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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

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23 de marzo de 2023

El coro de la iglesia San Isidoro de Holguin en el año de 1865


(Datos tomados del periódico “El Oriental” de 2 de mayo de 1865. Año III. Número 216. Página 3)


Miembros integrantes del coro de San Isidoro:

DIRECTORA:

Srta: Concepción García Iñiguez (hermana del más tarde Mayor General Calixto García Iñiguez)

VOCES

Braulia Oberto

Loreto Pérez

María Manuela Aguilera

Micaela de la Torre

Anita Ochoa Sera

Rita Reyes

Srtas. Mora

Srtas. Rubio

Con el apoyo e iniciativa de los Presbíteros Peypoch, Boffil y Carbó.

(Estos sacerdotes ordenados en seminarios catalanes, de donde eran oriundos, conocían mucha música y tenían excelentes voces) 

11 de marzo de 2023

Bendición de la iglesia San Isidoro

Por: Juan Albanés

La segunda parte del capítulo tercero de su “Memoria sobre el ORIGEN de Holguín” la dedica el historiador Don Diego Salomé de Ávila y Delmonte a darnos breves detalles sobre la bendición y a la vez inauguración, de la iglesia de SAN ISIDORO

Tan pío local quedó en el servicio del culto en fecha 3 de ABRIL de MIL setecientos veinte, víspera del PATRONO SNA ISIDORO, diciéndose la primera Misa por el Párroco en propiedad, nombrado por auto de ONCE de ENERO de MIL setecientos diez y nueve, el Presbítero Don Juan González de Herrar y López, a quien le tocó el honor de ser el primer RECTOR y CURA de almas que tuvo la diócesis. 

La diócesis de HOLGUÍN pasó a ser la más extensa y dilatada de la provincia de Cuba (Santiago de Cuba), abarcando una superficie de doscientos cincuenta y cinco leguas cuadradas.

VISITAS PASTORALES

Antes de contar con una IGLESIA, los habitantes se conformaban con las llamadas “VISITAS PASTORALES”, cada tres o cuatro años. Cuyas visitas inició en primer término, el religioso cartujo, natural de Burgos, España, Don Fray Diego Sarmiento, el primer clérigo o cura en visitar las tierras del HATO de Holguín, (Hato fundado en MIL quinientos cuarenta y cinco, si nos atenemos al historiador Ávila). Continuaron las visitas PASTORALES bajo las cátedras de los OBISPOS Don Fernando de Urango, que duró poco en el cargo, el Dr. Don Bernardino de Villalpando, Don Juan del Castillo, Don Fray Antonio de Salcedo, Don Fray Bartolomé de la Plaza, Don Juan de las Cabezas y Altamirano, el Maestro Don Fray Alonso Enríquez, Don Fray Gregorio de Alarcón, Dr. Leonel de Cervantes y Carvajal, Don Gerónimo de Lara, Don Martín de Zelaya y Ocarís, Don Nicolás de la Torre, Don Juan Montiel, Don pedro de Reina Maldonado, Don Juan de Santos Matías Sáenz de Mañosca y Murillo, Don Fray Alonso Bernardo de los Ríos, Don Gabriel Díaz Vara Calderón, Don Juan García de Palacios, Don Fray Baltasar de Figueroa, Don Diego Avelino de Compostela, que fue cura de la iglesia de Santiago de Madrid y que bendijo la iglesia de “Managuaco”, la primera que tuvo el HATO pero no así la primera de nuestro valle de HOLGUÍN, y por último, Don Fray Jerónimo Valdés.

Cuando éstos OBISPOS, bien por su edad, sus achaques o los peligros del viaje, no podían hacer “visitas pastorales” al Hato de HOLGUÍN o fondos de San Salvador del Bayamo, como quiera llamársele, comisionaban a uno o más canónigos de la Iglesia CATEDRAL de Santiago de Cuba para que llenasen esos sagrados ministerios. Así, por ejemplo, en MIL setecientos el encargado de la VISITA PASTORAL lo fue el canónigo Presbítero Don Andrés de Olmos y Zapiaín, el mismo que gestionó y logró la construcción de las torres de la CATEDRAL (de Santiago de Cuba), destruidas en años atrás por un terremoto.  

LA BENDICION

El Obispo Don Fray Jerónimo Valdés, natural de Gerona, Cataluña, España, catedrático de Alcalá, Calificador de la Suprema Abad y OBISPO que fue también de Puerto Rico, bendijo la iglesia de SAN ISIDORO, revestido con todos los atributos de su cátedra: mitra, tiara, cayado y ornamentos.

Como no había “Cabildo, Justicias y Regimiento”, lo que no se logró hasta treinta y dos años después, en el acto se hicieron representar las Autoridades de la villa de San Salvador del Bayamo.

PRIMERA MISA

La primera MISA, con los oficios propios de San Isidoro, Arzobispo de Sevilla, que celebraba su día (CUATRO de ABRIL de MIL setecientos veinte), la rezó el Párroco en propiedad, Presbítero Don Juan González de Herrera y López, que desempeñó el cargo hasta su muerte, sustituyéndole el Presbítero Don Cristóbal Rodríguez y González y servida en una interinatura por el Presbítero Don Juan C. Brizuelas.

LA PRIMERA IGLESIA

La iglesia de SAN ISIDORO ha venido sufriendo renovaciones y transformaciones desde lejanas épocas. En MIL ochocientos quince fue totalmente transformada, adquirió las dos capillas, en MIL novecientos treinta y siete adquirió dos torres chatas. Los altares ídem. El altar de Las ANIMAS fue transformado por el Padre Germán Lence en altar del Cristo de Limpias, y lo propio hizo con el altar del Niño de Praga, que ahora es de la Virgen del CARMEN, bellísima obra tallada en caoba y costeada por la virtuosa Doña “Pepilla” Penín, ya fallecida madre de los dueños del central “Maceo”.

(Originalmente aparecido en el periódico NORTE, 3 de abril de 1957)



30 de agosto de 2021

Cosas de curas. 1866

Por Pepito García Castañeda

Saturnino Luque establece en la ciudad de Holguín un Tren Funerario y el cura Juan Cancio Peipoch se niega a recibir en la Iglesia su servicio, si no era que Luque utilizaba las andas propiedad del cura. 

Luque protesta, se eleva consulta al Gobernador y este le da la razón y obliga al cura a recibir en la Iglesia sus servicios funerarios.

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El Cura de Gibara se niega en 1866 a entregar la Administración del Cementerio al designado por el Cabildo holguinero, que lo solicitaba cumpliendo con la Real Orden de 28 de abril de 1866.

Bendición del Templo Católico “Jesús María”, del poblado de Auras, Holguín, 1872

 


El templo fue bendecido en la mañana del domingo 27 de octubre de 1872.

Fue el padrino: don Francisco Rondán y Rodríguez.

Presidió el acto religioso: Brigadier Comandante General, don Juan Ampudia.

El panegírico estuvo a cargo del Párraco, don Félix Jaramillo, Capellán del Primer Batallón de Infantería “Habana”.


Ese día se cumplió con el siguiente programa:

Salve de veinticinco cañonazos.

Bendición del Templo a las ocho de la mañana.

Misa a las nueve de la mañana.

Retreta, Fuego Artificiales y bailes.


Para el citado templo católico se recibieron las siguientes donaciones:

El Brigadier, Comandante General, don Juan Ampudia: 

Una copa de plata, una caja de plata de Santos Óleos, 

Dos floreros chinos, 

Dos cortinas de Damasco y Seda color punzó, 

Media arroba de cera y una bandera.

El Señor Provisor de (Santiago) de Cuba: 

Una casulla negra y su estola, manípulo, bolsa de corporales y sobre cáliz, 

Una capa pluvial negra de Damasco, 

Un confesionario, 

Un frontal negro de Damasco, 

Una campanilla, 

Una sotana negra para monaguillos y tres roquetes para monaguillos y sacristán, 

Un atrio (Sic) para el misal, 

Una imagen de Nuestra Señora de la Caridad con niño y todos los atrayentes, 

Dos ramos grandes de flores artificiales (que fue un regalo de las monjas de (Santiago) de Cuba, 

Cuatro candelabros grandes, algunos rosarios, escapularios, estampitas y novenas,

Una Alba con su fiador de hilo blanco,

Un Amito con sus cintas verdes,

Un mantel con guarnición,

Una hijuela,

Un lavabo, 

Un Sobre Hostia,

Un paño mandil,

Un cíngulo blanco,

Dos misales, (uno nuevo y el otro viejo)

Un Santo Cristo,

Una casulla de color blanco y encarnado,

Un Sacras (Altar)

Alférez don Francisco Ampudia:

Dos bancos de cedro con respaldo,

Una escalera,

Un crucifijo con pie de porcelana.

Alférez don Manuel Ampudia:

Una vinagrera de cristal,

Una campanilla.

José Ampudia (era un niño, hijo de alguno de los Ampudia antes mencionados)

Un salero de plata y porcelana para bautizos.

Alcaide de la Cárcel de (Santiago) de Cuba

Una urna de caoba y cristal para la Virgen.

Excelentísimo Señor don Ramón Herrera

Una Cruz parroquial de plata y cristal,

Un incensario de plata y cristal

Una caldereta e hisopo de plata y cristal.

Señor don Francisco Rondan

Una puerta grande para la Iglesia.

Batallón de Voluntarios de Infantería de Madrid

Un Púlpito.

Segundo Batallón de España

Un Cáliz de plata sobre dorado.

Señores Frexes y Rimblas

Una casulla de seda con ramazón galonada y con estola,

Manípulo,

Corporal

Sobre cáliz.

Señor don Andrés García

Una casulla morada con los mismos anexos que la de Frexes y Rimblas.

Jefe de Sanidad, Médicos y Farmacéuticos

Una casulla de color verde con los mismos anexos antes descritos.

Señor don Rufino del Rosal

Dos albas blancas con sus cíngulos y guarnecidos de encajes.

Comisario de Policía

Dos manteles de tres vueltas de largo para el Altar.

Señor don Ramón Suárez

Dos manteles de tres vueltas,

Tres manteles de Orihuela para debajo de los anteriores

Un paño para el lavabo,

Un par de candelabros,

Dos bombas de cristal.

Señor don José Ramón Manduley

Un misal.

Señor don José Aldana

Una preciosa casulla de seda floreada de grana y jalonada de oro, con su manípulo, estola,

Tapa de corporales de igual dibujo que la casulla.

Señor don Ramón Julves

Una bomba.

Señor don Francisco Pérez Duque

Dos floreros de cristal para el Altar.

Señor don Vicente Moyúa y Compañía

Dos floreros grandes para el Altar.

El Capitán de Bomberos

Un guarda brisas.

Un devoto que no quiso decir su nombre

Un Ara para el Altar.

Señor don Eduardo Quezada

Seis candelabros grandes hechos de metal.

Señor don Narciso Hipolito

Seis candelabros grandes hechos de metal.

Señor don Samuel Chapman

Dos arrobas de velas de cera.

Señora doña Cristina Mastrapa de Nates

Dos bombas de cristal.

Señor don Manuel Nates 

Dos bombas grandes de cristal.

Señor don Juan del Rosal

Una magnifica lámpara.

Señor don Víctor Caramora

Dos sillones de caoba,

Dos perchas de madera de cedro para la sacristía.

Señor don Eladio García

Una alfombra de dos varas de ancho por tres de largo,

Doce varas de grana para colgaduras.

Presbítero don Benito López, cura de Nuevitas

Seis magníficos candelabros de metal dorado.

Señor don Agustín Mercadé

Dos sillones antiguos de brazos, para el Presbiterio.

Señor don Eleuterio Cornet

Una pieza de tela de algodón encarnado, para colgaduras.

Señor Alcalde Municipal don Juan B. Cañizares y su señora

Cuatro floreros de porcelana con cuatro ramos de flores plateadas y doradas hechas de cartulina.

Señores Oficiales de las compañías de Voluntarios de Gibara

Una lámpara tipo araña de hojalata.

Señor don Joaquín Pomposa (maestro carpintero)

Siete cruces de madera para las estaciones del Vía Crucis.

Señoritas Manduley

Dos paños de seda para la epístola y el evangelio.

Señora doña Amalia Santa María de Betancourt

Paño de seda para el Purgatorio. 

Señores oficiales de Administración Militar (Navarro y Mesa)

Una copa de oro.

Señora doña Ángela Julve

Dos ramos de flores artificiales,

Batallón Provincial

Dos magníficos ciriales de plata y cristal.

Batallón de Matanzas

Una pila bautismal.

Señor Teniente de Caballería del rey don Juan Ampudia, Señor Teniente de Caballería de la Reina don Antonio Piñeiro, señor don José Aguilera

Una lámpara de cristal para el Santísimo.

Señor Teniente Coronel de Artillería don Juan Pavia y oficiales

Un frontal de altar de merino, jalonado de seda

Señor Capitán don Vicente Guillén

Una campanilla de plata.

Batallón de Santander

Un paño de seda amarillo jalonado, para el púlpito.

Señor Teniente Coronel don Enrique Trillo (Teniente Gobernador de la Jurisdicción de Holguín)

Una pila de agua bendita de mármol



Tomado del periódico “El Periquero”, 31 de Octubre de 1872

Clero separatista (Holguin 1868)

Por Juan Albanés

La Revista El Fígaro de octubre de 1918, en número dedicado a Holguín, menciona al Presbítero Juan Casto Rosell y González, hijo de Holguín. Y de él cuenta que en 1868 servía en la iglesia de Santa Margarita de Cacocúm como coadjutor del anciano sacerdote Manuel Antonio García Ibarra.

Rosell y González participó en las luchas de los primeros años de la guerra por la independencia cubana de 1868, al lado de su hermano Justo Rosell y Carrión. Hecho prisionero el sacerdote fue recluido en la Casa Periquera, de donde pasó al puerto de Gibara y allí fue embarcado junto a otros presos en el vapor “Pájaro del Océano”. Guardó prisión en Isla de Pinos.

En 1918 el sacerdote holguinero desempeñaba el curato ultramarino de Regla, en La Habana.

Dice el escrito de El Fígaro, para concluir su artículo: “Holguín, cuna de tantos héroes y mártires no podía dejar de haber dado, también, una representación que integre la pléyade gloriosa de sacerdotes que se pusieron al lado de la justicia durante la cruenta lucha por la libertad. El presente artículo es buena muestra de lo que decimos”.

23 de julio de 2018

Donde concluye la historia de la nganga Palo Monte Oguakondile

Por: César Hidalgo Torres


Llegó el año 1958. La zona de Santa Lucía, como toda la isla de Cuba, estaba inmersa en la revolución comandada por Fidel Castro. Para entonces don Miguel Campos de la Cuadra ya había cumplido 118 años de su edad…

Un día de ese año le dijo don Miguel a una de sus nueras (madre de Javier Campos Peña), “avísale a la gente que a las nueve de la noche de hoy me vienen a buscar…” Claro que la señora quiso saber si el viejo se sentía mal. “No, respondió él; es nada más que me vienen a buscar”.

Conociéndolo como lo conocían, la familia llamó al mayor de los hijos del viejo, para que estuviera cerca.

Y efectivamente, a las nueve de la noche los veintiún bastones que el viejo tenía en el templo rodaron por el piso y las nubes se encresparon y se desató una tormenta con truenos y viento.

Calmado, sonriente, el viejo se fue despidiendo de cada uno de los treinta y cuatro hijos suyos que estaban allí. Luego se acostó en su camastro y se durmió para siempre.

Acabado de morir el viejo don Miguel Campos de la Cuadra, se desató el más grande aguacero de los últimos cien años. Un aguacero de tres días.

Por la lluvia, que no dejaba a nadie salir fuera de la casa, fue por lo que el cadáver del viejo estuvo velándose tres días, y sin embargo ese tiempo tan largo, el cuerpo del muertecito no dio la más mínima señal de descomposición.

Escampó, y uno de los hijos del difunto se echó el sarcófago en los hombros y salieron los dolientes chapoteando por el lodazal tremendo desde Bariay hacia el cementerio. Cuando llegaron al río Camayen lo encontraron desbordado. Para pasar el río amarraron la caja con el muerto adentro a un caballo y cruzaron a nado.

Esa contada antes fue la despedida a don Miguel Campos de la Cuadra, el mismísimo al que los infumbi (muertos) que en vida estuvieron apalencados en el cerro de los portales le entregaron la nganga Palo Monte LucumíOguakondile.

Su nieto, Javier Campos Peña nos dijo que él tuvo la suerte de vivir sus primeros años de vida cerca del viejo y que se embobecía el nieto mirando al abuelo “trabajar” con el muerto de la nganga y hablando una lengua extraña.
“Lo que en esos momentos yo ni siquiera me imaginaba es que sería el seleccionado para recibir la prenda de mi abuelo”, nos dijo.
Javier Campos recibe icombo
En el año 1967 cuando había cumplido 30 años, Javier Campos Peña recibió icombo que es como se dice “en lengua” venida de África para entender que se hizo brujo, “y fue mi recibimiento de una manera que merece la pena dejar constancia de ello”, aseguró.

Para entonces Javier era miembro de la selección nacional de lucha libre de Cuba y ya había alcanzado el título de campeón centroamericano en los juegos de San Juan, Puerto Rico, aquellos célebres en los que no se le permitió a la selección cubana bajar del barco que los llevó a la competición y por ese motivo vivieron en el barco Cerro Pelado que era el que los había llevado a la competición.


Y campeón como era, Javier Campos Peña estaba entrenando en un centro de deportistas de alto rendimiento ubicado en La Habana para asistir próximamente a los juegos panamericanos que se celebraron en Winnipeg, Canadá.
A la vez que entrenaba su padre estaba en el hospital Calixto García, también de La Habana, operado de una sencilla hernia estomacal.
Llegó el domingo y el hijo fue a visitar al padre. Al llegar al hospital lo vio como siempre, bromeando y con su sonrisa de siempre asentada en los labios. Javier, para más información sobre la salud del enfermo, quiso hablar con el médico. El médico le aseguró que al día siguiente le daría alta al operado.
Cuando terminó la visita Javier se despidió de su padre y fue ese el momento en que el viejo le dijo al hijo: “negro, mañana me vas a llevar a pasear a un lugar distante, pero conocido”.
-Qué lugar; quiso saber Javier, dispuesto como estaba a llevar al padre a conocer La Habana.
-Tú vas a descubrir donde es por dos matas de anacahuita que allí hay.
-Está bien, dijo el hijo, yo lo llevo a pasear adonde usted quiera, ¿cuándo le he fallado, eh viejo?
-Nunca, dijo el padre. Y porque nunca me has fallado es por lo que te voy a dar lo que te voy a dar…
Llegó el día siguiente, lunes de 1967. Después del entrenamiento, Javier pasó un telegrama a su madre que estaba en la ciudad de Holguín: “Vieja el puro bien, esta semana te lo llevo”. Firma: tu negro.
De la oficina de correos Javier regresó al lugar del entrenamiento porque aún tenía unos ejercicios con los que estaba obligado a cumplir. Y cuando llega se sorprende porque un tío político lo estaba esperando: “El viejo, Javier, tu padre, murió”.
-No jodas con eso, dijo Javier, creyendo que le estaban corriendo una broma.
El tío político, más serio que nunca antes, repitió lo dicho: “El viejo, tu padre, murió”. 

 “Me senté en la acera, nos dijo Javier, metí la cabeza entre mis brazos y vi al viejo como lo había visto el día antes, sonriente, haciendo bromas, sano…” 

Cuando los compañeros de Javier del equipo nacional de Lucha Libre se enteraron de lo que había ocurrido, lo rodearon, lo abrazaron, pero ninguno dijo ni una sola palabra. Al rato, cuando reaccionó, fue que el hijo del muerto se percató que acaba de pasar un telegrama a su madre y por eso corrió otra vez al correo para que no enviaran el anterior, pero ya lo habían hecho. Entonces Javier escribió otro, pero no lo mandó a su madre sino a una ahijada suya en la que tenía sobrada confianza como para que cumpliera la misión que le encomendaba: que visitara a su madre y al resto de la familia y le avisara la segunda noticia.


Por carretera salió Javier acompañando el cadáver del padre, rumbo a la ciudad de Holguín, donde celebrarían su sepelio. Catorce horas después el carro fúnebre llegó a la funeraria Los Álamos, donde se suponía que estaba toda la familia esperando, pero no había nadie más que la ahijada a la que Javier había mandado el segundo telegrama.
-La vieja suya, padrino, dijo la ahijada, quiso que el velorio sea en Santa Lucía. Allá está toda la familia esperando.
Llegaron a Santa Lucía a las tres dela madrugada y allí estaba el pueblo entero esperando el cadáver a quien todo el mundo quería tanto. Ese mismo día a las cinco de la tarde lo llevaron a enterrar.

Cuando todos se hubieron marchado del cementerio, Javier se quedó, quería llorar al padre… llorándolo estuvo hasta casi las siete de la noche. A esa hora, al marcharse, fue que vio algo que le erizó la piel; a la salida del cementerio de Freyre había dos matas de anacahuita, los árboles de los que el viejo había hablado antes de morir. En el tronco de uno se sentó Javier y entonces el cansancio lo venció, se quedó dormido. Cuando despertó (o quizás no había despertado aún), vio delante de él dos pies grandes, descalzos. Levantó la vista vio al dueño de los dos pies: era un “negrazo” de más de seis pies con un saco de yute al hombro y un machete a la cintura.
-Ven conmigo, dijo el extraño.
Javier se puso en pie y siguió al enigmático personaje. Caminaron alrededor de dos kilómetro por medio del monte, entonces el negro se detuvo, estaban en el charco Santa Bárbara, a esa hora de la noche, iluminado por la fosforescencia de otras seis personas que estaban en allí, una era una mujer… 

Los siete negros se pusieron a hablar en una lengua que Javier desconocía y a él no le quedó duda alguna de que aquellas siete personas eran “muertos”, sin embargo el deportista no estaba asustado, sino todo lo contrario, estaba completamente tranquilo.

El que lo había llevado hasta allí le dio una palmadita en el hombro señalándole que avanzara y detrás de él avanzaron los demás. Cuando Javier estuvo al borde del pequeño barranco, exactamente donde estaba el tronco de un júcaro, se detuvieron. Los negros hicieron que Javier escarbara, él lo hizo y encontró algo. Entonces el negro que lo encontró en el cementerio le dijo que eso era lo que el padre de Javier había guardado para él, pero, le aclaró, solamente es el comienzo. “Cuando te avisen llevas eso al cerro de los portales y lo entregas, entonces es que podrás recoger tu herencia”.

Dice Javier que miró la prenda en sus manos, pero todo estaba muy oscuro por lo que nada se veía, él solamente sentía el peso y que se movía como un bicho duro… entonces, buscando respuesta, levantó la vista: los siete negros habían desaparecido, él estaba allí completamente solo.

Volvió sobre sus pasos. Cuando llegó a su casa había un gran barullo: todos lo estaban buscando, pensando lo peor debido a que sabían lo que él quería a su padre y presentían el dolor profundo que estaba sintiendo…La única que no estaba nerviosa era la madre. Ella fue a la cocina y le trajo al hijo café bien fuerte y un cigarro encendido.

Al rato, cuando los demás se hubieron marchado, la madre llamó a Javier al cuarto y le dijo que ella sabía dónde había estado, “dame lo que te dieron, ordenó, cuando regreses de las competencias yo te lo devuelvo y te digo lo que tienes que hacer…” 

Así fue como Javier Campos Peña recibió la nganga que ha cuidado con respeto y obediencia por más de 50 años. Los de La Aldea, queriendo saber más, insistimos. Y él, como en estado de durmición, nos dijo: “Lo contado es lo que se puede contar, el resto hay que ganárselo”. Decidimos marcharnos para no molestarlo en su conversación con los muertos. Estábamos en la puerta cuando Javier no hizo detener y más que hablarlas nos sugirió unas palabras que no sabemos si las entendimos o no. Dijo: Incumbe Taita Mundo

 

Donde continúa casi hasta el final la mágica y magnifica historia del origen de la nganga Palo Monte Oguakondile.



Por: César Hidalgo Torres
Contó esta historia a La Aldea, Javier Campos Peña. Nos dijo él que tuvo santo hecho desde la barriga de su madre. “Nací el 3 de diciembre a las doce de la noche y acabado de nacer mis padres acostaron mi cuerpo en un altar de Santa Bárbara…”
Entonces, para desconcierto de quienes le oímos, el gran brujo comenzó a hablar de lo que en ese momento no sabíamos que tenía relación directa con la historia hasta aquí narrada: El charco de Santa Bárbara. 

“Hay en Santa Lucía un charco que precisamente se llama Santa Bárbara. Cuando hay grandes sequías los creyentes van allí y tomándolo como punto de partida sacan procesiones pidiendo lluvias para el pueblo. Tan efectiva es la petición que se hace a los santos que antes de que la gente llegue al pueblo ya está lloviendo, por eso es que quienes van al charco Santa Bárbara de Santa Lucía a pedir la lluvia, llevan sombrillas y capas”. 

Hasta que no terminó su narración, no supimos los de La Aldea que para comprender cómo fue que la nganga Palo Monte Oguakondile llegó a la familia Campos, es necesario saber de la existencia de ese charco milagroso.

¿De dónde supimos la historia contada y la que contaremos después?



Por: César Hidalgo Torres
Casi iba a cumplir 60 años cuando Miguel Campos de la Cuadra se casó con una negra joven, fuerte y robusta, oriunda de Las Palmitas, que es un lugar ubicado cerca del batey azucarero del ingenio Santa Lucía, luego nombrado Rafael Freyre.
Un nieto de Miguel Campos, el campeón centroamericano de lucha libre Javier Campos Peña, que fue quien dio testimonio de esta historia a La Aldea, dijo que la última esposa de su abuelo, fue la última de las abuelas que él conoció y que ella era descendiente de africanos y linda. Y, también, que su abuelo y la última esposa que tuvo procrearon varios hijos que vivieron y a lo mejor todavía viven en la granja Carlos Noris de Santa Lucía, municipio holguinero Freyre.

“Mamá”, como todos los nietos de Miguel Campos de la Cuadra llamaban a la última esposa de su abuelo, tuvo el privilegio de conocer cada secreto oculto de don Miguel…



Y ahora sí estamos muy cerca del momento en que la nganga Palo Monte Oguakondile pasó a manos de la familia Campos hasta el agosto de 2015 cuando falleció en Aguas Claras, a cinco kilómetros de Holguín, el último de la familia que la poseyó.

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