Por: Ronald Sintes Guethón
General Carlos García Vélez |
Cuba había trascurrido por el difícil período de Gerardo Machado en el Gobierno y mientras, Carlos García Vélez había vivido en los Estados Unidos, distante, pero manteniendo comunicación con la Secretaría de Gobernación (Cacillería). “A mí me nombró Céspedes para la Embajada en Madrid y Grau sin ceremonia me la quitó para nombrar a Coba. Después fui designado para la Embajada en Washington y Torriente se la dio a Márquez, estando yo ya casi en funciones”[1]. Finalmente retorna en 1934. El breve presidente de Cuba Carlos Mendieta le ofrece la Embajada de Cuba en México. Tan desesperada es la situación económica de su familia que Carlos acepta. Pero se suceden vertiginosamente los hombres en el sillón presidencial, y cuando son cinco personas los que dirigen el país (periodo conocido como la Pentarquía), Carlos es relevado de su puesto de Ministro de Cuba en México.
El
General regresa de México y se recluye en su casa del Vedado, asqueado de toda
política. Ya cumplió 82 años de su edad. La única ocupación que tiene es escribir
un Diario-Memoria que se conserva en la Casa Natal de Calixto García en Holguín.
En
Cuba suben al poder los Gobiernos Auténticos pero las situación es idéntica. García
Vélez se aleja más de la vida política, considerando vano el intento de
encauzar la República
por el camino correcto. “Debe combatirse
con pertinacia el desafuero de Cámaras conchabadas con los gobiernos y al pueblo bruto que vende el voto. (…) Si el
elector vende este derecho, se convierte lo mismo que el miserable que lo
compra, en traidor de la Patria,
ambos indignos de la ciudadanía. Desespera pensar que exista tamaña corrupción
y que no se vislumbre un rayo de luz que ilumine el cerebro del cubano”[2].
Como
la anterior, durante la década de los años cuarenta el General escribió otras
varias opiniones, todas recogidas en su Diario-Memoria. Quien lo lee descubre
el descontento y la frustración que sufrió al observar, con tristeza, como la República se hundía a
causa del robo y la inmoralidad.
“¡Pueblo
ingrato y corrompido!, no cesaré de pensar, con dolor del alma, en lo que harán
estas generaciones crapulosas, impulsadas por la codicia de nuestra amada
República.
Una frase
del heroico General Enrique Loynaz del Castillo me atormenta: “Esta gente
vendería la República
por unos cientos de millones de pesos”[3].
Tormento
absoluto de dos Generales independentistas que habían conocido a tantos hombres
y mujeres que habían ofrendado su vida por la República soñada, nunca
real. El 25 de noviembre de 1949 García Vélez escribió en el cuaderno donde más
que letras dibujaba el ardor de alma que le carcomía: “El presidente Prío ha
impuesto la candidatura de un hermano suyo para alcalde, contra la del ocupante
Castellanos. El escandalito ha opacado al del empréstito de los millones, el de
la causa del desfalco al Tesoro de 70 millones y el de la no detección de los
pistoleros “El Colorado y compañía” que campan impunemente en la protección
oficial. Hay que retrogradar a los
períodos de mayor corrupción política de algunos siglos atrás de gobiernos
europeos y americanos para comparar tanta descocada inmoralidad”[4].
Nada
se podía hacer, creyó García Vélez, desencantado, regresando de todos los
destinos, ahora con demasiados años como para creer en el futuro. Lo único
posible era dejar de creer, y parece que lo hizo. Hacia finales de sus días, se
manifestó en García Vélez un pensamiento anarquista, “no pertenezco ni
simpatizo con partido político alguno”[5]. Y cómo
hacerlo si para entonces había escrito innumerables cartas a diversos
funcionarios del Gobierno en las que hacía acusaciones o aportaba ideas pero,
según sus propias palabras, nadie las leía.
Es
una de aquellas cartas la fechada el 14 de Julio de 1950, en ella García Vélez critica
la “errónea política de reacción anticonstitucional que el gobierno parece
haber adoptado, con restricciones arbitrarias para la libre expresión de
pensamiento”[6].
De
que Carlos García Vélez nunca gozó de
abundante hacienda pero que aún así mantuvo siempre una actitud humilde, es
prueba la carta que envió a Cosme de la Torriente durante el malentendido de la Legación de Londres con
el Sr. Zendequi: “yo regresaré a mi tierra con el criollo orgullo irreductible
(a los halagos de lo que se considera por tanto como una vida regalada) y
trabajaré en la ciudad o en el campo –no
importa en qué oficio- con la sencillez
del guajiro que no juega ni bebe ni se ocupa de otra cosa que de criar su prole
y de fomentar su finca”[7].
Y cuando llegó a la vejez tampoco tenía fortuna, lo que se prueba en su Diario-Memoria, donde escribe más de una vez sobre la preocupación que le embargaba cotidianamente: temía él que en caso de muerte no le pagaran pensión ninguna a su esposa. El 30 de noviembre de 1949, con tono de intimidad, escribe Carlos en su Diario-Memoria, que está haciendo gestiones legales que aseguren ciertas propiedades que posee, con el afán de “dejarle a Amalia y a los hijos algún dinero, no teniendo yo confianza alguna en el pago de las pensiones, pues tal es el desorden que prevalece en el manejo del fondo que cada vez disminuye rebajando las pensiones en el 35%. Toda previsión en este sentido se justifica por mi avanzada edad y la amenaza de cercano fin a juzgar por los pronósticos”[8].
Y cuando llegó a la vejez tampoco tenía fortuna, lo que se prueba en su Diario-Memoria, donde escribe más de una vez sobre la preocupación que le embargaba cotidianamente: temía él que en caso de muerte no le pagaran pensión ninguna a su esposa. El 30 de noviembre de 1949, con tono de intimidad, escribe Carlos en su Diario-Memoria, que está haciendo gestiones legales que aseguren ciertas propiedades que posee, con el afán de “dejarle a Amalia y a los hijos algún dinero, no teniendo yo confianza alguna en el pago de las pensiones, pues tal es el desorden que prevalece en el manejo del fondo que cada vez disminuye rebajando las pensiones en el 35%. Toda previsión en este sentido se justifica por mi avanzada edad y la amenaza de cercano fin a juzgar por los pronósticos”[8].
Eran
tales gestiones las que él deja explicadas en el Diario-Memorias:
“Quiero que la
casa de Morales Lemus y Frexes quede en posesión de mis descendientes, sin
intervención extraña y nunca del Estado ni del Municipio. Es doloroso para mí
confesar que no tengo la menor confianza en instituciones que se hallan
desfalcadas por sus funcionarios, notoriamente conocidos como aprovechados
ilegítimos de los bienes públicos. Para ellos no hay nada sagrado que respeten.
“(…) Cada libro que he comprado representa haberme
desprendido de una cantidad respetable, dada mi pobreza, pues nunca he tenido
capital sino el fruto de mi trabajo como dentista, profesor o empleado público,
de sueldo insuficiente para la representación adecuada de un alto cargo
diplomático en el Extranjero.
“La casa que me legó mi tía Leonor en Holguín fue
edificada , si mal no recuerdo en la lectura de la Inscripción en el
Registro de la Propiedad,
allá por los años 30 del siglo pasado, supongo que construida para los recién
casados, mis abuelos Doña Lucía Iñiguez y Don Ramón García, por los padres de
mi abuela. En ella vivió en la miseria y en la miseria murió”[9].
La
casa de la que habla, que fue propiedad de su abuela paterna y que su tía
Leonor García Iñiguez le dejó, ubicada en la esquina de las calles Morales
Lemus y Frexes (no confundir con la Clínica Frexes, que se ubicó en la esquina
contraria), varias veces se la había pedido el Gobierno del municipio a Carlos
durante la década de 1950, para que en ella se radicaran disimiles
instituciones. En todas las ocasiones el General se negó. “Lo inaudito del caso
es que habiendo tantos ricos propietarios de casas en Holguín no sean ellos los
que resuelvan los problemas de los peticionarios sino que siempre acudan al más
pobre, que soy yo. Es ya público y notorio que esa casa está destinada para mi
vivienda y biblioteca y si no se ha reparado del mal estado que padece el
edificio ha sido por no tener dinero ni crédito”[10].
Finalmente,
la casa nunca se reparó y años después se derrumbó. En el solar que ocupaba
nunca se ha vuelto a construir ninguna otra edificación, utilizándose en la actualidad
como patio de una colindante escuela para niños pequeños.
Un
mal día muere la esposa del General, siendo aquella una pérdida de la que nunca
pudo recuperarse. Un hijo le atiende, pero cuando ya ha triunfado la revolución
emigra. El muy anciano General queda solo y muere en La Habana, el 6 de enero de
1963.
En
noviembre de 1950 el periodista R. Rodríguez Altunaga lo había entrevistado
para el Periódico Alerta. Esto fue lo que escribió:
“No
acostumbro a sahumar de elogios vanos a hombres encumbrados por la pujanza
política o por las grandes riquezas. Pero hablo con deleite de los humildes, de
los que a punta de austeridad y trabajo han
subido hasta envidiable altura. García Vélez ni goza de abundante
hacienda, ni reparte congruas vergonzosas, ni me dejaría publicar estas
cuartillas del momento si estuviera noticioso de ellas. Pero, cuando uno se
topa, en medio de esta Cuba moral que se
derrumba por este fétido horror que se respira!, como diría el autor del
“El Vértigo”, es una delicia y siente uno alivio de cansado caminante a la vera
de vivas fontanas, sentarse al lado de estos grandes cubanos, monumentos
solitarios de un gran imperio moral en
ruinas, para admirarlos en la reciedumbre de sus perennes ideales patrios con
los que parece que van tejiendo el manto de oro en que han de envolver sus
nombres venerandos para entregarlos al recuerdo agradecido de las generaciones
lejanas, libres de areítos bastardos y
de pasiones inmundas”.[11]
No
hemos podido precisar cómo fueron los últimos días del General, quién se encargó de cuidar de él y si aún quedan en
el país descendientes lejanos suyos.
[1] Archivo Nacional de Cuba. Donativos y Remisiones. Legajo 645. No
Orden. 72
[2] Centro Información Museo Casa Natal Calixto García Iñiguez. Diario de
Carlos García Vélez Pág. 24
[3] Ibídem Pág. 130
[4] Ibídem Pág. 117
[5] Archivo Nacional de Cuba. Fondo Donativos y Remisiones. Legajo: 645
No. Orden 59
[6] Ibídem
[7] Fondo Academia de la Historia. Legajo 575 No. Orden 2
[8] Centro Información Museo Casa Natal Calixto García Iñiguez. Diario
Carlos García Vélez Pág. 20
[9] Ibídem. Pág. 49
[10] Ibídem Pág. 131
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