En
octubre de 1868 un entarimado de familias, regiones y caudillos de la cuenca
del Cauto habían logrado un acuerdo muy práctico, levantarse en armas contra el
gobierno colonial español en Cuba. Para hacer efectiva su intentona, fueron entretejiendo
un complejo movimiento conspirativo con gente de Santiago de Cuba, Puerto
Príncipe y Las Villas.
Los
comprometidos llegaron al consenso general de que era necesario sublevarse y se
iniciaron las gestiones para materializar ese propósito, pero los líderes del
Cauto presentaron limitaciones para encabezar un movimiento de carácter
nacional y tampoco nació un líder nacional en Camaguey o en Las Villas: Esa fue
la principal limitación de la sedición cubana de 1867: no se llegó a crear una
dirección única. De ahí que cada grupo regional caudillista trataba de imponer
sus criterios. No llegaron a un acuerdo sobre la fecha para iniciar la
sublevación; en cada reunión los intereses regionales estaban por encima de los
intereses del país y el ejemplo más elocuente es, precisamente, el
levantamiento el día 10 de octubre de 1868.
Escultura de Carlos Manuel de Céspedes hecha en cera |
La
decisión de levantarse en armas ese día fue tomada por el grupo manzanillero.
Su líder, Carlos Manuel de Céspedes se sublevó sin contar con la opinión de los
demás.
En
su tantas veces citado libro LA FURIA DE LOS NIETOS, dice el holguinero Abreu
Cardet que es verdad que los manzanilleros habían llegado a una comprensión muy
cabal y pragmática de la situación
nacional y que fueron ellos quienes alcanzaron una visión y una amplitud en sus
criterios que no poseía la mayoría de los otros líderes locales. Por eso es que
intuyeron la necesidad de irse a las armas lo más rápido posible o la
conspiración fracasaría. (Que el grupo de manzanilleros poseían una visión y
una amplitud en sus criterios que no tenían la mayoría de los otros líderes
locales se puede probar con un ejemplo elocuente: esa región aportó cuatro
presidentes a la República de Cuba en Armas durante el proceso independentista
cubano).
Por
demás el grupo de conspiradores manzanilleros en vísperas del 68, encabezado
por Céspedes, fueron los primeros que comprendieron la necesidad de un mando
centralizado, la elaboración de un programa político antes de ir a la guerra y se
encargaron de elaborar el programa de la
revolución.
Pero
a pesar de su visión, no pudieron librarse del regionalismo y caudillismo
propios de su época. Comprendiendo la necesidad de un mando centralizado, no
dudaron en escoger a su líder natural para que lo ostentara. Y definitivamente no
contaron con los grupos de otras regiones en su plan de levantarse en armas el
14 de octubre. Y cuando lo hicieron el 10, en muy pocas regiones se enteraron.
Más, La Aldea no los está culpando por nada. Cómo hacerlo si era esa la misma
forma de actuar de los otros grupos caudillistas, porque era ese el pensamiento
de su tiempo. Los manzanilleros precipitaron la guerra y eso es en verdad la
mejor muestra de su genialidad. Pocos grupos locales con mayor cohesión de
pensamiento que ese grupo con Céspedes al frente.
Lo
que sí quiere La Aldea es, con el historiador Abreu Cardet como guía, desmentir
un hecho que por muchos años hemos tenido como una verdad: el famoso telegrama
enviado por el Capitán General ordenando el apresamiento de Céspedes y los
principales líderes de la zona. El telegrama que ya es leyenda, fue la forma
que ellos encontraron para justificar ante los demás grupos su apresuramiento
en comenzar la guerra. Veamos.
El
mito del telegrama, dice Abreu Cardet, está acorde a la forma de pensar de los
hijos de la cuenca del Cauto en aquella época. Así se narra: Una esposa
ingenua, instigada por un sacerdote perverso denunció a su esposo ante el
Capitán General. Un sobrino telegrafista de
Carlos Manuel de Céspedes
intercepta el mensaje donde el Capitán
General le ordenaba al Gobernador de Bayamo la detención del líder de
Manzanillo. El sobrino lo comunica al que sería su futuro suegro, y este, también
comprometido en la conspiración, le avisa a Céspedes.
¿Qué
quiere decir Abreu Cardet cuando hace ver que la historia que supone inventada,
está acorde a la forma de pensar de los habitantes de la cuenca del Cauto de
esa época?: Una esposa ingenua en confesión confiesa que su marido es un
conspirador a favor de la independencia de Cuba. El cura la convence de que
debe decirlo a las autoridades: (La mujer es débil, dice la sociedad machista:
solo una mujer podía ser la delatora). Y por otra parte, no hay que olvidar que
los conspiradores eran masones: El papel satánico del cura seguramente que les
agradaba.
Y
luego los valores de la familia patriarcal de la época: El asunto se resuelve
gracias a un sobrino y un suegro juega un papel destacado: Cualquier hacendado
o campesino del Cauto hubiera considerado muy lógico que sobrino y suegro se
arriesgaran por ayudar a un miembro de la familia y lo era Céspedes, que estaba
en peligro.
Por
último el mensaje desde Bayamo hasta Manzanillo se lo envían a Céspedes con un
esclavo, lo que hace ver la diferencia entre los esclavistas orientales y los
occidentales. Un terrateniente occidental no se hubiera arriesgado a utilizar a
un esclavo en una misión tan delicada, pero uno oriental sí. Y eso fue lo que
dice la leyenda que ocurrió: un esclavo fue desde Bayamo hasta Manzanillo
portando una noticia en extremo confidencial.
Pero,
¿solo una suposición, por más lógica que sea, sirve a un historiador para
desmentir algo que se da como una verdad de la historia por más de un siglo?
No, eso sería una irresponsabilidad. José Abreu Cardet tiene otras pruebas. Él logró
consultar todos los telegramas que cursó el Capitán General al Gobernador de
Bayamo entre el 10 y el 20 de octubre de 1868. No hay ninguna referencia al
telegrama que, según los manzanilleros, ordenaba la captura de Céspedes y que
provocó el levantamiento en armas, y sí hay en que se responsabiliza al Gobernador
de Bayamo con la situación creada por el alzamiento. Igual existen muchos
escritos que dan cuentas de las tantas críticas que las autoridades españolas
hicieron al Gobernador bayamés por no actuar con mano dura contra los
sediciosos y en ninguna de ellas se habla nada del telegrama. Como es lógico
suponer, si el Capitán General hubiera ordenado al de Bayamo que apresara a
Céspedes y si aquel no lo hubiera hecho con la rapidez y tomando las medidas de
precaución necesarias, las críticas hubieran hecho referencia a ello y habrían
sido mucho más agrias.
El
telegrama es un mito, y, dice sonriente Abreu Cardet, los mitos son casi imposibles
de desmentir… y tampoco hace falta. Lo que si debe tenerse en cuenta es que las
figuras históricas deben estudiarse con visiones mucho más profundas para
demostrar que los hombres y mujeres del 68 no eran ni dioses ni santos, solo,
maravillosamente, hombres y mujeres.
Creyendo
lo del telegrama o sin creerlo, los demás líderes locales respondieron a la
acción iniciada por los manzanilleros y se fueron a las armas, con la sola
excepción de uno de ellos, que por cierto era primo de Céspedes, el holguinero
Belisario Álvarez y Céspedes. Pero un hombre no es todo Holguín. Los vecinos de
la comarca se fueron a las armas el día 14 de octubre en dos levantamientos
casi al unísono. Uno se produjo en Yareyal con el maestro de escuela Manuel
Hernández Perdomo al frente, otro en Guayacán del Naranjo con Julio Grave de
Peralta con 200 hombres: eran dos jefes distintos en una misma comarca. Céspedes
resolvió este asunto enviando a un militar de experiencia como jefe de Holguín:
Luis Marcano.
Mientras
duró la estancia de Céspedes en Bayamo, los holguineros acataron aquella
decisión. Pero cuando la fuerza arrasadora del Conde de Balmaceda expulsa a los
que tenían a Bayamo en su poder, los holguineros consideraron que un
manzanillero no tenía que tomar medidas en Holguín, sustituyeron al jefe
impuesto por el gobierno central cespediano, se separaron de ese gobierno y
crearon un comité revolucionario para organizar las elecciones que
seleccionaría a los hombres que participaron en la constitución del gobierno
federal de la comarca. Ese dicho Comité Revolucionario de Holguín nombró a
Julio Grave de Peralta: Mayor General y máximo jefe militar de la jurisdicción.
Para
la fecha que ocurrieron los sucesos antes narrados, ya las fuerzas
independentistas holguineras habían participado en algunos combates y a
diferencia de la inteligencia militar de Vicente García en Las Tunas, Julio
Grave de Peralta no dio muestras de ser un gran estratega y tampoco lo fue posteriormente.
Los holguineros tuvieron que esperar muchos años hasta que surgieron figuras
realmente relevantes en el orden militar. Lo anterior es, según el criterio del historiador José
Abreu Cardet, un factor que hizo que el grupo regionalista caudillista tunero
tuviera un papel importante en la
historia holguinera durante la guerra.
De
todas formas los Grave de Peralta y sus parientes colaterales mantuvieron un
papel significativo durante toda la contienda, destacándose, especialmente, Belisario
y Francisco Grave de Peralta y Guillermo Cardet primo de estos. Por eso ellos tuvieron
un destino destacado en las confrontaciones caudillistas regionalistas que
ocurrieron durante los últimos años de la guerra de 1868. Belisario, por su
parte, peleó en la guerra del 68 hasta el final, estuvo con Antonio Maceo en
Baraguá y fue quien inició la guerra chiquita en Holguín.
No hay comentarios:
Publicar un comentario