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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

27 de febrero de 2017

Orencio Miguel Alonso: alto nombre de la arqueología cubana



Orencio Miguel Alonso
Nacimiento
1911
Banes, Holguín,  Cuba
Defunción
2005
 Estados Unidos
Ocupación
Historiador y arqueólogo
Nacionalidad
Cubana

Orencio Miguel Alonso fue calificado por Felipe Pichardo Moya como un entusiasta y digno coleccionista de especimenes indocubanos y a la vez el notable arqueólogo reconoció que el banense poseía una de las mejores colecciones de la República.

El ídolo de oro de Banes es el símbolo de ese territorio

En 1929, Orencio Miguel comenzó a realizar excavaciones arqueológicas en Banes, práctica que se extendió por veinte años. Durante ese tiempo llegó a examinar residuarios de unos 60 poblados y visitó unas 200 cuevas. En 1941 acompañó a los doctores Carlos García Robiou, de la Universidad de La Habana y a Irving Rouse, de la Universidad de Yale en las excavaciones realizadas en los sitios “Aguas Gordas” y potrero “El Mango”.

Los resultados de sus excavaciones fueron presentados en los Congresos Nacionales de Historia. En el Tercero, celebrado en Trinidad, del 2 al 4 de septiembre de 1944, presentó “Fases constructivas del hacha petaloide” y en el sexto, también celebrado en la ciudad espirituana, esa vez del 8 al 12 de octubre de 1947, Orencio Miguel presentó dos trabajos: “Descubrimiento y excavación de un montículo funeral en el potrero El Porvenir” y “Objetos raros de la cultura taína encontrados en el cacicato de Baní”. Por su parte en el séptimo expuso el reporte de “El primer ídolo precolombino encontrado en Cuba”. Asimismo publicó un sinnúmero de artículos en la Revista de Arqueología y Etnología.

Fue miembro de la Sociedad Cubana de Historia Natural y, quizá, integró la Sociedad Espeleológica de Cuba; esto anteriormente lo decimos porque Orencio mantenía una estrecha relación con el Dr. Antonio Núñez Jiménez, Presidente de esa Junta, incluso en la década del 50 juntos llevaron a cabo excavaciones en el municipio.

La posibilidad de excavar con prestigiosas personalidades de la arqueología de la región le permitió al arqueólogo aficionado dotarse de métodos científicos que hicieron posible que llevara a cabo un estricto inventario y descripción de cada una de las piezas que poseía.

 

Al triunfo de la Revolución Orencio Miguel puso su valiosa colección, que ascendía a 20 mil piezas, al servicio de la población y el Estado. Con ella se creó el fondo del Museo Indocubano Baní, del que fue su Director-fundador desde 1965.

Evidentemente cuando se habla de arqueología banense es imprescindible mencionar la obra de Orencio Miguel Alonso.

Fuente
Yurisay Pérez Nakao. “La historiografía banense en la república”. (Inédito).

Lourdes Pérez: de las polimitas a los manatíes. Zoología para arqueologos



Por: José Abreu Cardet
 
Entrevista a Lourdes del Rosario Pérez Iglesias (Holguín, 7 de octubre de 1965). Licenciada en Biología por la Universidad de Oriente y Máster en Gestión Ambiental. Investigadora Auxiliar y arqueozoóloga del Departamento Centro Oriental de Arqueología. En sus más de 24 años de trabajo en esta institución ha participado y dirigido más de una docena de proyectos de investigación 
-¿Qué estudia la arqueozoología?
La arqueozoología en sitios indígenas, que son los que casi siempre  investigo, se encarga del estudio de la fauna con la que interactuaron los aborígenes en tanto se pueden conocer las especies usadas para su sostenimiento alimentario, las que los proveyeron de materias primas para la elaboración de sus instrumentos y objetos de adorno corporal y de uso ceremonial. En esta investigación se pueden conocer los animales utilizados, sus hábitats, sexo, edad, los procesos de matanza, transportación y decisiones de distribución. Estos datos permiten además inferir acerca de las tecnologías de captura, crianza y carnicería; la frecuencia con que las especies fueron usadas, basándonos en la cantidad de animales o en la biomasa que aportan, así como la salud de los especímenes. Estos aspectos pueden estar relacionados con los cambios de la fauna en la región, particularmente con procesos de domesticación, etc.
-¿Cómo te acercaste a la arqueología?
Me gradué de Licenciatura en Biología en 1988, en la Universidad de Oriente. Al terminar me ubicaron en la estación de la Academia de Ciencias en Pinares de Mayarí, pero por circunstancias familiares no podía irme a trabajar lejos de la casa. El director del centro de Pinares de Mayarí en aquel entonces, Jacobo Urbino, me dijo que en el Departamento Centro Oriental de Arqueología estaban buscando un biólogo y me habló de José Manuel Guarch Delmonte. Cuando conversé con él me explicó el tipo de trabajo que necesitaban por parte de un biólogo y quedé fascinada. Se trataba de estudios paleobotánicos para determinar las plantas que los aborígenes usaron en épocas precolombinas. Más tarde tomé otro rumbo, cambié a la arqueozoología, ya que la palinología en arqueología era difícil de fomentar por el alto costo de las técnicas que requiere. La arqueozoología era más factible, pues podía aplicar y desarrollar mis conocimientos como bióloga, y era igualmente necesaria en el Departamento Centro Oriental de Arqueología.
-¿Cuándo se iniciaron las investigaciones arqueozoológicas en Cuba y particularmente en Holguín? ¿Qué significó para ti entrar en ese campo?
El trabajo arqueozoológico en Cuba se inició de forma sistemática desde que institucionalizó la arqueología en el país, en 1962, y se ha concentrado fundamentalmente en el Instituto Cubano de Antropología (ICAN), el Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador, y la Facultad de Biología de la Universidad de La Habana. En Santiago de Cuba, en el Departamento de Arqueología de la Oficina del Conservador de la Ciudad y en la Universidad de Oriente también se ha avanzado. Milton Pino ha sido una figura importante en este proceso.
En Holguín desde que se creó el Departamento de Arqueología, su fundador, José Manuel Guarch, siempre tuvo una clara visión de la importancia de los estudios arquezoológicos. Las primeras informaciones arquezoológicas de Holguín se remontan a los años 40 del siglo XX, a partir de trabajos ejecutados por Eduardo García Feria, José A. García Castañeda y Orencio Miguel Alonso, entre otros, quienes poseían colecciones de objetos extraídos de muchos residuarios arqueológicos de la localidad. Por esa misma época se publica el libro Archaeology of the Maniabón Hills, de Irving Rouse, en el que el investigador norteamericano informa sobre un levantamiento de los sitios arqueológicos de esta región, y describe en muchos de ellos la presencia de evidencias arqueozoológicas.
Con posterioridad a 1959 la creación en Holguín del grupo de aficionados Jóvenes Arqueólogos, luego incorporados varios de ellos al Grupo Científico García Feria, conllevó la realización de trabajos arqueológicos que contemplaban, entre otros materiales, la obtención de testimonios arquezoológicos. Muchos de estos materiales pasaron a engrosar las colecciones del Museo Guamá. También algunos de estos materiales pasaron a las colecciones del Museo de Historia Natural Carlos de la Torre y Huerta, de la ciudad de Holguín.
En aquel momento los datos arquezoológicos no pasaban de ser listas de entidades zoológicas, vistas desde una perspectiva descriptiva, y alguna veces tratadas a nivel de clases zoológicas en general, por lo que es frecuente encontrar términos como: conchas de moluscos, huesos de jutías, pinzas de cangrejo, huesos de majá, peto de jicotea, costilla de manatí, etcétera. O bien la mención de la utilización de huesos y conchas como materia prima para la confección de instrumentos de trabajo o de adornos de uso corporal por parte de las comunidades aborígenes en los sitios estudiados.
Trabajos con metodologías sistematizadas y con un enfoque que analizaba la explotación del entorno y trabajaba la identificación de actividades subsistenciales y el uso de recursos faunísticos, son los que provienen del Grupo de Trabajo de Arqueología de Holguín, en 1977, adscrito a la entonces Academia de Ciencias de Cuba, devenido más tarde Departamento Centro Oriental de Arqueología. En los primeros momentos las investigaciones arqueozoológicas del mencionado Departamento estuvieron a cargo de José Manuel Guarch Delmonte. En ese tiempo se trabajaron sitios como La Güira de Barajagua, Loma de Ochile, Mejías.
Esta institución incorporó a César Rodríguez Arce para el desempeño de esta disciplina. Este investigador estudió un amplio grupo de sitios arqueológicos, entre ellos loma de Baní, cerro del Júcaro, Esterito, Punta de Pulpo, El Boniato, El Porvenir, El Chorro de Maíta. También creó, junto a Milton Pino, una metodología de análisis arqueozoológico que fue bien acogida por la comunidad de arqueozoólogos de Cuba. En la misma se utilizaba el conocido conteo de Número Mínimo de Individuos (NMI) y se seguía una medida cuantitativa que pasaba del solo conteo de las especies encontradas a las interpretaciones del contexto en concordancia con el ambiente y las actividades subsistenciales que se realizaron.
A finales de la década de los 80 es cuando me incorporo al Departamento Centro Oriental de Arqueología, y bajo la tutela de Rodríguez Arce comienzo a realizar este tipo de estudio y desde esos momentos y hasta el presente he trabajado numerosos sitios arqueológicos, entre los que se destacan por su envergadura e importancia histórica Cayo Bariay y El Chorro de Maíta.
-¿Cómo se hace el estudio de un sitio arqueológico?
El descubrimiento de un sitio arqueológico puede ser fortuito o intencional. Muchas veces llegan a nosotros personas que hacen un reporte de un hallazgo y luego los especialistas vamos al lugar a explorar y determinamos si es o no un sitio arqueológico. Otras veces se descubren cuando se exploran áreas extensas con determinados fines que pueden ser arqueológicos o no y se encuentran los sitios en los que afloran materiales y también coinciden con accidentes geográficos que revelan su presencia.
Recuerdo cuando buscábamos un sitio arqueológico en Cayo Bariay cuando Guarch Delmonte tenía la hipótesis de que en el cayo debió existir un sitio arqueológico que coincidiera con lo que Cristóbal Colón describe en su diario cuando arribó a estos parajes en 1492, una pequeña aldea de pescadores. El equipo de investigación se desplegó a explorar todo el lugar, íbamos separados unos de otros a 2 metros, con una piqueta en la mano, hasta que Juan Guarch y su padre José Manuel Guarch Delmonte encontraron lo que hoy se conoce y se exhibe en Punta del Gato.
A partir de este descubrimiento se diseñó un proyecto de investigación para acometer la excavación, se estudiaron superficialmente las áreas del sitio y de acuerdo con el tiempo y financiamiento disponible se definió el área para excavar. En estos casos generalmente se cuadricula el espacio en escaques o cuadrículas de 2 x 2 metros o 1 x 1 m y se va excavando cuidadosamente, realizando una recogida cada 10 cm de profundidad, que es lo que llamamos estratigrafía artificial,, sin perder la óptica de la estratigrafía por capas naturales. Paralelo a ello se registra todo lo que va apareciendo, se hacen dibujos de las plantas, se toman fotografías y se toman puntos para ubicar con exactitud cada uno de los objetos hallados. Por otra parte, se tamiza todo el suelo que se va removiendo y es aquí donde se consigue otra parte de la información. Cada objeto o fragmento que va saliendo se guarda en bolsos bien etiquetados  que se dividen en objetos culturales o restos de fauna. También se guarda parte del sedimento para revisarlo con otros tamices más finos, utilizados para obtener semillas, partes óseas muy pequeñas, así como cualquier objeto o estructura diminuta.
El trabajo de un arqueozoólogo es en general participar en todo esto y además estar pendiente de todo hallazgo animal, para más tarde en el laboratorio poder realizar mediciones, observaciones, análisis y las interpretaciones convenientes.
Una excavación no se realiza para extraer un conjunto de objetos curiosos, bonitos, extraños, valiosos, que sirvan para exhibirlos en un museo. Para que una excavación rinda resultados satisfactorios hay que llegar más lejos, porque detrás de cada objeto que uno encuentra hay una persona o un grupo de personas, un modo de vida, fuentes de materia prima, recursos bióticos, un entorno y la historia de una sociedad, que es donde hay que llegar, por eso la arqueología es una ciencia social.
Si una persona entrega una pieza que se encuentra, es algo positivo siempre y cuando sepa bien de dónde salió y si no hizo una excavación para hallarla. Una pieza así es indicativa de un tipo de cultura, por ejemplo, pero realmente para que una pieza tenga valor debe estar contextualizada, es decir, estar relacionada con otras piezas que darían el verdadero sentido al hallazgo. A mediados del siglo pasado existieron muchos arqueólogos aficionados que extraían de los sitios piezas arqueológicas para venderlas a coleccionistas, a museos de antigüedades y que recuperaron objetos que muchas veces solo sirven para decir que entre los indígenas cubanos existían buenos artesanos. El Hacha de Holguín la hallaron, según se cuenta, en los alrededores de la ciudad y por su tipología y hechura se infiere que perteneció a los grupos agroalfareros o agricultores ceramistas, pero es lamentable que no se conozca exactamente dónde fue encontrada, con qué objetos se relacionaba, es decir, que no tengamos otros elementos para explicar su origen, significado y uso.
Las piezas y los datos tomados en la excavación son traídos al laboratorio. Allí son analizados desde diferentes puntos de vista por los especialistas la cerámica, los objetos de piedra, los objetos de concha, la fauna, los metales, el suelo, los datos geográficos y topográficos. El personal que se encarga de esto puede o no participar en la excavación, generalmente es el mismo, pero, por ejemplo, en otros países los que excavan son personas que se contratan para eso, dirigidos por uno o dos arqueólogos, y luego los materiales se los entregan a los especialistas en los laboratorios, quienes analizan e interpretan. Pero nosotros hacemos de todo, excavamos en el campo y analizamos en el laboratorio.
-¿Cómo valoras el patrimonio arqueológico de Holguín?
Realmente Holguín se destaca por poseer una gran cantidad de sitios arqueológicos. En la zona de Banes se reportan más de 70 residuarios arqueológicos de filiación agroalfarera de gran importancia, dentro de los que se destacan El Chorro de Maíta, Potrero de El Mango, Esterito, Loma de Baní, El Porvenir, Cerro de los Muertos, Los Carbones, etc. En esta zona a inicios del siglo pasado se extrajeron muchas piezas arqueológicas de gran valor, que compraban y almacenaban los coleccionistas. Uno de ellos, Orencio Miguel Alonso, donó su colección, que es lo que hoy mayormente se exhibe en el Museo Indocubano Baní. Por la cantidad de sitios y su envergadura es que en la década de los 70 se empieza a nombrar a Banes como la capital arqueológica de Cuba.
También existe otro conjunto grande de sitios en la zona de Mayarí y Levisa; son de los grupos cazadores, los más tempranos de Cuba. No obstante, existen otras provincias que según el Censo Nacional del 2013 albergan mayor cantidad de sitios arqueológicos que Holguín, como Villa Clara y Pinar del Río.
-¿Crees que los aborígenes cubanos ayudaron a producir cambios en la naturaleza, en nuestro ambiente?
Muchas veces la literatura y las películas hacen ver que los aborígenes tenían una relación idílica con la naturaleza. Hay que pensar en que ellos tenían que cazar, pescar, recolectar y cultivar para vivir y mantener una población. Tenían que derribar árboles para hacer sus casas, cobijarlas; los agricultores tenían que desbrozar terreno y quemar árboles para sembrar. Cuando iban a la costa recolectaban todo lo que podían y pescaban todo lo que podían conservar. Su vida no era fácil, su promedio de vida era 45 años, precisamente por los trabajos que pasaban, la mortalidad infantil era alta. Claro, ese grado de desarrollo que tenían no permitía que sus poblaciones aumentaran desmesuradamente y una cosa tiene que ver con la otra, por tanto, el daño que pudieron haber provocado al medioambiente es mínimo en comparación con las poblaciones actuales, pero ciertamente afectaron la naturaleza.
-¿Cómo están representadas las sociedades indígenas en los museos cubanos?
Sí están representadas, aunque en algunos mejor que en otros. Pienso que hay falta de creatividad en los dioramas que exhiben piezas arqueológicas, al igual que en la presentación de otras colecciones,  estamos muy atrasados en ese sentido. Y no estoy hablando del empleo de grandes recursos, con pocas cosas se podrían hacer muestras más didácticas e interactivas, por ejemplo, en el Museo de Ciencias de Gibara hay muy buenas ideas. Los museólogos debían documentarse de cómo va el mundo en ese tema, pues aquí las colecciones se muestran de forma muy estática.
El Chorro de Maíta es un buen museo in situ y muy original. Representa fielmente lo que se encontró allí, ha servido como referente para dar continuidad a las investigaciones, constituye uno de los símbolos de la provincia, avalado por un historial de investigaciones. El Museo Indocubano Baní es un museo especializado en arqueología que atesora una colección muy valiosa de piezas arqueológicas de la región. Fue algo que ayudo a dar a Banes el título de la Capital Arqueológica de Cuba, pero está concebido a la usanza de los años 50 del pasado siglo.
-¿Cuáles son las dificultades que existen para hacer arqueología?
Es realmente serio el problema del financiamiento de la arqueología. La arqueología ha avanzado dialécticamente en el mundo y lo que antes se escribía a partir de la observación especializada de un objeto (cerámica, piedra, concha, resto de fauna) hoy quedaría en un plano de aficionado. Existen ahora otros tipos de análisis como fechamientos radiocarbónicos, cromatografía de gases, análisis de isótopos, análisis y mediciones en microscopios, ADN, que necesitan de tecnologías muy caras que en su mayoría no se pueden hacer en Cuba. Por otra parte, las jornadas de excavación se ven muy limitadas por la escasez de financiamiento, así como las carencias de otras tecnologías como equipos topográficos avanzados, escáneres, radares, tecnología para fotografía, etc.
Cuba ha avanzado algo a través de la colaboración internacional para realizar estos tipos de análisis y la adquisición de algunos de estos recursos, también el país realiza esfuerzos para proveer servicios como las conexiones a internet, que son fundamentales para todo tipo de contactos y acceso a la información. Pero en general, dada la situación económica de Cuba y el mundo, la arqueología no es prioridad, como lo son la medicina, la educación, la alimentación, aspectos en los que el país pone su mayor empeño. A nosotros nos cuesta trabajo encontrar un espacio para presentar nuestros temas de investigación en los Programas Nacionales que oferta el país, pues estos se encuentran acordes a los lineamientos de la política del Estado y la arqueología no aparece en ninguno. 
-¿Qué impacto tuvo el período especial para un intelectual cubano,  especialmente si era de una provincia? Cuéntanos tus recuerdos de esos momentos.
Fue funesto este período. Para nosotros significó una gran frustración, pues teníamos encaminadas nuestras perspectivas de trabajo en una dirección, la cual hubo que cambiar. Algunos abandonaron la arqueología, otros como yo, de la Palinología y la Paleobotánica tuve que cambiar para Arqueozoología, conformarme con el uso de métodos de trabajo de bajo costo para proseguir mi trabajo. Centralizaron los recursos, por lo que ya no pudimos contar más con el transporte que manejábamos en nuestra propia área, nos redujeron el consumo de combustible, el apoyo al trabajo de campo.
En el departamento en general hubo que variar la estrategia de investigación y empezar a trabajar con lo que estaba guardado en los almacenes y en los museos y con los datos archivados. Fue cuando se realizó el censo arqueológico provincial, que luego tributó al nacional. Una de las estrategias para hacer excavaciones fue insertarnos en los programas del medioambiente; fue cuando al principio de los 2000 hicimos la excavación de Loma de Jagüeyes en un proyecto de educación ambiental, y el de San Antonio, en Gibara, en un proyecto de ordenamiento de los recursos arqueológicos. También se crearon vínculos de trabajo con el turismo, así se excavó y se construyó el área expositiva de Cayo Bariay.
En los últimos años hemos tenido cierto avance, tanto que se nos fue otorgado un Premio Nacional por las investigaciones realizadas en El Chorro de Maíta entre el 2005 y el 2012, dirigidas por el doctor Roberto Valcárcel Rojas, las que se han podido llevarse a cabo gracias a la colaboración internacional. Esta ha aportado tanto recursos materiales, financiamiento como superación para los arqueólogos. Ahora casi que volvimos a un período especial porque los programas importantes de investigaciones, que son los nacionales, no nos dan brecha para trabajar, no estamos entre las prioridades del país.
-¿Crees que el arqueólogo pese al desarrollo de la ciencia no está siempre al borde del abismo de la especulación? ¿Cómo defines a un arqueólogo moderno?
El arqueólogo moderno está cada vez más lejos de la especulación porque ahora existen muchas tecnologías con las que se pueden demostrar las hipótesis de trabajo, entre estas pruebas podemos mencionar análisis de isótopos, cromatografía de gases, análisis de ADN, fotografías satelitales, mediciones topográficas con equipos láser, entre otras. Cada día se exige más rigor y veracidad. El difícil acceso a esas tecnologías pone en peligro el alcance de muchos resultados, por lo que cada vez tenemos que hacer más vínculos con instituciones que las poseen y luchar por usarlas y a la vez ser más serios y exigentes con nuestro trabajo. No podemos caer en la especulación y el aventurerismo intelectual.
-¿Pasar de aficionado a arqueólogo es común en Cuba?
Hay arqueólogos que comenzaron como aficionados y fueron y son grandes figuras que han aportado cosas valiosas, como Milton Pino, que comenzó como aficionado, luego se hizo técnico y más tarde ha sido uno de los mayores aportadores en cuestión de arqueozoología en Cuba. Otro ejemplo es el arqueozoólogo Osvaldo Jiménez, del Gabinete de Historia de La Habana, el paleontólogo Oscar Arredondo de la Mata, una de las figuras más reconocidas en esta rama. Se pueden catalogar como personas muy responsables y que su conocimiento empírico no los limitó para sobresalir en las ciencias. Hay otros que siendo aficionados y queriendo sobresalir se introducen más de la cuenta y lo que hacen es daño, provocan alteraciones en los sitios arqueológicos al tratar de excavar y luego no pueden hacer nada con lo extraído.
-¿Cuáles consideras que son tus principales logros como arqueóloga?
Para mí constituye la carrera que me ha permitido desarrollarme como profesional, en la que he hecho aportes a través de los cuales se ha podido abrir una ventana al conocimiento de la explotación de los recursos faunísticos por parte de las comunidades aborígenes de nuestra región. Dentro de ellos se destacan los trabajos arqueozoológicos en Cayo Bariay y El Chorro de Maíta por ser sitios de gran trascendencia histórica. Cayo Bariay posee una especial significación, por estar ubicado en el escenario del primer arribo de los europeos a Cuba. En este caso se realizaron amplios estudios arquezoológicos, los cuales formaron parte de publicaciones, así como del diorama expositivo que se muestra en el sitio. Por otra parte, El Chorro de Maíta constituye otro contexto arqueológico de gran complejidad en el territorio. Allí se ubica uno de los cementerios más interesantes del área de las Antillas, en el que los estudios arqueozoológicos han permitido entender con mayor precisión las relaciones que se fomentaron entre indígenas y españoles en tiempos tempranos de la conquista.

Juan José Guarch: Hijo de majá ¿nace arqueólogo y espeleólogo?



Por: José Abreu Cardet
Entrevista a Juan José Guarch Rodríguez (Camagüey, 21 de noviembre de 1954). Hijo de José Manuel Guarch y Caridad Rodríguez, dos rostros esenciales de la arqueología cubana. Arqueólogo de larga experiencia y figura importante de la espeleología cubana. Ha concentrado su vida investigativa en el Departamento Centro Oriental de Arqueología, en Holguín, donde hasta hoy, como técnico de investigación, se encarga de los estudios de arte rupestre y de los registros topográficos y de datos espaciales
-Eres hijo de arqueólogos. ¿Viene toda tu vocación por la arqueología del entorno familiar?
Me acerqué a la arqueología principalmente por la influencia de mis padres, José Manuel Guarch Delmonte y Caridad Rodríguez Cullel. Realmente ellos no me insistieron para que me dedicara a esa profesión, pero el contacto diario, ver los trabajos que hacían, me fue acercando a la misma. También debo mucho a los integrantes del grupo de espeleología René Herrera Fritot, al cual pertenecí en La Habana. Muchos de sus miembros se inclinaban por la arqueología y comenzamos a hacer algunos trabajos. Es preciso anotar la importancia de los círculos de interés de la época, ya que en octavo grado entré en uno de ellos, que era de Arqueología, dirigido por un profesor de Historia llamado Orestes Amador, que nos inculcó el interés en el tema. Y por último te diré que mi entrada en el Departamento de Arqueología fue casual, ya que yo había venido a Holguín a estudiar Dibujo Arquitectónico con la finalidad de volver para La Habana y trabajar en esa rama técnica (con el arquitecto Girona, el que hizo Coppelia), pero por problemas de plazas me quedé un tiempo en Holguín, me fui para una expedición en los cayos del norte de Camagüey, después vinieron unos carnavales y comencé a trabajar en el Departamento, ya que lo de La Habana no se resolvía; me casé, tuve una hija, después me volví a casar, tuve dos hijos más y bueno… aquí estoy. Lo de la arquitectura se fue disolviendo con el tiempo y no me arrepiento, creo que fue mejor el haberme quedado aquí y dedicarme a la arqueología.
-Has apoyado la creación de muchos museos, particularmente el de El Chorro de Maíta. ¿Cuál es el vínculo entre arqueología y museos?
Una excavación es un trabajo muy complejo en el cual el arqueólogo destruye el sitio, es como si fuéramos arrancándole páginas a un libro; si no se toma la información necesaria después es imposible entender el contexto que se excavó. Los hallazgos de la excavación pueden en algunos casos enviarse a museos, otras veces van a los laboratorios para ser analizados y se almacenan en los institutos que estudian esta ciencia, para que cada vez que se necesite investigarlos estén a mano y debidamente clasificados y conservados. El objetivo del arqueólogo no es enriquecer un museo, es investigar la sociedad, como una ciencia social que es. El museo es algo que se enriquece con esa investigación.
Hay museos en el mundo que hacen investigación arqueológica de todo tipo, no obstante, creo que la mayoría de los museos cubanos actualmente no tienen la capacidad para poseer material arqueológico con las condiciones de conservación y estudio que se necesita. Ejemplo de esto son los materiales de madera del sitio Los Buchillones que están en los museos de Ciego de Ávila y que cada vez se destruyen más. Debemos preguntarnos qué hubiera pasado si todos los restos humanos del cementerio de El Chorro de Maíta hubieran estado en el museo cuando fue tan afectado por el huracán. Posiblemente se hubieran destruido.
Una pieza puede tener un gran valor si se conoce dónde estaba, a qué profundidad, rodeada de qué materiales, etc., para poder explicar su presencia y el lugar, si no, verdaderamente pierde gran parte de su importancia. Además, lo que más valor tiene no es una pieza excepcional por su belleza o rareza, sino todos los elementos que aparecen en la excavación y que se relacionan o no con ese objeto, como los restos alimentarios, fragmentos de cerámica, huellas de postes, fogones, etc. Una pieza entregada por alguien, para mí solo pudiera tener un valor museable y desde el punto de vista arqueológico nos dice que en un lugar determinado puede existir un residuario arqueológico. Lo importante no son solo las piezas, es la reconstrucción de la vida del hombre en el pasado. El museo es el espacio donde los objetos arqueológicos llegan al público, tanto en la perspectiva tradicional o de un modo más creativo e integral, conservando y reconstruyendo su entorno, como en El Chorro de Maíta.
No se excava por excavar; la arqueología siempre debe pensar en el mañana y en hacer una investigación solo cuando se está listo para ello. Mi padre era renuente a trabajar un sitio completamente, siempre se extrae una muestra y se deja para el futuro una porción, la mayor posible.  Por eso podemos trabajar de nuevo El Chorro de Maíta y en otro momento se podrá seguir trabajando. En este caso el museo apoya la conservación del sitio, su estudio y la divulgación de los resultados conseguidos allí. Te dije mi padre por ponerte un ejemplo, pero todos los arqueólogos serios piensan igual.

“Los aborígenes cubanos” Ofrece valiosa información sobre los primeros hombres que poblaron la isla de Cuba.
 
    Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2014.
Argumento
El lector encontrará en este texto la clasificación de los diferentes grupos aborígenes de Cuba, sus actividades económicas y costumbres, todo expuesto de forma concisa y con un estilo ameno, poco frecuente en los libros de historia tradicionales.
Datos del autor
Juan José Guarch Rodríguez (Camaguey, 1954) Técnico en investigación del Departamento Centro Oriental de Arqueología en Holguín, a cuya actividad se ha dedicado por más de treinta años. Preside el Comité Espeleológico Provincial en Holguín de la Sociedad Espeleológica de Cuba y es miembro de la Directiva Nacional de dicha organización. Integra además el grupo Técnico Asesor de Nombres Geográficos de la Provincia. Es autor o coautor de varias publicaciones, entre las que se destacan: “La cerámica baní” (1993), “Arte rupestre. Los petroglifos cubanos” (1994), “Los dinosaurios” (2002), “Indios en Holguín” (2014), así como de numerosos artículos en revistas nacionales y extranjeras sobre temas relacionados con la Arqueología y la Espeleología. Ha colaborado también con el Curso de Espeleología de Universidad para todos y en la elaboración del Diccionario de nombres geográficos de la provincia de Holguín.

-¿Cuál es tu opinión sobre la labor arqueológica de José García Castañeda y José Manuel Guarch Delmonte?
Castañeda realizó un trabajo relevante para su época, creo que estuvo a la altura de su tiempo y dejó un legado imprescindible para el estudio de los aborígenes en nuestra área. Guarch Delmonte introdujo la arqueología en Holguín desde el punto de vista científico dándole un giro a lo que se estaba haciendo hasta el momento; sentó las bases para lo que se está haciendo ahora en nuestra provincia y también en el país, con sus métodos innovadores y con una nueva visión arqueológica materialista y moderna. Él demostró que los estudios arqueológicos podían tener una salida de beneficio social, como por ejemplo El Chorro de Maíta, mediante la cual se podía educar a la población que visitara ese museo (que no es un museo tradicional). También trabajó la arqueología bajo la concepción de la imbricación de la misma en el turismo, tratando de que pudiese, en algunos casos, ofrecer un producto que aportara dividendos y no fuera tan dependiente de un presupuesto estatal.
Mi padre siempre quiso poder vivir en un lugar donde la arqueología fuese importante. Desde La Habana se hacía difícil poder estudiar estas comunidades, la distancia siempre ofrece obstáculos y por eso decidió mudarse para acá, donde pudo desarrollarse científicamente y crear prácticamente un escuela con una visión algo diferente de lo que se hacía en otras provincias. Creo que actuó bien, en La Habana hubiese sido devorado por las cuestiones administrativas, los cargos y las “guerras profesionales”.
-¿Cómo ves el trabajo de los aficionados a la arqueología?
El papel del arqueólogo aficionado es muy importante mientras éste se halle bien dirigido, mientras tenga los conocimientos necesarios para que comprenda cuál es su rol y hasta dónde puede llegar, específicamente en lo que se refiere la base tecnológica que puede utilizar o que está a su alcance.
Muchos arqueólogos han sido aficionados, es la verdad, lo cual indica su vocación hacia esa disciplina, lo que pasa es que no son arqueólogos hasta que estudian y llegan a tener conocimientos sólidos sobre esta disciplina. Para la mayor parte de las personas la arqueología es abrir un hoyo y encontrarse piezas antiguas, nada más. Sin embargo, todos saben que el médico cura y para ello necesita conocimientos, laboratorios clínicos, quirófano, herramientas especializadas y que al final está en juego la vida de una persona, por eso te digo que es falta de conocimiento sobre lo que es la arqueología, además, si yo me hallo una vasija y digo un disparate sobre ella, nadie se muere, si el médico se equivoca… pobre del médico.
Independientemente de que ha habido destrozos, los aficionados han contribuido mucho al desarrollo de la arqueología. Muchos sitios arqueológicos se conocen gracias al trabajo de ellos, que los han encontrado y los han reportado correctamente a los órganos científicos. También los aficionados han colaborado codo a codo en las investigaciones arqueológicas. Durante las excavaciones de El Chorro de Maíta, los grupos espeleológicos Araai, de Báguano, y Baní, de Banes, participaron en ella, no un día ni dos, sino durante todo el período que se extendió casi 18 meses. Sus trabajos fueron excelentes y decisivos. El grupo Araai fue el que detectó y reportó el sitio arqueológico Alcalá y trabajaron muy duro junto a nosotros en las excavaciones que se efectuaron en el mismo, también prestaron su colaboración durante las excavaciones en cayo Bariay. El Grupo Felipe Poey de Gibara realizó los hallazgos de la Cueva de la Masanga y el Grupo de Exploraciones Científicas de esa misma ciudad halló las nuevas pictografías de la cueva de Los Panaderos.
Estos grupos, cuando poseen los conocimientos necesarios, son útiles, lo que pasa es que cuando no son controlados o no les hemos dado la debida atención, pueden cometer errores. No solo en Holguín los aficionados han trabajado seriamente. En otros lugares como Matanzas, Mayabeque, Artemisa, Pinar del Río, sus aportes han sido grandes y ni hablar de grupos anteriores como el de Jóvenes Arqueólogos, Yarabey y el Samá, por solo citar algunos casos.
-¿Cómo valoras la arqueología que se hace en Holguín?
Pese a las grandes dificultades materiales, económicas y de toda índole que presenta la arqueología, esta ha avanzado mucho. Te puedo decir que desde que entré a trabajar en este Departamento, allá por el año 1980, hemos recorrido un gran trecho. Son muchos los cambios en nuestras técnicas de trabajo, se aplican nuevos sistemas, nuevas tecnologías y las cosas son muy distintas y los resultados también. Un ejemplo es que ahora se trabaja de nuevo El Chorro de Maíta, con una nueva mirada y se han obtenido resultados insospechados. Yo recuerdo las primeras excavaciones en que yo hacía los planos de las excavaciones con un papel, una cinta métrica y un lápiz, midiendo cada pieza que aparecía y ubicándola. Ahora me veo con un Total Station laser, ubicado por satélite, que sitúa las piezas con un error mínimo, rodeado de fotos satelitales, con sistemas computarizados para analizar los datos. Nada de eso ni me lo podía imaginar cuando comencé con mi brújula, cinta métrica y mi humilde lapicito.
-Los sitios arqueológicos están en terrenos que muchas veces son privados. ¿No crea su estudio y conservación problemas legales?
Me parece que lo que no se aplica bien es la Ley de Patrimonio ni tampoco se le da una buena información a los dueños, generalmente campesinos, de lo que existe en su terreno. Hay ocasiones en que se ha dado propaganda errónea a destrozos que han realizado los campesinos por desconocimiento; por ejemplo lo que salió en la TV de Holguín de los “hallazgos” de piezas arqueológicas en Banes en la finca de un campesino. Se podían ver cestos llenos de cerámica y otras piezas de valor que él había extraído ingenuamente y no se habló nada respecto a la conservación. Fue un grave error. La Ley de Patrimonio exige la conservación de un sitio arqueológico aunque esté en un área particular; sin embargo, muchas veces se ignora y otras no se aplica.
-¿Has hecho arqueología en espacios coloniales?
Mi primera experiencia fue cuando colaboré junto al grupo de Espeleología de La Habana (René Herrera Fritot) en las excavaciones en la Casa de la Obra Pía, junto a Lourdes Domínguez. También participé, dirigido por el arqueólogo Eladio Elso, en las excavaciones del Palacio de Aldama. Posteriormente con el mismo grupo participé en las excavaciones en el ingenio Tahoro, en Jaimanitas, dirigidos por los arqueólogos Rodolfo Payarés y Lourdes Domínguez. Ya en el año 1973 junto al grupo mencionado participé bajo la dirección de Jorge Calvera y Lourdes Domínguez en las excavaciones que se efectuaron en Nuevitas en busca de la villa de Puerto Príncipe y en el estudio de los tinajones que realizó Calvera en Camagüey y en La Habana. En Holguín he participado en las excavaciones de la Casa del Teniente Gobernador, en las efectuadas en la iglesia del Parque de las Flores y ahora en los trabajos dirigidos por Roberto Valcárcel Rojas en los asentamientos coloniales tempranos, cercanos a Holguín.
Parte de esta arqueología es el estudio del cimarronaje. Tuve la maravillosa oportunidad de realizar un viaje junto al doctor Gabino La Rosa Corzo al palenque de El Frijol, ubicado en las cuchillas del Toa. Pasamos varios días en esas montañas, pernoctando en el monte y por fin dimos con el asentamiento. Se practicaron algunas excavaciones y comprobamos que estábamos en el mismo. Es increíble el lugar que escogieron, su posición estratégica era excelente. Fue un viaje muy interesante, además de Gabino estaban también el historiador Francisco Pérez Guzmán, Guillermo Baena y Róger Arrazcaeta, magnífica compañía, de todos aprendí muchísimo en esa ocasión, fue un privilegio que tuve.
-Trabajaste en el estudio de combates. ¿Qué posibilidades existe en ese sentido en el futuro?
Trabajé en las investigaciones del combate de Melones y en el de Loma de Hierro junto a mi padre. Creo que es una arista que no se ha explotado desde entonces y que sí tendría futuro. Lo que pasa que siempre son trabajos en sitios que marcan hechos importantes en la historia, son cosas puntuales y que requieren tanto del estudio histórico como de la investigación de campo con métodos propios de la arqueología. Estos trabajos fueron interesantes, se descubrieron muchas cosas y se pudo hacer una buena reconstrucción de esos combates mirando el terreno, que da mucha más información que cuando uno solo lee las páginas de un diario. Es completamente distinto poder palpar el escenario directamente, uno se da cuenta de muchas cosas que el papel no recoge, el porqué de una maniobra, obstáculos naturales que impiden un avance determinado, etc., cosas que el que escribe a veces obvia y uno puede llegar a falsas valoraciones. El terreno dice mucho.
-Hay cierta visión de que el arqueólogo busca evidencias solo en sitios muy antiguos. ¿Puede la arqueología servir para estudiar el presente?
Creo que sí, se pueden hacer estudios sobre períodos recientes. Te voy a poner un ejemplo de una investigación que se puede considerar arqueológica: el hallazgo de los restos del Che. Allí se utilizaron métodos de investigación histórica y también excavaciones arqueológicas, sistemas de búsqueda mediante magnetometría, estudio de los suelos y una serie de técnicas propias de la arqueología. Uno de los que dirigió la investigación fue un arqueólogo, el doctor Roberto Rodríguez, de la Universidad de La Habana, y te contaré que donde primero vinieron fue aquí, a nuestro Departamento de Arqueología, a pedir colaboración, lo que pasa es que en esa época carecíamos del instrumental adecuado para enfrentar la investigación.
Los restos del Titanic se han trabajado mediante procedimientos de la arqueología submarina, al igual que los del Bismark y se pueden reconstruir hechos actuales mediante investigaciones arqueológicas como batallas, la evolución de una fábrica o un poblado, etc. Creo que la arqueología no tiene límite en el tiempo, siempre será útil para investigar algo desde los restos materiales, aunque ese pasado puede ser ayer.
-Has escrito libros de divulgación arqueológica, también guiones de televisión. ¿Qué opinas sobre lo que se ha hecho en Holguín en este sentido?
Creo que en Holguín, de acuerdo con las condiciones que existen --me refiero a la radio, prensa y TV, se ha hecho un trabajo que pudiéramos calificar como medio. Se le ha dado divulgación al tema arqueológico en varios de estos espacios, pero no se han aprovechado plenamente las posibilidades existentes. De acuerdo con el potencial arqueológico de la provincia, el nivel de los investigadores que tenemos y la diversidad de los recursos con que contamos, se pudiera brindar mucha más información al respecto, además de que existe un público interesado por estos temas. Con respecto a la publicación de libros o folletos con el tema arqueológico de forma divulgativa, a mi entender no se ha hecho prácticamente nada, ese no es solo en Holguín sino a nivel nacional. Las personas están ávidas de conocimiento arqueológico, pero lo poco que aparece impreso sobro este son textos especializados no asimilables por el público general; numerosos son los temas que se pueden tratar y no se hace.
-¿Cuáles son en tu opinión los momentos más relevantes de la arqueología holguinera?
1. La fundación del Grupo de Trabajo de Arqueología en 1977, que dio paso al actual Departamento Centro Oriental de Arqueología.
2. Las investigaciones en El Chorro de Maíta; fueron un salto en la complejidad de las investigaciones arqueológicas en la provincia en todos los sentidos y también en cuanto a que se conociera, tanto a nivel estatal como de la población, la importancia de la arqueología holguinera, lo que se estaba haciendo al respecto y las posibilidades de socializar esta ciencia.
3. Las investigaciones con respecto al período de la conquista hispana que se desarrollan en la actualidad que a mi entender han dado un vuelco increíble a lo que se pensaba sobre las comunidades aborígenes en este período, principalmente su supervivencia y relaciones con los colonizadores.
-Has trabajado en muchos lugares de Cuba y con arqueólogos de distintas provincias e instituciones. ¿En este panorama crees que hay algo que distingue a la arqueología que se hace en Holguín y a sus arqueólogos?
Existe una diferencia en cuanto al sistema de trabajo nuestro. Me voy a referir a mi experiencia de otros años, ya que  actualmente no conozco cómo se desarrolla el trabajo en los otros centros detalladamente. Nuestro departamento se ha caracterizado a través de la historia por ser una institución de múltiples disciplinas, siempre ha habido historiadores, biólogos, topógrafos; en otras épocas químicos, antropólogos, etc. Además de que ha buscado, en ciertas ocasiones, especialistas de otras áreas como geógrafos, meteorólogos, geólogos, etc. para ofrecer un resultado más abarcador  en sus investigaciones. Es siempre una suma que lleva a buenos resultados de investigación, que aportan información diversa y muy completa. 
-¿Cómo te iniciaste en la espeleología?
Mi padre y mi madre pertenecían a un grupo de aficionados en Camagüey llamado Yarabey, que aunque hacían arqueología también invertían gran parte del tiempo en la espeleología. Ellos me llevaban a las cuevas de la Sierra de Cubitas, yo tenía como cinco o seis años, y verdaderamente eso me impresionaba mucho. Una vez en una cueva que se llamaba El Agua me metieron por un hoyo que había en el piso, amarrado a una soga, y bajé por él hasta que di con un salón que tenía un lago en su interior, de esa forma hice mi primer hallazgo espeleológico, por eso la cueva se llamó desde entonces la Cueva del Agua.
Ya en La Habana mis padres se dedicaron a la arqueología, pero cuando había exploraciones en cuevas arqueológicas, yo siempre trataba de acompañarlos. Tiempo después, como te dije, hicimos un grupo de aficionados en que nos dedicamos mucho a las investigaciones de las cavernas y, bueno, aquí en Holguín continúo en esa labor cada vez que puedo.
-¿Cómo se desarrolla una exploración espeleológica?
La exploración espeleológica debe de ser planificada. Generalmente se buscan datos de la cueva para saber qué equipamiento llevar, si es vertical, horizontal, si tiene río, un lago, pasos estrechos, en fin, todas las características que puedan ser útiles. Si no se tienen muchos datos, se lleva un equipo mínimo, luces, cascos, algo para descender verticales no muy profundas y si la caverna se complejiza, se realiza un segundo viaje con los materiales necesarios. Siempre hay que dejar constancia de dónde uno va a estar por si ocurre algún accidente poder ser rescatado. A los campesinos de la zona debe informárseles de nuestra presencia por el mismo motivo y, sobre todo, nunca ir en un grupo con menos de tres personas y siempre la mayoría deben ser personas con experiencia en estas labores. Un grupo de novatos no debe de ir solo a ninguna caverna, aunque quiero decirte que cuando se formó mi primer grupo, ninguno sabíamos nada y fuimos aprendiendo con el tiempo, pero bueno… eso es entre tú y yo.
-Existe el criterio de que la arqueología y la espeleología son más aventura que ciencia. ¿Qué opinas?
Al arqueólogo se le mira más como un aventurero que como a un científico, me refiero al público en general, no ocurre así con los físicos, biólogos, astrónomos, etc. La arqueología siempre la han ligado a la aventura, el hombre buscando en medio de la selva unas ruinas abandonadas y enfrentándose a caníbales, tratando de descifrar un enigma misterioso. Creo que no existe ninguna película en que salga un arqueólogo que no sea aventurero o medio loco.
Este problema lo he sentido, ya que la mayor parte de las personas que me conocen me tratan como si conociesen a Indiana Jones y ven mi trabajo como algo lleno de misterios y con el peligro en cada expedición. Con la espeleología ni hablar. Un arqueólogo moderno debe de ser una persona de grandes conocimientos, con una cultura general amplia. Ser un individuo que se base en pruebas científicas para dar opiniones. Un verdadero especialista en la materia.
El problema de la aventura y la espeleología es el mismo de la arqueología, aunque aquí es peor, ya que la cueva si es un sitio que posee cierto misterio para el no conocedor, es un lugar para muchos tenebroso y lleno de peligros y la parte que sí es cierta es que para explorarla se necesita de capacidad física, entrenamiento y conocimiento de técnicas de alpinismo, pero nada más, todo lo otro es fantasía.
No se va a una cueva por el mero hecho de visitarla (que puede ser), se va a hacer un trabajo determinado. Este puede ser desde el más sencillo, que sería ubicarla y hacerle el mapa, hasta ya estudios complejos como sería el de estudiar su fauna, ecología, génesis de la caverna, la hidrología de la misma, el clima y muchas cosas más, para lo que se necesitan especialistas como biólogos, geólogos, hidrólogos, etc.
-¿Cómo se estructura la investigación espeleológica en Holguín?
En Holguín hay seis grupos de espeleología. Tres en la ciudad que son el Taguabo, Cristal y Cársico (este se dedica a las labores de la espeleología subacuática). En Gibara hay dos, Exploraciones Científicas y Monte Moriah y en Banes uno llamado Baní. Todos estamos reunidos en lo que se conoce como Comité Espeleológico de Holguín (eso existe en todas las provincias) y a su vez pertenecemos a la Sociedad Espeleológica de Cuba. Cada grupo tiene su presidente, el Comité también, al igual que la Sociedad. También tenemos un grupo de Rescate y Salvamento en conjunto con la Cruz Roja en Gibara, que es para actuar ante cualquier eventualidad (por suerte nunca hemos tenido que molestarlos).
-¿En qué lugares has realizado trabajos de espeleología?
Primero en Camagüey, después ya con mi grupo en la llanura meridional de La Habana, en Pinar del Río, tanto en la Sierra de los Órganos como en El Rosario y en la península de Guanahacabibes, en Matanzas, en la sierra del Escambray, en Sancti Spíritus (cuevas de Caguanes), sierra de Cubitas (Camagüey), Isla de la Juventud, en cabo Cruz (Granma), Guantánamo, y aquí en Holguín bueno… en la sierra de Candelaria, Cupeicillo y la llanura costera, en Gibara; en la sierra de Nipe, Antilla, Sagua de Tánamo, Rafael Freyre, San Germán, Báguano, Cueto, Mayarí y el municipio de Holguín. También trabajé las cuevas de la Sierra del Poo en Yucatán, México.
-¿Qué opinas de la espeleología en Holguín? ¿Todo se ha explorado?
Qué va… creo que ni en un 40%. Si te fijas en un mapa de catastro podrás ver que la mayor parte de las cavidades se hallan ubicadas a orilla de los caminos, es decir, las zonas alejadas de ellos se encuentran sin explorar. La cuestión es que las cuevas muchas veces son difíciles de ver, están enmascaradas por la vegetación, hay que ir al monte para comprobarlo. Hemos estado en zonas donde se han hallado cuevas que ni los mismos campesinos que viven a menos de 300 metros conocían.
-Háblanos de la espeleología subacuática.
Aunque yo nunca me he sumergido en las aguas de una caverna porque me da miedo, no lo voy a negar, es una de las partes de la espeleología más importante y a la vez fascinante. Quisiera que vieras fotografías de las cuevas inundadas, es algo muy hermoso e interesante. Aquí en Holguín no solo están las cuevas inundadas más notorias de Cuba, sino también el grupo más importante de la isla, es donde existe más desarrollo de esta actividad. Aquí se halla el que  preside la Comisión de Espeleobuceo a nivel nacional, Arturo Rojas, que heredó el cargo de José Corella (Joselín, de Gibara) y poseen un equipamiento bastante aceptable para desempeñar su función. Han aparecido en la TV varios programas al respecto (en el programa Espiral, por ejemplo) que quizás hayas podido ver.
-¿Cuál es el vínculo entre los aborígenes y las cavernas?
Las cavernas fueron de suma importancia para los aborígenes, no solo cubanos, también de otras latitudes. Son lugares oscuros, tenebrosos y ante la mirada de cualquiera, ya sea un hombre antiguo o actual, impresionan. Para los aborígenes fueron sitios sagrados, en ellos habitaban deidades y animales que representaron mitos importantes como el murciélago, el majá o la lechuza. Según cuenta uno de los mitos de los aruacos de las Antillas, el hombre surge de una caverna llamada Casibajagua que se halla en la actual República Dominicana, así que imagínate la importancia que tenían las cavernas.
Fueron utilizadas como sitios ceremoniales, donde pintaron pictografías y labraron petroglifos, dejando para la posteridad enigmáticos símbolos. También plasmaron sus deidades y dioses y en algunos casos sirvieron para realizar murales donde se reflejó la llegada de los colonizadores hispanos, como en la cueva de los Generales en Camagüey, en que están representados los conquistadores a caballo y un combate entre los aborígenes y los invasores peninsulares. Es posible que este sea uno de los primeros reportajes de periodismo gráfico de América, ya que representa un hecho específico que ocurrió un día e impactó en la mente de los indígenas. También las cuevas sirvieron de cámara funeraria a algunos personajes. Se han hallado cadáveres enterrados en sus pisos, depositados también en el suelo, quemados e incluso arrojados desde altas claraboyas. Muchos de ellos acompañados por ofrendas como ídolos, vasijas de cerámica y otros objetos.
No solo eran lugares venerados, también sirvieron de refugio temporal durante los grandes fenómenos meteorológicos que azotan la Antillas, como los huracanes, y como paraderos en los sitios dedicados a la pesca o la caza. Ser espeleólogo y arqueólogo es una oportunidad única para entender el carácter especial de esos lugares para cualquier ser humano.

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