Por: Jaime
Ortega Reyna
Facultad de Filosofía y Letras–UNAM
Tomado de Latinoamérica. Revista de estudios Latinoamericanos no.49 México jul./dic. 2009.
Como
habíamos dicho antes, la relación entre México y Cuba al iniciarse el periodo
republicano disminuyó en cuanto a intensidad. Esta afirmación, que ha sido una
hipótesis lanzada desde el inicio del presente texto, se puede fortalecer
cuando se observa que en los documentos de los archivos diplomáticos no hay
acuerdos importantes sobre ningún tópico común a la relación diplomática.
Facultad de Filosofía y Letras–UNAM
Tomado de Latinoamérica. Revista de estudios Latinoamericanos no.49 México jul./dic. 2009.
Carlos García Vélez |
En los
dos archivos más importantes para este asunto apenas se registran intentos
frustrados de entablar un convenio de reconocimiento de estudios de las
profesiones liberales y otro más de intercambio comercial de azúcar, sin
embargo, ambos fracasaron. El primero ante la negativa del secretario de
Estado, Ignacio Mariscal, quien no lo consideró de ninguna forma conveniente,
pues existía uno similar firmado y funcionando con España, y el segundo debido
a que México era ya un fuerte productor de caña de azúcar.
El único
acuerdo que verdaderamente se realizó entre ambas Repúblicas tiene que ver con
un Convenio sobre el "Cambio de correspondencias y para el cambio de
bultos postales"[1],
en donde se establece una serie de prohibiciones sobre qué tipo de productos no
podían ser admitidos en ninguno de los dos países, (o más interesante: los panfletos
y propaganda política, dado que siempre existió un amplio fluir de emigrados
políticos). Sin embargo, en términos de relación entre dos estados tan cercanos
y con una historia de vínculos sociales tan importante el Convenio de bultos
postales es en realidad poco relevante.
Aunque los
objetivos de la política exterior mexicana nunca dejaron de considerar la
importancia de la zona caribeña, pronto otros espacios fueron más significativos en los inicios del siglo
XX, como por ejemplo, Centroamérica, donde Estados Unidos amenazaba con
intervenir. Pero aún con tal condicionante, para inicios del siglo, México
mantenía una importante presencia diplomática con Cuba:
“Con los cambios en la región al comenzar el siglo XX,
México volvió a su tradicional actitud de recabar información en el área
antillana, de observar de manera sistemática todos los movimientos de los
norteamericanos en la zona. Los consulados recibieron un nuevo apoyo y se
ratificaron o nombraron nuevos representantes. En primera instancia en Cuba. En
La Habana,
tras la muerte de Andrés Clemente Vázquez, Gilberto Crespo se hizo cargo de la
oficina consular. Paralelamente, fueron reconocidos Pablo Bory de la Cruz en Santiago de Cuba,
Antonio de Bada en Saguá la
Grande, Miguel Lluria en Cárdenas, José María Alonso en
Cienfuegos, Leandro Alcorta en Pinar del Río, y en Puerto Príncipe, Camagüey,
fue designado Coriolano Sariol”[2].
Es
precisamente el señalado Gilberto Crespo y Martínez[3] quien envió la primera nota de información
sobre la decisión del presidente cubano Tomás Estrada Palma de enviar al
general Carlos García Vélez como ministro plenipotenciario de Cuba a México. La
nota, por supuesto, está dirigida al secretario de Relaciones Exteriores, (SRE),
Ignacio Mariscal, quien, quizá, fue el diplomático más importante durante el
porfiriato[4].
Además, la nota informa que Francisco P. Coronado será nombrado secretario de la Legación y que se tiene
planeado el establecimiento de dos consulados: uno en Veracruz y el otro en
Tampico, siendo responsable del primero Pablo Menocal y del segundo Óscar
Justiniani[5].
Después
de varios retrasos para salir de La
Habana, el jueves 30 de octubre de 1902, al mediodía, queda
plenamente establecida la relación diplomática entre México y Cuba, en medio de
un acto solemne en el que el embajador entrega de la Carta Credencial
que lo acreditaba como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario. El
domicilio de la nueva representación será, según quedó asentando en la propia
Ley Orgánica del Cuerpo Diplomático, el Hotel Reforma de la capital del país,
en donde lo acompañará su esposa doña Amalia Martínez-Ybor de García Vélez[6].
En varias
ocasiones García Vélez dejará ver en La Habana que ha sido bien acogido por el país en el
cual está iniciando su carrera diplomática, por ejemplo, a inicios de febrero
de 1903 enviará un recorte periodístico de The Mexican Herald que dice:
“Como habíamos anticipado a su llegada, el Ministro
cubano, y la Sra.
de García Vélez se han granjeado muchas simpatías, tanto en los círculos
diplomáticos como en los sociales: el Ministro por su tacto y caballerosas
cualidades, y su esposa por su belleza y distinción. Aún entre aquellas
personas que por una u otra razón podía suponerse que estaban desfavorablemente
inclinadas hacia Cuba se nota un sentimiento de cordialidad en favor del
representante de la nueva República en Méjico, de tal manera que pueden estar
satisfechos no solamente de haber alcanzado popularidad para sí mismos, sino
también buenos deseos y estimación para su país”[7].
De igual
forma es muy evidente que en varios de los reportes enviados a La Habana, García Vélez
insiste en que ha tejido buenas amistades con funcionarios importantes de
México, a reserva de las severas opiniones sobre el régimen de Porfirio Díaz
que veremos más adelante. También —y esto no es menor— entabló una amistad con
el secretario de Relaciones Exteriores, Ignacio Mariscal. En algunas notas el
cubano habló de que Mariscal visitó la residencia de su familia, ubicada en la
ciudad de Cuernavaca[8].
García Vélez se muestra complacido por la visita y dice: "Me alegro mucho de esta oportunidad que se me presenta de
estrechar relaciones con el distinguido secretario de Relaciones Exteriores,
quien se ha captado el afecto sincero y la buena voluntad de todo el Cuerpo
Diplomático acreditado en México [...]"[9].
Una
revisión de los archivos diplomáticos de la época, tanto de la SRE como los que se encuentran
en Cuba, puede darnos una visión panorámica sobre la situación de calma que
existe entre ambas naciones y en la que hemos insistido ya. García Vélez es un
diplomático polémico, pero cauto en su actuar público. Sin embargo expresará a La Habana constantemente,
opiniones importantes e interesantes para entender el contexto político en el
que se encontraba. Hemos ubicado la mayor parte de las referencias y notas
diplomáticas enviadas hacia La
Habana tratando de contextualizarlas a fin de clarificar las
situaciones a las que hace referencia, examinando si sus opiniones eran
certeras.
El punto
central de sus observaciones y valoraciones políticas se da naturalmente en
torno a la vida pública de la
República comandada por don Porfirio Díaz.
Las
primeras notas enviadas por García Vélez se refieren a dos temas: la cuestión de la nacionalidad de José Yves
Limantour, conocido funcionario porfirista y la renuncia de Bernardo Reyes a la Secretaría de Guerra y
Marina que ocupaba en ese momento[10].
En ninguno de estos dos casos se proporciona alguna valoración política por
parte del cubano, pero si nosotros ubicamos la importancia de que se mencione a
estos dos personajes —y no a otros— podemos descubrir que el ministro se ha
percatado de la disputa que desde tiempo atrás tienen estas dos figuras: uno
representando al mundo citadino ilustrado, el otro al México de la provincia y
militarista; o sea, lo que Xavier Guerra ha llamado "la querellas de las élites"[11].
Pronto
García Vélez comenzará a realizar sus propios juicios políticos sobre la
situación que vive México. En 1903,
a menos de un año de haber llegado al país envía la
siguiente nota en donde comenta un discurso del general porfirista Francisco
Mena[12].
“Me permito llamar la atención de usted sobre la frase
significativa con que terminó el general Mena su discurso: "Dejemos al
primer Magistrado que haga política, sigamos su camino [...]". Esta frase
del general Mena es la síntesis de la realidad: el Presidente es el único que
aquí hace política, y todas las demás personalidades de la República siguen su
camino [...]”[13].
La última
frase tiene un sentido crítico muy importante. Pronto, sin embargo, el propio
García Vélez informará a La
Habana:
“Tengo el honor de participar a usted que en estos últimos
tiempos las relaciones entre el General Mena y algunos de los miembros de la
familia política del General Díaz, se han resentido un tanto, sin que le pueda
decir a usted el motivo de ello. La buena amistad que de un año a esta parte
media entre el General Mena y yo me pone en contacto frecuente y casi íntimo
con el Secretario de la Guerra,
y me parece haberle oído expresarse en distintas ocasiones, en términos hasta
ofensivos hacia algunos de sus compañeros de Gabinete. Además no se recata para
nada en decir a quien quiere oírlo que las cosas van mal por este "sistema
de enjuagues y componendas indignas del Gobierno en virtud de lo cual los
pillos y los ladrones están arriba y las personas honradas abajo”[14].
Nuevamente
la querella al interior del bloque en el poder se deja sentir y García Vélez la
distingue. El que las disputas internas estallen en esta época está determinado
por la cercanía de la elección presidencial de 1904, en donde se presenta un
elemento novedoso que es la disputa por la figura del vicepresidente, hasta
entonces inexistente en el sistema de gobierno mexicano. Así, ante la
convocatoria de una "Convención" que designaría al candidato a la
vicepresidencia que acompañaría en la fórmula electoral a Díaz, suceden hechos
polémicos que el propio Limantour ha recogido en sus memorias[15]
y que reflejan la situación de la política a principios de siglo: se convoca a
la citada Convención de un "partido" que no existe realmente y en la
que de antemano el caudillo ha propuesto a un hombre de confianza —el propio
Limantour— la candidatura, éste se niega y propone a un hombre que es de la
confianza de ambos: Ramón Corral. Todo esto sucede antes de que la Convención sesione.
Tenemos pues un espectáculo bien montando con anterioridad que provocará
problemas. Las pugnas y eclosiones dentro del bloque de poder en el porfiriato
no podían menos que estallar ante tal escenario. García Vélez informa
puntualmente del evento en dicha Convención:
“Ahí se pronunciaron
los discursos de Tovar, Mendizábal y Corral, además, habló también Porfirio
Díaz. Tovar a Díaz le dice en el discurso que en "una sesión electoral,
pública y solemne se habían hecho las elecciones". Díaz opinó respecto a
Corral, "un candidato cuya honorabilidad, cuya ilustración, virtudes
cívicas [...]"[16].
E
inmediatamente hace notar que el coronel Antonio Tovar, del Círculo Nacional
Porfirista, llame a la sesión como "electoral y solemne"[17].
García Vélez está informando a Cuba precisamente la farsa que representa esta
Convención: de todos los delegados, muchos no sabían que en realidad lo eran y
muchos delegados no fueron para no prestarse a la farsa. Dice Vélez que:
“El público estuvo agresivo y notablemente desenvuelto,
para lo que suele estar en México; y mostró desagrado hacia los candidatos
oficiales [...]. El único que fue objeto de señales de aprobación y hasta
recibido con aplausos por el público —el de Mariscal— pronto se vio que no era
apoyado por los miembros que llevaban la batuta en la reunión”[18].
El mismo
García Vélez hace una valoración política de todo el tema que se genera en
torno a la Convención
que elige a Ramón Corral como candidato a la vicepresidencia y que destapa las
pugnas entre la élites porfiristas: "Son
de admirar las palabras que he subrayado en los discursos referidos, que
demuestran, que si no hubo parsimonia en congregar a los pretendientes
delegados del pueblo, tampoco la hubo para medir las palabras guardándose
—siquiera por pudor— de hacer ostentación de una legitimidad que no
existía"[19].
Sin
embargo la valoración política que realiza no se detiene en la mera Convención
o en el funcionamiento de los allegados al presidente, sino que comienza a
cuestionar a la figura central del México de principios de siglo:
“Por otra parte muy
nebuloso y quizá sí desacertado también, anduvo el General Díaz en su breve
discurso, cuando le fue comunicada la candidatura de Corral. Sin querer el
presidente hizo confesión pública de que su administración es puramente
militar. Y eso que le disgusta mucho que piensen que él ejerce el mando de otra
manera que no sea la paternal que sus numerosos adeptos pregonan”[20].
Si ya en
términos del discurso político García Vélez ha enviado a La Habana juicios bastante
severos sobre la administración de Díaz, el siguiente comentario en verdad es
contundente acerca de la imagen que se ha creado el propio régimen hacia el
exterior:
“En estos momentos México se puede comparar a una
monarquía electiva, que desde luego no es verdadera monarquía; pues República
no es, porque aquí prevalece el principio de autoridad que repudia la elección
usándola simplemente de simulacro. En estos momentos México se puede comparar a
una monarquía electiva, que desde luego no es verdadera monarquía; pues
República no es, porque aquí prevalece el principio de autoridad que repudia la
elección usándola simplemente de simulacro.
“Triste y bochornoso es este estado de cosas y causa
asombro el contemplar a un pueblo de catorce millones de habitantes, que se
halla galvanizado bajo la mirada de un hombre que frisa en los setenta y cuatro
años, y que ahora se dispone a legar su puesto a... otro, que a su juicio,
habrá de seguir su misma política y sus mismos procedimientos de gobierno autoritario
y personal. Reitero [...]”[21].
Todas
estas afirmaciones de García Vélez sobre el carácter político–represivo del
régimen de Díaz se ven, como puede apreciarse en una nota enviada a La Habana el 26 de febrero de
1903, acompañadas por el recordatorio de que si bien Díaz gobierna la totalidad
del país y sus instituciones, no todos están de acuerdo con él. Es en esta
fecha cuando García Vélez envía una nota periodística en donde se informa sobre
una protesta realizada por el Club Liberal "Ponciano Arriaga" en la
ciudad de México. El 25 de febrero, después de muchas vicisitudes se restablece
el funcionamiento del Club Liberal que había sido sometido constantemente a la
represión. La ciudad de México brindará un cobijo que la provincia ya no podía
dar, de esta manera los liberales se manifiestan nuevamente de forma pública.
García Vélez rematará en una breve línea diciendo: "por cuya lectura se enterará usted del descontento que existe
entre determinados elementos políticos de esta República. Reitero [...]"[22].
Hasta los
comentarios anteriores al envío de esta nota, parecía que Carlos García Vélez
estaba dando una visión de omnipotencia del dictador con algunos destellos de
oposición debido a los intereses internos, como los que se refieren al general
Francisco Mena. Sin embargo, el solo hecho de que envíe a La Habana señales de que en la
sociedad mexicana existe un pequeño brote de descontento es ya de por sí
significativo, sobre todo si tomamos en cuenta la importancia que tuvo el
embrión opositor de tendencia liberal–anarquista de Camilo Arriaga y de Ricardo
Flores Magón. Me parece significativo que aun en condiciones de lo más adversas
y siendo todavía una minoría social, García Vélez destaque su tímida aparición
en la vida pública del país. Que este tipo de mensajes sean los que
mayoritariamente se encuentran en los archivos diplomáticos es muestra del
nivel de relación que ambos estados sostenían.
Existen
diversos temas, aparte de la administración porfirista que García Vélez trata
de manera crítica en sus informes a La Habana. Debido a
una limitación espacial señalo dos que me parecen fundamentales a ser
desarrollados en trabajos posteriores: los intentos de la administración de
Díaz por desprenderse del férreo control norteamericano sobre varios campos de la
economía, mediante el privilegio del capital europeo y, por otro lado, la
afirmación tajante de García Vélez de que, contrario a lo sostenido por el
presidente Díaz, México sí ayudó a España durante la guerra de 1898, y que
jamás hubo la pretendida neutralidad pregonada por los funcionarios del
porfiriato. Ambos temas hacen parte de la visión crítica que García Vélez
siempre demostró en sus comunicaciones a La Habana. Es
significativo que García Vélez escriba a La Habana que desde su perspectiva Porfirio Díaz no
se mantuvo neutral en la guerra de 1898, pues esto hace notar que en la
inmediatez de los acontecimientos no todos los políticos cubanos tienen claro
el papel de México y la ayuda prestada a España.
El
periodo que inicia en 1902 en la historia de las relaciones entre México y Cuba
se vio determinado por la disminución de la intensidad política, sobre todo si
se le compara con el periodo inmediato anterior —el de la lucha por la
independencia— que ha sido objeto de numerosas investigaciones y de apasionados
debates historiográficos. Ante esta situación este trabajo ha abrevado de la
recuperación de la perspectiva política que Carlos García Vélez formuló durante
su estancia en nuestro país. Una perspectiva sumamente crítica y lúcida, sobre
todo si se toma en cuenta que no existe registro que el representante
diplomático hubiese estado antes en México, ni que tuviera relación alguna
previa a este periodo.
Finalmente
apuntaremos otro dato biográfico que une al personaje señalado con nuestro
país. Carlos García Vélez ocupó nuevamente la representación cubana en México,
esta vez con el título de embajador, en 1934, en pleno conflicto entre Plutarco
Elías Calles y el presidente Lázaro Cárdenas, si bien no hemos podido acceder a
los informes enviados a La Habana,
correspondientes a este periodo, el historiador Salvador Morales nos ha dejado
una pista significativa, lo cual indicaría que nuevamente García Vélez fue un
observador puntual de su época: dice Morales que "Con mucho interés, la Legación cubana en México,
encabezada por Carlos García Vélez, siguió la difícil situación política
surgida entre Calles y Cárdenas, uno de los momentos más críticos del
accidentado proceso histórico mexicano, de los últimos 25 años"[23]. Queda pendiente pues echar una mirada a este
segundo periodo de Carlos García Vélez como embajador de Cuba en México.
[1] Convención sobre cambio de correspondencia y
de bultos postales, entre México y Cuba. Firmado en la Ciudad de México, D. F., el
30 de abril, 1904, exp. 27–4–51, AHSRE.
[2] Johanna von Grafenstein,
Laura Muñoz Mata, Antoinette Nelken, Un mar de encuentros y confrontaciones,
México, SRE, 2006, p. 200.
[3] Enrique Camacho Navarro, "Gilberto Crespo
y Martínez, un operador de la diplomacia de México en la Cuba republicana
(1902–1906)", Revista Mexicana de Política Exterior, núm. 84, México,
julio–octubre, 2008, pp. 93–120.
[4] Laura Muñoz Mata, "El más experto de
nuestros diplomáticos Ignacio Mariscal, artífice de la diplomacia
mexicana", en Sánchez Andrés, op. cit., pp. 111 y 112.
[5] Expediente personal del general Carlos García
Vélez 1–19–11, AHSRE, 18 de agosto, 1902, f. 6.
[6] La esposa de García Vélez llegó a ser interés de
la prensa en pocas ocasiones y algunas más bien triviales, por ejemplo: Amalia
Ybor es nota de prensa cuando parte hacia Puebla por recomendación médica, The
Mexican Herald, 6 de julio, 1905.
[7] Carlos García a Carlos de
Zaldo, Informes y correspondencia cursada con el ministro de Cuba en México
sobre diversos asuntos. Adjuntos recortes de prensa. Inglés y español.
Originales y copias. 26 de enero a 9 de febrero de 1903, Fondo Estado y
Justicia, núm. de orden 508/leg. 17, fs. 7, 137, año 1903, 71–72, 2 de febrero,
1903.
[8] En alguna otra ocasión el periódico El Tiempo
señala la ciudad de Cuautla y no Morelos como el lugar donde parte García
Vélez, en aquella ocasión para recibir al hijo de Estrada Palma, El Tiempo,
México, 16 de diciembre, 1904.
[9] Carlos García Vélez a Carlos
Ortiz Coffigny, Correspondencia sobre comunicaciones varias del ministro de
Cuba en México. Adjunto recortes de prensa, invitaciones, etc. Inglés y
español. Originales y copias, Fondo Estado y Justicia, f. 36 m 24, diciembre de 1904,
núm. de orden 515/leg. 17, fs. 122, 1904.
[10] Carlos García Vélez a Carlos Zaldo, Informes y
correspondencia cursada con el ministro de Cuba en México sobre diversos
asuntos, Fondo Estado y Justicia, núm. de orden, 504/leg. 17, folios 60, año
1903, fs. 24–27, 8 de enero, 1903.
[11] Xavier Guerra Francois,
México: del antiguo régimen a la
Revolución, México, FCE, 1985,t. I, p. 84.
[12] Fue gobernador de su natal Guanajuato y
posteriormente diplomático.
[13] Carlos García Vélez a Carlos
de Zaldo, Informes y correspondencia cursada con el ministro de Cuba en México
sobre diversos asuntos, Fondo Estado y Justicia, núm. de orden 508/leg. 17,
folios 137, 1903, f.
132, 9 de enero, 1903.
[14] Loc. cit.
[15] José Yves Limantour, Apuntes
sobre mi vida pública, México, Porrúa, 1965, pp. 110 y 111.
[16] Comunicación del ministro de México
felicitando en nombre de su gobierno al de Cuba por el aniversario de la Constitución de la República, Carlos García
Vélez a Carlos de Zaldo, Fondo Estado y Justicia, núm. de orden 522/leg. 18,
folios 97, 1904, f.
12, sin fecha.
[17] Loc.
cit.
[18] Loc. cit.
[19] Loc. cit.
[20] Comunicación del ministro de México
felicitando en nombre de su gobierno al de Cuba por el aniversario de la Constitución de la República, Carlos García
Vélez a Carlos de Zaldo, Fondo Estado y Justicia, núm. de orden 522/leg. 18,
folios 97, 1904, f.
17, sin fecha.
[21] Comunicación del ministro de México
felicitando en nombre de su gobierno al de Cuba por el aniversario de la Constitución de la República, Carlos García
Vélez a Carlos de Zaldo, Fondo Estado y Justicia, núm. de orden 522/leg. 18,
folios 97, 1904, f.
17, sin fecha.
[22] Informes y correspondencia cursada con el
ministro de Cuba en México sobre diversos asuntos. Adjuntos recortes de prensa.
Inglés y español. Originales y copias, 10 a 28 de febrero de 1903, García Vélez a
Carlos de Zaldo, Fondo Estado y Justicia, núm. de orden 509/leg. 17, folios
128, 1903, fs. 113–115.
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