El
4 de abril de 1720 los propietarios de hatos y haciendas ganaderas que vivían
en el norte de Bayamo fundaron el pueblo de San Isidoro de Holguín. Y como su
principal deseo era que el Rey de España diera Título y Tenencia de Gobierno a
éste, los abuelos fundares fueron cuidadosos en cumplir las leyes que
determinaban la creación de los espacios urbanos: esa es la causa de las calles
rectas (rectísimas) de Holguín y sus dos plazas hermosas y amplias
(amplísimas).
Quienes
conocen esas plazas de las que habla La Aldea pueden decir: sí, el parque Calixto García
es grande, probablemente el más grande de todos los que hay en Cuba, pero el
otro no lo es tanto. Y es verdad, el actual Parque de Las Flores es pequeño,
pero no lo fue siempre. Cuando se creo esa plaza tenía adentro de sí la
parroquia y llegaba hasta la actual calle Miró, por lo que la calle principal
del pueblo, Libertad, se interrumpía en Aricochea. Entre los años 1818 al 1820
el templo fue restituido por un nuevo edificio, sede desde 1979 de la Catedral de San Isidoro. Desde
entonces la iglesia fue corrida hacia atrás para abrirle paso a la calle que se
interrumpía y la plaza se disminuyó a la mitad, tal como se ve en el mapa
siguiente.
La
segunda plaza trazada en Holguín fue la de Armas, destinada a los ejercicios
militares y al mercado. Por Ley debía estar separada de la iglesia para que en
caso de necesidad pudiera socorrerla, y así fue: los abuelos fundadores
pidieron al agrimensor Gregorio Francisco, que fue quien delineó el primer
núcleo urbano, que trazara el espacio de la segunda plaza hacia el norte de la parroquial,
entre las calles que comenzaron a llamarse San Isidoro, Nuestra Señora del Rosario,
San Miguel y San Pedro, (hoy Libertad, Frexes, Maceo y Martí).
Según
la misma legislación, tan fielmente cumplida por los fundadores de Holguín, entre
ambas plazas debían fabricarse las Casas Reales, Cabildo o Consejo, Aduana y
Atarazana, pero los pobres bolsillos de los fundadores no alcanzaron para tanto.
Y probablemente para esconder que no se cumplía del todo con las leyes, o
porque desde ya éramos los holguineros gente que se desborda, la Plaza de Armas tuvo la
capacidad superficial de siete mil quinientos metros. Y como estaba destinada a
que en ella se ejercitaran los militares, sobre todo los de a caballo, la plaza
debía tener de largo cuando menos tanto y medio de su ancho “porque desta manera es mejor para las justas de a caballo y
cualesquiera otras que se ayan de hazer”[1].
(Sic)
El
cumplimiento cabalmente de las disposiciones reales hizo de la de Holguín una
plaza tan grande que cuando el Obispo Pedro Agustín Morell de Santa Cruz visitó
la ciudad en 1756, dijo que era la de este pueblo “(…) tan capaz, que en toda la
Ysla no ay otra que la iguale”.[2]
(Sic)
Que
las dos primeras plazas del pueblo fueran tan grandes y que ambas estuvieran
delimitadas por las calles que actualmente se nombran Maceo y Libertad, antes
Calle Mayor o San Isidoro y Calle San Miguel, estableció dos asuntos esenciales
para el urbanismo de Holguín. Uno, que esas dos calles delimiten el actual
centro histórico urbano de la ciudad[3]
y que las otras plazas que se trazaron posteriormente a las dos primeras
estuvieran en ese mismo eje y que fueran “tan grandes, que pueden en cada una
de ellas formar 2 000 hombres en batalla”[4].
Cumpliendo
fielmente las Leyes de Indias, de la
Plaza de Armas partían (y continúan partiendo) las cuatro
calles principales de la ciudad y los principales caminos que llevan hasta
todos los lugares.
Asimismo
disponían las leyes españolas que la
Plaza de Armas serviría además para que en ella se
expendieran los productos de la tierra, o sea, que era esa, también, plaza del
mercado, de ahí que a las edificaciones que en ellas comenzaron a realizarse
se les exigió que estuvieran presididas por portales corredizos
(corredores le llamamos los holguineros), para que en ellos se acomodaran y
pudieran resguardarse en tiempos de
lluvia “las venteras y venteros”.
En
este punto La Aldea
quiere hacer dos comentarios.
Primero,
que aún cuando las mismísimas Leyes de Indias convenían que las Plazas de
Armas sirvieran también como lugar para
el comercio, las ciudades de cierto desarrollo urbano, pasado el primer momento
fundacional, destinaban al mercado su propio espacio en las llamadas Plazas del
Mercado. Pero Holguín no estuvo entre las ciudades cubanas que mostraron
desarrollo urbano, sino todo lo contrario, por lo que aquí no hubo Plaza del
Mercado hasta finales de la década del 40 del siglo XIX.
Y
segundo: La portalería corrida donde debían realizarse las ventas era escasa
porque escasas eran las construcciones alrededor de la plaza, por tanto eran
las calles que rodeaban la plaza donde se acomodaban “las benteras y benteros”[5]
(Sic) Eso, obviamente, provocaba que el abastecimiento “falle en la primavera
pr q’ no es posible q′ en los pocos portales q’ hay puedan acomodarse los
bendedores y de aquí resulta un perjuicio de no poca consideración á los leales
vecinos…”[6]
(Sic).
Por
lo anteriormente tratado, conviene que en este punto echemos una ojeada a las
construcciones de los vecinos alrededor de la Plaza de Armas.
Como
puede verse en el primer plano de Holguín, fechado en 1737, La Plaza de Armas se urbanizó después
que la de San Isidoro o de la
Parroquial.
También
por disposición de las leyes españolas, en los alrededores de la plaza de armas
se levantó la que probablemente fue la primera edificación que allí hubo; esa
fue la Tienda
de Ordenanzas, destinada a la venta de carne. Esa, que sencillamente era un
bohío con cubierta de guano sobre horcones, y, quizás con las paredes de
embarrado, como lo eran todas las primeras viviendas de Holguín, estaba en la
intersección de las calles Rosario y San Miguel, (actuales Frexes y Maceo,
donde radica ahora la Casa
de la Música
de la EGREM).
La tal carnicería estaba regulada por las Ordenanzas
de Cáceres[7],
las que responsabilizaban al Cabildo de su manejo y normaban que uno de los
regidores por rueda (turno) “visite la
carnicería, la pescadería y haga las posturas del vino y otros mantenimientos y
requerir los pesos y lo demás”[8]. Lógicamente
el cumplimiento de estas dichas ordenanzas estaba en dependencia del desarrollo
económico-social del territorio, y en
Holguín este fue limitado.
De todas formas el Cabildo tuvo interés de mejorar
las condiciones de vida de vecinos, al extremo que los mismísimos Tenientes
Gobernadores costearon con dinero de su bolsillo las necesidades de la
población.
Lo anterior se prueba con la letra de la Moción presentada en 1839
por el Síndico Procurador, Licenciado Rafael Ignacio Curbelo, en la que dice
del mal estado de la Plaza
de Armas, llamada entonces de Isabel II, que, dice, “no posee la prestancia e
higiene que corresponde con el estado de civilización y de hermosura á q’
marcha agigantadamente Holguín, lo que hace que este gobierno exija que hagamos
algo para que la Ciudad
se nivele á los otros Pueblos de esta siempre fiel Ysla”[9] (Sic)
Hasta ese año uno de los problemas que más le
afectaba a dicha plaza, que era ya corazón de la vida citadina, era el de
mantener en ella al mercado, eso a pesar de que los tratantes pagaban medio
real de impuesto para que la limpiaran todos los sábados en la noche.
[1] Pedro Álvarez y Gasca. “La Plaza de Santo Domingo de
México. Siglo XVI”. Departamentos de Monumentos Coloniales. Instituto Nacional
de Antropología e Historia, México, 1971,
p. 8.
[2] Morell de Santa Cruz, Pedro
Agustín: “La
Visita Eclesiástica”. Selección e introducción de César
García del Pino. Editorial Ciencias Sociales. La Habana, 1988, p.87.
[3] El terreno que delinean ambas
calles no fue escogido como el centro de Holguín por capricho sino por ser el
más alto y pintoresco de toda el área que rodean los dos ríos que fueron los
límites naturales del pueblo naciente.
[4] Portuondo Zúñiga, Olga. “El
Departamento Oriental en documentos”. Tomo II (1800-1868) Editorial Oriente,
Santiago de Cuba, 2012.
[5] ACPM H-39 Exp. F 3 vt.
[6] Ídem
[7] Dictadas por el Oidor de la Audiencia de Santo
Domingo Alonso de Cáceres, Visitador y Juez de Residencia de la Isla, aplicadas a todo el
país, (1574).
[8] Ídem
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