Número mínimo de individuos
Los
arqueólogos que hicieron el descubrimiento del cementerio (1986-1988)
distinguieron 108 individuos. El nuevo estudio determinó que en total eran 133,
al establecer que entierros considerados como de un sólo individuo podían
contener restos de más de una persona e incluso huesos aislados. Así cuando los
restos tenían una presencia cuantitativa importante se consideraron individuos
diferentes, denominándoseles con el número de entierro más una letra: por ejemplo,
2A, 2B, 2C. Se ubicaron además, dos conjuntos de huesos no numerados
desconociéndose su proveniencia, esos fueron registrados como individuos Extra
A y Extra B, pero no como entierros independientes.
Edad
Para
la determinación de la edad de los adultos Weston se basó en el análisis de los
cambios morfológicos de la sínfisis púbica, las superficies auriculares del
coxal y los extremos de las costillas
esternales,
así como en el grado de cerramiento de la sutura craneal y la atrición dental.
En los juveniles consideró la etapa de desarrollo dental, la longitud de los
huesos largos y el grado de fusión de las epífisis. Pero como no es posible
determinar la edad cronológica exacta de un individuo basándose en los cambios
morfológicos en el esqueleto y los dientes, los esqueletos de adultos y
juveniles fueron asignados a los grupos de edad estándar.
Distribución por sexo y edad. El Chorro de Maíta. |
Población
juvenil: (Menores de 18 años) Total: 43
individuos (32.3 por ciento del total);
Población
adulta: (se identificaron como adultos los individuos de 18 años en adelante)
Total: 90 individuos (67.6 por
ciento del total).
La
mayor cantidad de restos en el grupo de edad entre los juveniles fue el de 5-9
años (13.5 por ciento), mientras que entre los adultos sobresalen las categorías
de 18 años y más (adultos cuya edad no pudo ser definida), para un 16.5 por
ciento, 18-25 años (14.3 por ciento) y 26-35años (14.3 por ciento). Aparecieron
dos fetos.
Restos óseos de niño |
Respecto
al estudio inicial realizado por Rodríguez Arce (1992) la diferencia de los
resultados de esta nueva investigación está, principalmente, en la
identificación de un gran número de juveniles, 17 más que los inicialmente
considerados. En el caso de los adultos la cifra es muy similar a la inicial,
con sólo 3 masculinos y 1 femenino más.
Sexo
Weston
estimó el sexo biológico en base a varios rasgos morfológicos del cráneo y la
pelvis. Consideró además las características métricas de la clavícula, la escápula,
el húmero y el fémur.
Restos óseos de mujer que aún no había alcanzado los 30 años de su edad |
A
los juveniles no les fue asignado el sexo biológico debido a la falta de
características sexuales secundarias en el cráneo y la pelvis a esas edades.
Se
identificaron 39 adultos masculinos y 44 femeninos, resultando imposible
establecer el sexo en 7 adultos. Esas cifras representan el 43.3 de hombres y
48.8 de mujeres. En 4 adolescentes se definió el sexo (No. 22, masculino, No.
75A y 82, femeninos, y No. 83, posiblemente femenino).
Preservación de los restos
Weston
valoró el nivel de conservación de los huesos de la siguiente forma:
Excelente:
en 9 individuos.
Buena:
en 48 individuos.
Regular:
en 39 individuos.
Pobre:
en 27 individuos.
Muy
pobre: en 9 individuos.
Indeterminada
(porque no se pudo hacer el análisis): en 1 individuo.
En restos
de los adultos la preservación es relativamente mejor que en los juveniles,
quizás debido a los caracteres de fragilidad típicos de los huesos en este
segundo grupo erario.
La ubicación
de los restos en el cementerio no parece tener un vínculo directo con el nivel
de preservación sin embargo, la profundidad del entierro y situaciones de perturbación
y afectación por humedad y acidez sí que incidieron. Así resulta que los
individuos enterrados a profundidad mediana o grande, y no perturbados, tienden
a una mejor preservación.
Integridad de los restos
Fue
estimada por Weston a partir de los criterios estandares que se relacionan con
el porcentaje de restos conseguidos respecto al esqueleto total.
La
integridad tuvo valores medios. En 52
individuos se mantuvo en 0-25 %,
en 30 en 25-50 %, en 33 en 50-75 %, en 15 en 75-100 % y en tres
fue Indeterminada (por la imposibilidad de hacer el análisis).
Obviamente
que la integridad de los restos guarda una clara correlación con el estado de preservación
de los restos. (En El Chorro de Maíta no se señalaban las tumbas y por eso
ocurría que al enterrar a un nuevo difunto se removían los restos de uno
antiguo). Como la mayor cantidad de entierros se hacía en la parte central del
cementerio, son los esqueletos encontrados allí los más perturbados. También
los factores de carácter natural incidieron en la integridad.
Los
restos de mejor integridad son los de los difuntos adultos.
Individualidad
Aunque
predominan los entierros de un sólo individuo, al revisar algunos conjuntos de
huesos considerados antes de una sola persona, Weston identificó 19 entierros con dos
individuos y dos entierros con tres individuos. Sin embargo al momento de la
excavación no se percibió esta presencia múltiple, y tampoco fue reflejada en
dibujos o fotos.
Muchos
entierros se perturban entre sí, especialmente en la parte central del
cementerio, pues la apertura de una tumba pudo afectar entierros anteriores y
los restos de un individuo en ocasiones entraron en la fosa de otro. Durante el
estudio de Weston esta posibilidad fue tomada en cuenta para evitar
duplicidades en el conteo.
La
definición de cada individuo descartó, a través de la comparación de su sexo,
edad y estado de conservación, respecto a otros situados en áreas cercanas, la
entrada de huesos desde otra tumba.
Observaciones tafonómicas
En el
caso de investigaciones de arqueología funeraria los estudios tafonómicos analizan
el conjunto de procesos que inciden sobre los restos humanos a partir de su depósito
funerario, ya sea respecto a la conservación (o no conservación) de cada pieza
esquelética o a su dispersión.
Estos
tipos de estudio se hacen analizando la posición de los restos y su relación
con el contexto donde fueron depositados. Lógicamente, para hacer estudios
tafonómicos es preciso que el experto esté presente en el momento en que
aparecen los restos a estudiar. Y si no ocurre así, es necesario muchas
fotografías, mapas y un registro meticuloso de todo lo que el descubridor vio.
Lamentablemente no había ningún experto en observaciones tafonómicas en el
momento en que se descubrió el cementerio de El Chorro de Maíta y aunque sí se
hicieron fotografías a los restos y se trazaron mapas de su ubicación, no se
fue muy riguroso en recoger la información precisa para posteriores estudios de
este tipo. De todas formas entre los años 2009 y 2011 el Dr. Menno Hoogland (de la Universidad de Leiden, Holanda) y Roberto Valcárcel hicieron
observaciones tafonómicas sobre los restos óseos encontrados en El Chorro de
Maíta, sabiendo de antemano que los resultados que se obtendrían eran
limitados: sobre todo porque no se podrían evaluar los entierros de modo
individual. Pero aún así, sí se podría obtener una cierta claridad en los
comportamientos generales de la forma en que se hicieron los entierros y de esa
forma entender mejor aspectos de la formación del cementerio y de los manejos
funerarios en el lugar.
Ambos
expertos basaron su investigación en la revisión de las fotos tomadas a los
restos al momento de la excavación y en los dibujos recogidos en el plano
general del cementerio (Guarch Rodríguez 1987, 1988). En el caso de los
entierros No. 41, 58 y 107, se tuvo acceso a dibujos de excavación también realizados
por Juan Guarch Rodríguez y conservados en los Archivos del Departamento Centro
Oriental de Arqueología.
Arqueólogos trabajan en el desenterramiento de los restos óseos encontrados (1986-1988) |
Fotografía de uno de los esqueletos encontrados |
Replicas a tamaño natural de los restos hechas en plástico: Museo de Sitio |
Se trabajó
además, con réplicas de los enterramientos que ahora conforman el museo de
sitio El Chorro de Maíta. Esas dichas réplicas, a la vista de todos los
visitantes, son reproducciones en plástico a tamaño natural, de los restos recuperados
en la excavación.
Aunque
por motivos museográficos en algunos casos los restos fueron movidos del
espacio que se encontraron, en su mayoría esas aportan una imagen bastante
exacta de posición, profundidad y orientación del esqueleto, por lo que el
Museo puede considerarse una fotografía tridimensional de los esqueletos y una
visión de conjunto de ciertas zonas del cementerio. (Lamentablemente para los
estudios de tafonómicos, sólo existen réplicas de alrededor de la mitad de los entierros).
Los restos de los que no se poseen replicas se estudiaron a partir de las
fotografías que se les hicieron en el momento del descubrimiento. Otras
informaciones utilizadas fueron las notas de excavación de los entierros hechas
por Guarch Delmonte y su equipo en 1987
y las Tablas de control de los caracteres osteométricos hechos por César Rodríguez Arce en 1992.
Todos
esos datos permitieron realizar observaciones de 82 entierros y 83 individuos, (se
prefirió hacer observaciones, solo, a los entierros de los que había más de una
fuente de información, de ahí que no se hayan estudiado todos). Cuando se
carecía de fotos se consideraron los que presentaban dibujos detallados.
Lógicamente la profundidad de las observaciones depende de la cantidad y la
calidad de la información existente.
Se
consideraron diversos indicadores de carácter tafonómico que permitieron
evaluar en cada caso, en dependencia de los datos disponibles y del estado de
conservación de los restos, las condiciones de descomposición (en espacio
vacío, en espacio rellenado), las peculiaridades de manejo y disposición de los
cuerpos en las fosas (disposiciones respecto a la forma de la fosa, relación
con elementos de constreñimiento y contención), el nivel de articulación de los
cuerpos al momento del entierro, el tipo de disposición o entierro (primaria o
secundaria), e incluso detalles de las formas y dimensiones de las fosas, entre
otros aspectos.
Observaciones tafonómicas y consideraciones
interpretativas
Las
tumbas fueron cavadas y los restos depositados en ellas (hueco en la tierra),
luego el hueco fue rellenado con sedimentos del lugar. Obviamente que el cuerpo
del difunto, todavía sin descomponerse, ocupó un espacio bajo la tierra, pero a
medidas que el cuerpo fue descomponiéndose la tierra y el resto de los
sedimentos fue rellenando las zonas blandas descompuestas mientras que en unos
casos los huesos mantuvieron su posición original y en otros se movieron de
lugar. Igual se debe tener en cuenta que si el difunto es enterrado con ropa o
dentro de un “ataúd”, el rellenado es diferente a los casos contrarios.
Veamos
seguidamente la información obtenida.
Las
observaciones tafonómicas distinguen diversas prácticas mortuorias indígenas,
muchas no percibidas durante la excavación y registro de entierros, como la
disposición secundaria o la manipulación post mórtem de restos, particularmente
el cráneo (Se cree que algunos cráneos fueron desenterrados en fechas
posteriores al enterramiento y ubicados en áreas específicas del cementerio).
También descubren casos de enterramiento de individuos vestidos o,
posiblemente, en ataúdes. Así, igual, esas observaciones ayudaron a percibir
algunas varias inhumaciones que se hicieron de forma muy rápida, debido,
quizás, a una alta mortalidad. Otras se hicieron con espacios de tiempo entre
ellas.
Otros restos humanos
Weston
localizó en varios entierros (51), fragmentos o huesos pequeños de adultos y juveniles,
no pertenecientes a los individuos situados en la fosa. En esos casos los
fragmentos aparecen en reducida cantidad y no hay información que permita
establecer si se situaron allí de modo intencional. Esos fragmentos de huesos
no pertenecientes al individuo, no reportan indicios de modificación o manejo
ritual. Se hallan en todo el cementerio, si bien con más frecuencia en las
zonas alteradas y en entierros con diverso nivel de perturbación (63 por ciento
del total de casos). Esto sugiere una entrada accidental a las tumbas durante
los enterramientos o a partir de la perturbación por otra inhumación.
Ascendencia
Mediante
un análisis craneométrico, Weston estimó la ascendencia de tres de los
individuos: los entierros No. 22, 45 y 81.
Cráneos de los individuos nombrados enterramientos No. 22, 45 y 81 |
El
estudio consistió en comparar sus medidas craneales con las referencias de población
de Howells (1973, 1995). Los resultados fueron:
El
cráneo del No. 22, juvenil masculino de entre 16 y 18 años, se ubicó
inicialmente cerca de los rasgos de un individuo masculino blanco. Un nuevo
análisis de sus datos sugiere un origen mestizo, con ancestros blancos e indígenas.
El
cráneo del No. 45, adulto masculino de entre 26-35 años, resulta próximo a un
masculino de africano.
El
cráneo del No. 81, adulto posiblemente femenino de entre 18 y 25 años con
mediciones semejantes a las de un femenino africano y a un femenino blanco, lo
cual sugiere una ascendencia mixta (mestizo).
En
el Caribe no hay indicios de presencia de africanos o europeos blancos antes
del arribo colombino, por ellos estos individuos debieron llegar a El Chorro de
Maíta en momentos en que ocurría la interacción o convivencia entre aborígenes
y “extraños” llegados desde allende los mares.
Lamentablemente
este tipo de análisis sólo se puede hacer en cráneos no modificados, (y hay muchos de estos
últimos en el cementerio: era común que los aborígenes, al nacer, transformaran
el cráneo de los niños por considerarlos de mayor belleza). Por tanto pueden
existir individuos de diverso origen ancestral entre los que tienen cráneos
modificados, particularmente mestizos. Igualmente entre aquellos cuyos cráneos
no fueron hallados o estaban poco conservados.
Siguiendo
testimonios de los vecinos, los excavadores del cementerio consideraron el
individuo No. 36, un entierro moderno. Por el deterioro del cráneo no fue posible determinar
su filiación ancestral. Sin embargo se decide mantenerlo en la colección hasta
tanto se logre una adecuada identificación temporal o étnica.
Modificación craneana
La
determinación de la modificación craneana artificial, más conocida entre
arqueólogos caribeños como deformación craneana[1],
se basó en la revisión visual de los cráneos buscando elementos considerados
evidencia de esta práctica y observados en materiales cubanos por el
antropólogo Rivero de la Calle,
esto es, aplanamiento del frontal, ensanchamiento a partir de la expansión de
los parietales vistos en norma superior, alta frecuencia de huesos wormianos en
las suturas craneales, presencia de asimetría en la norma posterior, marcada
fenocigia (apreciable en norma superior), aplanamiento del occipital,
atenuación de sus crestas y desplazamiento del inio hacia el opistio, oblicuidad
marcada del pterio e inclinación hacia delante de la apófisis mastoide.
Los
resultados en cada caso fueron confrontados con los criterios aportados por las
revisiones de los cráneos colectados en El Chorro de Maíta hechas por Van
Duijvenbode (2010) y por Weston (2010).
Desde
esta perspectiva los cráneos se clasificaron en:
-Indeterminado:
Cuando la ausencia del cráneo o su mal estado de conservación impide valorar la
presencia de modificación.
-Posiblemente
modificado: Cuando se presentan indicios de modificación pero estos no pueden
ser establecidos adecuadamente debido al estado de deterioro del cráneo. Se
distinguen en este grupo, además, aquellos cráneos bien conservados donde la
modificación está tan poco marcada que no puede establecerse con precisión, no
descartándose que este ausente.
-Modificado:
Cuando resulta posible observar la modificación o se identifican indicios
claros de esta.
-No
modificado: Cuando no hay modificación o indicios de esta.
En
59 individuos la modificación craneana fue considerada Indeterminada al no
poderse analizarlos.
De
los 74 a los que sí se pudieron analizar:
59
están modificados (79.7 por ciento);
8 no
están modificados (10.8 por ciento),
7 están
posiblemente modificados (9.5%); de estos últimos dos muestran la situación
ambigua antes referida, o sea, que la modificación es tan imperceptible que
posiblemente no hayan sido modificados.
Izquierda: modificación fronto occipital tabular oblicua, (aplanamiento de la frente); individuo No. 68, adulto femenino. Derecha, individuo No. 7A, juvenil, no deformado. El Chorro de Maíta. |
El
tipo de modificación hallada es la clasificada por Dembo y Imbelloni (1938)
como tabular oblicua, generada por una compresión en sentido fronto-occipital. (Aplanamiento
de la frente). Esa descrita es la modificación más común en Cuba y el resto del
Caribe, según la mayoría de los estudios antes realizados.
Además
se localizó la modificación del cráneo de un individuo de forma tabular erecta,
(No. 72B, adulto femenino de entre 18 y 25 años)
Cráneo con modificación tabular erecta. Individuo No. 72B, adulto femenino. El Chorro de Maíta. |
Este
tipo de modificación es muy rara en la región aunque Rivero de la Calle localizó un cráneo
donde se presenta. En ese caso el famoso antropólogo la valoró como resultado
de un uso erróneo del aparato deformador. Herrera Fritot reportó otras dos
modificaciones tabular erecta en República Dominicana. (En el caso de este
individuo, 72A se encontraron otras modificaciones que lo hacen diferente al
resto de los esqueletos, pero de eso se hablará más adelante).
La
edad más temprana con reporte de modificación la muestra un individuo de entre
4 y 5 años. Es frecuente entre adolescentes y en diversos grupos de edad de
adultos. Dada la desigual conservación de los cráneos de adultos y juveniles,
se evaluaron sólo 18 cráneos de estos últimos contra 56 cráneos de adultos, (41.8
por ciento del total de juveniles y 62.2 por ciento del total de adultos, respectivamente).
Los
casos de modificación más definida e intensa se dan entre adultos; en los juveniles
generalmente es poco marcada aunque esto ocurre también en algunos adultos, de
modo especial en los cráneos de los esqueletos No. 35 y 4.
Hay
claras diferencias entre los adultos y juveniles. En los adultos la
modificación es mayoritaria mientras que en los casos de no modificación
resultan muy poco frecuentes: solo los No. 45 y 81. En los juveniles sigue el
predominio de modificados pero es alto el reporte de no modificados. Claro la
desigual conservación de los restos puede incidir en que sea así (están más
conservados los adultos que los juveniles) pero no es la única causa. Por
demás, tanto hombres como mujeres adultos están igualmente modificados e igual
están modificados los adultos locales como inmigrantes. Es relevante que los
dos únicos adultos no modificados (No. 45 y 81) no son indígenas.
Hay conocedores de las culturas aborígenes más
desarrolladas del área del mar Caribe que proponen la modificación craneana como
indicador de alto estatus social. Sin embargo, otros, entre ellos Rivero de la Calle, consideran que no
es así, sino, solamente, un atributo estético. Un tercer grupo de conocedores
creen que por ser un grupo específico (Taínos), los que deformaban su cráneo,
la consideran con caracteres étnicos. Y en verdad en Cuba es usual entre los
arqueólogos utilizar la presencia o no de modificaciones craneanas para
identificar a los diferentes grupos culturales que residían en la Isla: los más antiguos o
arcaicos no se deformaban y sí, generalmente, los agricultores ceramistas.
En el presente se cree casi como una Ley que
todos los agricultores ceramistas se deformaban el cráneo, pero, posiblemente
lo que haya llevado a ese criterio es que la mayor cantidad de cráneos
modificados que se han encontrado (y estudiado), provienen de esos grupos. No
obstante se han encontrado restos de agricultores ceramistas sin deformación,
como por ejemplo los que aparecieron en El Morrillo. (Solo que estos últimos
también tienen claras evidencias de haber interactuado con los europeos).
¿No aceptaban los europeos que los aborígenes
bajo su mando se deformaran el cráneo? Rivero de la Calle dice que sí, que la
modificación se abandonó al hacerse efectiva la presencia europea en la Isla, sobre todo por el rechazo
hispano a su aplicación.
Según el cronista español Fernández de Oviedo, en
La Española
la modificación se iniciaba al momento del nacimiento, oprimiendo la frente y
el occipital con una tabla u otro material duro. En su opinión eso generaba
un resultado estético desagradable: “las criaturas quedan de mala gracia”.
¿Prohibieron los españoles a sus indios que
deformaran el cráneo de los niños recién nacidos? Probablemente. Pero a lo
mejor lo que ocurrió es que para conseguir la deformación hay que seguir un
proceso que dura largo tiempo durante el que las criaturas tienen que tener
las tablas u otro material oprimiéndole el cráneo y, por la historia se sabe
que las madres aborígenes recién paridas eran enviadas a trabajar por sus
encomenderos sin que ellas siquiera, pudieran amamantar a sus crías, por
tanto menos podían deformarle el rostro.
(En Cuba el Padre Las Casas dejó por escrito que al quedar solos sin
las atenciones de sus madres, muchos niños morían)
Por otro lado se sabe que los aborígenes
“esclavizados” estaban en la obligación de bautizar a sus hijos en los
cánones de la fe cristiana en un plazo de no más de ocho días. Esto supone
que los colonizadores controlaban a los recién nacidos a quienes enseñaban la
para ellos nueva religión con el ánimo de que al crecer esos niños fueran
difusores de la fe colonizadora. Por tanto es de creer que como mismo los
europeos prohibían otras prácticas de la cultura (religión) aborigen, a las
que consideraban supersticiones, prohibieran también la modificación
craneana. Sin embargo no hay evidencias concretas de esa posible prohibición
en Las Antillas. En Perú sí hay indicios documentales de prohibición porque,
creían los españoles, la deformación craneana era peligrosa para la salud del
niño.
En México está bien documentada la progresiva
desaparición de esa práctica a raíz del control hispano.
Desde esta perspectiva y considerando los
indicios de interacción o convivencia de los aborígenes de El Chorro de Maíta
con los europeos colonizadores, se puede explicar que la mayor cantidad de
cráneos de los niños y jóvenes no estén modificados (y sí la de los adultos
que obviamente fueron niños antes de la llegada europea). No obstante lo
anterior, nos cráneos de individuos que al hacerle estudios cronológicos se
demostró que eran niños cuando ya se había producido la llegada de los
colonizadores, presentan claros indicios de modificación craneana. (Ellos son
los esqueletos No. 45 y 84) Si los hispanos colonizadores prohibieron esa
práctica, ¿cómo pudieron los padres de esos dos niños hacer lo que para ellos
era una costumbre tan arraigada?
Y los tres individuos que se ha probado que eran
hijos de indios y españoles, e indios y africanos, no presentan deformación, lo
que ayuda a creer que sus padres influyeron para que no lo hicieran, o sea,
que estaba surgiendo una nueva identidad cultural entre los aborígenes de El
Chorro de Maíta: los aborígenes de allí estaban dejando de serlo para
convertirse en indios.
|
Origen territorial
El
análisis de las proporciones de isótopo de estroncio es una prueba importante
que se hace en los restos de huesos humanos para determinar el origen
geográfico de los individuos. Así es posible porque los humanos incorporan el
isótopo de estroncio de las plantas y animales que constituyen su dieta. Esos
dichos isótopos de estroncio se reflejan en los huesos; por lo tanto, un
análisis de los valores de isótopo de estroncio hecho a los huesos humanos
reflejan el ambiente y los alimentos consumidos por un individuo en la última
década de su vida. Y lo que todavía es más útil: los isótopos de estroncio que
se integran a los dientes son los que el individuo adquiere del medio ambiente
y de su dieta durante los primeros doce años de vida, aproximadamente, y ya no
cambian. En el esmalte dental las proporciones de isótopo de estroncio reflejan
el ambiente de la niñez y las comidas de la región donde esta transcurrió.
En
resumen, un análisis de los isótopos de estroncio permite identificar si un
individuo nació en un lugar (población local), o si llegó allí posteriormente,
(inmigrante).
El
análisis de isótopos de estroncio a los huesos de los esqueletos humanos y a
esqueletos de animales encontrados en El Chorro de Maíta fueron hechos por Jason Laffoon.
En
el caso de humanos, preferentemente se hicieron a muestras del esmalte dental
de premolares, pero en el caso que no se contaba con estos, se analizaron otros
elementos dentales.
Los
análisis a huesos de fauna se hicieron, sobre todo, para estimar el rango local
de estroncio (y compararlo con el de los humanos); y también para valorar las
posibilidades de movilidad animal. En ese caso específico se hicieron análisis
a tres muestras de jutías y a dos muestras de caracoles de tierra. También a
tres muestras de cerdo para considerar si se trataba de animales criados localmente
o importados. (Este estudio consistió en análisis del esmalte dental de cerdos
y jutías, y la concha de los caracoles).
Tanto
los restos de jutías como las conchas de los caracoles aportaron el signo o
rasgo local de isótopos de estroncio: aproximadamente 0.70795-0.70880.
Ese
rango es el mismo de una buena parte de las muestras humanas (60 de las 79
muestras), por lo que es posible considerar a esos 60 individuos investigados
como locales que fueron enterrados en su lugar de nacimiento. Sin embargo, 19
individuos, de las 79 muestras, no tenían el mismo rango; a esos, obviamente,
los consideraron no locales, extranjeros o, mejor, inmigrantes.
Todas
las muestras de cerdo resultaron No locales, o sea, que fueron llevado al lugar
y allí consumidos.
En
resumen, los resultados de los individuos NO locales:
-Ocho
de los 30 individuos femeninos analizados (aproximadamente el 27 por ciento)
son NO locales, mientras que en el caso de los masculinos se trata de 10 de los
28 estudiados (aproximadamente el 36 por ciento); esto sugiere una proporción
mayor de inmigración masculina.
-Los
valores de estroncio en los individuos masculinos NO locales muestran una
variación mayor; incluyen los tres valores más bajos y también el valor más
alto, lo que puede interpretarse como indicio de orígenes geográficos más
diversos;
-De
los 17 juveniles analizados 16 se identifican como locales, situación en
concordancia con expectativas basadas en la premisa de que los juveniles, dados
sus cortos períodos de vida, tienen menos posibilidades que los adultos de ser
emigrantes.
-Los
adultos de sexo no definido (cuatro) fueron todos locales;
El
estudio de Laffoon distingue además que los individuos NO locales poseían
indicios de origen caribeño no cubano, y no caribeño. En este último caso (origen
no caribeño), el más destacado es el No. 45. ese individuo tiene una proporción
de isótopos de estroncio alejada del comportamiento del resto de los no locales
e incluso, alejada de los que aparentemente no son locales de El Chorro de
Maíta, pero son caribeños. (Lo que quiere decir que ese individuo,
posiblemente, llegó a El Chorro de Maíta de un lugar diferente al origen de los
otros).
Durante
los años 2010 y 2011 Laffoon analizó otras 10 muestras humanas de El Chorro de
Maíta, incrementando a 89 el total de individuos estudiados, y redefinió la
estimación del signo local de isótopos de estroncio a 0.7080-0.70885. Trabajó
también dos nuevas muestras de cerdo y una de jutía.
En
esta nueva investigación, el científico comprobó el rango del isótopo de
estroncio de El Chorro de Maíta comparándolo con el de muestras de esmalte
dentario humano de restos humanos encontrados en dos lugares próximo: Cueva
Cerro de los Muertos y Potrero de El Mango, contextos agricultores ceramistas
distantes 1.1 y 18 km respectivamente. También analizó caracoles de bosque
(Zachrysia sp.; Polymita sp.) y piezas dentales de jutía de sitios localizados
tanto en la cercanía de El Chorro de Maíta, como en diversas partes del centro,
oriente y occidente de Cuba.
Aunque
esta investigación permanece inconclusa hay ciertas consideraciones de carácter
inicial, formuladas por Laffoon (comunicación personal 2011), que es
conveniente referir:
-Las
nuevas muestras de cerdo analizadas igualmente tienen carácter no local;
-El
rango local de El Chorro de Maíta concuerda con el de los restos humanos de
Cueva Cerro de los Muertos y Potrero de El Mango y con el de fauna de estos
sitios. Coincide además con el de algunos contextos cercanos y con el de sitios
cubanos alejados de la zona, pero también se diferencia de otros espacios
cubanos.
Por
tal razón el carácter local de los individuos enterrados en el cementerio no
indica necesariamente su nacimiento en el asentamiento, sino que:
-Entre
los no locales, además de extranjeros, pudiera haber individuos cubanos de
áreas alejadas de El Chorro de Maíta.
En
el nuevo estudio el experto volvió a analizar el individuo No. 45. Se cree que
este tiene ancestros africanos.
Además de las diferencias de concentración de isótopos de estroncio, el individuo 72B presenta una modificación craneana y dental que no es común en Las Antillas y sí en Yucatán. |
Por
su parte el No. 72B presenta una proporción de isótopos de estroncio que
concuerda con diversas regiones del Caribe, pero los expertos están
prácticamente convencidos que ese es de origen mesoamericano. A esa conclusión
llegaron por una modificación dental que presenta que no se ha visto hasta
ahora en Las Antillas y sí en Mesoamérica y además por la modificación craneana
que muestra: inusual en Las Antillas aunque común en sitios mayas del
posclásico en Yucatán (Van Duijvenbode 2010). Por otro lado su signo de
estroncio es particularmente consistente con los rangos establecidos en la zona
maya, en las tierras bajas del sur de la Península de Yucatán (Hodell et al. 2004; Wright
2005) donde los aspectos de modificación dental y craneana referidos son
usuales.
Una
nueva investigación hecha en 2012 concluyó que No. 72B proviene de una zona con
alto consumo de maíz.
Individuo No. 45, adulto masculino de probable origen africano. |
Por
su parte los valores de carbono en el No. 45 tienen coincidencias con los de
población esclava africana de una plantación situada en Barbados, confirmándose
de esa manera su origen africano. Otra característica que hace diferente al No.
45 respecto a los locales de El Chorro de Maíta es su elevada estatura y
robusta constitución.
Individuo No. 22, joven masculino, mestizo de blanco e indígena. |
Individuo No. 81, adulto posiblemente femenino; mestizo de blanco y africano. |
Otros
resultados conseguidos por este tipo de investigación hacen sobresalir a dos
individuos locales, el No. 22 y el No. 81. Esos dos individuos, a pesar de
haber nacido en El Chorro de Maíta, tienen rasgos que los determinan NO
aborígenes y sí mestizos.
El
No. 22 es de ancestros blancos e indígenas y el No. 81 de ancestros blancos y
africanos. Ello indica algo más: que en El Chorro de Maíta vivieron mestizos de
blancos europeos que se cruzaron con india y negra. Lo que no se puede saber es
si esos dos individuos nacieron en El Chorro de Maíta o fueron llevados hasta
allí desde otros lugares de Cuba.
Demografía:
La
muestra estudiada por Weston (133
individuos), de ellos 43 juveniles (incluye a los niños) y 90 adultos.
La investigadora
identificó 39 adultos masculinos y 44 femeninos; fue imposible establecer el
sexo en 7 adultos.
En 4
adolescentes se definió el sexo.
La
combinación de edad y sexo muestra que el grupo de mayor cantidad de enterramientos
en el cementerio de El Chorro de Maíta son los niños entre 5-9 años (13.5 %),
seguidos por adultos masculinos de 26-35 años (9.8 %) y femeninos de 18 años y
más (9 %).
Restos de niños enterrados en El Chorro de Maíta |
Weston
(2010) recuerda que lo típico en los cementerios es que la cantidad de muertes
sea alta en niños, disminuya en la adolescencia y se incremente en la población
adulta y vieja. Asimismo la investigadora recuerda que en las sociedades
premodernas el riesgo de muerte se centra en los primeros cuatro años de vida,
especialmente en el primer año, debido a infecciones y otras enfermedades
parasitarias: Si un individuo sobrevive la edad de 5 años el riesgo de morir en
los próximos años es bajo. Sin embargo en El Chorro de Maíta no ocurre así: la
población mortuoria de niños entre 5 y 9 años hace creer que se está en
presencia de un cementerio catastrófico en el que murieron muchos por acción
humana o por enfermedad epidémica (niños, por demás, que según la posición
en que fueron encontrados sus cadáveres parece que fueron enterrados
apresuradamente, algunos de ellos situados boca abajo (ENLAZAR CON
PROXIMO). Y casi en la misma proporción que los niños, en El Chorro de Maíta murieron
adultos jóvenes, pertenecientes a grupos de 15-17 y 18-25 años, que es donde se
espera alta supervivencia; ello refuerza las sospechas de la investigadora
sobre el impacto de eventos que provocaron muertes catastróficas, aunque esa no
es, necesariamente, la única causa de
formación del cementerio, como se discutirá más adelante. (ENLAZAR)
La
historia ha dejado documentada varias epidemias importantes afectaron la Isla en distintos momentos,
fueron notables las de 1519 y 1529 (Marrero 1993); quizás El Chorro de Maíta
sufrió más de una epidemia de ese tipo.
[1] Usamos el término
“modificación” para evitar las connotaciones despectivas de la palabra deformación.
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