Zoyla Salomón (Viuda de Gonzalo Roig)
Cada vez que Raúl iba a La Habana llegaba a ver “al
Viejo”, como él le decía a Gonzalo. Gonzalo le preguntaba: “¿Vino a cantar?” Y
él: “Sí, Maestro, mire… Y si tenía algún problema de trabajo se lo decía, pero
siempre en segundo término. Los dos hacían una liga tremenda porque eran muy
conversadores; se morían de risa haciéndose cuentos verdes; Raúl siempre le
traía a Gonzalo el último cuento que andaba por el ambiente. A Gonzalo le
encantaba que él fuera a verlo porque además e estimarlo como el gran artista
que era, lo quería mucho como ser humano. Siempre me decía “ese muchacho sí
vale, Zoyla, es un caballero, muy respetuoso para ser tan joven, y es
fantástica la labor que ha hecho en Holguín”.
Yo pienso que Gonzalo siempre lo tenía presente. Y por
eso me conmoví tanto cuando en el homenaje “Roig In Memoriam”, en 1990, Camayd
inició la actividad. En ese homenaje me sentí muy halagada como esposa de Roig,
como libanesa que soy, igual que Raúl, y como cubana.
Tuve la suerte de ver a Raúl como quince días antes de su
muerte, en la Unión Arabe
de Cuba, pues él, como se sabe, es de origen libanés. Y lo vi tan pálido, con
dificultades para sentarse y me impresionó mucho; lo acompañaba su cuñada
Consuelo Esteva, a quien conozco también desde hace años. Ella y yo nos
cruzamos una mirada y las dos teníamos los ojos aguados. Consuelo me contó que
él acababa de llegar de los Estados Unidos donde le habían hecho un chequeo
riguroso y yo decía: “¡Ay Dios mío, que se cure!”. Almorzamos juntos aquel día,
y fue la última vez que lo vi.
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