Hay en la tradición holguinera muchas leyendas
relacionadas con charcos o pozas de agua. Esta que sigue es la que se conoce
como “La Poza
del Escribano”.
Antes esa se llamó La Poza Negra y estaba (o probablemente
está, que esa información no la tenemos), en el barrio de El Yayal, ubicado a
la vera de la carretera que lleva desde Holguín hasta el Mirador de Mayabe.
Pues si señor, como dicen las abuelas al narrar cuentos
misteriosos, escondida entre corpulentos árboles, estaba la citada Poza Negra. Todos,
incluyendo hasta a los mejores nadadores de Holguín, miraban con respeto la
poza porque, dicen, tenía en su centro un fuerte remolino que arrastraba hasta
el fondo todo lo que atrapara.
Un día del año 1856, dicen que un escribano de guerra,
residente en la ciudad de Holguín y nombrado don Pedro Rodríguez Batista,
decidió nadar en la Poza
Negra y el remolino lo chupó. Infecundos fueron los esfuerzos
que hizo el escribano para salvarse, y, como ya lo imaginan, murió ahogado.
Desde entonces la Poza Negra,
a la que llamaban así porque la profundidad de sus aguas le daba un tinte
oscuro, comenzó a ser la Poza
del Escribano.
General Jesús Rodríguez Aguilera (Dibujo) |
No pregunten el lugar exacto donde está la poza que, a
lo mejor, con la delgadez a la que hemos condenado a nuestros ríos, el agua no llega ni a los tobillos de los nadadores. De
quien sí tenemos un poquito más de información es de don Pedro Rodríguez
Batista: fue él, el padre de don Jesús Rodríguez Aguilera, un abogado
holguinero que se fue a la manigua en 1868 y que participó en la aprobación de
la primera Constitución cubana en Guáimaro que después alcanzó los grados de
General de Brigada del Ejército Libertador.
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