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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

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24 de septiembre de 2014

Los Chapman en Gibara

Con información de Enrique Doimeadios (Historiador del municipio Gibara).

 
En el enlace anterior puede oír al historiador de Gibara, Enrique Doimeadios contando la apasionante historia de los Chapman de Gibara

Es esta la historia de una de las más antiguas familias establecidas en Gibara: Los Chapman.

Cuando construye la batería para la defensa del puerto y funda Gibara, el Teniente Gobernador de Holguín don Francisco de Zayas consigue permiso para que se asienten en la comarca un grupo de ingleses que traerían el capital que se necesitaba. Entre los primeros en llegar está Samuel José Chapman, quien viajó a Gibara desde las Islas Bermudas en alguna fecha anterior y cercana a 1820.

Samuel José era casado con Maria Ana Payl. De los hijos que procrearon, sólo dos alcanzaron la mayoría de edad y tuvieron  descendencia, Ana Isabel y Samuel Chapman Payl. El resto de su descendencia fue diezmada por una epidemia de cólera que atacó la hacienda familiar llamada Columbia, cercana a Candelaria.

Ana Isabel Chapman Payl, hija de Samuell José y de su esposa, emparentó mediante lazos matrimoniales con la familia Cardet, establecida en Cantimplora. Ella y su esposo tuvieron tres hijas, las tres, según la legislación española, llevaron el apellido Cardet Chapman. 

Las tres Cardet Chapman contrajeron matrimonio con ciudadanos ingleses y fueron a vivir, una a Honolulu,  en las Islas Hawai, otra a Inglaterra y la tercera a Malabar en la lejana India, que en aquellos tiempos era colonia de la Gran Bretaña.

Samuel Chapman Payl por su parte contrajo matrimonio con Ana Bernardines, también súbdita inglesa que residía en las inmediaciones de Gibara. Como dato curioso puede destacarse que el hijo varón del acaudalado Samuel Chapman no aportó al matrimonio cosa alguna, mientras que su esposa hizo un aporte de quince mil pesos.

Con los quince mil que aportó su esposa y seguro con lo que posteriormente heredó de su padre, Samuel Chapman hijo, como mismo otras varias familias de origen anglosajón, adquirió propiedades en Candelaria, quizás porque eran las de esa hacienda las tierras más fértiles entre las cercanas a Gibara.

En la década de 1840 eran dueño de 700 pesos de posesión en terrenos de Columbia dentro de la hacienda de Candelaria, y también de 750 pesos de posesión en la propiedad que entonces se denominaba" San José" y que actualmente se conoce como “El Vapor”, situadas en la misma hacienda. Estas tierras se la compraron a otra acaudalada familia anglófona, los Driggs. 

Y además de la tierra, Samuel Chapman hijo poseía cierto número de esclavos que realizaban labores en sus propiedades. 

En el primer lustro de la década de 1850 Samuel Chapman Payl compró el ingenio Santa Maria a la familia Clark, poseyendo entonces, además de las tierras mencionadas, otras muchas en las haciendas de Candelaria y Arroyo Blanco, e incluso, en las lomas de Cupeycillos. Y a la vez era dueño de varias casas en Gibara.

De esos años se cuenta una curiosa anécdota: se dice que cierta noche Samuell Chapman Payl había salido de Gibara para Columbia y quiso detenerse durante un rato en el Ingenio Santa Maria. Allí una pareja de soldados españoles que hacía ronda, le dio la voz de alto. Se dice que el diálogo que se produjo fue así:
GUARDIA:      ¡Alto...quién vive?
SAMUELL:      Samuell Chapman Payl
GUARDIA:      Acérquese. ¿De dónde viene y para dónde va?
SAMUELL:      Vengo de mi casa, estoy en mi casa y voy para mi casa.
GUARDIA:      ¿Qué quiere usted  decir?, ¿Cómo se explica tal cosa?
SAMUELL:      Muy sencillo: vengo de mi casa de Gibara, estoy en mi casa de Santa María, y voy para mi casa de Columbia. Desde Gibara hasta Candelaria todo es mío.
Cierta o no, esta anécdota aún la repiten con alguna frecuencia los viejos campesinos de la zona.

En 1864 el ingenio Santa María tenía una dotación de 64 esclavos y producía más de 250 bocoyes de azúcar mascabado. (Cada bocoy equivalía a 1 200 libras, por lo que producción de una zafra del Santa María era de unas 300 000 libras de azúcar, además de la miel de purga que producía).

Además de todo lo dicho, los Chapman construyeron un muelle fluvial sobre el río Cacoyugüín para, en barcazas, embarcar el azúcar y las mieles del ingenio y llevarlas hasta el cercano puerto de Gibara. El tal dicho muelles estaba ubicado en la orilla sur del río, exactamente frente al lugar que hoy se conoce como Embarcadero y como parada deCupeycillos. Unos cien metros de la orilla norte del río los Chapman establecieron el cementerio de los esclavos del ingenio Santa María.

Samuel Chapman Payl formalizó testamento ante el notario con casa en Gibara, Carlos de Aguilera. A los únicos cuatro hijos que logró gozar dejó Chapman todos sus bienes, así quedó la repartición. A su hijo Samuel dejó un tercio de la fortuna que poseía. Este tercio incluía el Ingenio Santa Maria; a su hijo Guillermo Enrique legó un quinto de sus propiedades, tomadas estas de la hacienda Columbia; y a sus hijas Augusta Isabel y Maria Ana les dejó el resto de sus propiedades. Dice en el testamento de Samuel Chapman Payl que le dejaba las haciendas a sus varones para no desmembrarlas, y pidió que en caso de morir su cuerpo fuera enterrado en su hacienda de Columbia, junto a los restos de su difunta esposa Ana Bernardines, quien, siguiendo una antigua costumbre inglesa, fue sepultada en Columbia.

Pero después que hizo testamento demoró varios años en morir Samuel Chapman Payl, durante ese tiempo cuidó con esmero su hacienda de Columbia, que, por lo que se ve, era su preferida, quizás porque era el lugar de descanso de su esposa y de los tres hijos suyos que murieron jóvenes. En Columbia, donde después de tantas muertes, montó Samuel un pequeño ingenio, estaba su casona amplia y de dos pisos, el primero de ellos construido de mampostería y el segundo de maderas preciosas.

Recuerdan las viejas crónicas que la planta baja de este edificio era utilizada como almacén, dependencia de servicio y habitaciones para los esclavos domésticos, mientras que en la alta estaban las habitaciones de la familia del dueño y la sala de estar, donde Samuel recibía con frecuencia a distintos invitados.

Al comenzar la primera guerra de independencia de Cuba en 1868, Samuel Chapman Payl fortificó su hacienda, construyendo un tambor aspillerado adjunto a la pared frontal de la Casona y varios fortines en puntos elevados para proteger los campos circundantes. Sin embargo, antes que terminara la guerra Samuel Chapman Payl se marchó a Bermudas donde murió el 28 de agosto de 1883, para esta fecha también había fallecido su hijo Samuell Chapman Bernardines, quien fue sepultado en Columbia.

Estas desgracias anteriormente narradas y otras circunstancias familiares hicieron que la mayor parte de las propiedades gibareñas de los Chapman pasaran a manos de Guillermo Enrique Chapman Bernardines, el segundo y casi universal heredero de Samuel Chapman Payl.

Guillermo Enrique Chapman Bernardines nació en Candelaria, próximo al puerto de Gibara, el 15 de julio de 1833, y poco después fue bautizado en la iglesia parroquial de San Fulgencio, no obstante lo anterior, figuró siempre como súbdito inglés.

Fue este un personaje curioso. Sus dos primeros hijos los tuvo con Luisa Driggs, esclava de Samuell Driggs. Se cuenta que Luisa era una morena criolla de gran hermosura, mientras que Guillermo Enrique tenía 22 años de su edad. Al primero de los hijos le pusieron por nombre José Encarnación pero le llamaron todos, siempre, Yay.

Yay nació el 24 de julio de 1855 y fue bautizado en la Parroquia de San Fulgencio de Gibara. Posteriormente Guillermo Enrique y Luisa tuvieron una hija, a la que llamaron Cornelia de la Caridad, aunque siempre le dijeron Edilia.

Otra característica que singulariza a Guillermo Enrique es que sirvió frecuentemente como padrino de hijos de esclavos, tal como se prueba al revisar los protocolos de la notaría gibareña y los libros parroquiales, y como repiten incansablemente los ya nonagenarios descendientes mestizos de este Chapman Bernardines que ya es un mito de la comarca.

A la vez que se comportaba como celoso amante de la esclava madre de sus hijos, esclava que los dueños se negaron a comprarle hasta que Guillermo Enrique la robó para más tarde ponerle casa en Gibara y abandonarla, éste fue celoso guardián de los dos ingenios que quedaron en sus manos, luchando siempre por mantenerlos funcionando mientras le fue posible.



En 1883 una comisión de la Junta Directiva creada para la construcción del ferrocarril de Gibara y Holguín visitó a Guillermo Enrique en la casona del ingenio Santa María con el fin de que el terrateniente donara, gratis, una faja de sus terrenos para que se pusiera allí el camino de hierro por donde cruzaría el tren, faja, le dijeron, que solamente tenía que ser de veinte metros de ancho.

- Señor, -dijo Guillermo Enrique-, aunque yo prácticamente no haré uso del ferrocarril, porque tengo mi propio embarcadero y trenes de carretas; estoy dispuesto a ceder esa franja; pero con una condición.
- ¿Cuál es esa condición?, le preguntaron.
- Que en ningún momento las vías han de cruzar los bateyes de mis ingenios, podrán pasar cerca, sí, incluso, permitiré que atraviesen mis terrenos, pero no que crucen por los bateyes de los ingenios.
- Aceptado Mister Chapman, es usted el dueño y ese es su derecho.
- Gracias señor y ahora deseo expresarle que estoy dispuesto a adquirir mil pesos en acciones de la empresa ferroviaria, si ustedes no tienen inconveniente en ello.
- Por supuesto que no lo tendremos inconveniente alguno sino todo lo contrario, se lo agradecemos. Cuando usted lo desee puede pasar por nuestras oficinas para suscribir las acciones.

Pero no obstante el celo de Guillermo Enrique en proteger sus ingenios, aquellas pequeñas fábricas de azúcar no tenían futuro en la década de 1880. Para el Columbia y el Santa María, la desaparición de la esclavitud fue un golpe demoledor, aunque no definitivo y, luego, fue el inicio de la guerra independentista de 1895 que destruyó el Columbia, aquella propiedad que todos los Chapman habían cuidado con tanto esmero.

Después del fin agónico y lento del ingenio Columbia, su dueño se refugió en el pueblo de Gibara, era entonces un anciano que alegraba  sus días ayudando a Modesta Edilberta a dar los primeros pasos. (Esta fue su tercera y última hija, que le nació en 1894 de la relación consensual que mantenía con Socorro González, una elegante y joven mestiza).

Por cierto, ahora que llegamos al final, Modesta Chapman González fue muy conocida por los gibareños que rebasan la media centuria. Durante años ella se dedicó a préstamos hipotecarios y llegó a vivir hasta  la década de 1970.

A sus tres hijos mulatos legó el padre lo que quedaba de la fortuna de los Chapman y luego murió tranquila y muy silenciosamente en el año 1912. A petición de Guillermo Enrique, su cadáver fue inhumado, en la hacienda de Columbia, en una de las dos tumbas que aún pueden verse  a la entrada de aquella finca junto al camino que va desde Cantimplora hasta Velasco. Lamentablemente ambas tumbas han sido violentadas por buscadores de hipotéticos tesoros, que en sus sueños de obtener riquezas no han respetado la paz que merecen los sepulcros.

En 1932 Gerardo Castellanos  estuvo en Gibara y en sus campos aledaños obteniendo la información con que escribió el interesante y voluminoso libro “Hacia Gibara”. En él narra los pormenores de la visita que hizo a la hacienda Columbia. Del mulato José Encarnación, el hijo de Guillermo Enrique y su mujer esclava, dice Castellanos que para esa fecha, a pesar de tener una avanzada edad, gobernaba con aplomo la hacienda que le legaran sus antepasados ingleses, que había pasado a ser, fundamentalmente, una finca ganadera, y dice, un dejo de nostalgia, que entonces, la otrora fabulosa fortuna e los Chapman estaba en franca declinación.

De los Chapman quedan hoy en Gibara, la casona señorial del ingenio Santa Maria, los restos de la Casona de la Hacienda Columbia y sobre todo un apellido que llevan muchas personas. Apellido que tiene dos vertientes: una que es mayoritaria, constituida por los descendientes de los esclavos que sirvieron a la familia; y otra, de muy escasos miembros, compuesta por los descendientes de Guillermo Enrique. Y quedan, además, un sinnúmero de anécdotas curiosas que la tradición oral ha atesorado y un mundo que seguramente serán los arqueólogos quienes lo descubran cuando realicen un trabajo sistemático de búsqueda en los sitios del cementerio de los esclavos y del barracón del ingenio Santa Maria; este ultimo, el único de planta cuadrada de que hasta el momento se tienen noticias en nuestra provincia.

26 de noviembre de 2011

Datos de la Muncipalidad Holguinera en el periodo 1900-1908



Fue tarea de los cabildos holguineros hasta las elecciones del 1ro de Agosto de 1908, fijar nuevos nombres a las calles y plazas de la Ciudad, tomándose el acuerdo de nombrar a la:

Calle del Comercio y luego de San Isidoro con el nombre de Libertad.

San Miguel, luego España, con el nombre de Maceo.

A la de la Cárcel, calle de los Mártires.

San Pablo, luego Pelayo, calle Máximo Gómez.

A San Diego, luego Barcelona, calle General Miró.

A San Diego, luego Industria, calle Morales Lemus.

A la de Pizarro, Calle de Narciso López.

A San José, luego Lealtad, calle de Agramonte.

A San Pascual, luego Tetuán, calle de Ángel Guerra.

A San Pedro, luego de la Concordia, calle de Peralta.

A Carmen, luego Trafalgar, calle de Peralejo.

A de las Ánimas, luego de Lepanto, calle de Coliseo.

A la Virgen del Rosario, luego del Comercio, calle de Frexes.

A la del Calvario, luego de Numancia, calle de Aguilera.

A San Joaquín, luego Lucena, calle de Garayalde. (En recordación de don Antonio Garayalde, fusilado en Holguín el 10 de Junio de 1870)

A la de Callao, calle de Cables.

A San Idelfondo, luego de Espartero, calle Aricochea.

A San Lorenzo, luego calle de Cortés, calle de Arias. (En honor al mártir holguinero Pedro Arias)


Antiguo portón de la Plaza Mantilla (Al fondo se ve la Terminal de trenes Holguín-Gibara)

Y al parque Mantilla, orgullo de Holguín durante la Colonia, se le dio el nombre de Parque de la Independencia; al parque de la Iglesia San José, Parque de Céspedes, en honor al Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes; al de la iglesia San Isidoro, Parque de Martí, en honor al Apóstol de nuestras libertades patrias, José Martí; al de Isabel II, antes de la Constitución y en principio Plaza Real, se le dio el nombre de Parque Calixto García, en honor al héroe máximo de los holguineros, Calixto García Iñiguez. El Cabildo no tomó acuerdo sobre la petición de don Modesto Fornaris de nombrar la Plaza del Mercado, que ostentaba el nombre de O´Donell, Plaza Estrada Palma. Tampoco se decidió nada sobre sobre la petición de Armando de Zayas de nombrar a la calle que pasa frente al Hospital Militar, calle de Soledad Sánchez, “en memoria de esa señora, según el solicitante, que fue quien contribuyó a hacer la fabricación, con lo que dio a la población un edificio  de importancia”.

Al fallecer Pepe Torres, el 2 de enero de 1908, a petición del periódico El Eco de Holguín y que el Cabildo hizo suya, se le dio el nombre de calle de Pepe Torres (donde vivió hasta el fin de sus días el héroe), a la que ya había sido nombrada de Arias. Desde entonces la antigua calle de la Unión pasó a nombrarse de Arias. 

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Asimismo los Concejales holguineros acordaron y exigieron, de acuerdo con las ordenanzas de 1885, que otra vez se habían puesto en vigor, que cada vecino tuviese limpio el frente de sus casas y la calle de su vecindad, así como el embellecimiento de los parques públicos de la ciudad, con excepción del Mantilla, recién nombrado de la Independencia, porque el Cabildo no tenía fondos para ello. 

Mitin Liberal en el Parque Calixto García, (como se puede apreciar, aún no se había colcoado allí la estatua de Calixto García, por lo que la foto es de antes de 1916
Otro punto de vista del Parque Calixto García de antes de 1916
Parque Calixto García en 1910
Para que actuaran en los otros, (y para esos sí tenía fondos la Municipalidad), se tomó el acuerdo de crear Comisiones de Señoras y Señoritas encargadas de su embellecimiento y de la recaudación de más fondos. Estuvieron presididas dichas Comisiones, la del Parque Céspedes, por doña Dolores Mir y la del parque Martí por doña Teresa Castellanos, a los que (y también al de Calixto García), se le sembraron árboles y se le colocaron bancos. Y como notaron que les hacía falta agua para regar el césped y los jardines, el Concejal Juan Albanés nombró a Holguín “La Ciudad de los Parques sin agua”. Entonces se proyectó traer agua al de Calixto García con un molino de viento instalado en el Parque de Mantilla (mejor, de La Independencia). Pero la propuesta no se llevó a cabo por la oposición del mismísimo Juan Albanés que tenía en planes que el pozo del expresado parque Mantilla surtiese de agua a todos los parques de la ciudad por medio de una tubería maestra, la que nos serviría además como un pequeño acueducto cuando los vecinos que la solicitasen pusieran ramales a partir de ella.

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Hasta entonces la ciudad de Holguín solo contaba como salida al exterior con el ferrocarril de Holguín a Gibara. Y al parecer ya los holguineros no necesitaban tanto ir a aquella Villa porque cada día su puerto perdía el antiguo esplendor económico que tuvo durante la soberanía española sobre la Isla. Por eso en este periodo los holguineros gestionaron para que el proyectado Ferrocarril Central de la Isla pasase por la ciudad. Pero nada más pudieron conseguir la promesa de los fabricantes de que pasaría lo más cerca posible y la construcción de un ramal a entroncar con la vía central, lo que así se hizo y desde entonces tuvimos el ramal Holguín-Cacocum. Igualmente los holguinero consiguieron la promesa de los fabricantes del Ferrocarril Central de que al construirse el ramal Tunas-Nipe este pasaría por la ciudad.

Para que el ramal que entronca a Holguín la línea férrea central se fabricara el Gobierno del Municipio tuvo que luchar con los señores Rafael de la Cruz, Emiliano Espinosa, Juan Mir, Sixto Parra y Emiliana de los Reyes, quienes se negaban al cruce de la línea por sus tierras; y con los señores Mariano Pacheco, Santiago González y Manuel Fernández Paredes, quienes poseyendo los terrenos propiedad del Municipio, se negaban a devolverlos para la edificación de la Estación. (Cuando al final se hizo esta se conoció como Estación Sur y a la del ferrocarril Holguín-Gibara, Estación Norte).

En 1914 el Gobierno Municipal holguinero gestionó la construcción del entonces l proyectado ferrocarril Holguín-Cueto, que entroncaría con el ramal Alto Cedro-Antilla. Y en 1916 se luchó por la construcción del solo proyectado ferrocarril Holguín-Herrera-Banes, que debía cruzar por los barrios de Tacajó, Bijarú, Alcalá, Camazán, Los Haticos, La Aguada y el Guayabal. (Pero este nunca se consiguió y tampoco el que seguidamente diremos). El Gobierno Municipal protestó el proyecto de hacer un ferrocarril Gibara-Banes, que en nada nos favorecía.

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En el primer periodo republicano, que a nuestro interés solo llega hasta 1908, el Gobierno de la ciudad se ocupó en la construcción de un nuevo cementerio, al considerar que el existente era un foco de infección y porque la que se tenía era insuficiente ante el crecimiento de la ciudad, se trabajó en una nueva Plaza del Mercado. Igualmente se gestionó la división de los Juzgados de Primera Instancia y de Instrucción que a la vez lo era Correccional por desempeñarlo un solo Juez. En ese dicho Juzgado se radicaban una gran cantidad de causas no solo del Término de Holguín, sino también las correspondientes a los Términos de Gibara, Mayarí y Puerto Padre.

Los motivos anteriormente dicho dará idea del intenso trabajo en el Juzgado, pero todavía era más intenso por los litigios de las Haciendas comuneras que en este periodo comenzaron a deslindarse, la construcción de vías férreas y al incremento de los Centrales Azucareros.

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Este mismo Cabildo consiguió una nueva línea divisoria entre los Municipios Holguín y Gibara: la nueva frontera pasó por La Resbalosa, Velasco, Bocas, Auras, Melones, Cortadera y la Bahía de Nipe. Y también fue tarea de los gobernantes luchar incansablemente por conseguir nuevas fuentes de ingresos municipales para con ellos cubrir sus necesidades anuales. Necesidades que solo consistían en los propios del Ayuntamiento, sueldos, materiales, alquiler de la Casa Cabildo (que era La Periquera y tuvimos que pagar por muchos años más). Otra necesidad de fondos del Gobierno era para gastos electorales, que en ese entonces corrían a cargo de los Municipios, y también para pagar los servicios de Policía de Seguridad y los de Beneficencia. Consistían estos últimos en el sueldo del Médico Municipal, las medicinas para enfermos pobres, los socorros y la conducción de dementes. Gastos para el Municipio eran también los necesarios para la conservación del Mercado, el Matadero, el Cementerio, el Corral del Consejo, etc, para el alumbrado de las calles y parques de la ciudad… y del dinero que quedara (si es que quedaba!), alguna cantidad era destinada para casos de calamidad pública. 

Entonces el Gobierno de esta Municipalidad solo obtenía fondos por la expedición de Patentes de Licores, por las rentas fijas a las fincas urbanas de la ciudad, por los subsidios industriales, por la mercedación o alquiler de solares en terrenos del Municipio, por los impuestos a los transportistas, espectáculos y bailes públicos,  por los servicios que prestaba el Matadero y el Corral del Consejo (en el corral se guardaban los animales de particulares que iban a ser sacrificados), y por los impuestos a quienes utilizaban el Mercado. También por el uso del Cementerio. (Lamentablemente el Gobierno Municipal de entonces no pudo contar con la que sería una gran fuente de ingresos: las contribuciones sobre fincas rústicas del término. Es que estas nada producían, tanto por el estado de destrucción en que habían quedado por la guerra del 95, como por la cantidad de Haciendas Comuneras  y por la falta de comprobatorias, que no se terminaron hasta años posteriores.
Larga era la tramitación para la confección de los presupuestos anuales del Municipio: una vez confeccionados lo pasaban al Síndico del Cabildo y este lo ponía a la vista del público por el termino de diez días, luego se pasaba a las Juntas Municipales, a la Comisión de Presupuesto, al dictamen y aprobación del Cabildo y finalmente a la Secretaría de Hacienda para su aprobación definitiva. Y todo el engorroso proceso burocrático para muy modestos presupuestos. 

Fueron estos

El de 1900-01 de $ 21 477.82
El de 1901-02 de $ 18 148.26
El de 1902-03 de $ 21 375.26
El de 1903-04 de $ 21 743.40
El de 1904-05 de $ 20 603.31
El de 1905-06 de $ 23 767.54
El de 1906-07 de $ 24 996.44
El de 1907-08 de $ 29 602.12

El los documentos municipales dice que fueron mayores los gastos que los ingresos de la forma que ahora mostramos.

1901-02 tuvieron un déficit de $ 4 719.82
1902-03 tuvieron un déficit de $    608.67

Felizmente en el presupuesto de 1903-04, una vez que hubieron de pagar todas las deudas, les quedó un sobrante de $ 124.35.

En relación con el Presupuesto Anual en el periodo, el Gobierno Municipal de Holguín debió luchar fuertemente con el Estado que les exigía que en sus Presupuestos Anuales fijaran mayores cantidades para las Inspecciones Sanitarias, la Asistencia Médica, la Recogida de Basuras, el Riego y la Desinfección de las calles y para las Medicinas para Pobres y Dietas a Enfermos.

Otra lucha del Gobierno en el periodo fue contra los acreedores del Municipio que exigían las cantidades dejadas de pagar por los Cabildos de la Colonia anteriores a 1898. Eran esos, entre otros, el Dr. Eduardo Perri (médico municipal), Julián Corral, Luis de Fuentes, Cándido Ponce de León, Mariano Santiesteban, Eduardo González, Teresa Urgellés, etc. Por cierto, en las relaciones de estos, la mayoría de ellos españoles, hasta el Representante o Embajador de España en la Isla intervino. Por los documentos existentes se sabe que la deuda de los gobiernos coloniales con estos señores ascendía a la cantidad de $ 12 141.73. (Deuda que jamás fue satisfecha).

Asimismo por esos documentos, exactamente las Actas del Cabildo se sabe que: 

  • Cayetano Freixas solicitó del Cabildo terrenos para edificar una pequeña ciudad de cien casas con casas modernas que los inquilinos podrían adquirir en cortos plazos, (“por lo baratas”, suponemos).
  • Jenas L. Martín, como Apoderado de la Junta de Misiones Extranjeras, solicitó permiso para la construcción de una iglesia en el solar de Agramonte y Libertad.
  • E.W. Penney, en su carácter de Ministro de Iglesias Metodistas, solicitó el solar abandonado de Maceo, entre Aricochea y Cables, para la construcción de una Capilla Metodista y un Colegio para niños de ambos sexos “con todos los adelantos de las ciencias pedagógicas”.
  • Francis Bramham Pigby solicitó terrenos para instalar una Planta de Alumbrado Eléctrico, Fábrica de Hielo y Talleres de Aserrío que pasarían a la propiedad del Municipio a los cincuenta años de su explotación, vendiendo el hielo, dijo, a dos centavos la libra y costando al público una lámpara de 16 bujías, $ 1.25 mensual.
  • Antonio Aguilera Ochoa hizo una petición similar a la anterior para construir en la ciudad una Fábrica de Hielo, prometiendo que en los primeros cinco años vendería la libra a un centavo. (Pero antes que los dos anteriores, ya habían hecho la misma petición don Heliodoro Luque, Antonio Masferrer y Pedro Rodríguez Fuentes. Este último tuvo mejor suerte que todos los demás. Su solicitud realmente fue que el Cabildo le alquilara un lote de terreno existente entre el río Marañón y las calles de Aguilera, Frexes y Fomento. Esa anterior solicitud hizo discutir al Cabildo si estaba o no facultado para subastar o arrendar terrenos de su Dehesa. Pero en definitiva se la arrendaron para que el solicitante instalara allí una Fábrica de Hielo y Aserrío. La única condición que le pusieron fue que las instalaciones estuvieran instaladas antes del año de la concesión, que el alquiler sería solamente por quince años y que debía pagar al Cabildo por el cánon anual establecido, esto es, $ 10.00 por caballería, o sea, que don Pedro solo pagaba por alquiler $ 0.75 anuales. Finalmente aquella hectárea que alquiló pasó a su propiedad al paso del tiempo.
  • Pedro Fuentes Roca solicitó permiso al Gobierno para instalar en El Llano una glorieta para el juego de pelota. Se lo concedieron pero con la condición de que lo desalojarían cuando se necesitasen esos terrenos para el proyectado ensanche de la población.
  • Le exigen al Gobierno los terrenos de la Cárcel Pública, propiedad del Municipio (Hoy Arena deportiva Henry García), para instalar allí las Escuelas Públicas de la Ciudad.
  • Solicitaron y consiguieron los dependientes del Comercio local que los establecimientos comerciales donde trabajaban cerrasen sus puertas los domingos y demás días festivos. Pero esa medida la protestó a nombre de los dueños, don Saturnino García. Estimaban los dueños que era perjudicial esa solicitud de sus dependientes, no para ellos (los dueños), sino para el público consumidor, y sobre todo para los “guajiros” que solo venían a la ciudad entonces, los domingos. (En 1910 los dueños de establecimientos consiguieron que estos cerraran sus puertas todos los días a las ocho de la noche, excepto los sábados y vísperas de días festivos, en que podían estar abiertos hasta als once de la noche.
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Parque Céspedes, Iglesia San José
Iglesia San isidoro, al frente Parque de Las Flores, que primero fue Martí y luego Peralta. Abajo, otro punto de vista


Por ese entonces fue el Jefe de la Policía Municipal o de Seguridad, don Rodolfo de Zayas, al que posteriormente sustituyó don Luis Melendreras. Entre los miembros de la policía se encontraban: José Molina Rueda, Rufino del Toro, Adolfo Algeciras y José Mestre.

El doctor Vicente Gómez Bulté fue director del Hospital Civil. El doctor Rodolfo Socarrás, médico municipal, siendo sustituido años más tarde por el doctor Humberto Manduley Salazar.

Por muchos años fue el tesorero municipal don Juan Angulo Rodríguez. Cuando este renunció fue sustituido por Miguel I. Aguilera Feria. 

Atanasio González de Riacho fue el Arquitecto Municipal, cargo que interinamente desempeñaban Leopoldo Betancourt Santa María y Pedro Fuentes García.

Encargado de la limpieza del Mercado de Abasto: Francisco Cabrera Zorrilla.

Farolero municipal: Juan de Fuentes.

Jardinero del Parque Martí (Luego Parque Julio Grave de Peralta o de Las Flores): Leonardo Rubio. 

Encargado de la extracción de basuras: Juan Barrera.

Secretario de la Administración Municipal: José R. Feria Sivorí. (Cargo que renuncia al ser nombrado Oficial del Juzgado de Primera Instancia).

Contador del Muncipio: Cándido Ponce de León.

Registrador de la Propiedad: Belisario Alvarez Céspedes (en esa época a ese registro correspondían las inscripciones de las fincas de los términos municipales de Holguín, Gibara, Puerto Padre y Mayarí). Era el encargado del registro Rodolfo Fox Manduley.

27 de abril de 2011

La Casona del Santa María



La casa señorial de Ingenio Azucarero del siglo XIX, conocida como Casona de Santa María, posee valores históricos y arquitectónicos indiscutibles, que deben conservarse.


Esta joya de la arquitectura gibareña presenta una tipología representativa de una
antigua Casa Señorial criolla, está edificada de un nivel, en forma de U, con 
un cuerpo principal de cubierta a cuatro aguas y dos martillos con colgadizos, 
en los que se utilizaron como materiales constructivos madera preciosa 
de caoba y cedro, y tejas criollas.

Posee un patio interior rodeado por galerías en tres de sus lados, el cuarto lado,
o sea el del fondo, lo cerraba una pared de mampuesto que se encuentra destruida.

La cocina estaba ubicada al final de uno  de los martillos, con su fogón 
hecho de ladrillos y una gran campana con chimenea para exhalar el humo

La Casona del Santa María posee dos puertas exteriores en la parte frontal, 
dispuestas no de forma simétrica; la puerta principal está  cargada a la parte 
derecha de la edificación, la segunda está en el extremo izquierdo de 
la fachada y daba acceso  al local  donde se ubicaba la oficina 
del antiguo ingenio, (espacio hoy ocupado por una familia 
descendiente de los últimos compradores de la casa).
Estas grandes puertas de dos hojas y rematadas en los bordes con fines 
decorativos, son clavadizas a la española. 


Amplios son los corredores extensos, uno ubicados al frente y dos en los laterales. 
Todos los corredores descansan en pies derechos de madera con base de 
mampuesto, (se utilizaban así para aislar la madera de la humedad).


 Las ventanas son también de dos hojas, de cuarterones y están protegidas por 
rejas de hierro con travesaños de madera. En toda su carpintería se empleó  
caoba y cedro.

La amplia puerta principal invita a conocer el interior del inmueble, que nos 
presenta una gran sala de recibo; contigua a ésta, una saleta a la que se tiene acceso 
a través de un arco de medio punto. Ocho habitaciones espaciosas forman la casa.


La Casona posee un patio interior rodeado por galerías en tres de sus lados, el cuarto 
lado, o sea el del fondo, lo cerraba una pared de mampuesto que se 
encuentra destruida

 Todavía se puede ver la pared aspillerada con la que los dueños intentaron 
defender la Casona durante las guerras de independencia cubanas en el siglo XIX

Tanto la cimentación como sus muros exteriores son de mampuesto, estos últimos 
tienen un espesor de 49 cm.,  En algunos muros interiores  se utilizó   
el ladrillo con un grueso de 15 cm.

En los pisos se empleó el ladrillo y la losa isleña, traída ésta desde Islas Canarias
como lastre en los barcos, ya que el viaje a través del Atlántico 
requería de cierto peso en la embarcación, que era alcanzado en ocasiones 
cargando en  las bodegas este elemento constructivo
de la época


 Estas lozas son un añadido de épocas posteriores (Siglo XX)


 Esta edificación ha sido estudiada en detalles por especialistas del 
Equipo Técnico de Monumentos de Gibara y de la Oficina de Monumentos y Sitios 
Históricos de Holguín. Se ha propuesto establecer en ella el Museo del Azúcar 
y la Esclavitud, centrado en los ingenios de Gibara y Holguín del siglo XIX, 
pero  lamentablemente hasta el momento las inclemencias del tiempo y la falta 
de las acciones requeridas para la restauración  continúan dañando a este valioso 
exponente de la arquitectura cubana del siglo XIX.



Para lo que será el Museo de la Industria Azucarera, que estará ubicado en la casona del antiguo Santa María, la Oficina de Sitios Históricos y Monumentos de Gibara ha localizado un viejo trapiche de la época. Para ver fotografías, hacer clic aquí.



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