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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

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2 de junio de 2017

La leyenda de la ermita de la Virgen de la Caridad en Río Seco, Banes, Holguín, Cuba

Por: César Hidalgo Torres
        (A partir de un testimonio transmitido por el programa "la Descarga" de Radio Banes)


Por las soleadas calles de Río Seco, Banes, Holguín se acerca una mujer, descalza, la piel curtida por el sol. El vestido de lienzo es del mismo color de su piel, como si el polvo del camino se hubiera incrustado en la tela y la piel. Se llama Irma. Sus rasgos demuestran que en otros tiempos fue una mujer bella, sobre todo los ojos negros y penetrantes en los que parece que se escondió la noche. Los muchachos la mortifican; ella los espanta como puede y sigue susurrándose que es un bicho, esto es, el diablo, un monstruo.

De pronto se detiene frente al portón de una casa donde dos adolescentes se abanican. Yo soy un bicho, les dice Irma, déjenme mirarme en su espejo. Las muchachas se miran con picardía, los padres están trabajando y la abuela en la cocina, bien que pudieran disfrutar un rato con la loca. Le hacen una seña para que guarde silencio y las pasan al cuarto de la abuela donde hay una cómoda con espejo grande. Irma se adelanta, se pone de frente al espejo, de espalda a las muchachas, y comienza a auto describirse: Yo soy un bicho, mira como tengo el cuerpo lleno de pelos; se toca el centro de la cabeza; demoró pero ya me salió un cuerno con forma de espuela de gallo; y no tengo ojos. Las muchachas se tapan la boca, evitando que se les escape una carcajada. Cuando logran serenarse le preguntan a “la loca” ¿qué más? Mis manos son huesudas, parecen garras del gavilán. ¿Y los dientes?, preguntan las muchachas para apresurar la descripción. Irma no responde sino que gira lentamente; las hermanas quedan paralizadas. Luego un grito sale de sus gargantas al unísono: ¡Abuelaaaaaaaaaa!

La anciana llega; ¿qué pasa? Los ojos de Irma tienen la misma mirada de los demonios, dicen las nietas. Los ojos de Irma son muy bonitos, dice la abuela, y las saca a las tres del cuarto. Vieja, yo soy un bicho extraño, le dice Irma mientras se va. No lo eres, dice la anciana, sino, simplemente una mujer muy bonita.

Y allá se va Irma, a recorrer de arriba abajo las calles polvorientas diciendo que ella es un bicho

La anciana toma de las manos a sus nietas y las lleva a su cuarto, ella se sienta al borde de la cama donde resalta la blancura de las sábanas de hilo almidonadas, las muchachas en el suelo. Les voy a contar una historia, anuncia la voz dulce de la abuela.

“Hace más de ochenta años vino a vivir a Los Haticos un joven español de diecinueve que se llamó José Isidro Merino González. Al poco tiempo se casó con Cándida Merino. De la unión nacieron trece hijos, todos bajo el amor y la fe en Dios.

“Los años transcurrieron y una noche de intenso calor José Isidro se levantó, abrió la ventana para que la brisa nocturna refrescara la habitación. Fuerte y agradable llegó el aroma de los nardos y los jazmines. La luz de la luna daba al jardín una imagen de irrealidad. Entonces fue que la vio, una mujer que parecía una aparición. Durante unos minutos ninguno se dijo nada, hasta que la mujer habló como si cantara: Allí donde se unen los caminos hay un tesoro para ti pero tienes que prometer que en el mismo lugar levantarás una ermita a la virgen de la caridad del cobre. Es un sueño, pensó el hombre, pero y si es verdad? Nada pierdo con probar.

"Fue al lugar y cavó un hueco y encontró una tinaja llena de doblones de oro. El 15 de mayo de 1952, cuando ya José Isidro tenía 52 años de su edad terminó la ermita. En su interior colocó una majestuosa imagen de la Virgen trabajada en porcelana, y sobre sus hombros una valiosa cadena de oro con la imagen de la santa labrada en la medalla. Quince días después José Isidro falleció de una repentina enfermedad,

"La ermita comenzó a ser visitada por personas que venían de diferentes lugares, algunos de muy lejos. Y tanto forastero ayudó a que se fabricaran nuevas casas.

"Una noche venían dos pescadores silenciosos con caras de pocos amigos, no habían pescado nada, nada tenían que ponerle en la mesa a sus hijos pequeños. Ya donde la ermita a uno de ellos, Evelio Herrera, se le ocurrió una idea que cambió su destino y el de su familia: “Mira como brilla la cadena de oro de la virgen”. “No, dijo el otro empezando a entrar en pánico, no podemos hacer lo que estás pensando, Evelio”. Pero el pescador, como si estuviera poseso, no oye a su compañero y se dirige a la reja de la ermita, saca el cuchillo y rompe el candado. La imagen de la virgen brillaba como si una luz la estuviera iluminando a ella sola. El pescador toma la cadena, pero una fuerza extraña le impide quitarla del cuello de la imagen. Sin pensarlo dos veces, Evelio la golpea con el cabo del cuchillo; la virgen se rompe en miles de pedazos. “Ya tenemos la cadena y con ella la solución a nuestros problemas”. Dice y se vuelve a su compañero que había palidecido: “rompiste la virgencita y esos se castiga”. “No seas cobarde, mañana vamos a Banes a vender la cadena”. El pescador niega con la cabeza. Evelio lo zarandea amenazándolo: “si esto se sabe te mato, ahora vamos”.

“Al llegar a la elevación que separa a Río Seco de Los Haticos ya los pescadores no eran los mismos, sus cuerpos sentían lo que se debe sentir cuando el cuerpo sufre una metamorfosis. Después amaneció. En toda la zona no se comentaba otra cosa como no fuera sobre la profanación de la ermita de la virgen y la muerte de un los pescadores.

“En su casa Evelio se dirige a la cocina, dando tumbos como un borracho, “mi niña, qué está pasando allá afuera”. Una bella y joven mujer de pelo negrísimo y ojos color aceituna está preparando el desayuno del padre. ¿Se siente usted mal, papá?

“Cuando supo la muerte de su compañero Evelio no salió más de su casa. El médico dictaminó delirio de persecución. Su hija Irma nunca se apartó de su lado. Loco de remate murió el pescador. Para entonces su hija tenía la misma enfermedad”.

Ahora es mayo de 2017. La abuela murió. Los Haticos parece un barrio fantasma donde jamás llueve. La ermita sigue al servicio de los pobladores.

Dos adolescentes terminan de hacer limpieza general en la casa. Una acomoda un mueble. A sus espaldas oyen una voz que las paraliza. ¿Puedo pasar? La joven gira el cuerpo lentamente, como si le pesara hacerlo. ¿Qué desea? En el umbral de la puerta hay una mujer de unos 70 años: "quiero mirarme en el espejo, tú sabes bien que yo soy un bicho, un diablo, un monstruo".




9 de enero de 2011

La Virgen de la Caridad, virgen mambisa, cubana


José Abreu Cardet
jabreu040751@argentina.com
Máximo Gómez afirmó que  para obtener la victoria en la guerra de 1868  eran necesarios: “... algunos elementos de guerra y un poco de constancia” (1) Se ha escrito en algunos textos como los mambises obtenían esos “elementos de guerra” pero de cómo fundamentaron ese “poco de constancia” se conoce mucho menos.  Es esta una pregunta que reclama una respuesta. Primero debemos hacer una breve reflexión sobre lo que significaban 10 años para un hombre de mediados del siglo XIX.
Nos hemos acostumbrado tanto a repetir la expresión “Guerra de los 10 años” que en cierta forma ha perdido su sentido de tiempo. Tampoco hemos intelectualizado lo que pudo significar  para  una persona, en especial para alguien de mediados del siglo XIX, donde la esperanza de vida no era tan prolongada. Podía ser perfectamente un quinto,  un cuarto y quizás hasta más   del total de la existencia  de cualquiera de aquellos hombres y mujeres.
 ¿ Cómo  resistieron tanto tiempo?. Hay una respuesta elemental: la intransigencia independentista. Era  la esencia de la “...vorágine de la guerra de los diez años.” (2) como la llamó Enrique Jose Varona.  Ese es el gran mecanismo mental que conformó una espiritualidad del sacrificio.
Desde esa sólida base debemos de iniciar la construcción de todo argumento para entender la resistencia. Pero es de pensar que en la mísera vida cotidiana de esta gente existían toda una serie de mecanismos, que sumados, harían más soportable cada día, cada noche de humedad y hambre,  de calores y mosquitos, de fugas y combates. Detalles que, quizás, hoy nos parezcan insignificantes pero que para ellos alejaron la soledad, la desesperación, la incertidumbre  por el futuro. Eso es lo  que  llamamos los  mecanismos de la resistencia. Es asunto difícil de determinar con ejemplos. Quizás cada mambí llevaba en su macuto (3) un cúmulo muy particular de motivos que explican su hazaña. De todas formas hay aspectos comunes sobre los que podríamos hacer algunas generalizaciones. Entramos en un campo inseguro para un historiador, más acostumbrado por el oficio a moverse entre datos muy concretos, criterios argumentados  con  buena letra en papel o evidencias de diverso origen; pero  siempre perceptibles a los ojos, al oído o  al tacto. Ahora comenzaremos  a andar en un mundo en extremo subjetivo. Siempre en asuntos humanos hay campos intangibles. Similares al efecto de esas aguas subterráneas que de humedad en humedad van avanzando hacia la superficie hasta que un día producto de la búsqueda humana o las circunstancias geológicas brotan para constituir un manantial en la montaña o el desierto. Los motivos de la gran resistencia del 68 tienen fuerzas ocultas que no son mágicas ni sobrenaturales. Fueron productos de las circunstancias o de las acciones de aquellos hombres y mujeres. Intentaremos encontrar ese mundo espiritual y material que consolidó el espíritu de la resistencia por 10 años. Quizás no tengamos todas las razones. Es posible que existieran otros motivos que consolidaron la gran y desesperada resistencia. El mundo religioso tuvo en el campo mambi un espacio que en ocasiones hemos olvidado. Si bien la iglesia católica como institución se unió a los integristas los cubanos eran propietarios de una fuerte religiosidad popular que los acompañaron a los campos de combate.
En el siguiente enlace puede oír varias hipótesis sobre el encuentro de la imagen de la Virgen de la Caridad
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Se sentía una especial devoción por la virgen de la Caridad del Cobre. En Holguín tal creencia tenia viejas raíces. El territorio holguinero estuvo vinculado al surgimiento del mito de la virgen. Según este fue en aguas de la bahía de Nipe que encontraron la imagen sobre una tabla que flotaba. Tres vecinos de esas riberas la rescataron e iniciaron la adoración a su figura. Era frecuente que familias holguineras emprendieran una peregrinación al santuario del Cobre donde se situó su imagen. La tradición oral guarda esos recuerdos de viajes en carretas o en cabalgaduras hasta aquel lejano lugar para cumplir una promesa hecha a la virgen o por devoción.  Al marchar a la guerra por la independencia se llevaron los cubanos a la manigua mambisa esa creencia que se convirtió en un elemento de la gran resistencia que se extendió por diez años.  Un mambí escribió en una carta a un amigo “… si la virgencita quiere, pronto tendremos  modo de darle su merecido…” (4) a los españoles.
La mejor forma de entender la creencia de los mambises en aquella imagen es una descripción que nos dejo el líder insurrecto Ignacio Mora en su diario personal:

El fanatismo del pueblo cubano raya en locura. La fiesta de la Caridad es un delirio para él. Sin tener que comer, pasa  dedicados estos días en buscar cera para hacer la fiesta al estilo mambí, esto es, encender muchas velas y suponer  que la imagen de la Virgen está presente. En todos los ranchos no se ve fuego para cocinar sino velas encendidas á la Virgen de la Caridad. (5)

La buena madre de Cristo  parecía estar atenta a los muchos sufrimientos de sus hijos antillanos. No los pudo rescatar de los pelotones de fusilamientos, de la acción implacable de las contraguerrillas pero por lo menos estos sufridos combatientes debieron de sentirse acompañados en sus momentos más trágicos  por la piadosa imagen. Quizás en cierta forma  conformaba  una  especie de abstracción  de la patria para esta gente de un sentido muy recto y simple de la imaginación. Cuba era representada como una mujer. (6) La virgen bien pudo devenir en la imaginación de aquellos héroes en símbolo de la patria y la independencia. 
En el siguiente enlace puede oír otras hipótesis sobre el encuentro de la imagen de la Virgen de la Caridad
Notas

1— Yoel Cordoví Nuñez. Máximo Gómez tras las huellas del Zanjón. Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2005, p 92
2— Enrique José Varona a Ventura García Calderón.  En Letras, cultura en Cuba. Número 6,  Editorial Pueblo y Educación , La Habana, 1989,  p 3
3—El macuto mambi era un saco que llevaba cada insurrecto donde guardaba todo lo que consideraba que le podía ser útil.
4—Elda Cento Muñoz y Ricardo Muñoz Gutiérrez. Salvador Cisneros Betancourt: Entre la controversia y la fe Editorial Ciencias Sociales La Habana 2009  p. 150
5— Nydia Sarabia, Ana Betancourt, Editorial de Ciencias Sociales,  La Habana, 1970, p. 153      
6— La historiadora Olga Portuondo Zuñiga   en su libro sobre la Virgen de la Caridad del Cobre dedica un  capitulo a este papel subversivo de la virgen. En el recoge diversos ejemplos de la devoción de los mambises por la virgen.

25 de octubre de 2010

Reducen contaminación en la Bahía de Nipe

MARZO 4, 2010
La Bahía de Nipe, eje de un complejo marítimo-costero que vincula a varios de los refugios más relevantes del noreste holguinero, mejora la calidad de sus aguas con la reducción de la carga contaminante en esa provincia.



Lea: La bahía de Nipe, enormísima república líquida donde ocurrieron hechos singulares

15 de septiembre de 2010

Antilla

Antilla
Municipio más pequeño de la provincia de Holguín y uno de los más pequeños de Cuba, es famoso desde tiempos lejanos por su belleza, leyendas y aspecto original. El territorio posee una extensión superficial de 100.81 km2, conformado por una estrecha franja costera que ocupa la Península El Ramón, que separa la Bahía de Nipe y la Bahía de Banes




Rumbo a Antilla

Paisaje tomado desde la carretera hacia Antilla



Entrada al pueblo de Antilla

Atardecer en Antilla

Viejísimo Club Náutico de Antilla

Playa La Caimana en el interior de la bahía de Nipe
Pescadores en la bahía de Nipe

La bahía

Fotocopia del antiguo Cayo de la Virgen

Antiguo altar a la Virgen en el Cayo de la Virgen (ya desaparecido)

Lo que queda del altar de la Virgen frente a las agua donde fue encontrada la imagen


7 de julio de 2009

La Bahía de Nipe, enormísima república líquida donde ocurrieron hechos singulares


Después de la conversión de la de Hudson en mar interior, la bahía de Nipe es, de las de bolsa, la más grande del mundo. Tiene unos 120 kilómetros cuadrados de extensión y acumula mil 700 millones de metros cúbicos de agua aproximadamente. Descubierta por Cristóbal Colón en 1492, esta bahía tiene 25,9 kilómetros de largo y 16,8 de ancho.

En su entorno, cuentan, habitaron los dioses aborígenes Taguabo y Maicabó. Y sobre sus aguas, cuentan, apareció flotando la Virgen de la Caridad de El Cobre, Patrona de Cuba. Pero a pesar de sucesos tan trascendentes, la colonización española no se interesó por este lugar casi nunca. Las orillas de la enorme bahía estaban más solas que un cementerio a media noche y por ello fue refugio de mil y pico de piratas y compañía; sin embargo, el más famoso de todos los que allí llegaron fue Williams Hasting, que compró un pedazo de aquellas tierras a la corona española y fundó familia y dejó sus huesos por esos lares.
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La primera ocasión que escuché el nombre del pirata William Hasting, fue de boca de un compañero de aula que residía en El Embarcadero de Banes. Manifestaba también, con inocente orgullo de niño, que era descendiente del temido pirata. Supuse entonces que el chico estaba influenciado por la serie radial, muy popular entonces, que con adaptación de Félix Pita Rodríguez, hacía que Emilio Salgari nos transportara al turbulento Caribe de hace algunos siglos.

Muchos años después, en el bregar periodístico, conocimos al ya desaparecido Guzmán Méndez Escarsena, quien en su casita de la playa Puerto Rico Libre, nos habló del germano aventurero William Hasting, relatos que también parecían estampados por la pluma de Salgari, pero ahora con la etiqueta incuestionable de lo real maravilloso.
Siguió transcurriendo la marcha inexorable del tiempo cuando, a mediados del mes de noviembre del 2006, pudimos entrevistar a dos descendientes del pirata, ambos residentes en la pintoresca ciudad de Antilla. Aunque conocíamos desde mucho tiempo antes la existencia del más cercano descendiente del pirata, no fue posible el encuentro hasta la fecha señalada anteriormente, pues esa persona se encontraba fuera de la localidad.
Acompañados por el historiador de la municipalidad de Antilla, Julio Labrada Noa, comenzamos las entrevistas por Carmen Luisa E. Hasting Campos, biznieta de Catalina Hasting, quien fuera a su vez nieta de William Hasting o Don Guillermo. La vivienda de Carmen Luisa se encuentra enclavada en la calle René Ramos Latourt, cerca del Museo de Historia del mismo nombre.
Pronto se establece el diálogo, platica que sólo se interrumpe cuando Carmen Luisa va en pos de viejos planos de parte de las tierras de la hacienda Punta Salinas propiedad del famoso ancestro y donde resalta la ubicación del cementerio donde reposan los restos de muchos de sus familiares.
Carmen Luisa niega rotundamente que William se dedicara a la piratería pues según ella: “era un mercader que comerciaba entre Nassau, el norte oriental de Cuba, La Española, Puerto Rico”, y acota seguidamente: -Eso fue lo que siempre escuché en el seno de mi familia. ¡William era gente buena de comercio!- aseguró vehemente la entrevistada.
Luego de este interesante encuentro con Carmen Luisa, nos trasladamos hasta la casa marcada con le número 88 en la calle Carlos Manuel de Céspedes. Allí nos encontramos con Andrés Hasting, nieto de Luis y por ende tataranieto de William. A pesar de contar ya con 95 años, Andrés, conocido también como Júcaro, posee una vitalidad poco usual en personas con tantas primaveras en su haber. Nuestra primera pregunta para el nonagenario se caía de la mata: ¿era William un pirata?
-¡Claro qué sí!- afirmó Andrés con voz firme y un destello pícaro en sus vivaces ojos. Andrés Hasting, quien nació en 1911, claro está que no conoció al ancestral pirata. Las vivencias sobre Don Guillermo las obtuvo por testimonios de viejos ex esclavos de su familia, quienes a su vez, las escucharon a sus padres o abuelos de la dotación del viejo Hasting. -Era un temido pirata- reitera Júcaro tras de hacer funcionar el ordenador de sus recuerdos. –Desde niño escuché historias escalofriante que, contada por esos viejitos, involucraban a mi tatarabuelo Guillermo….Andrés hace una breve pausa y regresa con nuevos bríos a su relato. -En una oportunidad salió con tres esclavos a cambiar de lugar parte de su fortuna que tenía enterrada en el monte. Al atardecer regresó con sólo uno de ellos, el de su entera confianza- entonces el anciano detuvo su relato para con un gesto inequívoco, hacernos comprender el triste final de los dos que no regresaron: cual si fuera un filoso machete del viejo se pasó la diestra por su cuello.
En esta interesante plática con Júcaro quisimos que nos aclarara la leyenda del negro cimarrón que escapado de una hacienda de Santa Lucía, vino a refugiarse al vasto territorio de Don Guillermo. Andrés nos contó que este cimarrón fue capturado por el propio William, quien lo hirió al lanzarle su machete con una destreza que hablaba de su pasado. El fugitivo fue atendido de la herida pero quedó inútil para el trabajo rudo de la hacienda. Como era joven, fuerte, robusto y con una arcada dental envidiable, Hasting lo dejó como semental para mejorar con su estirpe la dotación de su hacienda Punta Salinas.
Según Andrés este esclavo, lejos de odiarle, le estaba agradecido a Don Guillermo, ya que de ser devuelto a su antiguo dueño, sufriría crueles tomentos hasta morir y dar así un escarmiento al resto de la dotación. Este relato de Júcaro, aunque difiere del que señala la devolución del esclavo a su antiguo dueño, es el más lógico y aceptable.
A una pregunta nuestra sobre el origen de su apodo Júcaro, Andrés nos respondió que se debe al lugar de nacimiento, sitio donde heredó unas diez caballerías de la antigua hacienda de William.
Mientras oían la interesante conversación con el venerable Júcaro, nadie miró las agujas de sus relojes se deslizaron sin apenas percatarnos. Al filo del mediodía nos despedimos de Andrés y su afable familia, pero antes el anciano habló del raudo barco de su tatarabuelo, de sus mortíferos cañones y de la emboscada tendida por galeones españoles hasta destruirlo. El ancestral lobo de mar se fue al fondo o anda flotando como material microscópico del agua después que los tiburones hicieron su digestión y cagaron su recuerdo en el océano.
En la pintoresca villa de Antilla, rodeado del cariño de sus familiares, nos despedimos de Andrés Hasting, quien gustosamente accedió a esta entrevista que hemos querido compartir con ustedes, querido internautas. Tomado de http://www.aldía.com/
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En Holguín, la maestra periodista María Julia Guerra se ha empeñado más que nadie en seguirle los pasos al pirata William Hasting y a su descendencia. Lo último que supe es que María Julia había completado el árbol genealógico de la familia y otras curiosidades apetecibles. Un día Aldeacotidiana tendrá la monografía casi libro completa, eso lo sabemos.

Lo que no sé es si alguna vez podamos leer el primero de una tetralogía que se ha publicado en Estados Unidos. En el volumen, dice su publicidad, se reconstruye la vida del pirata en su hacienda a la vera de la bahía de Nipe. Se titula el libro: Entre huracanes y a su autor, José Ignacio Hernández López, no he tenido el gusto de conocer.

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