En
el mundo del pasto y el ganado de Cacocum fue donde se estableció el matrimonio
de Rafaela Zayas y Cardet y José Grave de Peralta. Fue en sus verdes llanuras y
en medio de los espesos bosques, donde la madre comenzó la hazaña de la
reproducción.
En
su libro, lamentablemente desconocido por la mayoría de los holguineros, dice
el historiador Abreu Cardet: “El mundo dominado por los hombres nunca podrá
entender la maravilla de la fecundidad de las criollas. Hemos levantado
infinidad de estatuas y monumentos a personajes que libraron combates cuyos
resultados fueron realmente insignificantes respecto al número de bajas, si los
comparamos con las desgarradoras cifras de mortalidad infantil y materna
durante la colonia. Y no hemos levantado estatua alguna al gran héroe de la
historia cubana: el vientre de las mujeres nacidas o avecindadas en la isla,
sino, por el contrario, ese héroe ha sido olvidado”.
En
el fecundo vientre de doña Rafaela se formaron doce hijos. La mayoría de ellos
nacieron en la casa de que la tenía en la ciudad de Holguín y bautizados en el
templo San Isidoro, en esa ciudad. Ahora los relacionamos en el orden en que
vinieron al mundo: Rafaela, Manuel, José
María, Francisco, Pedro, Josefa, Prudencia, Julio, Liberato, Belisario, Carmen
y Mercedes Grave de Peralta y Zayas.
Cuando
inició la Guerra independentista cubana que se conoce como de los Diez Años, no
eran los hermanos Grave de Peralta grandes terratenientes, aunque eran dueños
de tierras en Cacocum y otros lugares adyacentes. Dos de ellos, Manuel y Julio,
compraron una finca de 15 caballerías y dos sitios de labranza de menor
extensión donde tenían siete esclavos de los cuales cuatro eran, por la edad y
el sexo, lo que podríamos llamar
domésticos.
Pero
los lectores no deben ver a los Grave de Peralta y Zayas como propietarios que
hacían trabajar a sus esclavos mientras ellos viajaban al exterior o dormían la
siesta. Ellos, como mismo los terratenientes vecinos, trabajaban a la par que
sus esclavos.
También
el padre de los Grave de Peralta era propietario de tierras pero aquello no era
suficiente para doce personas. Ese es el motivo de que según crecieron, varios
de los Grave de Peraltas y Zayas tuvieron que buscar otras ocupaciones, entre
ellos Francisco, Belisario, Liberato y Pedro.
Pedro
era funcionario del aparato administrativo español en Guantánamo, Francisco
había tenido pequeños negocios, entre ellos, una carnicería en Las Tunas, y
Liberato y Belisario trabajaban en la finca de sus hermanos. Luego, felizmente,
a la familia le ocurrió un hecho fortuito que ayudó al incremento del peculio
común, o lo que es igual, que todos pudieron hacerse de dinero velozmente y eso
lo narraremos ahora mismo que es cuando conviene al orden que seguimos.
Transcurría
la vida para los muy jóvenes Grave de Peralta y Zayas. El dinero era poco,
aunque ellos trabajaban con ahínco en sus tierras o en los puestos que habían
conseguido. A pesar de que sus padres tenían una casa en la ciudad de Holguín,
eran muy pocas las veces que tenían para venir de visita. Pero una vez una de
las hijas, que como la madre y como la desalmada abuela, que aún estaba viva y
que no tenía contacto con sus nietos, se llamaba Rafaela pero que para evitar
equívocos todos llamaban Fela, fue de visita a la ciudad y conoció a un rico
emigrado español nombrado Perfecto Lacoste. Se casaron y tuvieron dos hijos, una
hembra y un varón. En 1862 murió el esposo de Fela y ella heredó los muy
abundantes bienes del esposo que comprendían, varias fincas, una docena de
propiedades urbanas en Holguín, un trapiche azucarero con la dotación de
esclavos, ganado en abundancia y otras riquezas.
Dicen
las crónicas que además del nombre, doña Rafaela Grave de Peralta compartía con
la madre y la abuela el carácter emprendedor, pero a diferencia de la Pepa, la
nieta era una mujer de y para su familia. Por eso es que desde que enviudó, Fela
se convirtió en el sostén de sus padres y hermanos y asimismo en un personaje
de fuertes influencias sociales en la comunidad. A diferencia de la gran
mayoría de las mujeres de su tiempo, que se veían obligadas a dedicarse casi
exclusivamente a las labores domésticas y a la crianza de los hijos, ella tuvo una
vida cultural interesante. En su casa en Holguín organizaba pequeñas tertulias literarias
en las que participaban aficionados a las letras, entre ellos el maestro
camagüeyano radicado en la ciudad, don Manuel Hernández Perdomo, que fue el editor del primer
periódico de Holguín llamado “La Luz”, y quien se unió maritalmente (pero sin
asistir a la iglesia), con Juana de la Torre. Fiel a sus principios contra todo
tipo de prejuicios sociales Fela Grave de Peralta se mostraba liberal con sus
amistades, o lo que es igual, que donde otras pacatas familias veían un pecado,
ella lo permitía: por eso iban a su casa Manuel y su amante Juana.
Probablemente
Fela vio en la pareja a la que tantos criticaban por no casarse antes de dormir
juntos, un amor mucho más fuerte y apasionado que los producidos por la
imaginación de los escritores de las novelas que se leían y comentaban entre el
refinado grupo de amigos que la visitaban.
Solo
por unas líneas más hablará La Aldea de Juana y Manuel (que está es la historia
de los Grave de Peralta y Zayas).
JUANA
Y MANUEL
Pertenecía
a una antigua familia de la comarca con más prestigio que riquezas. Manuel era
un maestro de escuela primaria con muy estrecha billetera al que como no le
alcanzaba su sueldo de maestro, sembraba la tierra de un solar y realizaba
trabajos de hojalatería. Para las autoridades españolas, mientras tanto, Manuel
era un agitador peligroso al que debían vigilar estrechamente que antes de
llegar a Holguín había estado mezclado en la conspiración de Joaquín de Agüero
en Camagüey, (quizás esa fue la razón por la cual se trasladó a Holguín, ciudad
donde conoció a Juana).
Inmediatamente
que aquellos dos se miraron por primera vez entre ellos surgió una intensa
pasión, pero los prejuicios sociales prohibían su relación. Sin embargo los
amantes saltaron las barreras con que la sociedad los cercaba y un día él se
instaló en la alcoba de ella.
Pronto
se corrió la noticia y las comadres murmuraron insistentemente. Cuando pasaban
de la mano las mujeres se persignaban y los hombres escupían, pero ellos
siguieron amándose. Por temor a las habladurías nadie los recibía en sus casas.
La única excepción era Fela Peralta, que para ayudarlos económicamente lo
contrató en calidad de maestro para que repasara a su hijo. Manuel encabezó una
de las más importantes partidas de mambises holguineros en octubre de 1868.
FELA
OTRA VEZ.
Ella
es un personaje de la historia de la Isla, pero, al decir del historiador José
Abreu Cardet, como siempre ocurre en las historias escritas con predominio de
mentalidades masculinas, Fela ha sido olvidada por entero, y no solo por la historia
nacional sino también por la local. Los historiadores, sigue diciendo Abreu
Cardet, sedientos de luminarias, nos hemos ido tras las huellas bélicas de los
hombres de su familia y a ella nadie la recuerda.
¿Por
qué debe ser reconocida como un personaje importante para la independencia de
Holguín? ¿Sólo porque su casa sirvió para reuniones y porque acogió a Manuel
Hernández Perdomo? No, dice Abreu, sino por mucho más que hay que aprender a mirar
entre la oscuridad del silencio. Por qué los historiadores no buscan respuesta
a esta pregunta, dice Abreu Cardet: ¿quién sufragó tanta conspiración y
sedición de los hermanos Grave de Peralta si ellos eran pobres? No hay
documento alguno que de luz sobre ese asunto, lo que es lógico, porque “hay
cosas que para lograrlas deben andar ocultas” como dijo José Martí. Pero es
lógico que hace falta dinero para conspirar y para levantarse en armas. Y no lo
tenía ninguno de los varones de la familia.
Cuando
comienza la guerra del 68 los hermanos Grave de Peralta eran dueños de tierras
y del ganado que compraron con la ayuda de su hermana Fela. Ella es el a donde
conducen todos los caminos económicos de los Grave de Peralta. Y precisamente
por la solvencia que tenían, sobre todo Julio, es por lo que lo consideraban un
hombre con un prestigio consolidado en el sentido material. Eso precisamente hizo
que los independentistas de Holguín lo siguieran en la pelea y lo proclamaran
el Céspedes de la comarca.
Es
verdad que no hay documentos para probar las anteriores suposiciones y los
historiadores nada más dicen lo que está escrito. Fela está olvidada, aunque,
seguro que ella, alguna vez vuelve y se sienta en el amplio salón de su vieja
casa solariega y con la habitual tranquilidad y firmeza de carácter, disfruta de
las glorias y estatuas que han levantado los holguineros a sus hermanos. Nunca
se la oye chistar porque, dice Abreu Cardet, tal parece que en un toque muy
femenino, ella escogió el ingrato sendero del anonimato y entró definitivamente
en un mágico misterio.
Para
concluir, por ahora, el hijo de doña Rafaela Grave de Peralta, Perfecto
Lacoste, fue el primer alcalde que tuvo La Habana después del fin de la
dominación española.
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