Con información tomada de la Tesis Doctoral de Roberto Valcárcel Rojas
Una región de tanta actividad colonial como la zona donde se encontró el cementerio de Chorro de Maíta, lógicamente dispondría de población diversa que residió en lugares cercanos al cementerio, desempeñándose en las más diferentes ocupaciones. Al principio los colonizadores buscaron a los aborígenes locales y cuando estos escasearon fueron a “pescar” esclavos en las tierras vecinas, incluyendo lugares más allá de las islas inmediatas a la nuestra, de ahí que no sea sorprendente el hallazgo en el lugar de objetos indígenas no antillanos.
Es igualmente uno de los descubrimientos más sorprendentes el que se verificó en la dentadura del individuo 72B. Este tiene modificaciones intencionales en los incisivos y caninos superiores, particularmente intensa en los incisivos centrales que los tiene ranurados, y lo todavía más sorprendente, que este tipo de modificaciones es semejante a las que se hacían los aborígenes de Mesoamérica, específicamente en Belice, Guatemala y Honduras, especialmente en sitios mayas en Belice.
La mayoría de los entierros son boca arriba, aunque diez de los esqueletos están sobre el lado derecho, once sobre el izquierdo, uno está sentado y dos están boca abajo. A estos últimos, en broma, las guías del museo los llaman “la suegra”.
Una región de tanta actividad colonial como la zona donde se encontró el cementerio de Chorro de Maíta, lógicamente dispondría de población diversa que residió en lugares cercanos al cementerio, desempeñándose en las más diferentes ocupaciones. Al principio los colonizadores buscaron a los aborígenes locales y cuando estos escasearon fueron a “pescar” esclavos en las tierras vecinas, incluyendo lugares más allá de las islas inmediatas a la nuestra, de ahí que no sea sorprendente el hallazgo en el lugar de objetos indígenas no antillanos.
Uno de los restos encontrados en el Chorro deja ver a las claras que
ese, en vida, debió ser un yucateco. Y posiblemente este no fue el único de ese
origen que vivió en la zona, en el Chorro apareció cerámica de la que los arqueólogos
llaman México Pintado de Rojo en zonas no funerarias. También apareció Azteca
IV y un cascabel de guanín de posible origen mesoamericano, que adornó al muy famoso
esqueleto 57A, que es el que la prensa y los curiosos llama, la dama enjoyada.
La evidencia de un fuerte tráfico naval en áreas próximas al
cementerio y la intensa actividad
económica colonial que se efectuó en la zona, más los anteriores datos, pudiera
ser suficiente para asegurar que el trasiego marítimo de aquella época tan
temprana en la historia de la conquista y colonización de Cuba era de un
alcance mucho más largo que el que creíamos, quizás como parte del tráfico de
esclavos indígenas desde Mesoamérica y otros espacios.
Incluso en el sitio El Porvenir se localizó una pata de metate,
artefacto no reportado en contextos indígenas cubanos, pero fabricado con
materias primas locales, interpretándose
como resultado de la existencia aquí de indios mesoamericanos asociados al
accionar colonial. No hay datos precisos sobre este hallazgo pero
indudablemente que la pieza conecta a El Porvenir con El Chorro de Maíta en
torno al tema de la presencia de individuos de origen mesoamericano en la zona.
Entre la abundante muestra de restos humanos encontrados en el
cementerio de Chorro de Maíta apareció uno que, evidentemente, fue enterrado en
el lugar varios siglos después, ese es el identificado como No, 36. Los otros,
en un primer momento, fueron considerados “indios” con características comunes
al resto de los antillanos. Pero análisis posteriores se detuvieron en el No.
22, del que nunca se encontró el cuerpo sino, solamente el cráneo que, en
contra de las costumbres locales, no estaba deformado. Otros estudios sobre ese
cráneo estableció otras diferencias respecto a los demás, llegando a la
conclusión de que, posiblemente, se trataba de un europeo.
Por su parte el entierro No. 45 es el de un individuo adulto indígena
con la peculiaridad de que no tiene deformación craneana. Estudios específicos
concluyeron que pudiera tratarse de un mestizo de origen indígena.
Los estudios de la estatura también aportó sorpresas, entre ellas la
existencia de varios individuos femeninos muy por debajo de la media, que
promedió en 147.6 cm,
incluso, se midió un esqueleto femenino que nada más alcanzó 134.7 cm, lo que lo ubica muy
próximo a los límites de la calificación de enano y, por el contrario, se
encontró un ejemplar masculino (entierro No. 25) con una estatura extraordinariamente
alta comparado con la media que en los varones fluctúa entre 150.8 a 158.6 cm. Este esqueleto
midió 172.3 cm.
Por su parte el entierro No. 47 mostraba huellas de que en algún
momento de su vida había sufrido la fractura de dos costillas y el gigante No.
25 padeció un absceso dental crónico que dejó una abertura al exterior redondeada,
en el lado izquierdo del maxilar. Por análisis de datación carbónica que se le
realizó este individuo debió de vivir antes del arribo europeo mientras que el No.
39 vivió en un momento impreciso entre los siglos XV y XVII.
Las mediciones del cráneo del No. 45, un adulto masculino de entre
26-35 años, lo identifican como un africano, mientras que el cráneo del No. 81,
un adulto posiblemente femenino de entre 18 y 25 años, se sitúa, con igual
similitud, próximo a un femenino africano y a un femenino blanco, lo cual
sugiere una ascendencia mixta (mestizo). El cráneo del No. 22, un joven masculino de entre 16 y 18 años, lo ubicaron inicialmente
cerca de los rasgos de un individuo masculino blanco, pero un nuevo análisis de
sus datos sugiere un origen mestizo, con ancestros blancos e indígenas.
El 72B con las modificaciones en los incisivos y caninos superiores |
Es igualmente uno de los descubrimientos más sorprendentes el que se verificó en la dentadura del individuo 72B. Este tiene modificaciones intencionales en los incisivos y caninos superiores, particularmente intensa en los incisivos centrales que los tiene ranurados, y lo todavía más sorprendente, que este tipo de modificaciones es semejante a las que se hacían los aborígenes de Mesoamérica, específicamente en Belice, Guatemala y Honduras, especialmente en sitios mayas en Belice.
Entierro bocabajo |
La mayoría de los entierros son boca arriba, aunque diez de los esqueletos están sobre el lado derecho, once sobre el izquierdo, uno está sentado y dos están boca abajo. A estos últimos, en broma, las guías del museo los llaman “la suegra”.
Uno de los aspectos más relevantes del cementerio es la presencia de
objetos cuya posición respecto a los huesos permite asumir su ubicación en los
cuerpos al momento del entierro. Estos son, en su mayoría, adornos corporales
fabricados de piedra, metal, y de diversos materiales orgánicos. Destaca entre
todos el entierro No. 57A, que es la famosa dama enjoyada, de la que ahora no
diremos nada porque a ella se le dedicará una nota en la Aldea. El No. 94 tenía
orejeras de resina vegetal (ámbar) y orejeras de cuarcita en el No. 99. El
esqueleto No. 64 tenía a su lado veinticuatro cuentas de cuarcita y dos el No.
100. En el entierro No. 84 se encontraron cuentas de coral y una cuenta esférica
negra, ubicadas en la zona del cuello, lo que denota que fueron enterrados
usando collares.
Fragmento de tela de lino encontrada en el Chorro de Maíta visto en el microscópio |
En tres de los esqueletos se encontraron restos de tela, conservándose
solamente la de la siempre enigmática dama enjoyada. Igualmente en unos quince esqueletos
se encontraron tubos de metal enrollado, muchas veces con un hilo de algodón
adentro. Dicen los arqueólogos que esos tubos eran amarrados a las piernas de
los individuos para provocar sonidos musicales al bailar.
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