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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

3 de octubre de 2014

General Carlos García Vélez, actuación como primer embajador de Cuba en México.

Por: Jaime Ortega Reyna 
Facultad de Filosofía y Letras–UNAM 
Tomado de Latinoamérica. Revista de estudios Latinoamericanos no.49 México jul./dic. 2009.

Carlos García Vélez
Como habíamos dicho antes, la relación entre México y Cuba al iniciarse el periodo republicano disminuyó en cuanto a intensidad. Esta afirmación, que ha sido una hipótesis lanzada desde el inicio del presente texto, se puede fortalecer cuando se observa que en los documentos de los archivos diplomáticos no hay acuerdos importantes sobre ningún tópico común a la relación diplomática.

En los dos archivos más importantes para este asunto apenas se registran intentos frustrados de entablar un convenio de reconocimiento de estudios de las profesiones liberales y otro más de intercambio comercial de azúcar, sin embargo, ambos fracasaron. El primero ante la negativa del secretario de Estado, Ignacio Mariscal, quien no lo consideró de ninguna forma conveniente, pues existía uno similar firmado y funcionando con España, y el segundo debido a que México era ya un fuerte productor de caña de azúcar.

El único acuerdo que verdaderamente se realizó entre ambas Repúblicas tiene que ver con un Convenio sobre el "Cambio de correspondencias y para el cambio de bultos postales"[1], en donde se establece una serie de prohibiciones sobre qué tipo de productos no podían ser admitidos en ninguno de los dos países, (o más interesante: los panfletos y propaganda política, dado que siempre existió un amplio fluir de emigrados políticos). Sin embargo, en términos de relación entre dos estados tan cercanos y con una historia de vínculos sociales tan importante el Convenio de bultos postales es en realidad poco relevante.

Aunque los objetivos de la política exterior mexicana nunca dejaron de considerar la importancia de la zona caribeña, pronto otros espacios fueron  más significativos en los inicios del siglo XX, como por ejemplo, Centroamérica, donde Estados Unidos amenazaba con intervenir. Pero aún con tal condicionante, para inicios del siglo, México mantenía una importante presencia diplomática con Cuba:

“Con los cambios en la región al comenzar el siglo XX, México volvió a su tradicional actitud de recabar información en el área antillana, de observar de manera sistemática todos los movimientos de los norteamericanos en la zona. Los consulados recibieron un nuevo apoyo y se ratificaron o nombraron nuevos representantes. En primera instancia en Cuba. En La Habana, tras la muerte de Andrés Clemente Vázquez, Gilberto Crespo se hizo cargo de la oficina consular. Paralelamente, fueron reconocidos Pablo Bory de la Cruz en Santiago de Cuba, Antonio de Bada en Saguá la Grande, Miguel Lluria en Cárdenas, José María Alonso en Cienfuegos, Leandro Alcorta en Pinar del Río, y en Puerto Príncipe, Camagüey, fue designado Coriolano Sariol”[2].

Es precisamente el señalado Gilberto Crespo y Martínez[3]  quien envió la primera nota de información sobre la decisión del presidente cubano Tomás Estrada Palma de enviar al general Carlos García Vélez como ministro plenipotenciario de Cuba a México. La nota, por supuesto, está dirigida al secretario de Relaciones Exteriores, (SRE), Ignacio Mariscal, quien, quizá, fue el diplomático más importante durante el porfiriato[4]. Además, la nota informa que Francisco P. Coronado será nombrado secretario de la Legación y que se tiene planeado el establecimiento de dos consulados: uno en Veracruz y el otro en Tampico, siendo responsable del primero Pablo Menocal y del segundo Óscar Justiniani[5].

Después de varios retrasos para salir de La Habana, el jueves 30 de octubre de 1902, al mediodía, queda plenamente establecida la relación diplomática entre México y Cuba, en medio de un acto solemne en el que el embajador  entrega de la Carta Credencial que lo acreditaba como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario. El domicilio de la nueva representación será, según quedó asentando en la propia Ley Orgánica del Cuerpo Diplomático, el Hotel Reforma de la capital del país, en donde lo acompañará su esposa doña Amalia Martínez-Ybor de García Vélez[6].

En varias ocasiones García Vélez dejará ver en La Habana que ha sido bien acogido por el país en el cual está iniciando su carrera diplomática, por ejemplo, a inicios de febrero de 1903 enviará un recorte periodístico de The Mexican Herald que dice:

“Como habíamos anticipado a su llegada, el Ministro cubano, y la Sra. de García Vélez se han granjeado muchas simpatías, tanto en los círculos diplomáticos como en los sociales: el Ministro por su tacto y caballerosas cualidades, y su esposa por su belleza y distinción. Aún entre aquellas personas que por una u otra razón podía suponerse que estaban desfavorablemente inclinadas hacia Cuba se nota un sentimiento de cordialidad en favor del representante de la nueva República en Méjico, de tal manera que pueden estar satisfechos no solamente de haber alcanzado popularidad para sí mismos, sino también buenos deseos y estimación para su país”[7].

De igual forma es muy evidente que en varios de los reportes enviados a La Habana, García Vélez insiste en que ha tejido buenas amistades con funcionarios importantes de México, a reserva de las severas opiniones sobre el régimen de Porfirio Díaz que veremos más adelante. También —y esto no es menor— entabló una amistad con el secretario de Relaciones Exteriores, Ignacio Mariscal. En algunas notas el cubano habló de que Mariscal visitó la residencia de su familia, ubicada en la ciudad de Cuernavaca[8]. García Vélez se muestra complacido por la visita y dice: "Me alegro mucho de esta oportunidad que se me presenta de estrechar relaciones con el distinguido secretario de Relaciones Exteriores, quien se ha captado el afecto sincero y la buena voluntad de todo el Cuerpo Diplomático acreditado en México [...]"[9].

Una revisión de los archivos diplomáticos de la época, tanto de la SRE como los que se encuentran en Cuba, puede darnos una visión panorámica sobre la situación de calma que existe entre ambas naciones y en la que hemos insistido ya. García Vélez es un diplomático polémico, pero cauto en su actuar público. Sin embargo expresará a La Habana constantemente, opiniones importantes e interesantes para entender el contexto político en el que se encontraba. Hemos ubicado la mayor parte de las referencias y notas diplomáticas enviadas hacia La Habana tratando de contextualizarlas a fin de clarificar las situaciones a las que hace referencia, examinando si sus opiniones eran certeras.

El punto central de sus observaciones y valoraciones políticas se da naturalmente en torno a la vida pública de la República comandada por don Porfirio Díaz.

Las primeras notas enviadas por García Vélez se refieren a dos temas: la  cuestión de la nacionalidad de José Yves Limantour, conocido funcionario porfirista y la renuncia de Bernardo Reyes a la Secretaría de Guerra y Marina que ocupaba en ese momento[10]. En ninguno de estos dos casos se proporciona alguna valoración política por parte del cubano, pero si nosotros ubicamos la importancia de que se mencione a estos dos personajes —y no a otros— podemos descubrir que el ministro se ha percatado de la disputa que desde tiempo atrás tienen estas dos figuras: uno representando al mundo citadino ilustrado, el otro al México de la provincia y militarista; o sea, lo que Xavier Guerra ha llamado "la querellas de las élites"[11].

Pronto García Vélez comenzará a realizar sus propios juicios políticos sobre la situación que vive México. En 1903, a menos de un año de haber llegado al país envía la siguiente nota en donde comenta un discurso del general porfirista Francisco Mena[12].

“Me permito llamar la atención de usted sobre la frase significativa con que terminó el general Mena su discurso: "Dejemos al primer Magistrado que haga política, sigamos su camino [...]". Esta frase del general Mena es la síntesis de la realidad: el Presidente es el único que aquí hace política, y todas las demás personalidades de la República siguen su camino [...]”[13].

La última frase tiene un sentido crítico muy importante. Pronto, sin embargo, el propio García Vélez informará a La Habana:

“Tengo el honor de participar a usted que en estos últimos tiempos las relaciones entre el General Mena y algunos de los miembros de la familia política del General Díaz, se han resentido un tanto, sin que le pueda decir a usted el motivo de ello. La buena amistad que de un año a esta parte media entre el General Mena y yo me pone en contacto frecuente y casi íntimo con el Secretario de la Guerra, y me parece haberle oído expresarse en distintas ocasiones, en términos hasta ofensivos hacia algunos de sus compañeros de Gabinete. Además no se recata para nada en decir a quien quiere oírlo que las cosas van mal por este "sistema de enjuagues y componendas indignas del Gobierno en virtud de lo cual los pillos y los ladrones están arriba y las personas honradas abajo”[14].

Nuevamente la querella al interior del bloque en el poder se deja sentir y García Vélez la distingue. El que las disputas internas estallen en esta época está determinado por la cercanía de la elección presidencial de 1904, en donde se presenta un elemento novedoso que es la disputa por la figura del vicepresidente, hasta entonces inexistente en el sistema de gobierno mexicano. Así, ante la convocatoria de una "Convención" que designaría al candidato a la vicepresidencia que acompañaría en la fórmula electoral a Díaz, suceden hechos polémicos que el propio Limantour ha recogido en sus memorias[15] y que reflejan la situación de la política a principios de siglo: se convoca a la citada Convención de un "partido" que no existe realmente y en la que de antemano el caudillo ha propuesto a un hombre de confianza —el propio Limantour— la candidatura, éste se niega y propone a un hombre que es de la confianza de ambos: Ramón Corral. Todo esto sucede antes de que la Convención sesione. Tenemos pues un espectáculo bien montando con anterioridad que provocará problemas. Las pugnas y eclosiones dentro del bloque de poder en el porfiriato no podían menos que estallar ante tal escenario. García Vélez informa puntualmente del evento en dicha Convención:

“Ahí se pronunciaron los discursos de Tovar, Mendizábal y Corral, además, habló también Porfirio Díaz. Tovar a Díaz le dice en el discurso que en "una sesión electoral, pública y solemne se habían hecho las elecciones". Díaz opinó respecto a Corral, "un candidato cuya honorabilidad, cuya ilustración, virtudes cívicas [...]"[16].

E inmediatamente hace notar que el coronel Antonio Tovar, del Círculo Nacional Porfirista, llame a la sesión como "electoral y solemne"[17]. García Vélez está informando a Cuba precisamente la farsa que representa esta Convención: de todos los delegados, muchos no sabían que en realidad lo eran y muchos delegados no fueron para no prestarse a la farsa. Dice Vélez que:

“El público estuvo agresivo y notablemente desenvuelto, para lo que suele estar en México; y mostró desagrado hacia los candidatos oficiales [...]. El único que fue objeto de señales de aprobación y hasta recibido con aplausos por el público —el de Mariscal— pronto se vio que no era apoyado por los miembros que llevaban la batuta en la reunión”[18].

El mismo García Vélez hace una valoración política de todo el tema que se genera en torno a la Convención que elige a Ramón Corral como candidato a la vicepresidencia y que destapa las pugnas entre la élites porfiristas: "Son de admirar las palabras que he subrayado en los discursos referidos, que demuestran, que si no hubo parsimonia en congregar a los pretendientes delegados del pueblo, tampoco la hubo para medir las palabras guardándose —siquiera por pudor— de hacer ostentación de una legitimidad que no existía"[19].

Sin embargo la valoración política que realiza no se detiene en la mera Convención o en el funcionamiento de los allegados al presidente, sino que comienza a cuestionar a la figura central del México de principios de siglo:

“Por otra parte muy nebuloso y quizá sí desacertado también, anduvo el General Díaz en su breve discurso, cuando le fue comunicada la candidatura de Corral. Sin querer el presidente hizo confesión pública de que su administración es puramente militar. Y eso que le disgusta mucho que piensen que él ejerce el mando de otra manera que no sea la paternal que sus numerosos adeptos pregonan”[20].

Si ya en términos del discurso político García Vélez ha enviado a La Habana juicios bastante severos sobre la administración de Díaz, el siguiente comentario en verdad es contundente acerca de la imagen que se ha creado el propio régimen hacia el exterior:

“En estos momentos México se puede comparar a una monarquía electiva, que desde luego no es verdadera monarquía; pues República no es, porque aquí prevalece el principio de autoridad que repudia la elección usándola simplemente de simulacro. En estos momentos México se puede comparar a una monarquía electiva, que desde luego no es verdadera monarquía; pues República no es, porque aquí prevalece el principio de autoridad que repudia la elección usándola simplemente de simulacro.

“Triste y bochornoso es este estado de cosas y causa asombro el contemplar a un pueblo de catorce millones de habitantes, que se halla galvanizado bajo la mirada de un hombre que frisa en los setenta y cuatro años, y que ahora se dispone a legar su puesto a... otro, que a su juicio, habrá de seguir su misma política y sus mismos procedimientos de gobierno autoritario y personal. Reitero [...]”[21].

Todas estas afirmaciones de García Vélez sobre el carácter político–represivo del régimen de Díaz se ven, como puede apreciarse en una nota enviada a La Habana el 26 de febrero de 1903, acompañadas por el recordatorio de que si bien Díaz gobierna la totalidad del país y sus instituciones, no todos están de acuerdo con él. Es en esta fecha cuando García Vélez envía una nota periodística en donde se informa sobre una protesta realizada por el Club Liberal "Ponciano Arriaga" en la ciudad de México. El 25 de febrero, después de muchas vicisitudes se restablece el funcionamiento del Club Liberal que había sido sometido constantemente a la represión. La ciudad de México brindará un cobijo que la provincia ya no podía dar, de esta manera los liberales se manifiestan nuevamente de forma pública. García Vélez rematará en una breve línea diciendo: "por cuya lectura se enterará usted del descontento que existe entre determinados elementos políticos de esta República. Reitero [...]"[22].

Hasta los comentarios anteriores al envío de esta nota, parecía que Carlos García Vélez estaba dando una visión de omnipotencia del dictador con algunos destellos de oposición debido a los intereses internos, como los que se refieren al general Francisco Mena. Sin embargo, el solo hecho de que envíe a La Habana señales de que en la sociedad mexicana existe un pequeño brote de descontento es ya de por sí significativo, sobre todo si tomamos en cuenta la importancia que tuvo el embrión opositor de tendencia liberal–anarquista de Camilo Arriaga y de Ricardo Flores Magón. Me parece significativo que aun en condiciones de lo más adversas y siendo todavía una minoría social, García Vélez destaque su tímida aparición en la vida pública del país. Que este tipo de mensajes sean los que mayoritariamente se encuentran en los archivos diplomáticos es muestra del nivel de relación que ambos estados sostenían.

Existen diversos temas, aparte de la administración porfirista que García Vélez trata de manera crítica en sus informes a La Habana. Debido a una limitación espacial señalo dos que me parecen fundamentales a ser desarrollados en trabajos posteriores: los intentos de la administración de Díaz por desprenderse del férreo control norteamericano sobre varios campos de la economía, mediante el privilegio del capital europeo y, por otro lado, la afirmación tajante de García Vélez de que, contrario a lo sostenido por el presidente Díaz, México sí ayudó a España durante la guerra de 1898, y que jamás hubo la pretendida neutralidad pregonada por los funcionarios del porfiriato. Ambos temas hacen parte de la visión crítica que García Vélez siempre demostró en sus comunicaciones a La Habana. Es significativo que García Vélez escriba a La Habana que desde su perspectiva Porfirio Díaz no se mantuvo neutral en la guerra de 1898, pues esto hace notar que en la inmediatez de los acontecimientos no todos los políticos cubanos tienen claro el papel de México y la ayuda prestada a España.

El periodo que inicia en 1902 en la historia de las relaciones entre México y Cuba se vio determinado por la disminución de la intensidad política, sobre todo si se le compara con el periodo inmediato anterior —el de la lucha por la independencia— que ha sido objeto de numerosas investigaciones y de apasionados debates historiográficos. Ante esta situación este trabajo ha abrevado de la recuperación de la perspectiva política que Carlos García Vélez formuló durante su estancia en nuestro país. Una perspectiva sumamente crítica y lúcida, sobre todo si se toma en cuenta que no existe registro que el representante diplomático hubiese estado antes en México, ni que tuviera relación alguna previa a este periodo.

Finalmente apuntaremos otro dato biográfico que une al personaje señalado con nuestro país. Carlos García Vélez ocupó nuevamente la representación cubana en México, esta vez con el título de embajador, en 1934, en pleno conflicto entre Plutarco Elías Calles y el presidente Lázaro Cárdenas, si bien no hemos podido acceder a los informes enviados a La Habana, correspondientes a este periodo, el historiador Salvador Morales nos ha dejado una pista significativa, lo cual indicaría que nuevamente García Vélez fue un observador puntual de su época: dice Morales que "Con mucho interés, la Legación cubana en México, encabezada por Carlos García Vélez, siguió la difícil situación política surgida entre Calles y Cárdenas, uno de los momentos más críticos del accidentado proceso histórico mexicano, de los últimos 25 años"[23].  Queda pendiente pues echar una mirada a este segundo periodo de Carlos García Vélez como embajador de Cuba en México.









[1] Convención sobre cambio de correspondencia y de bultos postales, entre México y Cuba. Firmado en la Ciudad de México, D. F., el 30 de abril, 1904, exp. 27–4–51, AHSRE.

[2] Johanna von Grafenstein, Laura Muñoz Mata, Antoinette Nelken, Un mar de encuentros y confrontaciones, México, SRE, 2006, p. 200.      

[3] Enrique Camacho Navarro, "Gilberto Crespo y Martínez, un operador de la diplomacia de México en la Cuba republicana (1902–1906)", Revista Mexicana de Política Exterior, núm. 84, México, julio–octubre, 2008, pp. 93–120.

[4] Laura Muñoz Mata, "El más experto de nuestros diplomáticos Ignacio Mariscal, artífice de la diplomacia mexicana", en Sánchez Andrés, op. cit., pp. 111 y 112.

[5] Expediente personal del general Carlos García Vélez 1–19–11, AHSRE, 18 de agosto, 1902, f. 6.

[6] La esposa de García Vélez llegó a ser interés de la prensa en pocas ocasiones y algunas más bien triviales, por ejemplo: Amalia Ybor es nota de prensa cuando parte hacia Puebla por recomendación médica, The Mexican Herald, 6 de julio, 1905.

[7] Carlos García a Carlos de Zaldo, Informes y correspondencia cursada con el ministro de Cuba en México sobre diversos asuntos. Adjuntos recortes de prensa. Inglés y español. Originales y copias. 26 de enero a 9 de febrero de 1903, Fondo Estado y Justicia, núm. de orden 508/leg. 17, fs. 7, 137, año 1903, 71–72, 2 de febrero, 1903.

[8] En alguna otra ocasión el periódico El Tiempo señala la ciudad de Cuautla y no Morelos como el lugar donde parte García Vélez, en aquella ocasión para recibir al hijo de Estrada Palma, El Tiempo, México, 16 de diciembre, 1904.

[9] Carlos García Vélez a Carlos Ortiz Coffigny, Correspondencia sobre comunicaciones varias del ministro de Cuba en México. Adjunto recortes de prensa, invitaciones, etc. Inglés y español. Originales y copias, Fondo Estado y Justicia, f. 36 m 24, diciembre de 1904, núm. de orden 515/leg. 17, fs. 122, 1904.

[10] Carlos García Vélez a Carlos Zaldo, Informes y correspondencia cursada con el ministro de Cuba en México sobre diversos asuntos, Fondo Estado y Justicia, núm. de orden, 504/leg. 17, folios 60, año 1903, fs. 24–27, 8 de enero, 1903.

[11] Xavier Guerra Francois, México: del antiguo régimen a la Revolución, México, FCE, 1985,t. I, p. 84.

[12] Fue gobernador de su natal Guanajuato y posteriormente diplomático.

[13] Carlos García Vélez a Carlos de Zaldo, Informes y correspondencia cursada con el ministro de Cuba en México sobre diversos asuntos, Fondo Estado y Justicia, núm. de orden 508/leg. 17, folios 137, 1903, f. 132, 9 de enero, 1903.

[14] Loc. cit.

[15] José Yves Limantour, Apuntes sobre mi vida pública, México, Porrúa, 1965, pp. 110 y 111.

[16] Comunicación del ministro de México felicitando en nombre de su gobierno al de Cuba por el aniversario de la Constitución de la República, Carlos García Vélez a Carlos de Zaldo, Fondo Estado y Justicia, núm. de orden 522/leg. 18, folios 97, 1904, f. 12, sin fecha.

[17] Loc. cit.

[18] Loc. cit.

[19] Loc. cit.

[20] Comunicación del ministro de México felicitando en nombre de su gobierno al de Cuba por el aniversario de la Constitución de la República, Carlos García Vélez a Carlos de Zaldo, Fondo Estado y Justicia, núm. de orden 522/leg. 18, folios 97, 1904, f. 17, sin fecha.

[21] Comunicación del ministro de México felicitando en nombre de su gobierno al de Cuba por el aniversario de la Constitución de la República, Carlos García Vélez a Carlos de Zaldo, Fondo Estado y Justicia, núm. de orden 522/leg. 18, folios 97, 1904, f. 17, sin fecha.

[22] Informes y correspondencia cursada con el ministro de Cuba en México sobre diversos asuntos. Adjuntos recortes de prensa. Inglés y español. Originales y copias, 10 a 28 de febrero de 1903, García Vélez a Carlos de Zaldo, Fondo Estado y Justicia, núm. de orden 509/leg. 17, folios 128, 1903, fs. 113–115.


[23] Salvador Morales Pérez, Relaciones interferidas, México, SRE, 2002, p. 307.


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