De una nota del periódico "La Discusión" conservado por Juan Albanés.
El capitán Urbino fue importante en la creación de la sociedad de mulatos holguineros EL ALBA
El día 4 de diciembre de 1896 atravesó Maceo la Trocha en un bote que tripulaban Carlos Soto, Gerardo Yaneras, Eudaldo Concepción y Juan Funes, que recuerda el periodista haber visto muchas veces en el Archivo de “La Discusión”. El mismo Maceo ayudó a cargar el bote, que se encontraba escondido cerca de la playa Mosquito, hasta el mar. Fue necesario que la pequeña embarcación diera tres viajes para poder conducir al grupo, compuesto por 18 hombres. En el primer viaje embarcó el propio Maceo, acompañado de los generales Pedro Díaz y José Miró. Después hicieron la travesía los coroneles Manuel Piedra, Alberto Nodarse y Alfredo Jústiz y el americano Charles Gordon, el médico doctor Máximo Zertucha, los capitanes Nicolás Sauvanell, Ramón Peñalver y Ramón Ahumada; los tenientes Panchito Gómez Toro y José Isidoro Urbino; el sargento Juan Pérez, al servicio personal de Maceo y los asistentes del general, Benito y Ricardo Echavarría, el asistente del general Miró, José delgado, y Andrés Cuervo, que era el asistente del general Díaz.
No historiamos la acción de San Pedro, que es atarea ha sido rendida por hombres consagrados a esta materia y por otros actores de la tragedia, como el coronel Rafael Cerviño, el ya difunto coronel Dionisio Arencibia, el coronel Andrés Hernández y algunos más. Y vamos a lo que constituye el propósito de nuestra curiosidad.
Ya dijimos que Urbino vivió la intimidad de Maceo y que lo afeitaba cada dos días. Nos dice nuestro ilustre informante que el General Antonio era de carácter afable, discreto en su manera de hablar y en sus formas habituales, y enemigo de los vicios y desorbitaciones. No bebía ni fumaba y solo tomaba café a ratos. Era el primero en levantarse, revistando en su brioso caballo las inmediaciones de los lugares donde acampaba la tropa mambisa. Aunque enérgico en la imposición de la disciplina, era comprensivo con las faltas de sus subalternos, no acostumbrando violentarse ni hacer increpaciones de viva voz, amonestando a los que incurrían en ellas con suavidad y expresión sonriente, si cabe. En todos sus actos había un sello de prudencia y de consideración humana. No se encolerizaba nunca ni profería palabras que no pudieran repetirse delante de una dama. Era inflexible con los soldados que atentaban contra el pudor de las mujeres campesinas, y en este punto solía llevar a cabo los más duros escarmientos. Benigno con los prisioneros de guerra y respetuoso y cumplido en todos los momentos.
Preguntamos a Urbino sobre la supuesta paternidad de Maceo con el coronel salvadoreño Gregorio Bustamante, negándola de plano y agregando que el Titán solo mencionaba como su hijo al nacido en Jamaica, es decir, al ingeniero Antonio Maceo Mayart, que falleció en los últimos días.
DEJEMOS PARA OTRA OPORTUNIDAD el interesante relato histórico que nos ha hecho Pepe Urbino, uno de los dos supervivientes que conozcamos, (el otro es el general Piedra), del paso de la Trocha, que acompañaron a Maceo, por el Mariel, el día 4 de diciembre de 1896, y digamos, para gloria del Partido Liberal, que cuenta entre sus más entusiastas y firmes militantes al capitán José Isidoro Urbino.
El capitán Urbino es el tronco de una numerosa familia holguinera. Uno de sus hijos, Sergio, es un gran educador, y otro, Ibrahim, es uno de los más brillantes locutores de la radio y hombre preocupado por las materias intelectuales. José Ramón es dentista, y otros son bachilleres, profesores, etc., etc. Son trece los hijos que ha tenido Pepe Urbino y de ellos viven doce, de los cuales seis son varones.
Este bravo soldado de Maceo fue representante a la Cámara y ha figurado en distintas oportunidades en la boleta electoral, siempre bajo el emblema del arado y el gallo. Nunca ha hecho tregua, desde que hace política, en sus actividades cívicas y ahora se dispone a tomar parte en los trabajos para la reconstrucción del Partido Liberal, cuya vigencia es su única aspiración.
El periódico “Heraldo de HOLGUÍN”, edición del LUNES dos de septiembre de 1918, número 724, año IV, nos ofrece el siguiente “inserto” publicitario:
El profesor José María Ochoa y su hija “Candita” ofrecen tocar bailes con orquesta francesa (charanga), en las Sociedades y en las casas que tengan piano, lo mismo dentro que fuera de esta población de Holguín, a precios convencionales.
En el año de 1915 en San Isidoro actuaba un bien equilibrado Coro Parroquial.
Ese fue la culminación de los esfuerzos del párroco José Fernández Lestón, con el apoyo de los sacerdotes dominicos Presbítero Luis A. de Mena y Presbítero Rafael Castellanos, que habían pasado por Holguín anteriormente. Y también del maestro José María Ochoa y Correa.
Directora: Estelita Pérez Fuentes.
Asesor: José María Ochoa Correa.
Integrantes:
Gloria Artola Romaguera
Esther Artola Romaguera
Adriana González de la Vega
Isabel González de la Vega
Balbina Gutiérrez
Lolita Vilasuso
Graciela Serrano Proenza
Zoila Lastre
Caridad Luisa Manduley
Angelita Imperatori Carballo
Carmela Ochoa Ochoa
Ezequiela Ochoa
Amalín Ochoa Betancourt
Marina Torres Díaz
Entre sus éxitos estaba la “Misa Coral de S.S. Pío X”
(Información tomada del periódico “El Eco de Holguín”, miércoles 10 de junio de 1915, año XXI, número 1782)
En la acción de “Iguará” en fecha 3 de DICIEMBRE de 1895, se ejecutó por vez primera el Himno Invasor, el segundo Himno Nacional de Cuba.
La Banda de Música que lo tocó por primera vez estaba integrada por holguineros, siendo su Director el Capitán Don Manuel Dositeo Aguilera y su autor Loynaz del Castillo.
Según Don José María Heredia en su “Historia de Holguín” (1926), Labusta era comerciante domiciliado en Holguín, propietario del establecimiento mixto “El Volcán”, en los bajos de la Casa Periquera, en sociedad con Francisco Rondán y Rodríguez.
Labusta tenía una hermosa voz, y por ello podía darse el lujo de hacer dúos con José María Ochoa en el teatro sito en la intercepción de las calles que ahora se nombran Miró y Arias.
El comerciante y cantante era hijo de Vicente Labusta y de Antonia Rosa, y era natural de Asturias. En Holguín se casó en 29 de abril de 1864 con Doña María Jomarrón de los Reyes, hija de Onofre y Bárbara; los padrinos del casamiento lo fueron Don Belisario Álvarez y Ludovina de los Reyes, tal como consta en el Libro de Matrimonios de San Isidoro, número 6, folio 49 vuelto, que tiene la firma del sacerdote Juan Cancio Peypoch y Codina.
Ofició el Padre Juan Cancio Peypoch y Codina.
Libro de matrimonios, San Isidoro. Número 6. Folio 48 vuelto.