Por: José
Abreu Cardet
El
hospital Lenin de Holguín comenzó a construirse el 24 de abril de 1961 y se
inauguró el día 7 de noviembre de 1965. El lugar donde se levantó era un campo
deportivo propiedad de la antigua sociedad Liceo de Holguín al que los vecinos
de la ciudad llamaban el Liceo Park. El terreno inmediato, que también fue
utilizado para la obra, era un vertedero a cielo abierto.
Las pocas familias que residían donde se construyó el hospital fueron reubicadas en otras áreas de la ciudad y para la práctica de deportes se creó un nuevo campo al que se llamó con el nombre del mártir local asesinado por la dictadura de Fulgencio Batista, Jesús Feliú Leyva.
En el primer proyecto del hospital estaba previsto que tuviera 454 camas, pero más adelante, en febrero de 1962, la cifra se elevó a 650. Finalmente la capacidad del “Lenin” fue de 850 camas.
Las pocas familias que residían donde se construyó el hospital fueron reubicadas en otras áreas de la ciudad y para la práctica de deportes se creó un nuevo campo al que se llamó con el nombre del mártir local asesinado por la dictadura de Fulgencio Batista, Jesús Feliú Leyva.
En el primer proyecto del hospital estaba previsto que tuviera 454 camas, pero más adelante, en febrero de 1962, la cifra se elevó a 650. Finalmente la capacidad del “Lenin” fue de 850 camas.
Alfonso Menéndez Valdés |
Inicialmente
las obras estuvieron a cargo del ingeniero-arquitecto Alfonso Menéndez Valdés,
quien aportó correcciones e innovaciones al proyecto original hecho en La
Habana, pero lamentablemente, Menéndez Valdés falleció poco después de iniciada
la obra; en su recordación sus compañeros levantaron un busto que está a la
entrada del hospital. Lo sustituyó el arquitecto Luís Felipe Rodríguez
Columbié, y a este, en enero de 1964, el arquitecto mexicano Gustavo Vargas
Escobaza[1], que
fue el que culminó la obra.
Arquitecto Vargas Escobaza en tiempos de la construcción del Hospital Lenin. |
El arquitecto Vargas vino a Holguín con su esposa, la escultora mexicana Electa Arenal, un nombre de relieve en la historia de las artes plásticas holguineras. En el siguiente video se hace una valoración del paso de la artista por la ciudad:
Leer además: Gustavo, Electa y la solidaridad con Cuba
El
arquitecto mexicano visitó la ciudad en 9 de marzo de 2012 y el historiador José
Abreu Cardet lo entrevistó. “Modificamos
el proyecto hasta donde pudimos y agregamos otras obras que no fueron
consideradas en el diseño original, pero nos dijeron que respetáramos el
proyecto original. Yo hice muchas objeciones señalando este y aquel error, pero
los cambios que nos aprobaron fueron mínimos”.
“La estructura del hospital es de hormigón reforzado
con acero. E igual las bases de columnas, los muros de contención, los pedestales,
las zapatas y los techos. Los muros son de ladrillo, tanto en su interior como
en los exteriores, y otros parapetos y techos fueron tratados con masillas de
cal y yeso. Algunos locales especiales fueron revestidos con láminas de plomo y
material acústico. Los marcos y puertas se construyeron con maderas duras del
país, cedro y cristales transparente”.
“En la obra trabajaba un maestro carpintero holguinero
que se llamaba Lázaro. A él lo nombraron director de la carpintería. Fue él
quien fabricó todas las ventanas que, al principio, se hicieron de persianas de
madera dura, todo era de madera porque no había cristales ni aluminio. Tampoco hierro
para hacer la cerca perimetral; batallamos fuerte para, finalmente, conseguir los
materiales”
“El
que dirigió a los trabajadores fue un capataz de origen jamaiquino, Kenneth
Griffith Onfroy, que falleció en
el año 2002. Él empezó la obra desde la primera excavación y la terminó. A
cualquier hora del día y la noche Griffith estaba en la construcción. Cuando yo creía que iba a
ver un problema porque, por ejemplo, se iba a fundir una placa yo iba al
hospital sin importar que fuera la una o las dos de la madrugada; es que yo
vivía a doscientos pasos de la obra. Y siempre encontraba al jamaiquino
trabajando. No sé a qué hora dormía. Era un trabajador magnifico, tenía mucho
don de mando y respetaba mucho a los otros maestros, a los otros capataces y a
los obreros. Yo nunca tuve dificultad alguna porque él estaba al tanto de todo”.
“El ciclón Flora en 1963 retrasó la obra durante 4 o 5 meses. La construcción que ya habíamos levantado sirvió de albergue para albergar unas 400 personas. Las lluvias inundaron la cimentación y fue necesario extraer el agua. Fue en esa época cuando me nombraron responsable de la última etapa de la construcción del hospital Lenin, que entonces era, nada más, la estructura de concreto.
“Lo que sí había llegado era el equipo soviético donado por la Unión Soviética: insumos médicos de alta tecnología. También había algunos equipos que habían regalado los checos. Todo lo habíamos ubicado en el sótano del hospital, pero vino el ciclón Flora e inundó todo, hubo que esperar a bajar las aguas y la construcción se detuvo.
“Por la inundación y porque ciertamente había otras prioridades, por ejemplo la carretera Holguín Bayamo fue totalmente destruida por el ciclón y hubo que utilizar casi todos los recursos que le habían entregado a la regional de Holguín[2] para terminar rápidamente la carretera que era la única vía de comunicación con Santiago y con el aeropuerto de Holguín, que era un aeropuerto militar. Por eso la obra del hospital Lenin se estancó. Y para colmo de males murió el ingeniero Menéndez que se murió. Él nada más pudo hacer la estructura más o menos completa; lo sustituyó el arquitecto Felipe Columbié, pero nada más estuvo allí por una temporada corta y no pudo avanzar mucho. Y entonces el gobierno soviético empezó a presionar al de Cuba preguntando qué pasaba con su donativo, porque además de los equipos médicos ellos habían donado otros recursos. Ante esa presión el director de Obras Públicas de Cuba, que era Osmani Cienfuegos, se comprometió a fijar un plazo para inaugurar la obra, y dio el 7 de noviembre de 1965, que era el aniversario de la revolución bolchevique. Por ese compromiso empezaron a estructurar la reorganización de la Regional de Holguín y yo fui responsabilizado con la obra. Yo no sabía que había que construirlo todo con urgencia, lo supe después de estar a cargo. Personalmente venían los funcionarios de la Habana. En ese tiempo estábamos en el inicio del bloqueo norteamericano, que era mucho más duro que lo que es ahora porque era el inicio, no se conocía alternativa de cómo burlar el bloqueo. Los países que tenían alguna empresa que tuviera algún contacto con alguna empresa norteamericana o era filial de ellas o recibía materias primas norteamericanas, no podía mandar ni un clavo a Cuba. Y en esa situación teníamos que hacer un hospital. Pero de todos modos continuamos como pudiéramos. Había cemento, ladrillos, y otras muchas cosas. Y lo que faltaba se lo decíamos a una comisión de Salud Pública y otra de Obras Públicas, que tenían reuniones en el hospital cada quince días. Después de esas reuniones ellos hacían un compendio de las necesidades más urgentes: tornillos y hasta tuberías, para que fueran a buscarlo al extranjero. Le dieron la orden a los capitanes de los buques mercantes que tocaban puertos de Europa y de Asia; ellos y el personal de las embajadas en esos países se dedicaron a comprar lo que necesitábamos. Por eso es que el hospital aún tiene lavabos de Alemania y de Francia, llaves de tuberías de Holanda. Los elevadores los donaron los rumanos, que eran socialistas en esa época, pero lo que nos mandaron fueron unos elevadores viejos y ahora el director del hospital me dijo que no duraron ni diez años, que hubo que cambiarlos. Tampoco había pintura y la encargamos, pero no se compró la que se necesitaba que debía ser blanca y la trajeron rosada, verde y de otros colores. Tuvimos que volvernos magos para que el hospital no pareciera un caleidoscopio. El azulejo que se logró conseguir era español, pero nada más alcanzó para los quirófanos, para los pasillos no había y nosotros no sabíamos qué hacer. Menos mal que un día descubrimos una marmolera de Bayamo que tenía muchas losetas de 10 por 20 de mármol negro, gris claro y blanco. Ese mármol se pensaba vender en el extranjero pero nadie podía comprarlo, por el bloqueo. Y entonces hicimos un convenio con ellos y ellos, obviamente, no pusieron reparo ninguno y por eso es que los pasillos del hospital todavía están cubiertos con mármol. Claro, mucha gente pensó que eso era un despilfarro y debió serlo, sí, pero no teníamos azulejos. Como el mármol era cubano no se gastó mucho; el gasto mayor fue por las cuchillas para picar las lozas, que hubo que importarlas.
“El ciclón Flora en 1963 retrasó la obra durante 4 o 5 meses. La construcción que ya habíamos levantado sirvió de albergue para albergar unas 400 personas. Las lluvias inundaron la cimentación y fue necesario extraer el agua. Fue en esa época cuando me nombraron responsable de la última etapa de la construcción del hospital Lenin, que entonces era, nada más, la estructura de concreto.
“Lo que sí había llegado era el equipo soviético donado por la Unión Soviética: insumos médicos de alta tecnología. También había algunos equipos que habían regalado los checos. Todo lo habíamos ubicado en el sótano del hospital, pero vino el ciclón Flora e inundó todo, hubo que esperar a bajar las aguas y la construcción se detuvo.
“Por la inundación y porque ciertamente había otras prioridades, por ejemplo la carretera Holguín Bayamo fue totalmente destruida por el ciclón y hubo que utilizar casi todos los recursos que le habían entregado a la regional de Holguín[2] para terminar rápidamente la carretera que era la única vía de comunicación con Santiago y con el aeropuerto de Holguín, que era un aeropuerto militar. Por eso la obra del hospital Lenin se estancó. Y para colmo de males murió el ingeniero Menéndez que se murió. Él nada más pudo hacer la estructura más o menos completa; lo sustituyó el arquitecto Felipe Columbié, pero nada más estuvo allí por una temporada corta y no pudo avanzar mucho. Y entonces el gobierno soviético empezó a presionar al de Cuba preguntando qué pasaba con su donativo, porque además de los equipos médicos ellos habían donado otros recursos. Ante esa presión el director de Obras Públicas de Cuba, que era Osmani Cienfuegos, se comprometió a fijar un plazo para inaugurar la obra, y dio el 7 de noviembre de 1965, que era el aniversario de la revolución bolchevique. Por ese compromiso empezaron a estructurar la reorganización de la Regional de Holguín y yo fui responsabilizado con la obra. Yo no sabía que había que construirlo todo con urgencia, lo supe después de estar a cargo. Personalmente venían los funcionarios de la Habana. En ese tiempo estábamos en el inicio del bloqueo norteamericano, que era mucho más duro que lo que es ahora porque era el inicio, no se conocía alternativa de cómo burlar el bloqueo. Los países que tenían alguna empresa que tuviera algún contacto con alguna empresa norteamericana o era filial de ellas o recibía materias primas norteamericanas, no podía mandar ni un clavo a Cuba. Y en esa situación teníamos que hacer un hospital. Pero de todos modos continuamos como pudiéramos. Había cemento, ladrillos, y otras muchas cosas. Y lo que faltaba se lo decíamos a una comisión de Salud Pública y otra de Obras Públicas, que tenían reuniones en el hospital cada quince días. Después de esas reuniones ellos hacían un compendio de las necesidades más urgentes: tornillos y hasta tuberías, para que fueran a buscarlo al extranjero. Le dieron la orden a los capitanes de los buques mercantes que tocaban puertos de Europa y de Asia; ellos y el personal de las embajadas en esos países se dedicaron a comprar lo que necesitábamos. Por eso es que el hospital aún tiene lavabos de Alemania y de Francia, llaves de tuberías de Holanda. Los elevadores los donaron los rumanos, que eran socialistas en esa época, pero lo que nos mandaron fueron unos elevadores viejos y ahora el director del hospital me dijo que no duraron ni diez años, que hubo que cambiarlos. Tampoco había pintura y la encargamos, pero no se compró la que se necesitaba que debía ser blanca y la trajeron rosada, verde y de otros colores. Tuvimos que volvernos magos para que el hospital no pareciera un caleidoscopio. El azulejo que se logró conseguir era español, pero nada más alcanzó para los quirófanos, para los pasillos no había y nosotros no sabíamos qué hacer. Menos mal que un día descubrimos una marmolera de Bayamo que tenía muchas losetas de 10 por 20 de mármol negro, gris claro y blanco. Ese mármol se pensaba vender en el extranjero pero nadie podía comprarlo, por el bloqueo. Y entonces hicimos un convenio con ellos y ellos, obviamente, no pusieron reparo ninguno y por eso es que los pasillos del hospital todavía están cubiertos con mármol. Claro, mucha gente pensó que eso era un despilfarro y debió serlo, sí, pero no teníamos azulejos. Como el mármol era cubano no se gastó mucho; el gasto mayor fue por las cuchillas para picar las lozas, que hubo que importarlas.
“Faltaba menos de un año y cuatro meses para que
llegara la fecha de inauguración del hospital y no se había montado ni uno solo
de los equipos porque estábamos construyendo.
Recuerdo mucho todo lo que tuvimos que hacer para adecuar el salón de
radiación donde iba la bomba de cobalto que lleva plomo. Teníamos que
resolverlo todo para evitar la contaminación. Se trabajaban tres turnos durante las 24 horas del día”.
Entre los trabajadores que tuvieron a su cargo importantes etapas del Hospital se encuentran los pintores, quienes dirigidos por Gilo Cobiellas tenían que dar el acabado al edificio. Raúl Ávila Vigo, quien contó a La Aldea:
“Yo era pulimentador y pintor y trabajaba con los Cobiellas. Fui al hospital porque se necesitaba pulimentar el teatro. Lo pulimenté y los jefes consideraron que había sido un buen trabajo y me quedé trabajando allí. Pinté las fachadas y me acuerdo que era el jefe de la construcción el jamaiquino Griffin, que era muy activo, siempre estaba al tanto de todo. Él estaba albergado y andaba siempre con un sombrerito. También conocí al arquitecto mexicano Vargas. Una vez yo estaba tirándome de los andamios por donde no debía, el mexicano me vio y me dijo que él lo que necesitaba era un pintor, no una gente de circo”[3].
Para culminar la obra en el tiempo fijado llegaron obreros desde diferentes puntos del país y aún así no era suficiente. Entonces los holguineros todos, trabajadores, estudiantes, amas de casa, aportaron cientos de horas voluntarias.
El hospital Lenin, un monobloque en forma de T, fue el primero de ese tipo en Cuba y cuando se inauguró tenía tan grande capacidad que en Cuba nada más lo aventajaba el Hospital Calixto García, de La Habana.
Entre los trabajadores que tuvieron a su cargo importantes etapas del Hospital se encuentran los pintores, quienes dirigidos por Gilo Cobiellas tenían que dar el acabado al edificio. Raúl Ávila Vigo, quien contó a La Aldea:
“Yo era pulimentador y pintor y trabajaba con los Cobiellas. Fui al hospital porque se necesitaba pulimentar el teatro. Lo pulimenté y los jefes consideraron que había sido un buen trabajo y me quedé trabajando allí. Pinté las fachadas y me acuerdo que era el jefe de la construcción el jamaiquino Griffin, que era muy activo, siempre estaba al tanto de todo. Él estaba albergado y andaba siempre con un sombrerito. También conocí al arquitecto mexicano Vargas. Una vez yo estaba tirándome de los andamios por donde no debía, el mexicano me vio y me dijo que él lo que necesitaba era un pintor, no una gente de circo”[3].
Para culminar la obra en el tiempo fijado llegaron obreros desde diferentes puntos del país y aún así no era suficiente. Entonces los holguineros todos, trabajadores, estudiantes, amas de casa, aportaron cientos de horas voluntarias.
El hospital Lenin, un monobloque en forma de T, fue el primero de ese tipo en Cuba y cuando se inauguró tenía tan grande capacidad que en Cuba nada más lo aventajaba el Hospital Calixto García, de La Habana.
El hospital tiene seis plantas y un basamento en donde
están los servicios básicos: lavandería, cocina, planta eléctrica, cafetería,
el servicio de urgencia y anatomía patológica. En la primera planta están los
servicios de policlínica, salas de espera y salón de actos, farmacia, archivos,
estadística, áreas administrativas.
A partir de la terminación del hospital comenzó la urbanización de las áreas colindantes, entre ellas las casas de los médicos.
A partir de la terminación del hospital comenzó la urbanización de las áreas colindantes, entre ellas las casas de los médicos.
[1]
Gustavo Vargas Escobaza nació el 2 de julio de 1927 en Guadalajara, Jalisco,
México. Estudio arquitectura en la escuela nacional de arquitectura de la
ciudad de México; se graduó en 1956.
En su país natal construyó casas, edificios familiares y plantas industriales.
Alrededor de 1959 se trasladó a Honduras donde trabajó en una compañía de
construcciones. Allí construyó varias edificaciones para bancos.
[2] En la estructura política
administrativa de la época Holguín era una región que pertenecía a la provincia
de Oriente.
[3]
Entrevista realizada a Raúl Ávila Vigo, por José Abreu Cardet, en Holguín, el
20 de enero de 2015
José Abreu Cardet, mi nombre es Rafael Acosta, hijo de Lázaro Acosta, el que refieren como maestro carpintero en la construcción del Hospital Lenin. Mi padre trabajó con el Arq. Gustavo Vargas desde que este llegó a Holguín y tengo muy lindo recuerdo de la amistad de ambos, que perduró hasta que mi padre murió en el año 2000. Un precisión, Lázaro Acosta no era maestro carpintero, sino que era un dirigente de lo que entonces se denominaba Obras Públicas en Holguín y sí fue designado como Director de la Carpintería en Blanco, que se ubicaba en la carretera que va al aeropuerto y recuerdo que allí se construían todo lo que de madera llevaría el Hospital Lenin.
ResponderEliminar