En los primeros años del siglo XX holguinero se
construyen otros inmuebles comerciales de uno y dos niveles. Los segundos
establecían la primera planta a comercio y la segunda a vivienda. Así
estuvieron, entre otros, el edificio ubicado en la esquina de las calles Martí y
Maceo (de 1913) propiedad del Dr. Socarrás; la casa familiar de Wenceslao
Infante (actualmente Casa de la Cultura) que en 1918 ya tiene el segundo
nivel, y la de los Manduley, en la
cuadra este del parque García (actual librería Pedro Rogenas); otro en Libertad
y Arias, frente al parque San José y dos en la Plaza del Mercado.
Martí esquina a
Maceo, Hotel Saratoga,
actualmente en reparación. El edificio se construyó en 1913 y fue ocupado en
ese año por un banco y una tienda la planta baja y vivienda la alta.
Posteriormente fue comprado por Robustiano Diego, Sociedad en Comandita,
quien hasta el primer nivel la ferretería La Llave y alquiló la segunda para
ser utilizadas en distintas funciones la alta, y así hasta el año 1937 en que
se convirtió en hotel Saratoga.
Para 1959 el edificio y la
ferretería eran propiedad de Arnaiz Diego y Cía., Sociedad en Comandita.
Según el proyecto de la arquitecta
Ivet Planas, después de la reparación el edificio quedará así:
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Libertad no. 193, Librería Pedro
Rogena y vivienda en los altos: Vivienda comercio de dos niveles con galería en
planta baja, de estilo ecléctico, edificada en los primeros años del siglo
XX. En 1959 (Libertad No. 123) radicaba en la planta baja, el comercio “El
Bazar Cubano”, de Fernández, que se
anunciaba como “La Casa de los Juguetes”, y en los altos la vivienda familiar
de Octavio Manduley y hermanos.
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La fotografía es de
la década de 1940 |
Libertad no. 137, esquina a Arias, viviendas,
carnicería y Galería Holguín en planta baja y Academia de Ajedrez en segunda
planta: Edificio ecléctico de dos plantas, construido en la década del 30 del
siglo XX para albergar establecimientos comerciales en el primer nivel y
vivienda en el segundo. En 1959 estaba ocupado en la planta baja por la
casilla “Mi Casa no. 1”,
le continuaba por Libertad un depósito de tabaco en ramas, una quincalla y
donde actualmente está la galería Holguín era el café “El Parque”, propiedad
de chinos,. En la planta alta era la residencia de Neyle Marson de Góngora. Anteriormente
la familia Góngora había usado la segunda planta del edificio para instalar
la primera radioemisora que hubo en la ciudad, nombrada CMKF, dirigida
entonces por Manuel J. Góngora, y más tarde por sus hermanos, esos la trasladaron a la calle Frexes, donde hoy
radica la Empresa de Proyectos Vértice, antes EMPAI 13.
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En las primeras décadas del siglo XX el valor del
terreno del centro de la ciudad subió vertiginosamente, lo representó un gran
negocio venderlo o arrendarlo para comercios y otras instalaciones. Los viejos inmuebles
coloniales comenzaron a modificarse y a adaptarse a la actividad comercial. Todos
los propietarios quisieron modernizar los edificios para hacer los comercios más
atractivos y recibir mayor número de clientes, de ahí que a las que habían sido
casas de familia devenidas en tiendas, les demolieron las paredes que dividían la sala de los aposentos
y recámaras, le eliminaron las arcadas y les colocaron una viga de acero para
dintelar y consolidar la casa, logrando
de esa manera un espacio amplio para el salón de venta que, en un primer
momento tuvo mostradores y ahora ya admitía mesas.
La necesidad de recuperar espacios interiores para
almacenes, se lograba cerrando galerías y techando los patios interiores. En los
casos en que el inmueble estaba precedido de colgadizos sobre pies derechos, y
también los de arcadas sobre pilares, se llegó a transformar la fachada a
cualquiera de los estilos en boga: hasta la década del 30, al Eclecticismo, y
más tarde al Art-Decó o Monumental Moderno. En el interior quedaron escondidos
los elementos originales de influencia mudéjar, barroca y neoclásica característicos del período
colonial.
Los inmuebles de esta zona céntrica comenzaron a
explotarse al máximo. Los dividieron para arrendarlos a distintos comerciantes,
e igual en un solo inmueble hubo varios
comercios: tiendas mixtas y de especialidades, entre estas segundas:
ferreterías, peleterías, joyerías, ventas de bicicletas y autos, venta de equipos
electrodomésticos e industriales, gasolineras, farmacias, cines, bancos,
hoteles y servicios artesanales y técnicos de todos tipos, gastronómicos, recreativos,
así como para la ventas de billetes, periódicos y revistas, frutas
californianas y otras baratijas que se vendían en estantes colocados en las
entradas de los cafés, hoteles y en los corredores de los inmuebles que bordean
el parque central.
Para que se tenga una idea somera idea de lo
anteriormente descrito, en la década de 1950 en la Plaza del Mercado existían 7
ferreterías, y en el área del Centro Comercial Tradicional unos 15 pequeños
hoteles de ciudad, 27 cafeterías y 179 tiendas de ropas y servicios.
Para entonces era tan grande la competencia que los comercios
que ocupaban las grandes casonas coloniales, sino se equiparaban a las condiciones
del momento, quebraban o eran disminuidos y cada puerta se ocupaban con nuevos
servicios, (generalmente cuando se abrieron los vanos de las ventanas
coloniales, cada gran comercio poseía cuatro puertas en su fachada).
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Vidrieras de los comercios
de Holguín |
Cientos de personas visitaban cada día el centro
comercial de la ciudad atraídos por las necesidades perentorias o por la
propaganda que cada comercio hacía colocando las novedades en las vidrieras que,
en su mayoría, sobresalían al muro de fachada. Asimismo se hacía propaganda
escribiendo en los muros de la fachada o en los toldos que contribuían a la
protección solar; y los más favorecidos por la fortuna se anunciaban en la
prensa escrita, en las radioemisoras locales o por medio de altavoces. En el
caso de los altavoces la propaganda la hacía uno de los empleados frente al
propio comercio.
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Ferretería La Sucursal, en una de
las esquinas más céntricas de Holguín, la que hacen las calles Maceo y Frexes |
El Centro Comercial constituyó la mayor atracción de la
vida citadina. Los corredores [portales] de las plazas y las cuadras aledañas
diariamente se cubrían de público,
haciendo esa área la populosa de una ciudad que hasta la década de 1950 tenía
sus calles de tierra y donde el transporte que prevalecía era de tracción
animal, como puede apreciarse en las fotos de época en las que los caballos
aparecen amarrados frente a los comercios, (incluso hasta hoy quedan varias de
las argollas empotradas en las aceras que se usaban para amarrar los caballos
mientras sus dueños estaban en los comercios, cafés u otras instalaciones).
Eran inmigrantes los principales
dueños de los comercios de Holguín
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Generalmente la mayoría de los dueños de las
ferreterías eran peninsulares, santanderinos los de las dos más grandes, La
Surcursal y La Llave; árabes eran los propietarios de las tiendas de ropa y
joyerías; chinos, los propietarios de los hoteles, cafés, bodegas y puestos de
frituras, y, obviamente, unido a ellos un grupo de holguineros también era propietarios.
Es ese el tiempo en que Holguín comienza a expandirse y
rebasa los viejos límites de los ríos, la burguesía abandona el centro
bullicioso de la ciudad y se va a los nuevos y modernos repartos
residenciales donde construyen sus
viviendas en grandes parcelas.
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