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La aldea a la mano (Holguín, Cuba)

5 de julio de 2010

Gibara, Cultura alimenticia


La pesca fue en Gibara la principal fuente de trabajo y de alimentación durante siglos, razón que justifica que su cultura alimentaría esté basada fundamentalmente en platos confeccionados con mariscos.

El cangrejo (Cadiosoma guanhumz), típica especie local, ha servido de base para la confección de exquisitos platos, pues con su masa se confecciona el enchilado y el cangrejo rebosado.

Otra especie aprovechada es el cangrejo colorado (Gecarcinus ruricola), que en épocas de desove sale del litoral y los pobladores aprovechan para extraerle el caro (hueva del cangrejo hembra) con el que se confeccionan platos muy apetecibles.

La jaiba, crustáceo cuyo nombre científico es Callinectes sapidus, habitante de las riveras pantanosas de los ríos, en su desembocadura y zonas costeras poco profundas, es utilizada en enchilados, en la elaboración de la jaibita rellena y la jaiba rebosada.

El camarón (Panaevs Schmitti), especie que habita en los fondos fangosos y que aún cuando Gibara no es una zona rica en este crustáceo, se captura en cualquier época el año, ofrece variedades de formas de consumo: camarón en salsa, frituras, cóctel, arroz, enchilado, escabeche, todas altamente estimadas por los gibareños y por los que visitan la villa.

Otro alimento tradicional gibareño es la coquina un pequeño molusco vivalbo (Donax denticulatus) que se encuentra en la arena y que se puede capturar hasta con las manos. Con la coquina se elaboran frituras, sopa, arroz, cócteles, etc.

El arroz a la marinera, es también un plato característico en la mesa gibareña y se confecciona con todos los productos del mar, a los que se ha hecho referencia con anterioridad.

Por otro lado, la fuerte presencia del acervo cultural español en la villa, ha mantenido viva la costumbre de fabricar vinos. Gibara tuvo dos fabricas de licores reconocidas en su época: la de Jesús Fernández y la de José Granda, en ellas se hacían diferentes tipos de bebidas y vinos de frutas. Aunque estas fábricas desaparecieron, los gibareños quedaron con la tradición de hacer vinos caseros, hecho que subsiste en muchas familias y en la actualidad el Museo de Historia Natural tiene un club de vinicultores, lo que estimula la continuidad de la tradición.

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