Por: José Juan Arrom
¿Juana?
Pasan
días, semanas. [Colón] sigue explorando las costas de la isla [de Cuba], sigue
deleitándose en redactar líricas descripciones de su sorprendente belleza y
sigue llamándola como de costumbre: Cuba. Pero el 5 de diciembre, listo a
partir en busca de otras tierras, de pronto anota: “De esta gente diz que los de Cuba o Juana, y de todas esas otras
islas, tienen gran miedo”. Y pocos renglones más abajo: “Así que [...] determinó de dejar a Cuba o
Juana”.
Juan de Aragón (príncipe de Asturias) |
Juana
la llamó por el príncipe don Juan, hijo y heredero de los Reyes Católicos. Y una
vez yuxtapuesto el término castellano al nombre indígena, comienza el forcejeo
entre los dos topónimos.
Al siguiente día, 6 dediciembre, Colón se olvida de la
anotación anterior y simplemente escribe: “Los
puertos de Cuba”. Pero pronto vuelve a las andadas. El 11 de diciembre
anota: “La Juana, a que llaman Cuba”.
El día 12: “La isla Juana de Cuba”;
el 21, prescindiendo ya del nombre aborigen: “En las otras tierras de la Juana”. El 24: “La tierra de la Juana, a que ellos llaman Cuba”. Y el 6 de enero: “La isla Juana”.
Diez días después, el
Almirante pone proa rumbo a Europa. En alta mar, cerca de las Azores, redacta la
carta más importante de cuantas se han escrito sobre América, pues con esa entra el Nuevo Mundo en la historia de Occidente. Pero en ella para nada
menciona ya la palabra Cuba. Al hacer relación de las islas que acaba de
descubrir dice:
“A la primera que yo hallé puse nombre San Salvador, a conmemoración de su Alta Majestad, el cual maravillosamente todo esto ha dado: los indios la llaman Guanahaní. A la segunda puse nombre la isla de Santa María de Concepción; a la tercera Fernandina; a la cuarta Isabela; a la quinta isla Juana y así a cada una nombre nuevo [...]”[1].
Y
en el resto de la carta [Cuba] es siempre Juana:
“Cuando yo llegué a la Juana [...] así como de la Juana [...] por la isla Juana [...]”
El proceso de sustitución había
llegado a su fin. Ahora bien,el propósito del Almirante resultó fallido. Los
españoles que vinieron tras él, cediendo ante el misterioso atractivo de la voz
indígena, pronto olvidaron lo de Juana.
[1] En la
edición de Julio F. Guillén: “El primer viaje de Cristóbal Colón”, Madrid,
Instituto Histórico de Marina,1943, pp. 67 y ss.
No hay comentarios:
Publicar un comentario