, predominó la costumbre de adjudicar posesiones de tierra a la
redonda, midiendo a partir de un punto central.
[10]
El reparto de las tierras y la definición legal de las mismas (S. XVI), estructuró
la clase terrateniente; oligarquía esta que expresaba sus aspiraciones y
políticas a través de los cabildos.
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