Por: Jaime
Ortega Reyna
Facultad de Filosofía y Letras–UNAM
Tomado de Latinoamérica. Revista de estudios Latinoamericanos no.49 México jul./dic. 2009.
Las
relaciones que México y Cuba han entablado a través de la historia son un tema
que cada día ocupa más a la reflexión histórica. Hasta hace unos años el tema
predilecto, signado indudablemente por la Guerra Fría, era la
relación de México con la
Revolución cubana. Esta situación ha cambiado drásticamente y
ciertamente ha sido para bien, pues hemos ampliado nuestros horizontes tanto
temporales como metodológicos. Una breve vista a la bibliografía reciente puede
mostrarnos cómo los estudios se han comenzado a abordar en la parte final del
siglo XIX, particularmente en los momentos más complejos de la historia de
ambos pueblos: los procesos de independencia, el intercambio cultural, la
llegada de ciertos personajes políticos, la inmigración y la solidaridad en
momentos clave de la historia política, entre otros tópicos. Pero también se ha
avanzado en el estudio de los diplomáticos que, desde la perspectiva mexicana,
se encargaron de estrechar los lazos de solidaridad y reconocimiento de una
nación en formación.Facultad de Filosofía y Letras–UNAM
Tomado de Latinoamérica. Revista de estudios Latinoamericanos no.49 México jul./dic. 2009.
De esta
manera queremos abordar, de forma breve, el inicio de la relación diplomática
de la naciente nación cubana con México, en la perspectiva de un personaje muy
particular: el general Carlos García Vélez, primer ministro plenipotenciario de
Cuba en México.
El
periodo de la vida política cubana, iniciado a partir de 1902, está marcado en
la discusión historiográfica por el carácter que asumió el Estado o primera
República. Para los menos, se trata de la primera República en forma, para
otros —la mayor parte de la historiografía cubana producida dentro de la isla—
se trata de una República mediatizada, o como diría René Zavaleta de un Estado
aparente. Se asumiría entonces la existencia de un Estado que no es capaz de
cumplir todas sus funciones en plenitud, aunque algunas de ellas sí las realice
con total autonomía. Precisamente el tema de las relaciones diplomáticas —teniendo
siempre en cuenta la presencia de Estados Unidos y su forma jurídica de
dominio: la Enmienda
Platt— es en donde la primera República cubana ejerce de
manera plena su capacidad de representación frente a otros estados.
El
periodo que nos ocupa en este estudio sobre la relación entre México y Cuba es
el que va de 1902 a
1906 y lo iniciaremos a través de la revisión del primer representante
diplomático, exponiendo la importancia del personaje y la actitud que tomó
durante su estancia en México. Esta forma de tratar la historia diplomática
sigue la línea de los trabajos presentados en el libro Artífices y operadores
de la Diplomacia Mexicana[1].
Una
hipótesis que recorre el conjunto de este libro es aquella que considera que la
intensidad política de la relación tejida durante la época de búsqueda de la
independencia por parte de los cubanos y que marca todos los esfuerzos
diplomáticos, ha desaparecido por completo. En este sentido es pertinente
recordar las palabras de Margarita Espinosa cuando dice que para el gobierno de
Porfirio Díaz "el asunto cubano pasó
a un segundo plano en los intereses mexicanos, este hecho se entiende dada la
situación prevaleciente, pero además se consideró prioritario centrar la
atención en los asuntos ístmicos y contrarrestar en ese flanco la presencia
norteamericana".[2]
Esta hipótesis es fundamental, pues las relaciones diplomáticas que se entablen
en 1902 no estarán cargadas de la polémica ni la conflictividad social que
provocaba tener núcleos de cubanos patriotas en nuestro territorio, sino, todo
lo contrario, la relación toma cauces menos acalorados, hasta parecer por
momentos casi inexistente. Volveremos a esta cuestión más adelante.
Toda vez
que ha quedado establecido que abordaremos nuestro trabajo desde la perspectiva
que nos abre la figura del primer representante diplomático cubano que llega a
México, el trabajo se ha dividido en dos apartados. En el primero de ellos
presentamos datos relevantes de dicho personaje, algunos básicos pero
sustanciales, así como una perspectiva de su actividad como hombre público; en
el segundo apartado se revisarán algunos aspectos de su estancia en México,
conforme a las fuentes disponibles en los archivos diplomáticos de ambos
países.
Debemos
señalar al lector que la decisión de incluir aspectos de la biografía de este
personaje responde a la necesidad de dar pasos hacia la comprensión de cómo la
naciente República cubana conformó un equipo diplomático con base en los
combatientes de la guerra independentista que sacudió ese país años atrás o, en
otras palabras, queremos mostrar algunos aspectos que tuvo el primer representante
diplomático más allá de este cargo, que permiten inferir un perfil político y
una muy particular capacidad de visión crítica de la realidad mexicana.
[1] Agustín Andrés Sánchez,
Rosario Rodríguez Díaz, Fernando Alanís Enciso, Enrique Camacho Navarro
[coords.], Artífices y operadores de la diplomacia mexicana, siglos XIXy XX,
México, Porrúa–UMSNH–CSL–CC y DEL–UNAM, 2004.
[2] Margarita Espinosa Blas,
"México y Cuba después de la guerra de 1898", en María del Rosario
Rodríguez Díaz [coord.], El Caribe. Intereses geopolíticos y dominación
colonial, México, IIH–UMSNH, 2000, p. 160.
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