Leer además: La escultura religiosa en San Isidoro de Holguín
En enero de 1752 llegó a Holguín la comitiva que
presidía el Mariscal de Campo de los Reales Ejércitos Españoles, don Alonso de
Arcos y Moreno. En el paso de Cuba, o sea, en el pequeño río que marca la
frontera entre el centro histórico de Holguín y la calle Real de Pueblo Nuevo,
donde desde hace un siglo se construyó un puente, el mismo puente por el que la
gente pasa del Holguín viejo a la calle Real de Pueblo Nuevo… allí esperaron
los holguineros a don Alonso de Arcos y Moreno con una orquesta que amenizó la
llegada del regio visitante.
El que llegaba era, además, el Gobernador de Oriente y
traía la encomienda del Rey de España de darnos el título que mejor se aviniera
con Holguín; o sea, que a partir de ese día Holguín dejaba de ser gobernado por
el Cabildo de Bayamo y se convertía en jurisdicción, que es lo mismo que ser
municipio.
Una vez en Holguín el Gobernador siguió todos los pasos
que aconsejaba la costumbre, incluyendo una ofrenda valiosa dedicada al Santo
Patrono de la ciudad, San Isidoro. Consistió esa en una mitra o corona de oro
que, en solemne ceremonia religiosa, le colocaron en su cabeza a la imagen del
santo. Y hasta ahí no hay nada novedoso en la historia… bueno sí, la mitra era
muy valiosa. Pero solo eso. Lo verdaderamente novedoso y a lo mejor
sobrenatural, comienza a contarlo La
Aldea ahora:
Uno o dos años antes de que le dieran título de ciudad
a Holguín llegó a vivir aquí un individuo nombrado Francisco Caro a quien todos
le comenzaron a decir El Gaditano, porque el personaje trabajó en las tierras
del hacendado don José Salvador Cisneros quien era natural de Cádiz en
Andalucía.
Lo que no sabían ni don José Salvador Cisneros (su
empleador), ni ningún holguinero, es que El Gaditano recién llegado era un
solemne bandolero, asesino además, pero muy pronto se enteraron… Para robarle
unos centenes, el Gaditano mató a su amo y se fue a los montes que están entre
Holguín y Bayamo, y allí se dedicó a atacar a cuanto ser viviente tenía la mala
pata de cruzarse con él.
Y como está claro, El Gaditano se enteró de la valiosa
mitra de oro que el Gobernador de la provincia había donado a la iglesia de
Holguín. El 27 de enero de 1752, exactamente nueve días después de que la mitra
llegó a la Iglesia,
El Gaditano preparó el asalto.
En horas de la noche de ese día entró a Holguín; para
que no lo identificaran, el ladrón caminaba escondido en la oscuridad de las calles
pero dos guardias municipales se cruzaron con él, lo reconocieron y trataron de
detenerlo, pero El Gaditano los mató a los dos. Luego (y no nos pregunten
cómo), consiguió que le abrieran la puerta de la sacristía de la iglesia San
Isidoro. A lo mejor fue porque se hizo
pasar por un familiar que venía a buscar al párroco para que fuera a ver a un
moribundo. Le abrieron la puerta y una vez adentro el bandido amarró y amordazó
al sacristán y al párroco que lo era en esos momentos don Cristóbal Rodríguez.
Con el camino libre, el ladrón fue hasta donde
reluciente como la luz, estaba la mitra o corona de oro sobre la cabeza de la
imagen. El Gaditano ya abre el saco donde iba a guardar la joya, y ahora estira
sus manos para tomarla pero… (y ahora empieza la parte mágico-milagrosa de esta
historia) Abierto el saco donde iba a guardar la joya, el ladrón estira sus
manos para tomarla y entonces el rostro de la estatua de San Isidoro se
trasforma: ya no es la cara del santo sino la de uno de los guardias
municipales que el asesino acababa de asesinar. Al ver tal cosa El Gaditano cae
al suelo desmayado…
Entonces trascurre el tiempo. Cuando estaba por amanecer
llegan los primeros feligreses para rezar el Ave María y encuentran a un hombre
desmayado delante de la imagen de San Isidoro. No saben quién es pero tratan de
reanimarlo y lo consiguen. El Gaditano, hecho un mar de lágrimas y un manojo de
nervios, cuenta lo que ocurrió y pide que le traigan a un confesor.
Un mes después, el 27 de febrero de 1752, en Bayamo, El
Gaditano subió a la horca, pagando así por los muchos crímenes y pillajes que
había cometido.
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